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LA GALERNA QUE VENDRÁ

Tiempo de lectura: 11 minutos

Una pareja se sienta en una playa del país vasco. Descansan. Dejan correr el tiempo. Se contemplan.  El sol es agradable, pero lo tapan unas nubes. Nada hace pensar que es una mala decisión disfrutar un día de playa. Una brisa se empieza a levantar, la pareja la disfruta, destacan “que linda brisa de verano” de manera cómplice. En menos de 40 segundos esa suave brisa se transforma en una tormenta de viento, arena y agua; una corriente huracanada que no da tiempo a mucho y obliga a buscar resguardo. Eso es una galerna; un fenómeno propio del país vasco, en la costa cantábrica.

Más acá, al sur del mundo, en esta Argentina donde todos los años se juega un mundial y la intensidad es una forma de vida, el compás político y económico es el de los vientos vascos y sus galernas de primavera. Cuando todo parezca previsible, algo pateará el tablero y obligará a barajar de nuevo, a buscar resguardo, para volver a salir. Esta forma de vida, no obstante, también se vuelve costumbre y afecta la toma de decisiones de la gente, que vive con los guantes delante del tabique a la espera de la próxima piña.

El anuncio de Cristina Fernandez de Kirchner en declinar la postulación presidencial en favor de Alberto Fernández fue una galerna. Inesperada, en un marco de viento pre-electoral lleno de especulaciones. Y más allá de cualquier análisis político que pueda hacerse, que en este medio y en otros abundan y por plumas mejor preparadas que la mía para hacerlo, aquí nos queremos detener en las galernas económicas. No tanto en las que pasaron, sino en las que pueden venir ¿Que escenarios puede encontrar el próximo gobierno, gane quien gane? Y más importante ¿Que escenarios puede construirel próximo gobierno, gane quien gane? Para explorar esta economía, tenemos que entrar por la política. Esa que hoy está de vuelta arriba de la mesa.

Llave en mano

Cambiemos arribó al poder con una promesa y una certeza. La promesa de poner a disposición el “mejor equipo de los últimos 50 años” y la certeza, proclamada, de que ciertos asuntos como la inflación eran de fácil resolución, en el camino de objetivos más grandes y complejos como la consigna de “pobreza cero”. La realidad se encargó de demoler certezas y fue testigo de un desfile de cambios en el equipo promesa; mientras que la consignas se quedaron en títulos, sin un plan detrás, como fue desarrollado acá.La ponderación de la “buena gestión” en detrimento del “gobernar bien” dejo huérfana de planes a la política económica. En el “todos debemos hacer nuestro aporte” se desdibuja la conducción y el norte. O, mejor dicho, no lo hay. La falta de plan es el plan. Y el que no lo entiende así no entiende la época y es un “lloron” diría Cabrera. La escisión notoria entre la micro y la macro desde 2016 dejó en off-side a la industria, la construcción y a todos los sectores que en estos años han reclamado (más temprano o más tarde) que se ponga un ojo en una economía real que no ha parado de caer, mientras el foco está puesto en la estabilización de una crisis autogenerada con la música de “lo que los argentinos queremos dejar atrás” de fondo. Lo que consolidó esta escisión fue la directa cesión de la conducción económica al FMI; que puede leerse como una oportunidad de delegar en el medio de una crisis.

La corrida cambiaria desatada en 2018 (desarrollada acá) marcó los límites de la confianza ciega en lo que puede dar el mundo y lo que puede dar el mercado. Pero la apuesta oficial a ese cachetazo de realidad fue profundizar la confianza a ese mundo que no confía en nosotros. En este sentido, el acuerdo con el FMI fue la profundización del estilo indolente y “el no plan” para la economía. En la vuelta al FMI, Cambiemos tercerizó la conducción económica, dando llave en mano el control de nuestra crisis y transformando al Ministerio de Hacienda y al BCRA en oficinas anexas del staff técnico del Fondo con fines muy específicos. El plan es de otro, ahora el gobierno es un espectador más. Con el acuerdo del Fondo, el gobierno logró encontrar su sillón cómodo en la oficina, limitándose a ser un facilitador de negocios para el porcentaje minúsculo del sector privado que habla su idioma y un testigo o “acompañante terapéutico de la crisis” (en términos de Martín Rodríguez y Pablo Touzon) para el resto de la sociedad, círculo rojo incluido. 

¿Que escenarios puede encontrar el próximo gobierno, gane quien gane? Y más importante ¿Que escenarios puede construir el próximo gobierno, gane quien gane?

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La ventura de esta “comodidad” está dada por los vientos de la geopolítica y el miedo a que resurja un “populismo malo” en la región donde de a poco se consolidan “populismos buenos”. El acuerdo récord por USD 57.000 MM y las revisiones subsiguientes a medida de lo que más cómodo le quedase al macrismo gobernante (con el poder para puentear al propio Fondo y romper el cristal Trump en caso de emergencia) fueron concesiones hijas de un apoyo realmente sin precedentes por parte de Estados Unidos, como bien desarrolla Tokatlian  en Revista Crisis. El problema ya no es solo argentino; cuando el FMI acepta que un solo país represente el 44% de todos sus acuerdos, nuestros problemas pasan a ser de ellos también. Y esto cierra el círculo de la tercerización. Gestionando el desgobierno le imprimieron su DNI a Lagarde, quien si después de esta aventura pierde terreno en la política francesa, bien puede asegurarse ser beneficiaria de descuentos con la tarjeta Argenta.

En este sentido, el primer desafío que cualquier gobierno de signo opositor al actual deberá asumir en caso de ganar las elecciones presidenciales es el de recuperar la conducción de la economía. Colgar un cartel de “atendido por sus propios dueños” en la Casa Rosada a modo de piedra fundamental sobre la que se construya, hacia afuera, el diálogo franco para discutir términos del acuerdo con el FMI, garantizando que va a ser respetado, pero maridando su ejecución con una política económica cuya hoja de ruta no empiece y termine en el mantra del “déficit cero” como único objetivo. Hacia adentro, para tejer un acuerdo social (como señala en Anfibia Matías Kulfas) que no caiga en lo trillado de su figura y combine la precisión de cirujano con la que debe hacerse política económica en la Argentina que viene con incentivos claros. Es decir, con política.

Gane quien gane, el período 2019-2023 va a ser muy duro en materia económica. A diferencia de 2003, donde lo peor ya había pasado definitivamente; quedan capítulos por escribir de la actual crisis Argentina. O, al menos, los riesgos están latentes con 3 años de caída de la actividad, retroceso del salario real, del empleo y con un horizonte de vencimientos de deuda que presionarán sobre nuestra cuenta corriente, en un mundo menos amable con episodios de tensión comercial severa entre Estados Unidos y China y, más cerca en el tiempo, el fortalecimiento del dólar en el plano internacional y la baja del precio de los commodities como la soja. 

el acuerdo con el FMI fue la profundización del estilo indolente y “el no plan” para la economía. En la vuelta al FMI, Cambiemos tercerizó la conducción económica, dando llave en mano el control de nuestra crisis y transformando al Ministerio de Hacienda y al BCRA en oficinas anexas del staff técnico del Fondo

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No es lo mismo políticamente enfrentar solamente la reconstrucción que pasar previamente por el estallido de la crisis (de La Rúa) y el control de daños (Duhalde). Los huecos que queden en el camino no pueden ser llenados con timbreos, fotos y sufrimientos compartidos, sino con política y liderazgo asumido. Mostrando desde la conducción que puede haber un camino a seguir (a discutir también), saliendo del menú algorítmico de “lo que la gente quiere escuchar” o “lo que le interesa a la gente”. Porque si hay crisis, en el primer metro cuadrado al ciudadano (no al vecino) le va a interesar comer. Simple. Y en ese camino hay que romper la estructura de la grieta que se habla a sí misma, gana elecciones y terciariza el gobierno porque se ve desbordada. O nos hundimos, con quien sea.

Esa Mujer

La apuesta de Cristina Kirchner no admite, dadas estas circunstancias, una lectura meramente electoral. El desafío que atraviesa Argentina invita no solo a buscar votos, sino a construir una futura gobernabilidad a base de acuerdos, consensos y pragmatismo de banda ancha. La figura de Alberto Fernández puede pensarse en ese sentido, en el perfil del hombre palaciego que conoce los números de teléfono, recuerda las fechas de cumpleaños y sabe negociar. Si esto sirve para romper la grieta como postula Natanson, sumar base electoral como sostiene Malamud  o llamar al orden (a un orden) como propone Sol Montero; en cualquiera de los casos, nos encontramos ante el hecho disruptivo de que la política vuelve a jugar su batalla. Todos están obligados a ceder algo y la sociedad está mirando, aunque parezca una idea pasada de moda. Y ese resurgir de la política es la herramienta que se necesita para dar las discusiones de los próximos años.

En esta línea, y más en lo pretérito inmediato, la discusión sobre el impacto de la candidatura de Cristina en la estabilidad cambiaria da cuenta de la necesidad de los actores políticos relevantes de desmarcarse de la fuerza gravitatoria de la grieta. Desde principios de año, el discurso oficial endilgó la suba del riesgo país y los sobresaltos cambiarios de marzo y abril a la incertidumbre que los mercados leían ante una posible candidatura de Cristina Kirchner. La primeras ruedas financieras post confirmación de pre-candidatura no dieron cuenta de tal pánico, manteniendo dólar, riesgo país y bonos estables. En este punto hay que señalar que también juegan las intervenciones del BCRA en caso de ser necesarias (no lo han sido en la semana post anuncio), pero al menos el primer impacto no fue el de corrida, lo cual no es un dato menor siendo que el mercado dio sobradas muestras estos últimos 12 meses de que lo sensibiliza, como nada, es el corto plazo. Y mientras más se fogonea la polaridad, más incertidumbre se lee en las pizarras. Por ello, una interpretación posible es que la “moderación” está bien vista. Y esa noticia no es ni tan buena ni tan mala para los candidatos, como sí lo es de buena para la política.

Gane quien gane, el período 2019-2023 va a ser muy duro en materia económica. A diferencia de 2003, donde lo peor ya había pasado definitivamente; quedan capítulos por escribir de la actual crisis Argentina.

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No obstante, nada está dicho en el devenir de nuestra economía. Y ante la novedad de la fórmula Fernández-Fernández hay más posibilidades abiertas en el mercado cambiario, las cuales entran en contradicciones. Por un lado, que en la medida de que la dupla Fernández suba en las encuestas y capte votos del angosto boulevard del medio  se asuste esa entelequia abstracta que son los mercados y estos intensifiquen posiciones conservadoras, dolarizando carteras a la espera de lo que pase. Otra alternativa, gira en torno a que los mercados, o bien confíen en la moderación de la opción kirchnerista y en la construcción dialoguista y política que sugerimos en el párrafo anterior o que simplemente lean que la estrategia debilita de cara a las elecciones a la oposición y eso le dé a Macri cierto oxígeno con respecto a la evolución del tipo de cambio. El tiempo dirá sobre este respecto.

Y si bien estas especulaciones siguen circulando en columnas y medios, es entre incompleto e inocente endilgar el desafío cambiario a una eventualidad estrictamente electoral. El problema de fondo es la política económica, hija de errores de diagnósticos, excesos de confianza, malas pericias y hoy terciarizada en el FMI. 

El equipo más lagunero de los últimos 50 años

El Liverpool fue una galerna para el Barcelona y le remontó con un 4-0 formidable la serie de semifinales de la Champions League hace apenas un par de semanas. El Barcelona hoy consolida su imagen más en lo que dice ser que en lo que realmente es. Algo similar puede pensarse del mejor equipo de los últimos 50 años de Cambiemos, aunque tal vez sigue siendo benévola la comparación dado que el Barcelona sí gana campeonatos y sí fue el mejor hasta hace un puñado de años. Pero así como ya no se gana con la camiseta en las paradas difíciles de la Champions League, la marca Cambiemos no alcanza para alinear las expectativas de los agentes económicos y convencerlos de que tengan paciencia y vocación por el sacrificio ¿Qué queda de acá a fin de mandato? Dientes apretados y mirar el reloj, política de parches y dos líneas de 4 que pinchen nubes cuando la pelota llega al área. 

La política de estabilización lanzada en octubre para salir de la crisis cambiaria que marcó 2018 ha mostrado ser un parche contenedor, pero no una estrategia que permita reconducir el rumbo. Por un lado, el esquema de agregados monetarios que estipula 0% de expansión de la base monetaria para este año y es arbitrado por la tasa de interés de referencia, solo ha resultado en la convalidación de tasas cada vez más altas ante la incertidumbre externa, ahogando las posibilidades de financiamiento PyME y comprometiendo las cadenas de pagos en numerosos sectores. La pata cambiaria del plan, con la modificación reciente aprobada por el FMI de intervenir la zona de no intervención, tuvo éxito en las últimas semanas en las que el contexto internacional se endureció con un nuevo episodio de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, pero nos pone ante el riesgo de consumir reservas con origen en deuda para que sean drenadas en el mercado financiero.

Luego del último desembolso recibido por parte del FMI en abril, entre pagos de intereses y compromisos de deuda e intervenciones cambiarias (en menor medida), las reservas que sumaban  USD 77.481 MM el 9 de abril no dejaron de descender desde ese momento hasta los USD 65.595 MM registrados para el 24 de mayo (último dato disponible al momento de escribir esta nota). A esto hay que sumar que la formación de activos externos por parte del sector privado (mejor conocida como “fuga de capitales”), ha tenido un crecimiento del 50,3% en el primer cuatrimestre del año, respecto del mismo período de 2018, a pesar de fuerte depreciación del tipo de cambio que no es necesaria recordar. La cercanía de los meses electorales siempre estimula el crecimiento de esta dolarización, por lo que el panorama preocupa. En total, desde que asumió Cambiemos, la (mal llamada) fuga de capitales alcanzó USD 68.388 MM y, como dijimos, acelerando. No llovieron inversiones pero si desatamos una galerna por goteo hacia afuera.

¿Qué queda de acá a fin de mandato? Dientes apretados y mirar el reloj, política de parches y dos líneas de 4 que pinchen nubes cuando la pelota llega al área.

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En el medio de esta novela cambiaria, el cuadro se ve agravado por una economía real que no arranca y que pierde competitividad estructural mes a mes. El estimador mensual económico (EMAE) en marzo cayó por onceavo mes consecutivo, confirmando la continuidad de contracción de la actividad económica, en este caso del 6,8% en marzo respecto del mismo mes del año pasado. A su vez, la variación mensual desestacionalizada contra febrero retrocedió 1,3%, interrumpiendo tres meses de pequeños incrementos que hacían pensar en que la crisis “encontraba su piso”. Comercio e industria, dos de las actividades de mayor incidencia en el EMAE son las que más fuerte caen con bajas del 14,6% y 13,2% respectivamente respecto a marzo 2018. Solo creció el agro, cuya base de comparación es baja por la fuerte sequía del año pasado y del que, si bien se espera mayor protagonismo a partir de abril, su incidencia es baja.

En suma, el primer trimestre del 2019 no fue el piso de la crisis que se anunció y esperó. La no morigeración de la inflación y la zozobra cambiaria contribuyeron a ello pero, fundamentalmente, las razones están ancladas en el poco dinamismo de una demanda que no arranca y condiciona a las actividades productivas y comerciales. La capacidad ociosa en la industria alcanza al 40%, con sectores en niveles críticos y otros que acumulan más de un año de caídas y sub-utilizaciones de planta. Para la economía real, la galerna ya llego y no todos han podido encontrar refugio.

el primer trimestre del 2019 no fue el piso de la crisis que se anunció y esperó. La no morigeración de la inflación y la zozobra cambiaria contribuyeron a ello pero, fundamentalmente, las razones están ancladas en el poco dinamismo de una demanda que no arranca y condiciona a las actividades productivas y comerciales

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Las políticas de parches que llevan a más parches tienden a no perdurar. Así como el cepo cambiario simplemente escondía las inconsistencias macroeconómicas de una economía carente de dólares, las dos líneas de cuatro post 2018 de la conducción económica de Cambiemos no hacen más que minar los grados de libertad para dar solución a los problemas troncales de competitividad de la economía argentina. La falta de creatividad para romper este cuadro es hermana de la tercerización llave en mano de la política económica al FMI. No está planeado salir de libreto, en parte porque no somos nosotros los que estamos escribiendo el libreto. De los goles prometidos a patear hacia el lateral, Cambiemos lagunea los meses que le quedan hasta que las elecciones lo ratifiquen por cuatro años más o lo corran de escena. Y esa pasividad, ya cala en los nervios de propios y fieles.

Ante los vientos, como un refugio, es la política la que busca re-posicionarse como el freno a las galernas que asotan la economía argentina. Si la previsibilidad es el caos o la sensación del mismo, el paraguas de la política tiene que ensayar respuestas y liderar senderos para transitar ese camino. Es la fuerza de contención y choque necesaria para frenar otra galerna, la que más tarde o más temprano, vendrá.

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