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20 de enero 2024

Lorena Álvarez

BUSCO MI DESTINO

Tiempo de lectura: 5 minutos

A finales de los ‘60 y principios de los ‘70, una nueva camada de directores de cine hizo su entrada triunfal en las pantallas. Francis Ford Coppola, Peter Bogdanovich, Martín Scorsese, Roman Polanski, William Friedkin, entre otros, se convirtieron rápidamente en las promesas que a la industria tanto le gusta celebrar para mantenerse vivas.

Dennis Hopper, que llevaba varios años en la actuación sin demasiado brillo ya que era tildado como un intérprete algo conflictivo, se sumó a ese selecto grupo al dirigir en 1970, una película que terminó siendo de culto: “Easy rider”. Un film independiente con una banda sonora extraordinaria y una recaudación asombrosa teniendo en cuenta su bajísimo costo de realización. Por lo general, en el mundo de los films, la elección de los títulos con el que se rebautizan las cintas para el público de habla hispana suelen ser muchísimas veces un verdadero despropósito. Sin embargo, este no fue el caso.

“Busco mi destino”, como se la conoció a la historia en cuestión por estos lares, debe ser uno de los nombres más apropiados para sintetizar una trama. Además de representar con exactitud una etapa donde los jóvenes buscaban nuevas certidumbres. Protagonizada por Peter Fonda y el propio Hopper, la película muestra el viaje de dos motoqueros por las rutas de una América profunda mucho menos glamorosa de lo que Hollywood suele mostrar. Siendo el título, además, una buena sinopsis de la época: los jóvenes y su desilusión frente al quiebre del “sueño americano” en tiempos de la guerra de Vietnam, el amor libre y las drogas.

Quizás hoy esta sea una etapa similar para buena parte de la juventud. Inmersos en un momento de confusión general donde todo lo que se daba por sentado se esfuma en el aire de una economía cada vez más expulsiva. Lo cual trae aparejado, a su vez, la necesidad de buscar nuevos rumbos, lejos de la cresta de la ola reinante: traders, éxito empresarial, pegarla como sea en este vertiginoso “¿quién no quiere ser millonario?”. Una búsqueda difícil ya que hoy nadie tampoco pretende caer en la fantasía del derrumbe del capitalismo (del que gustan y mucho). O sea, los destinos a encontrar son cada vez más enrarecidos.

“Cabaret Volataire” cuestiona estos nuevos clichés de la época a la que Trapé definió “sin dios, patria, ni familia” y donde el dinero marca el pulso del éxito o el fracaso sostenido en la autoayuda, la astrología, un only fans o las apuestas on line

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Dos tipos audaces

“Cabaret Voltaire” es un programa de streaming, que este domingo estrena su segunda temporada. Desde Rosario dos jóvenes treintañeros, Tomás Trapé y Mauricio Vera -a los que les cuesta definirse como periodistas más por timidez que por horas de oficio- crearon su propia aventura. Ambos venían desde hace tiempo planteando sus dudas mientras abrían debates acerca del futuro. Primero desde sus cuentas de X, luego como host dentro de los space que tiene esa plataforma (lugares de debate entre los usuarios) para terminar en su propio programa.

Desde allí intentan hacer una revisión de estos últimos tiempos, atravesando asuntos muchas veces guardados bajo la alfombra. Un temario que va desde la cultura de la cancelación hasta los nuevos trabajadores, del rol del estado hasta la falta de mirada federal de la política actual. Temas que justamente otros jóvenes, los libertarios, sienten como propios con el resultado electoral reciente.

Sin embargo “Cabaret Volataire” cuestiona estos nuevos clichés de la época a la que Trapé definió “sin dios, patria, ni familia” y donde el dinero marca el pulso del éxito o el fracaso sostenido en la autoayuda, la astrología, un only fans o las apuestas on line. Según sus palabras: “los tiempos deshumanizados donde nosotros somos elementos del mercado”.

El asombroso triunfo de Javier Milei en casi todas las provincias, sin siquiera haberlas recorrido, creó además otras nuevas interpelaciones. Recordemos que antes de las elecciones se lo asociaba a un fenómeno urbano, pero el mapa completamente violeta de LLA, cuando se contabilizaron los votos, abrió otra nueva incógnita: ¿qué pasa más allá de la frontera del Amba con los jóvenes? Una pregunta que nadie se venía haciendo desde hace casi veinte años, cuando la conurbanización de la política tomó las riendas del país post estallido del 2001.

La idea, básicamente, es que la historia no se escribe a partir de hoy, sino que existe un bagaje cultural y de tradiciones para rescatar aún en tiempos donde lo instantáneo suena a descartable y tentador

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Frente a este nuevo panorama, además de conducir su programa de streaming, los rosarinos abrieron también otros lugares para interactuar. Lo que empezó como un chiste entre ellos y sus seguidores, “el ejército gris”, terminó siendo un espacio de debate en su canal de Telegram. Allí más de 1500 personas -esperaban 100 como mucho- tratan los más variados temas a partir de disparos tan disímiles como una películas o notas. Con la participación de gente de todas partes del país, e incluyendo poco a poco distintos rangos etarios.

El participante de mayor edad tiene 75 años, cuanta Trapé, cuyos gustos por el cine clásico de los 50 y series vintage como “El gran chaparral” lo hace una rara avis de 30 años. Algo que comparte con Vera, de 31 años, un consumidor de libros tan disímiles como “El Jefe” de Gabriela Cerrutti o los de Jorge Asís, en esta etapa de comprender los tan mentados noventa desde todas las aristas.

El triunfo libertario que dejó sin respuestas, también los animó a ese espacio de debate que demuestra las ganas de comprender en profundidad la época sin perder el hilo conductor de los últimos 50 años. De hablar y ser escuchado más allá de la militancia tradicional.

Tomás Trapé, Mayra Arena y Mauricio Vera.

Trapé y Vera, @tiranoprofugo y @otakudeperón sus arrobas respectivo en X (twitter) vienen además tejiendo una red intergeneracional de intercambio de opiniones, que los lleva a entrevistar a Mayra Arena, a Leyla Becha y hasta el escritor y docente Ángel Faretta. La idea, básicamente, es que la historia no se escribe a partir de hoy, sino que existe un bagaje cultural y de tradiciones para rescatar aún en tiempos donde lo instantáneo suena a descartable y tentador. Algo que para estos jóvenes hijos de los años más politizados es clave. Están desilusionados pero necesitados de encontrar un nuevo relato sin perder las raíces. Por eso también instan intercambios con distintas personalidades a las que invitan a Rosario a dar charlas en distintos lugares. Un día puede ir Carlos Maslatón otro día la psicoanalista Alexandra Kohan.

Así pues, estos “dos tipos audaces” -título una serie policial de los 70 de la que también es fan Trapé- junto a sus productores, que no llegan a los 30 años, van, al igual que Fonda y Hopper, con parsimonia y sin la velocidad de estos tiempos acelerados, buscando su destino. O el de la patria.

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