
NOTAS DESDE TIERRA (NO TAN) SANTA: RAMADÁN
“El aire sobre Jerusalén está saturado con plegarias y sueños
como el aire que surca las ciudades industriales:
es difícil de respirar”
(Yehuda Amichai, 1977)
Jerusalén es una ciudad impresionante. Jerusalén es una ciudad deslumbrante. Y Jerusalén es, a la vez, una de las ciudades más agobiantes que existen en este mundo. Es una ciudad que no descansa nunca, aunque no en el sentido literal de una metrópolis “que nunca duerme” sino en el hecho de que es un sitio en donde cada uno de sus habitantes no deja de interpelar a sus semejantes las 24 horas del dia. Es el centro habitacional -de todos los que conozco en Medio Oriente- en donde la mayoría de sus habitantes tiene como objetivo principal el deseo de rebatir tus ideas, siempre religiosas y políticas o al menos, delimitadas por dichos dos frentes que nunca se separarán en esta ciudad. Ellos están en lo cierto y vos estás equivocado o, sin más, no comprendés la situación. Lo hacen tantas veces por día, que en un punto querés que te hablen de cualquier cosa, fútbol, música o hasta comidas. Algo para empatizar, como le dicen ahora. No es que quieran debatir, intercambiar sobre un tópico o una situación determinada, sino que quieren convencerte de que vos no tenés razón. El eje del agobio se basa en la constante interpelación al pensamiento del otro con el principal objetivo de subestimarlo, y siempre sin la posibilidad siquiera de encontrar lugares comunes que puedan agrupar a los diferentes componentes de bandos opuestos. El rebate de tu posición incluso antes que la exposición de la suya. Judíos, musulmanes y cristianos (en menor medida estos últimos, porque son muchos menos en una ciudad atrapada entre dos rocas), no se salva nadie. Para palestinos e israelíes, nadie es inocente.
El rebate de tu posición incluso antes que la exposición de la suya. Judíos, musulmanes y cristianos ( en menor medida pues son muchos menos en una ciudad atrapada entre dos rocas), no se salva nadie. Para palestinos e israelíes nadie es inocente..
En Cairo, Bagdad, etc, también se genera dicha dinámica pero no cómo en Jerusalén. Es probable que tenga algo que ver con que no hay ciudad en la zona que hoy contenga a las tres religiones monoteístas con sus sitios sagrados. Existieron a través de los siglos decenas de centros, a lo largo y ancho de la región, con esa característica multi religiosa y multicultural, pero ya no conservan dicha particularidad y hoy se han convertido en ciudades totalmente islámicas, donde algunos pueden tener su minoría como Cairo tiene a los coptos, Beirut a maronitas o Teherán a los judÍos, pero no hay lugar donde haya una disputa de poder actual entre las tres religiones monoteístas como Jerusalén. Muchos esgrimen que esto se debe a la ocupación israelí de la parte Este de la ciudad pero no es toda la verdad: luego de la guerra de 1948 y hasta la conquista por parte de los israelíes de toda la ciudad en 1967, Jerusalén se dividió entre una parte judía, la del oeste y un parte árabe, la del este, ocupada por Jordania, la cual albergaba a los principales lugares santos de cada religión como es El Santo Sepulcro para los cristianos, el Muro de los Lamentos para los judíos y Haram Al Sharif para los islámicos (acá una salvedad: la explanada de las Mezquitas donde se encuentran el Domo de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa no es lugar más santo para los islámicos, sino el tercero después de la Meca y Medina, y posee una significación enorme para el judaísmo pues allí estaba ubicado su Gran Templo). La situación de confrontación se dinamizó pues Israel, después de ocupar la totalidad de la ciudad, mantuvo su carácter multi religioso, y a pesar de todas las presiones para judaizarla mediante la implantación de religiosos judíos en zona árabe, permitió el control de cada una de las religiones sobre sus sitios sagrados. Y precisamente una que no es una simple minoría en la ciudad, sino que representa a casi la mitad de la población que habita allí: los musulmanes palestinos.

Es decir, gran parte de la tensión religiosa se basa en una constante disputa de poder sobre un importante sitio de fe como es Haram Al Sharif y el Monte del Templo, tal y como lo conocen los judíos. Cierto es- aunque sea politicamente incorrecto decirlo en el contexto de una ocupación que lleva medio siglo- que no existió ningún poder que haya controlado la ciudad a través de su historia y garantizado la libertad religiosa como los israelíes (es muy largo, pero no muchos saben que, por ejemplo, los judíos no podían soplar siquiera el Shofar en el Muro de los Lamentos o acceder a la Tumba del Patriarca Abraham por cerca de 700 años – solo podían subir hasta el sexto escalón de una escalera externa por decisión de los mamelucos luego refrendada por los otomanos y mas tarde por los propios ingleses-). Es una descripción indiscutible si uno se pone a repasar lo actuado por el control musulmán y cristiano de la ciudad y las diferentes limitaciones religiosas, sociales y políticas que impusieron sobre las otras minorías y especialmente sobre los judíos.
Aunque sea politicamente incorrecto decirlo en el contexto de una ocupación que lleva medio siglo, no hubo ningún poder que haya controlado la ciudad a través de su historia y garantizado la libertad religiosa como los israelíes .
Pero bueno, eso es otro tema y el Ramadán en Jerusalén de este año, luego de un pasado Ramadán de 2021 que trajo los mayores enfrentamientos entre comunidades y una mini guerra entre Israel y Gaza, venía relativamente tranquilo hasta que Jerusalén volvió a hacer lo que mejor sabe: hacer su aparición estelar como catalizador de los problemas. Mas de uno de sus habitantes, ya sea un palestino de Sheikh Jarrah o un judio secular de Mevaseret Zion, me repitió al unísono lo mismo, con casi las mismas palabras: Los problemas empiezan en Jerusalén pero nunca terminan allí. Lo de “relativamente tranquilo” viene a cuenta de que, previo a comenzar el mes donde los musulmanes ayunan desde la salida del sol hasta su puesta, Israel se encontraba inmerso en una ola de atentados palestinos como hacía años no experimentaba: dos atípicos ataques de palestinos yihadistas simpatizantes del Estado Islámico y dos ataques de palestinos nacionalistas contra civiles israelíes (uno de alto perfil para los israelíes pues se concentró contra la secular ciudad de Tel Aviv, centro del Israel más liberal y banal, por así decirlo). Las fuerzas de seguridad israelíes tampoco estaban de “picnic” en el transcurrir del cruento dominio militar sobre los palestinos: numerosas operaciones anti guerrilleras contra militantes habían provocado la muerte de muchos de ellos a plena luz del día dentro de sus más importantes ciudades con el habitual “daño colateral” de civiles palestinos. Los cuales, además, venían transitando un año particularmente violento debido a la violencia sistemática que viven día a día producto de las acciones de los colonos judíos que habitan los asentamientos israelíes en Cisjordania.
Mas de uno de sus habitantes, ya sea un palestino de Sheikh Jarrah o un judio secular de Mevaserett Zion, me repitió al unísono, con casí las mismas palabras: Los problemas empiezan en Jerusalén pero nunca terminan allí.
Al principio, la estrategia de la policía israelí para la Ciudad Vieja de Jerusalén , donde estan todos los lugares santos de las religiones monoteístas y especialmente en la Puerta de Damasco (el alto muro que rodea a la ciudad antigua como un fuerte tiene 7 puertas y la llamada “Puerta de De Damasco o “Bab al Amud” es la más grande y centro de los festejos palestinos durante las noches de Ramadán) parecía acertada si se la comparaba con la del año pasado: no poner vallas, no sacar los camiones hidrantes ni utilizar policías a caballo. Todo venía más o menos bien en una situación que parecía coreografiada y acordada (cuando los policías israelíes estacionados en la Puerta de Damasco recibían piedras por parte de los palestinos agrupados allí, salían a repartir palazos deteniendo a los díscolos y todo volvía a la normalidad de los festejos) hasta que una información pertinente a Haram al Sharif o el Monte del Templo descarriló todo como solo puede suceder en la Ciudad de la Paz (uno de los nombres con la que se conoce a Jerusalén, aunque parezca un chiste de mal gusto histórico). Luego del primer viernes de Ramadán se empezó a correr el rumor entre los palestinos de que extremistas judíos -los cuales sueñan con la reconstrucción del Templo Judío donde hoy esta el Domo de la Roca- buscaban entrar al recinto para sacrificar un cordero como hacían sus antepasados en dicho lugar. La publicación de una “selfie” en las redes sociales de un colono judío viajando desde su asentamiento de Cisjordania con su familia y un cordero en el auto junto al anuncio de que su objetivo era entrar al disputado sitio le permitió a grupos religiosos musulmanes -muchos coptados por Hamas- pasar del rumor a la alarma. Es verdad que la preocupación palestina es imposible de materializar pues Haram Al Sharif tiene 10 puertas para acceder a la explanada, todas controladas externamente por la policía israelí, y por solo una de ellas pueden entrar los no musulmanes y se puede afirmar con seguridad que esconder un cordero entre las ropas de un visitante sería imposible de por sí (asimismo cualquier persona no musulmana, tristemente, tiene prohibida la entrada a Al Aqsa o el Domo de la Roca por una arbitraria decisión del Wafq, el ente religioso musulmán que las administra).

Si bien lo del sacrificio del cordero por parte de extremistas judíos como antesala de destrucción de las mezquitas era una idea bastante tirada de los pelos, los palestinos vienen contemplando como el status religioso estipulado por el antiguo Ministro de Defensa Moshe Dayan en 1967 luego de la conquista de la Ciudad Vieja en el marco de la Guerra de los Seis Días (basado en que los judíos pueden subir a Haram Al Sharif, sitio donde estaba ubicado su sagrado templo, pero que de ninguna manera pueden rezar allí o exhibir algún signo nacionalista que despierte la ira de los musulmanes) se viene degradando en los últimos años debido a que la policía israelí ha permitido, ya en varias ocasiones, que visitantes judíos recen en voz baja en el recinto (cuando visite por primera vez el lugar hace ya más de 17 años pude ver como la policía sacaba a las corridas a cualquier judío que siquiera moviese los labios aunque no pronunciasen palabra). Y eso para los palestinos es una línea roja que ya no difiere entre extremistas y moderados, y que los agrupa para evitar un avance sobre el único sitio que sienten que son libres de Israel en todas sus formas.

La periodista palestina israelí Hanin Majdali lo explicó bien claro en una columna de hace unas semanas: “ No hay otro lugar en el país que sea tan claramente palestino como Jerusalén Este. Los palestinos que viven en Israel han pasado por un proceso de “israelización” e institucionalización, los palestinos de Cisjordania están bajo control militar y en Gaza viven en una prisión. De hecho, los únicos palestinos que están libres de la “israelidad” en todas sus formas son los habitantes de Jerusalén Este. No solo conscientemente sino en la práctica, en la vida cotidiana, ya que sus vidas permanecen conectadas en casi todo a Cisjordania más que a Israel. Dentro de los muros de la Ciudad Vieja de Jerusalén Este se sienten los señores de la casa o al menos los señores de sí mismos. Allí los palestinos logran liberarse de alguna manera de las cadenas del control israelí. Por lo tanto, no están dispuestos a que les roben las costumbres básicas de su identidad comunitaria, religiosa y nacional, en su hogar, en su ciudad y en su mezquita. Haram Al sharif y Al-Aqsa, más que nunca, se han convertido en un símbolo nacional palestino en los últimos años. Ya no es solo una mezquita y su filiación ya no es solo religiosa: sirven como símbolo de la victoria nacional de la persistencia palestina sobre el nacionalismo judío. Esta victoria se logra gracias a que Haram al Sharif es el único lugar que Israel se abstiene de controlar por completo, lo cual está consagrado en la ley. “No permitiremos que controlen al-Aqsa, porque esta es la última pieza que está bajo control palestino, y ningún palestino se rendirá” repiten sin mas. Tanto el Ramadán como al-Aqsa ya no son solo símbolos religiosos, sino también símbolos nacionales”.
Haram Al sharif y Al-Aqsa se han convertido en un símbolo nacional palestino en los últimos años. Ya su filiación no es solo religiosa: sirven como símbolo de la victoria nacional de la persistencia palestina sobre el nacionalismo judío.
La tormenta perfecta para desatar una violencia sin control que repitiese los acontecimientos de 2021 se congeló cuando las autoridades israelíes tomaron la sabia decisión -aunque en verdad es la sabia repetición de una decisión articulada desde hace un par de años- de prohibir el ascenso de no musulmanes a Haram Al Sharif durante los últimos 10 días de Ramadán. El hecho congeló en parte los llamados violentos de parte las facciones mas militantes palestinas pero ya, al primer día de terminado el Ramadán islámico, numerosos nacionalistas religiosos judíos subieron al recinto sagrado anunciado -días antes- que desplegarían banderas israelíes para marcar la soberanía del lugar. Hecho que un par de extremistas hebreos lograron realizar al esconder las banderas, sin vergüenza, entre las ropas de sus pequeños hijos. Esto deja en claro que las autoridades israelíes no están poniendo la atención necesaria sobre estos hechos de provocación con el fin de evitar una espiral de violencia, que cuando incluye a Jerusalén uno ya sabe cómo empieza pero nunca puede prever cómo continuará o en que degenerará (al cierre de esta nota, en la noche del jueves, hubo un ataque de dos jóvenes palestinos armados con hachas contra una ciudad ultraortodoxa judía causando 3 muertos).
Mientras tanto vale recordar la antigua anécdota del gran poeta israelí, Yehuda Amichai, cuando se sentó debajo de un antiguo arco romano dentro de la Ciudad Vieja de Jerusalén con dos bolsas de llenas de frutas. Un guía turístico que se encontraba cerca decía: “¿Ven a ese hombre con la bolsa de frutas? Justo arriba de su cabeza hay un arco del período romano”. Amichai, luego de escucharlo, pensó: “La redención de la ciudad sólo llegará cuando el guía diga ´¿Ven ese arco romano? Bueno, no es importante, pero debajo de él hay un hombre con una bolsa repleta de frutas para su familia´”.

(Todas las fotos son propiedad de Ezequiel Kopel)