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12 de octubre 2022

Gerardo Fernández

EL DE LAS AFUERAS

Tiempo de lectura: 5 minutos

Yo vengo de otro siglo,
con dos X y un tango.
Co pude ser un indio,
destiño negro y blanco.

Si pasás una tarde por el barrio de Villa Real probablemente resuene alguna estrofa de “Aquella murguita de Villa de Real”. Recuerdos en un santiamén: la sombra de Alejandro del Prado, un cantautor paradójico (más mentado que escuchado). Después te acordarás de “Aquel tanguito de Almendra”, “Si te contara”, y así, el desfile de un montón de canciones de este tipo raro, que tiene la particularidad de haber trabajado como nadie en los suburbios del rock, de haber mezclado el tango y la murga, haber creado quizás el sonido más típico de una Buenos Aires que viaja del barrio al centro.

Alejandro Del Prado hizo un sonido de hora de la siesta en un barrio lejano del centro. Y ese dejo nostalgioso, ese swing tan especial lo transforma y lo aleja de las modas, de todas. La música de Del Prado se parece únicamente a la Del Prado. De comienzo a fin. Es su mejor salieri. Se lo pensó raro, misterioso, y no se entendió por qué el tipo le escapó a la luces del centro. ¿Y si al fin y al cabo el flaco detesta las luces del centro y es feliz tocando para cuarenta en un barcito suburbano? ¿Y si las luces del centro muy probablemente lo dejaban a un costado?

Yo vengo de otro siglo,
con la voz en la cara,
con la sombra de un bicho,
y este gesto en la espalda.
Y traigo de otro siglo
la esencia de un ombligo,
un sapo traicionero,
anécdotas de perros,
y un sueño retroactivo.

Alejandro Del Prado hizo un sonido de hora de la siesta en un barrio lejano del centro. Y ese dejo nostalgioso, ese swing tan especial lo transforma y lo aleja de las modas, de todas. La música de Del Prado se parece únicamente a la Del Prado

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Cuesta entender su perfil bajo porque pocos, muy pocos, tienen el coraje y la dosis de locura para caminar por los costados de la fama. Del Prado no se planteó ser famoso y triunfador, quizás eso no haya pasado por su cabeza y quizás gracias a esto parió una obra densa, profunda… e inimitable. Su hermano Horacio dice en el documental “El eslabón perdido”: “Yo creo que en el fondo o no le interesa o está enojado con la materialidad del mundo por la visión medio metafísica, medio espiritual que él tiene de las cosas. Yo creo que él quiere un mundo muy espiritual y que tiene un rechazo hacia la materialidad.”

Yo vengo de otro siglo,
con un poco de todo,
solo y sin acomodo,
empuño moneditas y corro colectivos.
Arrastro de otro siglo,
cierto autoritarismo,
enojo prepotente y machismo,
aunque en forma decreciente…

El mismo Alejandro dijo alguna vez: “Nunca me gustó eso de ser nuevo, de ser el mejor o de ser original. Son títulos que te estrellan. La gloria es tocar”. Nadie puede cantar sus canciones por la sencilla razón de que parecen sólo aptas para él y para una minoría que lo sigue y disfruta. Aquellos que llegamos a ver los últimos heladeros recorriendo los barrios o a los pocos afiladores que andaban con sus bicicletas adaptadas somos los que llegamos ahí, sobre el filo de la hora, a entenderlo y a sentirlo.

¿Y si al fin y al cabo el flaco detesta las luces del centro y es feliz tocando para cuarenta en un barcito suburbano? ¿Y si las luces del centro muy probablemente lo dejaban a un costado?

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Y traigo de otro siglo
baranda de fomentos,
kerosén, eucaliptus, azufre,
linimento, chicles y ceniceros.

Y traigo de otro siglo
mi suerte capicúa,
y abajo de la púa,
fritura de vinilo.

Sus canciones nos describen, nos garabatean como esa generación que andaba de pantalones cortos cuando llegó el Cordobazo, vivió el golpe del 76 promediando la secundaria y no le quedó otra que crecer con la dictadura en la cabeza. A esa generación enuncia Alejandro Del Prado.

Saloma fue el primer y único grupo que integró. Un grupo de música urbana formado en 1976. Estaba Alejandro del Prado (voz, guitarra, piano, sintetizadores, percusión y batería), Cristina Ghione (voz y flauta traversa), Hugo Romero (voz y guitarras); y Jorge Santiago (bajo y sintetizador). Saloma deriva del verbo castellano salomar, cantar trabajando, y les fue sugerido por Raúl Carnota. En 1977 editó su único disco con las participaciones de Daniel Binelli (bandoneón), Juan Carlos Cuacci (arreglos corales), Alejandro Santos (Flauta) y Osvaldo Avena (percusión)

Yo vengo de otro siglo,
me estoy acostumbrando,
con dos X y un tango,
perdón si no me ubico.

Yo vengo de otro siglo,
“Toro serrano ”,
vengo desde el olvido,
“Con un dios escondido ”,

y a yuyo de suburbio perfumando.

Yo vengo de otro siglo,
Hablando con mis muertos,
y no porque estoy loco,
porque si fuese un loco
ni loco lo andaría diciendo.

Saloma deriva del verbo castellano salomar, cantar trabajando, y les fue sugerido por Raúl Carnota

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Tiene centenares de canciones pero sólo tres álbumes grabados, la mayoría conocidas por la minoría que siempre siguió sus pasos. Fue preparador físico de Argentinos Juniors y lo tuvo a Borghi a su cargo en inferiores. Fue el primero en subir el bombo murguero a un escenario y en darle un lugar preferencial, algo que el Chango Farías Gómez nunca le perdonó afectuosamente y quizás por ello llegó a sus últimos días sentado atrás del bombo de murga. Fue pizzero en España y guitarrista de Alfredo Zitarrosa en México, tocó con Litto Nebbia (con quien también grabó su primer disco). A los 16 años acompañaba con su guitarra al extraordinario periodista, poeta y recitador de poemas Osvaldo Ardizzone.

Y traigo de otro siglo
platillos y poetas,
colores de un equipo,
dolores de bandera,
terapia de besitos.

Y traigo de otro siglo
mi suerte capicúa,
y abajo de la púa,
fritura de vinilo.

Yo vengo de otro siglo,
me estoy acostumbrando,
con dos X y un tango,
perdón si no me ubico.

Yo vengo de otro siglo,
me estoy acostumbrando
perdón si no me ubico,
con dos X y un tango.

Del Prado vive en investigadores de culturas barriales. En el final del documental que realizaron sobre él Mariano del Mazo y Marcelo Schapces leemos: “En este mismo instante, en su anacrónico refugio de Almagro, entre gatos y libros, está escribiendo la canción más melancólica y perfecta. Como un conjuro, como una queja, como un pedido, como una salvación, una canción que probablemente nunca conoceremos”. Y está bien, muy bien. Muchos se preguntarán quién fue o quien es Alejandro del Prado y probablemente algunos se meterán en Youtube y lo encontrarán, probablemente algunos se pregunten cómo fue que perdieron tanto tiempo en descubrir este tipo que sencillamente es el creador de una Buenos Aires de las últimas décadas como casi nadie lo hizo antes.

Y traigo de otro siglo,
mi suerte capicúa,
y abajo de la púa,
fritura de vinilo.

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