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19 de octubre 2023

Lucía Aisicoff

CÓDIGO DE SEÑAS

Tiempo de lectura: 4 minutos

Hay que llegar al domingo listos para lo peor. Hacer el trabajo previo de aceptar, con un esfuerzo psíquico y espiritual, que Milei puede convertirse en presidente ese mismo día. Ninguna encuesta lo anticipa, por eso suena probable. Lo mejor es asimilarlo antes de arrastrarse a votar y después poner la tele en mute hasta que suelten los resultados oficiales. Javier festejará pase lo que pase: si gana en primera vuelta o si entra cómodo al ballotage se va a subir al escenario a liberar endorfinas con la canción del león mientras se apretuja con la hermana y choca puños con Marra.

Dice que está tres puntos arriba de lo que registran las encuestas, y a su favor tiene el antecedente de las PASO, cuando les ganó a todas. Los consultores hablan ahora de “un escenario abierto”, una forma de tapar que no tienen la menor idea de cómo sale el domingo. Milei corre con ventaja por el arrastre ganador y la debilidad de los otros dos. Aunque digan que siguen competitivos, a Massa lo ahorca la pelea contra la crisis y Bullrich se enrosca con sus propias limitaciones. La obsesión de todos es pescar entre los once millones que no votaron en agosto.

¿Cuánto puede durar el mileísmo? Nadie sabe si será breve o vino para quedarse. Pero tiene razón Benegas Lynch en que ya tuvo una victoria, porque no sólo corrió el eje de la conversación pública, sino que impuso una nueva lógica con el lenguaje de la motosierra y el fin de la metáfora

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Massa espera que lo salven las mujeres y el Conurbano. La Provincia es la última trinchera, donde Kicillof superó los 3 millones de votos con una campaña cuesta arriba. Sus verdaderos rivales no son ni Píparo ni Grindetti, sino la seguidilla de escándalos de corrupción, el desgaste por la pelea interna y la trituradora de dirigentes que vino a terminar con la casta. Si logra ganar y Massa pierde, será el único dueño del cancionero del kirchnerismo, con el mérito de no haber abandonado el relato, de insistir hasta el final con la bandera de los derechos contra la derecha. Si reelige lo hará sin el empujón de Cristina y con el ancla de Máximo Kirchner, a quien seguro le devolverá gentilezas. Por ahora es cauto, primero debe lograr que los bonaerenses acepten tragarse la muestra de corrupción que le regaló su principal ministro con tal de que no les pasen una motosierra por encima.

“Primera vuelta, la puta que lo parió… Primera vuelta, la puta que lo parió”, cantó Milei en su cierre en el Movistar Arena. Desde abajo del escenario lo acompañaron, eufóricos, los varones que un rato antes habían aplaudido a Alberto Benegas Lynch (hijo), un señor pulcro, del siglo pasado, que propuso romper relaciones con el Vaticano sin necesidad de leer ni gastar plata en algún tipo de coaching. Este domingo muchos chicos libertarios se darán el gusto de votar su apellido, con Bertie Benegas Lynch (nieto) como primer candidato a diputado por la Provincia.

Más allá del resultado electoral, Benegas Lynch (hijo) sostuvo que Milei ya ganó porque logró cambiar la parla. Javier también se siente ganador y contó que tiene un gabinete actuando en las sombras. ¿Cómo será esa performance de poder? Las reuniones de ministros en una mesa larga, como las que coordinaba Marcos Peña. ¿Quién ocupará la cabecera en la próxima etapa? Marcos siempre se sentaba en el medio, con su botellita de coca light, mostrándose dispuesto a escuchar la catarsis. ¿Tendrá el mismo gesto Nicolás Posse? El eventual jefe de Gabinete de Milei será el árbitro de las charlas donde el experto en clonación Daniel Salamone definirá qué hacer con el Conicet; la profe de reiki Sandra Pettovello contará cómo terminar con los punteros; y el ex macrista Gustavo Morón ordenará la depuración de los organismos estatales mientras Marra licitará empresas de demolición para desaparecer la TV Pública. Nadie frena a Lilia Lemoine, que presenta nuevas cortinas de humo para irritar al feminismo mientras el dream team macrista dolariza de prepo.

Milei corre con ventaja por el arrastre ganador y la debilidad de los otros dos. Aunque digan que siguen competitivos, a Massa lo ahorca la pelea contra la crisis y Bullrich se enrosca con sus propias limitaciones. La obsesión de todos es pescar entre los once millones que no votaron en agosto

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Si gana Milei hay que estar listos para lo peor: aceptar que podrá hacer algunas de las cosas que promete. Prepararse para el día de la transición, cuando Alberto le ponga la banda con Bolsonaro como invitado estelar y se celebre en las calles el Día del Orgullo Libertario, una fiesta de cosplayers al ritmo de Dragon Ball con Lilia vestida de mujer maravilla y varones disfrazados de dólares. ¿Cuánto puede durar el mileísmo? Nadie sabe si será breve o vino para quedarse. Pero tiene razón Benegas Lynch en que ya tuvo una victoria, porque no sólo corrió el eje de la conversación pública, sino que impuso una nueva lógica con el lenguaje de la motosierra y el fin de la metáfora. Este miércoles, cuando terminó el acto en el Movistar Arena, las cámaras enfocaron a Fátima vestida en un catsuit violeta, el color de la libertad. Ella dibujó círculos con los brazos y movió los labios diciendo: te amo. Tiró besos al aire, que Milei le devolvió con los mismos ojos embobados con los que mira fotos de Conan. Fátima entendió su rol y lo interpreta. No busca acercarse, de blanco y espléndida, a robarle un beso al candidato ganador. Cambiaron los códigos y tal vez sea eso lo que la casta ahora deba entender.

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