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18 de mayo 2023

Lucas Malaspina

WAISGOLD: “EL FRENTE DE TODOS NECESITA TEMAS PROPIOS”

Tiempo de lectura: 17 minutos

Hace poco Cristina Fernández de Kirchner removió la escena respondiendo a Javier Milei, cuando la “dolarización” apareció en boca de todos. En este marco, entrevistamos a Julieta Waisgold, consultora en comunicación política, para entender qué posibilidades tiene el Frente de Todos a nivel del discurso político de cara a las elecciones presidenciales. Waisgold estuvo en la cocina del dispositivo que llevó al poder, en el 2019, a Alberto Fernández como presidente de Argentina. Su rol como coordinadora del equipo de discurso del Frente de Todos en esa campaña presidencial llegó luego de 10 años con experiencias en organismos estatales y sindicatos. A su vez, Waisgold forma parte de Alaska Comunicación, donde es socia del consultor político Juan Courel, y miembro de “Mujeres en Campaña”.

¿Cómo ves vos la diferencia entre el escenario de 2019 y el actual como principales rasgos que destacarías a la hora de pensar su discurso este 2023?

Este es un escenario completamente diferente al 2019. Primero por razones obvias: en ese momento, el Frente de Todos no era gobierno, ni existía, y hoy es gobierno. Ese es el punto de partida para pensar cualquier discurso en esta elección. Pero tienen un punto en común. En todas las elecciones se juega continuidad o cambio, y estas dos son elecciones de cambio. La diferencia central es que ahora al que están pidiendo cambiar es al gobierno del Frente de Todos. Ahí hay una cuestión central.

Otra de las cuestiones que se discutía en el 2019, más allá de si macrismo sí o macrismo no, era la cuestión de qué cambiamos y cómo lo cambiamos. Si alcanzaba el discurso más ideologizado, más de núcleo duro del kirchnerismo, o si era necesaria una apertura discursiva para captar el voto más desideologizado, el tercio que, en general, está en disputa en todas las elecciones. En el 2019 se decidió esta apertura, con la figura de Alberto Fernández a la cabeza, y hoy lo que está en discusión es el cambio, de nuevo, pero el cambio justamente del propio Fernández y de este gobierno, que no logró consolidar una narrativa y una voz que le hable a ese centro, a ese tercio del electorado, y no logró conservarlo. Entonces, en algún punto, la pregunta sería un cambio cómo. La posición es bastante difícil en términos de discurso para el Frente de Todos o el kirchnerismo, y mismo para el peronismo.

—Hace unos días escuchaba una entrevista en que vos decías que, a partir de la figura de Durán Barba y su lugar más o menos central en el macrismo, de repente parecía que todos sabían de comunicación política y opinaban sobre el tema, diciendo “este comunica mal, este comunica bien”. Creo que se formó una suerte de consenso de que Alberto comunica mal, pero no creo que haya un consenso de por qué, y me pregunto cuál es tu visión de este problema, si efectivamente hay problemas de comunicación o no y cuáles fueron, en el caso de que la respuesta sea afirmativa.

Bueno, en primer lugar lo que suele pasar es que cuando hay un problema político, a partir de la era Cambiemos, se le suele atribuir el problema a la comunicación. Digo después de la era Cambiemos porque en realidad la comunicación política sube al escenario de la mano de Durán Barba, con él se empieza a visibilizar que existe la comunicación. La verdad es que, en primer lugar, lo primero que tiene que haber para que haya buena comunicación es una política, no voy a decir ordenada porque eso es muy complejo, pero sí articulada. Ese tal vez sea uno de los principales problemas que tuvo el gobierno a la hora de comunicar. Y por otra parte, la ausencia de una voz cantante de esa avenida del medio, de ese centro que intenta emerger en el peronismo hace ya muchos años y que no logra tener forma, que, aunque pudo tener a un presidente, aún así no logró construir una narrativa propia. Y una narrativa propia no se construye solo  con el impulso de políticas públicas.

Este gobierno impulsó políticas públicas, gestiona, no es ese el problema, sino que se necesita articulación política para que eso pueda performar algo en la realidad, tener cuerpo y volumen propio, tanto a nivel de la estructura política como a nivel social, o sea, que eso pueda conectar efectivamente con la gente. Una narrativa en el fondo es eso, es un discurso que se hace operativo, no es solamente un cuento. La cuestión es cómo hacer que ese cuento, ese relato, tenga raíz en la realidad. A eso se le suma el modus operandi del gobierno, que es ir un poquito para adelante y otro poquito para atrás, sin terminar nunca de consolidar un paso firme, que podría haber llegado a ser moderado, pero firme al fin. A nivel comunicacional, esto terminó derivando en la imposibilidad de construir una narrativa propia.

La ausencia de una voz cantante de esa avenida del medio, de ese centro que intenta emerger en el peronismo hace ya muchos años y que no logra tener forma, que, aunque pudo tener a un presidente, aún así no logró construir una narrativa propia.

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—Hay además una cierta resistencia incluso de parte de Alberto a la idea de la narrativa. Hace poco, en su participación en El Método Rebord, dijo que no quiere relato. De esa manera, estaría rechazando uno de los aspectos que se la atribuían al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner sin reemplazarlo por nada, sin contraponer. ¿Cómo ves esto?

Claro, exactamente, ese es el gran problema. Hay una idea de relato como si este fuera una construcción artificiosa, casi como un engaño, una mentira. En realidad, un relato es la capacidad política de que tus decisiones de gestión y tus políticas públicas, que pueden ser mejores o peores, de derecha o de izquierda, cobren volumen en la realidad. Y eso es articulación política, es discurso, son un montón de cosas. Hay un problema conceptual ahí de a qué se le dice relato.

—Claro. Alberto parece comprar lo que se articulaba en las campañas contra el kirchnerismo cuando Cristina estaba en el final de su gobierno, como si el relato no tuviera ningún asidero en la realidad. Ahora, entrando ya en lo que es el escenario actual, ¿qué elementos considerás que son los más importantes a la hora de tomar en cuenta las posibilidades que tiene el Frente de Todos para encarar la elección?

En primer lugar, es fundamental un orden político que en este momento no hay para definir ciertas cosas. Por ejemplo, cuando vemos la fotografía de las encuestas de los últimos meses, se destaca el crecimiento de Milei. Pero eso es una fotografía, no es todavía una película. Entonces, todo eso está por gestionar, y va a tener que ver también con cómo se articule el escenario, los nombres, los discursos, si va a haber internas o no, cómo va a jugar Cristina,, todo eso va a condicionar el discurso que finalmente se pueda tener.

Como decía al principio, esta elección se dirime entre continuidad y cambio. Parecen dos palabras fáciles, y que en todas las elecciones se discute lo mismo, pero lo importante es ver en qué términos se discute. Porque si no, en esta elección ya no hay nada que hacer, si la gente quiere cambio ya está. Pero hay que saber de qué va ese cambio. Todo el mundo dice ‘es antisistema’, antes decían que se derechizó la sociedad con el crecimiento de Milei, pero a mí me gusta más pensarlo como un cambio anti-lo que hay.

Cuando uno va a consultar y a ver qué es lo que hay dentro del voto de Milei, te das cuenta de que no es necesariamente una derechización. Muchos ni siquiera tienen razones para elegir a Milei, y en otros casos no se termina de entender muchas de sus propuestas. A nosotros, una encuesta nos dio que el 45% de los votantes de Milei están a favor de un estado más activo. Evidentemente las propuestas de Milei, no determinan, no llegan, no están siendo escuchadas, y lo que importa de Milei no es eso. Entonces ¿de qué se trata ese cambio? Bueno, se trata de cambiar lo que hay, okay, bueno, cambiemos lo que hay, vamos a por otra cosa.

Todo el mundo dice ‘es antisistema’, antes decían que se derechizó la sociedad con el crecimiento de Milei, pero a mí me gusta más pensarlo como un cambio anti-lo que hay.

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Entonces ¿qué es lo que puede hacer el Frente de Todos para responder a eso? ¿Qué es, dentro del Frente de Todos, lo que habría que cambiar? ¿Se trata de armar un nuevo frente, un nuevo espacio en el que Alberto no sea parte, con eso se solucionaría? Yo creo que tiene que haber algo más ambicioso que eso. No digo un norte programático, porque el peronismo nunca se caracterizó por eso, pero sí una serie de ejes como senderos para caminar, y esos senderos no tienen por qué ser los ejes discursivos de los otros. A ver, si Milei plantea la dolarización, está bien hablar del tema. Pero una cosa es hablar del cuco y otra transformarlo en tema propio. Lo central es poder tener un tema de dominio propio en la campaña, que va a ser la economía, y la pregunta es cómo. Eso va a ser central, tenés que poder dar una idea de futuro, y no me refiero a promesas solamente, sino a cosas tangibles, en un contexto económico y político muy crítico.

Es poder volver a hablarle a la sociedad desde otro lugar, más cercano, y poder plantear a partir de ahí las diferencias programáticas, de visión e ideológicas que hay con la oposición en este momento.

—Esto me interesa mucho porque es algo que siempre me llamó la atención. La nota que escribiste para Página 12 habla un poco sobre esto, la que tiene que ver con la dificultad de meterse en un tema que otro domina para tratar de a partir de ahí posicionar al gobierno. Me gustaría que explicaras qué significa para vos la propiedad sobre los temas y qué implicancias tiene para, en este caso, el gobierno.

La propiedad sobre un tema es tener la capacidad de instalar un tema en la agenda. Hay un montón de cosas, como el sistema de medios, que influyen en poder instalar y poner un tema en la agenda. Ahora, la dolarización no era un tema esperable, digamos, no era un tema que estaba en el discurso público de nadie hasta que vino Milei y empezó a hablar de eso. Lo que había escrito yo en la nota de Página 12 era en referencia a las últimas elecciones legislativas de Estados Unidos. Parecía que los republicanos iban a ganar por muchísimo, pero hubo una sorpresa de los demócratas, que pudieron darla vuelta con un tema que parecía que no estaba en agenda. En Estados Unidos, y en todo el mundo, la inflación está siendo un tema de preocupación social. Ellos tuvieron la inflación más alta de los últimos 40 años, que obviamente es mucho más baja que acá, pero es un dato llamativo. Pero el eje de campaña de los demócratas no fue la inflación, sino que fue el aborto.

Gracias al fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos contra Roe versus Wade, que amenazaba con dar por tierra con toda una tradición en relación con el derecho al aborto, un peligro real, tangible, los demócratas pudieron cambiar el eje de la discusión. De eso se trata la propiedad de los temas. De poder cambiar el eje de la discusión, y para poder hacer eso necesitás ejes propios.

Eso no significa, por ejemplo, no hablar de la inflación, que es el tema de mayor preocupación social. No se trata de hablar de otras cosas, sino de poder establecer tu enfoque, tu marco, y decir hacia dónde vas. Pero para eso tenés que tener claro el rumbo y las propuestas.

—Clarísimo. Vos decías que no sabés si esto se soluciona cambiando el nombre del frente o haciendo uno que no tenga a Alberto. Esto me parece muy interesante porque desde que empezó a emerger de manera clara y pública el choque entre Cristina y Alberto, hay como una sensación de que ella busca, con diferentes movimientos, preservar su capital electoral, aunque no estaría ocurriendo. Mi lectura es que es muy difícil que ese 30% de gente que quizás es la que termina definiendo las elecciones pueda ver como algo disociado al presidente de la vicepresidenta. La distancia de ese sector frente a la política es muy grande, como la que quizás nosotros tengamos frente a los videojuegos y medio que desde esa lejanía esas cosas son indisociables. Entonces, incluso si hubiera un escenario donde ella fuera candidata, ¿qué podrían hacer? Ya que no pueden esquivar o quitarse de encima la herencia de este gobierno, ¿qué temas ves vos que podrían ser interesantes para desarrollar en la campaña y de esa manera quizás generar espacios de reposicionamiento en una situación que hoy parecería incluso poder dejar al Frente de Todos fuera de un balotaje?

Yo lo veo con los mismos ojos. Es muy complejo que se pueda separar simbólicamente, más allá de que se lo aísle en la práctica, al presidente de la figura de la vicepresidenta y de la construcción del Frente de Todos y el peronismo. Entonces, además de los temas, ahí hay que ver cómo se reordena políticamente todo eso.

¿En qué lugar va a quedar el presidente de cara a las elecciones? ¿Cómo va a quedar conformado todo eso? Esas preguntas tienen que ver con el poder simbólico, con cómo queda reconstruido eso y, en todo caso, si no, si hay una fuerza nueva en donde directamente no esté el actual presidente.

Y en relación a los temas, bueno, claramente el peronismo no puede no hablar, en un contexto de crisis económica, de economía. El punto es ¿a quién le va a hablar? Si va a hablar de los logros de la primera década del kirchnerismo o si va a lograr consolidar una plataforma nueva. Cuando digo plataforma no me refiero a un programa con un libro, sino a cuáles van a ser los tres ejes, digamos, sobre los que va a girar el discurso y la política y la promesa electoral en el próximo gobierno.

Entonces, el tema, si me preguntás, va a ser economía, pero podría ser tranquilamente trabajo, ¿no? Podría ser, digo, tranquilamente. Esto lo estoy diciendo de forma temeraria porque tendría que tener un montón de encuestas y hacer un montón de análisis para llegar a esa conclusión. Pero no puede ser un tema que no sea propio. Aunque en todos los temas que no sean propios haya que poder dar respuestas y buscar salidas.

—Parecen cuestiones elementales las que estás diciendo, pero creo que igualmente a este punto cuestiones elementales son importantes porque no se están tomando en cuenta. En general hubo, desde el oficialismo, una resistencia a contar el propio gobierno y entrar en los temas que se le ponían desde otros lados. En una campaña electoral, no elegir los temas de los que se va a hablar y ceder a otros temas podría ser muy peligroso. Al mismo tiempo vemos un fenómeno que tiene que ver con votantes de Cristina o del kirchnerismo que están viendo, al menos en una parte, con buenos ojos a Milei, con lo cual es súper importante lo que estás diciendo, que se pueda definir cuáles temas son propios y no otros en los cuales no se va a hacer eje o no se van a meter, por lo menos de manera central.

Sí. Por ejemplo, en el tema de la inflación, que viene creciendo desde el gobierno de Cambiemos. Uno puede decir, cómo no va a ser el eje de tu discurso de campaña si es la principal preocupación de los argentinos, ¿no? Yyo lo que estoy diciendo no es no hablar del tema, sino que, ¿ese es el eje de tu campaña? Y si es el eje de tu campaña, ¿qué proponés? Milei habla de dolarización, ¿cuál es tú palabra? ¿Cuál es el enfoque con el que vas a hablar de inflación? Y no podés hacerlo desde el diagnóstico, tenés que hablar desde la ejecutividad, desde la acción. Porque lo que tiene que tener un nuevo gobierno es capacidad de accionar sobre la realidad y hacer algo con lo que hay. Y tiene que poder mostrarlo en el discurso.

—Por otro lado, teniendo en cuenta algo que decías al principio sobre por qué emerge con cierta fuerza la imagen justamente de Milei, por qué está traccionando intención de voto. Decías que él no tiene tanta pregnancia sus propuestas, sino que lo que tiene más pregnancia es su imagen disruptiva frente al escenario de otros políticos. Porque si tenemos frente al candidato o candidata del Frente de Todos, frente a Javier Milei y a los que haya de Juntos por el Cambio, me pregunto cómo se articula el discurso teniendo en cuenta la limitación de estar en una era donde la imagen predomina, donde la actitud parece ser más significativa para muchos de los votantes. Por lo tanto, ¿cuál es el lugar del discurso en la campaña y cuáles son las posibilidades o las relaciones, mejor dicho, del discurso con la imagen, con cómo lo percibe la población o el electorado al candidato o candidata?

Es que en realidad, al discurso hay que dejar de pensarlo solamente como retórica, ¿no? Porque si no, es lo mismo cuando uno habla de comunicación y lo piensa separado, emancipado de la política. El discurso es lo que le da operatividad a la política. Entonces, no es retórica, es gestualidad y es la misma acción política.

El peronismo no puede no hablar, en un contexto de crisis económica, de economía. El punto es ¿a quién le va a hablar? Si va a hablar de los logros de la primera década del kirchnerismo o si va a lograr consolidar una plataforma nueva.

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—¿Qué es discurso si no es solamente la palabra y cuál es su interrelación con el resto de los elementos en una campaña política, y cómo se hace para articular un discurso en un sector, en una amplia capa de la población que, principalmente, lo que ven es la imagen o las actitudes, digamos, ese recorte?

Vos fijate que los que están mejor posicionados en la mayoría de las encuestas son los personajes más duros o más ideologizado. Con Patricia Bullrich por un lado, Javier Milei por otro, y Cristina Kirchner como la dirigente más ideologizada dentro de su espacio. Entonces, uno puede decir que lo que está ganando terreno una vez más es la grieta, y es raro porque no es exactamente una grieta, ¿no? Porque no hay dos partes. Entonces, lo que parece mantenerse así como constante y sonante es la polarización. Es la capacidad de poder plantear, cristalizar, hacer visible una visión.

Por eso, uno de los mayores problemas del actual gobierno es no haber podido plantar una narrativa, que podía haber llegado a ser moderada, pero ni siquiera se terminó de hacer el intento. El intento, ¿cómo se hace? Logrando que eso aparezca en el discurso, y cuando digo discurso me refiero a la forma de acción política, y en las palabras, y en la narrativa que se plasma a partir de eso. Entonces, evidentemente hay algo que tiene que ver con que lo que vos decís en este momento aparezca en la escena, se vea. ¿Con qué? ¿Con formas duras? Bueno, no sé. ¿Con ideologías? Digamos, ¿con ideologemas? ¿Con formas muy claras? ¿Con miradas muy claras? ¿Con cosmovisiones? Bueno, cada dirigente tendrá que encontrar su camino, también dependiendo de cómo esté posicionado dentro del escenario político.

Creo que centralmente tiene que ver con eso, ¿no? Con poder trazar un camino. Puede ser un camino polarizado, que evidentemente es lo que está destacando más en este caso. Yo creo que las opciones más moderadas o más de centro no logran cristalizarse, también porque no terminan de aferrarse a sus propios modos de centro. Con un presidente moderado, este presidente no pudo plantar una narrativa de moderación. El mismo Larreta está teniendo problemas en su ecosistema narrativo. ¿Por qué? Bueno, yo creo que va en el mismo sentido. Porque en términos políticos  no logra poder plantear su propia narrativa de moderación. ¿Y esto tiene que ver con las formas? No, yo creo que tiene que ver con que no terminan de bancar sus propias posiciones, de caminar sus propias posiciones políticas.

—Entiendo esto último como básicamente que no se mantienen y ceden ante otras posturas. ¿Es posible mantener posturas cuando todavía queda bastante tiempo hasta el fin del proceso? De hecho, ni siquiera tenemos todavía las candidaturas consolidadas. Pero, ¿cómo se define cuándo uno se tiene que mantener en sus posiciones o cuando tiene que ceder? Porque también hay posibilidades a veces limitadas para lograr que se pueda terminar de desenvolver lo que uno cree o lo que uno quiere revalidar, si fue gestión, o lo que proyecta a futuro.

Voy a decir un ejemplo concreto para tratar de ver si me hago más claro. Siempre recomiendan en distintos seminarios y espacios de estudio de comunicación política la película “Nuestra marca es La Crisis”, que es un documental muy interesante, muy divertido también para los que les interesan estos temas, sobre el gobierno, la candidatura, en realidad la segunda candidatura del expresidente boliviano Gonzalo Sánchez de Losada, el previo a Evo Morales. Y él dice, “yo creé empleo” y los consultores le dicen que no hable de eso porque cada vez que dice que creó empleo la gente se enoja y no quiere escucharlo, o sea, dejan de escucharte en ese momento.

—Eso me hace acordar un poco a lo que pasa cuando el gobierno dice que estamos en los niveles más altos de empleo, la gente escucha eso y dice sí, pero qué me importa, o sea, no puedo hacer nada con eso. Entonces, tomando en cuenta este ejemplo o este caso, ¿hasta qué punto uno puede insistir con determinados temas si piensa que va a dejar de ser escuchado? O, por el contrario, debe mantenerse en esa postura para tratar de encontrar un momento donde ese tema le dé relevancia al discurso que venía articulando? ¿Cómo ves esa dinámica?

Lo que se ve de afuera es a dirigentes con problemas internos. Entonces, que se deje de ver eso, que se empiece a ver que puede haber un orden nuevamente y que ese orden se manifieste en una articulación también del discurso.

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Es que en realidad es un poco poder elegir el momento, más allá de la campaña. Poder elegir el momento de la acción. Por eso decía, también la construcción de legitimidad alrededor de las decisiones políticas y de gestión es lo que te permite avanzar en esas decisiones políticas y de gestión. Porque si no lo tenés, después te ves obligado a retroceder. La única forma es apoyarte en algo, es saber a quién le estás hablando o con quiénes contás. Quiénes son tus stakeholders, quiénes son tus apoyos, con quiénes armás redes políticas o, si no armás redes políticas, como Milei, tener muy claro a quién apuntás cuando estás hablando e ir construyendo tu discurso en torno a eso. Saber a quién le hablás es el principio uno de hacer política.

Cuentan, no me acuerdo en dónde lo leí, creo que en Resistencia e Integración, que Perón cuando empezó a hacer política en la Secretaría de Trabajo predicaba sus ideas donde fuera, recibía a todos los sindicatos, todos los gremios, a las organizaciones de base, a los dirigentes. Se ocupaba de que todos escucharan lo que tenía para decir. Entonces no es que a priori existía ese público objetivo, que está de moda pensar ahora. De eso se trata articular un discurso políticamente, de ocuparse de eso también, de que el discurso tenga sentido en la realidad.

—Claro. ¿En qué medida, cuánto puede llegar a influir la posibilidad de que sea un candidato, una candidata u otro a la hora de armar ese esquema, esa narrativa y la campaña en sí misma en una situación que ya vemos hace bastante tiempo de altísima personalización de las campañas, donde no es lo mismo si es uno o si es otro y el espacio político medio que queda un poco diluido detrás de las personalidades? ¿Cómo ves esa situación en el contexto del Frente de Todos? Si querés profundizar un poco con respecto a esto.

—Sin dudas, quién sea el candidato va a cambiar la escena. Y no solo quién sea el candidato o la candidata. No es lo mismo que el candidato termine siendo Sergio Massa, que sea un candidato de unidad o que haya una elección interna en donde haya un montón de candidatos. No es lo mismo que Axel Kicillof vaya como candidato de unidad. No es lo mismo que Cristina manifieste su apoyo y le dé continuidad a esa manifestación a que no lo haga, que se muestre prescindente. Si bien los votos nunca se trasladan linealmente de un dirigente a otro, eso es imposible, si ella manifiesta su apoyo a algún candidato, seguramente una gran parte de sus votos terminen ahí.

Además, no sería lo mismo, por ejemplo, Sergio Massa que Kicillof. No es lo mismo desde donde construyó su figura política Massa que Kicillof, están en lugares distintos, y los resultados también van a ser distinto. Massa, con su carrera política y la complejidad de ser ministro de Economía en este contexto, con la inflación subiendo, no queda exento. Aunque es difícil pensar que ninguno de los miembros de este gobierno pueda quedar afuera de los resultados económicos.

Por eso, me parece más importante consolidar un cierto orden o una articulación interna que empiece a cambiar el estado de cosas. Lo que se ve de afuera es a dirigentes con problemas internos. Entonces, que se deje de ver eso, que se empiece a ver que puede haber un orden nuevamente y que ese orden se manifieste en una articulación también del discurso. Con dos o tres ejes donde se pueda empezar a caminar en conjunto y decir, bueno, vamos para allá. Más allá del pasado, del kirchnerismo, que es una referencia natural porque el Frente de Todos y el kirchnerismo están en el lugar en el que está, por de dónde vienen. Pero eso ya no gravita hoy tanto como lo hacía en las elecciones del 2019 o el 2015.

Entonces, hoy la pregunta es cómo hacemos para volver a construir un tejido político y empezar a caminar desde ahí. Por un lado, salir de la defensiva. Una cosa es hablar del elefante que está adentro del cuarto y decir, bueno, acá está el elefante, qué tal elefante amiguemonos. Te reconozco, me refiero a Milei, te reconozco como sujeto político contrincante, y mismo Cristina Kirchner en su discurso lo que hizo fue proponer en algún punto un nuevo antagonista, porque el antagonista hasta ese momento era solo Macri y el pasado cambiemos, ahora es Milei y también es el menemismo, son los 90, se empieza a rearticular eso.

Perfecto, se rearticula el antagonista. También hay que rearticular el discurso propio, con dos o tres ejes que sean de dominio propio y que si es la inflación, bueno, es la inflación desde dónde. La dolarización no puede ser, porque eso es del dominio de Milei. La pregunta es desde dónde se para el Frente de Todos a partir de ahora, el kirchnerismo o el peronismo, para articular su discurso.

Yo creo que es básicamente eso: el Frente de Todos tiene que  salir de la defensiva, pasar a la ofensiva en lo político, en lo discursivo. Algo respecto a esto que decías de Milei, esto que decía de la polarización y de que el discurso se vea más. Hay un fenómeno mundial que va relacionado con el crecimiento de las derechas radicales y que tiene que ver con una licuación, en algún punto, del discurso progresista. Hay un teórico español que llama a eso la oligosemia, que es la fijación del sentido político que dan las nuevas derechas, como una radicalización, algo muy extremo que hace que de golpe las identidades políticas que se iban perdiendo se cristalicen en algo. Entonces, no perder de vista eso. No se trata de si la sociedad se derechizó o no, o si está desencantada o no, yo creo que hay que ir un poquito más allá y perderle el miedo a volver a hablarle a la sociedad y a reconstruir estas identidades, y eso se hace con política y teniendo claros dos o tres ejes de hacia dónde va el país y hacia dónde vamos con el contexto actual real, constante y disonante.

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