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30 de julio 2023

Martín Rodríguez

JUAN MONTEVERDE: “NO CREEMOS EN LA BOTONERA DEL ESTADO”

Tiempo de lectura: 13 minutos

“La ciudad futura”. Así se llama llamaba una revista de cultura socialista dirigida por José Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula. Hay otro origen, también; pero retengamos éste. Una revista en el final del siglo XX. Cartas al futuro escritas desde una ciudad. En 2013, sin el “la” y con mucha agua bajo el puente de por medio, se funda con el nombre de “Ciudad Futura” en Rosario, el partido que venía a ponerle piso pero no techo a la política de un grupo de jóvenes. Que además se nombran partido y movimiento. Su reciente triunfo en la interna peronista de Rosario los puso en todos los radares.

Antes de ese 2013 durante más de diez años muchos de ellos venían participando de experiencias en el “Movimiento Giros” y el “Movimiento 26 de Junio”. Si la discusión en la que venimos entrampados es la de primero el Estado y después la política… esta experiencia es primero la política y después el Estado. Ya lo había dicho Alejandro Galliano: “Pensemos un rato sin Estado, es el mejor servicio que podemos ofrecerle”. Eso hicieron Juan Monteverde, Caren Tepp y muchos más desde Rosario –después la experiencia se replica en otros puntos de Santa Fe, como en Venado Tuerto con Florencia Giacometti y Bruno Taddía–. Ahora están haciendo lo que hay que hacer para juntar votos: hablar.

Nos encontramos con Juan Monteverde y Caren Tepp en el bar Mar Azul. Juan quedó en pista como candidato a intendente de Rosario, y tuvo un raid de entrevistas agotador. Tiene el raro hábito de a veces arrancar con silencio ante alguna pregunta. Piensa, no es casetero, y en sus palabras se adivina el parpadeo de esa jerga de cruza universitaria y barrial. En el atardecer de un día excepcionalmente frío llegaron caminando y la charla se estiró al punto de que olvidamos sacar las fotos. No tienen a tiro los guiños de la campaña. Son candidatos, pero primero son políticos, y antes militantes. El triunfo del espacio de Ciudad Futura (aliados al Frente Patria Grande y el Movimiento Evita para esta elección) trajo, como la figura del peronista cordobés Martín Llaryora, un aire fresco al vicio metropolitano argentino (que achica la Argentina para agrandar la grieta). Pero en este páramo se corre el riesgo de ir a beber de ese estero y que se vacíe: si todos los sedientos de sentidos vamos a tomar agua a Ciudad Futura, Ciudad Futura se queda sin agua. Ciudad Futura no es la Barbie del sub-comandante Marcos. No es un viaje latinoamericano desde Rosario. Ni un modelo universal. Es una experiencia política particular de esa Rosario, la ciudad más violenta del país, y llevan también en las espaldas su mártir evangélico. Ciudad Futura, tan rosarino que duele, municipalismo para poder ir en serio hacia un país diferente, de transparencia y sin esperar la “caja” para largarse, exhibe la vigencia de ciertas ideas y palabras que se creían reabsorbidas en los años kirchneristas.

Tienen valentía, no los sobreprotege nadie y quieren desempolvar viejas canciones de fogón, para hacer cosas nuevas, con estilo propio. Ojalá puedan. Ojalá no los yetemos de tanto darle a su cajita musical. La frescura se la hacen solos.

Martín Rodríguez: Me hablabas de “hipótesis de construcción política” antes de grabar. ¿Cuál sería esa hipótesis?

Juan Monteverde: Que la democracia se reconstruye de abajo hacia arriba. Que no hay manera de desbloquear la democracia que tenemos bloqueada desde arriba y desde Buenos Aires sin una lógica que recomponga el vínculo entre la gente y la política, y eso se recompone poniendo la vida cotidiana en el centro del debate. Y el eje de Ciudad Futura no es ni mejor ni peor que el resto, pero hay una diferencia: nosotros le ponemos la mayor cantidad de tiempo, militancia y recursos a materializar nuestras ideas, a que la política no sea solamente discursiva. Podemos estar discutiendo cualquier cosa, no sé, “la salud en Cuba”, sin ponernos de acuerdo, pero si vos ves las dos escuelas que fundamos en los barrios con un modelo educativo distinto, donde los pibes que eran expulsados de las escuelas normales en la nuestra terminan y van todos los días, entonces, ¿vos estás de acuerdo o no estás de acuerdo con eso? Y si estás de acuerdo, no discutamos el resto. Esto nos permitió a nosotros en un país ultra agrietado y una ciudad con el “mercado político saturado”, armar nuestro partido después de ocho años de construcción como movimiento, en esta lógica de Partido en Movimiento, de prefigurar escuelas, espacios culturales, producir la tierra y los alimentos. Eso fue clave para que la sociedad nos acompañe. Siempre decimos que las elecciones consisten en plebiscitar las ideas. “Esto es lo que venimos haciendo y queremos hacer, ¿estás de acuerdo?”

Elegimos el camino largo, el camino inexplorado contra una lógica de construcción política en la Argentina que es del centro a la periferia, donde la discusión de lo “nacional” se traslada a las provincias cual local de heladería Grido

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MR: Vos decís que Rosario es la ciudad más violenta de la Argentina. Y en la interna del otro frente no ganó lo más duro y en el frente peronista ganaron ustedes. Pareciera que la sociedad rosarina no fue a buscar un pistolero. ¿Y qué fue a buscar en ustedes?

JM: Una salida a la política tradicional, una construcción que es independiente de la ideología. Si lo otro nos trajo hasta acá, ¿por qué no probamos con otra cosa? Y “probar otra cosa” no es un salto al vacío, “apareció un tipo con ideas diferentes y lo vamos a votar”, sino que hay una trayectoria que nos sustenta.    

MR: Entonces una ciudad “sitiada” por el narco, con instituciones enfermas, además de lo ideológico un sector de la sociedad necesitó gente confiable.

JM: Esa es la parte que te decía de votar una trayectoria. La sociedad nos vio construir desde afuera del Estado con lógica de movimiento social y dijo: “esto en las instituciones puede andar”. En las instituciones nosotros no nos transformamos en lo que criticamos, sino que seguimos siendo los mismos. En las legislativas siempre aparece alguien distinto, y una cosa es votar a alguien para que sea legislador, concejal o diputado, muchos dicen “bueno, votemos un rebelde “, pero a la hora de gobernar parece que no caminan las ideas nobles, las causas justas, ser genuino y no careta… Nosotros cuando fundamos Ciudad Futura nos planteamos expresar lo que está pasando en la sociedad. Construir un partido político que exprese a los movimientos sociales, la pelea por la tierra, la lucha contra el narcotráfico con el Movimiento 26 de junio, poner la palabra Ciudad en el nombre de un partido político. Hay un grito desesperado de la sociedad pidiéndole a la política que la defienda. Y la política no está defendiendo a la sociedad, hace demasiado tiempo, por lo menos hace diez años que en Argentina discutimos las mismas cosas de la misma forma con malos resultados y problemas de otros. Estamos discutiendo los problemas de la política, no estamos discutiendo los de la sociedad. Y confluimos con el peronismo, el progresismo y los que no se quieren ir al pacto con el PRO y dejando purismos ideológicos de lado.

MR: Hubo un momento dorado del socialismo que estuvo vinculado a la figura de Hermes Binner. ¿Cómo se relacionan con la figura de Binner?

JM: Binner fue, junto a Caballero, de los mejores intendentes que tuvo Rosario. Y creo que hubo una clave. Porque todos reivindican la gestión en salud de Binner, que es verdad, pero lo más importante fue su imaginación política, la capacidad para, en un momento de retroceso en Argentina era neoliberal, en Rosario el socialismo tuvo políticas progresistas. Binner registra que en los barrios de Rosario la gente se muere de enfermedades evitables, y por más que la salud sea potestad provincial, hace centros de salud por barrio, arma una red de intervención primaria para que la gente deje de morir por razones que no se debería morir. Esa innovación, que no te importe la jurisdicción, “a quién le compete”, si hay o no recursos, fue una de las bases sólidas del socialismo de ese momento.

MR: ¿Cómo resistieron la “tentación” de hacerse kirchneristas? ¿Preservaron territorio e identidad para no terminar desperfilados?

JM: Elegimos el camino largo, el camino inexplorado contra una lógica de construcción política en la Argentina que es del centro a la periferia, donde la discusión de lo “nacional” se traslada a las provincias cual local de heladería Grido. Se abren sucursales y la política es eso, termina aplacando esa multiplicidad potente que tiene nuestro país y termina reproduciendo la lógica que combatimos. Entonces, hicimos nuestro camino sin atajos, y no solamente en términos del kirchnerismo sino de la “herramienta nacional”, que es una gran discusión del “campo popular”. Y la verdad que dijimos que ese camino ya está probado, sabemos adónde nos conduce, intentemos un camino de una izquierda no-gorila sin entramparnos en lo de kirchneristas o antikirchneristas. Lo llevamos con naturalidad. Siempre tuvimos peleas y proyectos que nos permitieron dialogar con el kirchnerismo sin sumisión, que no sea un diálogo de “sos nuestro amigo o sos nuestro enemigo”. La palabra clave es autonomía.

Hoy el problema que tenés es que al Estado no le da bola nadie, ni un narco ni un empresario, literalmente cada uno hace la que pinta, entonces nosotros no tenemos un problema con la palabra orden y autoridad, por eso lo que tenemos que demostrar es que este orden es injusto y además es un desorden

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Caren Tepp: Hubo una tentación que no fue necesariamente la de ser o no kirchneristas, sino, en 2010, cuando como movimiento social logramos en Rosario aprobar la ordenanza del “Ya Basta”, que es la prohibición de construir barrios cerrados en la ciudad, vinieron distintos sectores a decirnos “queremos uno de ustedes en nuestras listas para concejales”. Como diciéndonos: “ustedes pueden lograr una mayoría social, los queremos adentro”. Y nosotros dijimos que no. Que queremos seguir en el territorio un tiempo más para demostrar, en pequeña escala, cómo sería un modelo alternativo de ciudad. Cuando nosotros decimos que las periferias de las ciudades no tienen que ser villas de emergencia, pueden ser zonas distintas con un modelo diferente de integración urbano-rural de vivienda, producción de alimentos y demás, para eso tenemos que demostrarlo, hacer esa demostración es una construcción de poder.

MR: Hablamos de autonomía y me fui a una época. Mitad de los noventa, ya tallaba el zapatismo, un clima de “cambiar el mundo sin tomar el poder” y de golpe, cambio de siglo y en la vitrina de la élite de izquierda sale el Sub y entra Chávez. De la Selva Lacandona a Caracas, que era, en un sentido, una nueva consigna: “tomar el poder y después vemos”. La famosa ola de presidencias por izquierda en Sudamérica. Hoy esa izquierda y el kirchnerismo viven el riesgo de una tercera opción: tomar el poder sin cambiar el mundo. Pasa en el Frente de Todos, un club de opiniones y corridas de toros por izquierda que al final sólo aseguran su propio bienestar. En ustedes resuena todo, una tapa de Sargent’s Pepper de los últimos treinta años de proyectos de izquierda. La pregunta que me hago es: viendo incluso a los PODEMOS, que dieron vuelta la política de España como una media y quedaron del lado de afuera, ustedes que están “frescos”, ¿imaginan que los saltos políticos implicarán revisión de paradigmas? ¿Hasta “acá” pudieron funcionar así, pero una escala de gobierno los obliga a repensarse? ¿Imaginan una proyección provincial?

JM: La escala es fundamental en política. Esto que vos planteás son muchos procesos de arriba hacia abajo, el poder central para abajo intentando generar eso. Lo de Podemos es el extremo porque es de la nada a tomar el cielo por asalto, pero no tenés nada abajo. Nuestro proceso es inverso: desde abajo. Y te va generando bases más sólidas. Nosotros siempre decimos que nos vamos a presentar a elecciones en todos los lugares donde tengamos un poder lo suficientemente grande como para que pueda reemplazar ese poder existente. Reemplazar en términos de que cuando lleguemos no estemos obligados a gobernar en las mismas condiciones. No creemos en la idea de la “botonera”, que el Estado es una máquina que vos la comprás a través de los votos y después apretas un botón y va para la izquierda o para la derecha. La distancia que existe entre la decisión política y el impacto de esa decisión en la realidad es enorme. La mayoría se queda en el camino. Por eso la escala es clave, y nuestro equipo cambia todo el tiempo. De hecho, nosotros desde que empezamos como organización, nunca pusimos la fórmula por encima de la realidad. O sea, todo el pedacito de poder institucional que consigamos, que no es la botonera, necesitamos traspasar un pedacito de ese poder al sector organizado de la sociedad. Para nosotros es clave que las políticas públicas no solamente resuelvan problemas, sino que apunten a construir una sociedad mejor y que dejen a ese pedazo de la sociedad que aplica la política pública con un poquito más de poder que el que tenían antes. Por ejemplo, la urbanización de los barrios populares… podés urbanizar, pero si para esa obra licitás a una empresa, la empresa pasó, puso los caños y se va, eso no cambia nada.

MR: En Rosario suena a que está amenazado el monopolio de la fuerza del Estado y que hay mucha gente razonablemente que hasta podría esperar una “salida a lo Bukele” para recuperar una cierta normalidad cotidiana, ¿cómo proyectan esa demanda?

JM: Lo que está pasando en Rosario es justamente una crisis de la autoridad del Estado, se perdió el monopolio del uso de la fuerza. Vos hoy tenés sectores de la sociedad que están afuera del radar, pedazos de barrios y de la economía que las gobiernan otras fuerzas no democráticas, entonces ahí hay que hacer una recomposición de la autoridad estatal. Hoy el problema que tenés es que al Estado no le da bola nadie, ni un narco ni un empresario, literalmente cada uno hace la que pinta, entonces nosotros no tenemos un problema con la palabra orden y autoridad, por eso lo que tenemos que demostrar es que este orden es injusto y además es un desorden porque eso es lo que hay en Rosario, y que podemos componer un orden diferente, más justo y que la sociedad siga funcionando. Por ejemplo, cuando logramos que funcione llevarte un pedazo de queso a tu mesa y que ese queso sea de la misma calidad que uno de primera marca, y además más barato y producido bajo condiciones justas, estamos demostrando que la forma de organizar la producción de alimentos en el país de los alimentos no es la única posible, además de ser ineficiente y cara. Esta lógica llevala a la educación, llevala a la cultura. El espacio cultural más importante de la ciudad es de un espacio político, esas son cosas extrañas, funciona bien, de hecho, mucha gente que va al Distrito 7 te dice “che, esto parece Europa”, y por qué Europa, si lo podemos tener acá. Y ahí hay una cosa que no es ni del Estado, que pierde una elección y se destruye el espacio y tampoco un empresario privado, es una cooperativa autogestiva por parte de un movimiento social político, eso que está en el medio entre lo estatal y lo privado, que nosotros lo llamamos “gestión social”, para nosotros eso es más eficiente, y el Estado debe empoderar esa lógica. Con esa lógica debemos recuperar la autoridad del estado por ejemplo en el eje Seguridad, nosotros presentamos el plan: por abajo urbanizando los Barrios Populares, por arriba cortando la ruta del dinero narco y por el medio descentralizando el área de gestión de control del municipio, recuperando ese poder territorial que hoy falta.

Cuando nosotros vivíamos en el tambo, los empresarios habían contratado parapolicías, y nos perseguían de atrás cuando salíamos con nuestros autos, nos seguían, después llegábamos al barrio y nos habían hecho pintadas en las cuadras anteriores. Vivimos ese tipo de situaciones

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MR: ¿Qué rol tendría la policía en esa recuperación?

JM: Ahí viene la discusión con la policía. La discusión en Rosario consiste en si tenemos que hacer una policía municipal o no. Es un debate que lleva mucho tiempo. Parte de esto se resuelve de verdad si vos tenés una policía profesionalizada, honesta y eso es un proceso que tiene que hacer la provincia de Santa Fe, eso es parte constitutiva, pero yo te quiero hablar de lo que podemos hacer en el municipio. Cuando fui a Colombia, hace un mes, me junté con todo el espectro político, desde el alcalde de Medellín cercano a Petro hasta con un exsecretario de seguridad de Uribe. A todos les hice la misma pregunta: “¿hacemos o no hacemos en Rosario una policía municipal?”. Todos me contestaron vaguedades. El que me dio la respuesta más contundente fue el ex secretario de Uribe. Me dijo: “Ni se les ocurra, en Rosario con la situación que tenés, hacés una policía y el narco te copa la institución de principio a fin y después esa policía te pone todos los intendentes, y termina siendo la mano de obra del narcotráfico”. Fuera de hacer una policía municipal, hay mecanismos intermedios donde el intendente puede tener más poder sobre la policía provincial. Hay una propuesta que nosotros estamos trabajando para la parte de la faz preventiva, que para la parte más preventiva de control del territorio el intendente tenga potestad sobre esta policía. ¿Dónde florece el narcotráfico? En barrios populares. Pero hay una peligrosa idea que se está instalando de decir que los crímenes de Rosario se dan en el 12 % del territorio, entonces parecería ser un problema de ese 12 % y no de toda la ciudad. Ahora, ahí se dan los crímenes, se pone la sangre y se pone la muerte; después hay otro mapa que es el del lavado, que son los que se llevan la plata del negocio y no es ese 12 % del territorio, entonces nosotros cuando decimos que por abajo hay que urbanizar los barrios populares, no es solamente llevar agua o llevar cloacas. Es hacer lo que hizo Medellín: poner todos los recursos al mismo tiempo en el mismo lugar, llevar educación, cultura, policía y recomponer ese tejido social roto. Si recuperás la comunidad, vas recuperando el gobierno de toda esa zona que hoy están autogobernadas.

MR: Ustedes caminan las dos ciudades, pero en lo personal, el día a día, ¿dónde sienten que cambió más la vida cotidiana en torno a la violencia? ¿Cuántas cosas sienten que cambiaron, tal vez sin darse cuenta?

JM: Nosotros llevamos una vida atípica. Vivimos dos años en el barrio “Nuevo Alberdi”, en el Tambo, y nuestra vida es distinta, muy militante. Sí lo que uno nota como rosarino es que la ciudad se va apagando de a poco, la noche rosarina. Nos pasa cuando venimos a Capital y uno lo que siente caminando la noche es que te sentís más seguro, se respira en el aire. Rosario se va apagando de a poco. Cuando era un pibe, salíamos a la noche y esperábamos una hora y media el bondi, sin celular, sin aplicación para ver cuándo llega el colectivo. Hoy nadie espera dos horas el colectivo a la noche. Entonces te conformás con menos, te vas encerrando, en espiral, la gente se va encerrando en círculos más chicos, se mezcla menos, te juntás solamente con los de tu barrio, tu sector y tenés cada vez menos lugares de encuentro. Esto genera calles más vacías, que dan más miedo y la sociedad se va estratificando.

Caren Tepp: En el acto de lanzamiento de “Rosario sin Miedo”, comparaba, que para mí hay algo con respecto al miedo muy similar a lo que nos pasa a las mujeres por el hecho de ser mujeres. Nunca vivimos la ciudad de la misma manera, esto de decir “che boluda, escribime sí llegaste” y si te colgaste, volver a escribirle “¿che, llegaste?”, eso ahora es algo que también hace un varón. Hoy en Rosario pasa ese miedo que nosotras sentimos por vivir en una sociedad violenta. Hoy se vive eso por el solo hecho de ser rosarino. Y vos acá en Buenos Aires tenés un sistema de transporte público, tenés el subte que conecta y que por lo menos hasta las once o doce de la noche podés moverte sin problemas. Eso en Rosario no existe, y una política clave en seguridad tiene que ver con pensar un sistema de metro en Rosario que te permita conectar y vivir la ciudad de otra manera.

JM: Yo creo que en una ciudad si vos podés estar sin auto e igual la vivís, ahí te sentís seguro. En una ciudad que no tiene sistema de transporte, vos te tenes que mover en auto y el auto te va llevando de isla a isla.

CT: El momento de mayor miedo es cuando llegas a tu casa en auto. Imaginate que muchos de nosotros, también por la actividad que hacemos, tenemos protocolos para volver a nuestras casas.

MR: Resuenan las medidas de seguridad de un militante de los setenta.

CT: En un punto por nuestra historia, por habernos enfrentado al poder, hay cosas que ya las vivimos. Cuando nosotros vivíamos en el tambo, los empresarios habían contratado parapolicías, y nos perseguían de atrás cuando salíamos con nuestros autos, nos seguían, después llegábamos al barrio y nos habían hecho pintadas en las cuadras anteriores. Vivimos ese tipo de situaciones.

JM: Y la fragmentación también, porque en definitiva como toda ciudad latinoamericana, vos tenés pedacitos que si te movés por ese pedacito decís “esto es Dinamarca”

CT: Vos te movés en el centro de Rosario, la zona más cercana al río, olvidate. Ahí las familias hacen picnic sin ningún tipo de problema y vos ahí decís “esto está bárbaro”, podés salir a correr a la tardecita, a la mañana y no pasa nada. Ahora nosotros estamos en un barrio de clase media y hace un año y medio a la vuelta de casa, hubo una balacera de siete tiros, en la misma manzana. El tema es el miedo, y para nosotros trabajar el miedo políticamente es fundamental. Poder sacarlo de esa sensación individual, de que a uno le pasa un problema, que te va aislando, y para poder traducirlo en un fenómeno social que necesita una respuesta política.

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