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01 de junio 2018

Sebastián Lacunza

LA REINVENCIÓN DEL BUEN MOZO SÁNCHEZ

Tiempo de lectura: 6 minutos

Mariano Rajoy no gozó siquiera de la primavera de los primeros 100 días de gobierno. El Partido Popular (PP) ganó en noviembre de 2011 con la promesa de que la crisis desatada tres años antes – que José Luis Rodríguez Zapatero barajó con impericia y culpa – se solucionaría con una “política económica como Dios manda y sin los recortes sociales que ha hecho el Partido Socialista”.

En cuestión de semanas, la austeridad comenzó a escalar en forma draconiana: congelamiento de jubilaciones, baja de sueldos, despidos, aumentos de servicios públicos y anulación de beneficios sociales se llevaron por delante la revolución que, más que alegría, prometía sensatez. La desocupación trepó rápido al 26 por ciento (50 por ciento entre los jóvenes, 70 por ciento en zonas de Andalucía y Extremadura) y produjo la lógica flexibilización laboral más allá de cualquier ley, que también la hubo.

Así fue cómo los mileuristas del nuevo siglo – una masa de trabajadores precarizados con sueldo que alcanzaba para alquilar el piso, unas cañas en el bar y poco más – pasaron a ser los setecientoseuristas y, encima, con un Estado de bienestar en retirada.

A las promesas incumplidas, el escaso carisma y la crisis galopante, Rajoy sumó otro frente no bien comenzó su gobierno: la corrupción.

Gürtel consistió básicamente en un esquema de coimas propinadas por contratistas del Estado a gobiernos municipales y regionales gobernados por el Partido Popular, e incluso a funcionarios del Ejecutivo de José María Aznar. Las ramificaciones de este esquema llegaron hasta al yerno emprendedor de la Casa Real, Iñaki Urdangarín.

Rajoy sumó otro frente no bien comenzó su gobierno: la corrupción

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El contador de las coimas al PP fue puntilloso al anotar la caja B, y allí apareció un nombre receptor de aportes mensuales constantes durante años: Mariano Rajoy. Según la contabilidad del tesorero Luis Bárcenas, condenado la semana pasada a 33 años y 4 meses de prisión, el jefe de Gobierno había recibido 277.000 euros.

Extorsionador, Bárcenas hacía sufrir a Rajoy y Rajoy se dejaba hacer sufrir. “Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo”; “Sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo”. SMS de 2012 y 2013, revelados por el diario El Mundo, dieron cuenta de la súplica de Mariano para que imperara el silencio. El “sé fuerte” fue escrito el 18 de enero de 2013, al día siguiente de que trascendiera que el tesorero infiel tenía una cuenta en Suiza con 22 millones de euros.

Ahora cae Rajoy y la media sonrisa de Aznar se petrifica. Su ausencia de los titulares es todo un logro. Su entorno ideológico y personal afronta imputaciones, procesos y condenas por delitos mucho más graves que una mensualidad de la caja B. Eduardo Zaplana está en prisión; Rodrigo Rato lo estuvo y puede regresar pronto; Ángel Acebes, procesado; Esperanza Aguirre debió salir de la política. Todos ellos fueron ministros y presidenciables a quienes Aznar prodigó mucha menos acritud que a Rajoy.

La sentencia Gürtel, la semana pasada, con 29 condenados, abrió la puerta para que el socialista Pedro Sánchez se animara a presentar la moción de censura contra Rajoy y, tras cartón, ser elegido presidente del gobierno de España con el apoyo de Podemos y otros bloques regionalistas.

Sánchez resistió todo lo que pudo la propuesta de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón para formar gobierno y desplazar al PP en 2016. Su posición no es de fortaleza. Como bien machacan por estas horas los conservadores, se trata del candidato que obtuvo el peor resultado electoral en nombre del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde el reinicio de la democracia. Ocurre que los indignados que antes votaban a los socialistas se repartieron en los últimos años entre Unidos Podemos, por izquierda, y Ciudadanos, por derecha.

Ahora cae Rajoy y la media sonrisa de Aznar se petrifica

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Pero el buen mozo Sánchez (1972) se reinventó.

Una plaza vacante en la Cámara de Diputados lo devolvió a la política en 2013, casi por azar. Era un rotundo desconocido para la mayoría de los españoles. En los años previos, se había dedicado a completar un doctorado y a asesorar empresas. En 2014 pasó a dirigir el PSOE, no por liderazgo sino por debilidad. “Ken” fue el rostro que encontró la desprestigiada nomenklatura partidaria para ofrecer una carta de “nueva política” y frenar la amenaza de Podemos y Ciudadanos.

Desde 2008, la vida pública española se acostumbró a la tormenta. Primero económica y, como consecuencia, política. Entre otros frentes, nadie estaba preparado para lidiar con el resurgimiento independentista catalán que zarandeó a la península en los últimos años.

Inesperada Cataluña e inesperado que Sánchez, tras su primer tropiezo electoral en 2015, rompiera lanzas con la vieja guardia felipista y los barones regionales. Apeló a una retórica de izquierda para apuntarle a Rajoy y se animó a tender puentes con las dos bestias negras de los pichettistas del PSOE: los “populistas” de Podemos y nacionalistas moderados de Cataluña y el País Vasco.

El Grupo Prisa entró en shock; no podía creer lo que estaban haciendo con su partido. El País, su tribuna de doctrina, reclamó la renuncia de Sánchez a gritos, mientras la prensa de derecha (es decir, casi toda la prensa) encontró un blanco ideal para el insulto.

inesperado que Sánchez, tras su primer tropiezo electoral en 2015, rompiera lanzas con la vieja guardia felipista y los barones regionales

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Había que actuar. Los prestidigitadores del PSOE apelaron a sus instintos más básicos: un golpe palaciego sacó al madrileño doctor en Economía de la secretaría general. Ante ello, Sánchez no ocultó las lágrimas, dobló la apuesta y forzó elecciones internas para definir el liderazgo partidario en 2017, en las que arrasó. PSOE y primarias se llevan mal.

La falta de legitimidad de Sánchez para desplazar a un rival – Rajoy – que lo había superado por once puntos porcentuales (33% a 22%) fue parcialmente subsanada ante la sentencia Gürtel de días atrás, al tiempo que cosechó frutos de los puentes tendidos a su izquierda. El fallo judicial fue lo suficientemente explícito en cuanto a que se trató de un esquema de corrupción ilegal y no una mera travesura de Bárcenas y algunos pillos.

Ya con Rajoy con un pie fuera, el virtual presidente de gobierno eligió el jueves el tramo más encendido del discurso para ignorar al PP y rivalizar con Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, quien encabezará la oposición desde ahora.

Ocurre que Rivera lidera los sondeos. Es por ello que el líder de Ciudadanos – una fuerza que nació en Cataluña como progresista antiindependentista y se transformó en un partido nacional de centroderecha – trató de forzar hasta último minuto las elecciones anticipadas antes que un desplazamiento ipso facto de Rajoy.

Pero en el propósito de las elecciones anticipadas, Rivera está sólo. El PP, que ve cómo las encuestas marcan que muchos de sus votantes acuden a las filas de Ciudadanos, no tiene reemplazante inmediato para Rajoy, mientras el poderoso aznarismo mediático hizo saber que, para españolistas, prefiere al joven anticatalanista. En estas horas, la adrenalina se apoderó del Alberto Núñez Feijoo, un gallego (como Rajoy) que viene sorteando el vendaval, pero en el corto plazo, las elecciones serían ruinosas para los intereses del partido conservador.

Sánchez y Pablo Iglesias tratarán de recuperar terreno en el ejercicio de gobierno (está por verse si Podemos sólo brindará un apoyo parlamentario o sumará funcionarios al gabinete), por lo que mal podrían acelerar el llamado a votar, aunque están forzados a decir lo contrario.

El PP, que ve cómo las encuestas marcan que muchos de sus votantes acuden a las filas de Ciudadanos, no tiene reemplazante inmediato para Rajoy

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La despedida de Rajoy de La Moncloa tiene bastante de triste, solitaria y final. Fue sonora su ausencia el jueves por la tarde, cuando sus rivales le pintaban la cara y se reposicionaban de cara al futuro.

La precaria estabilidad con la que convivió Rajoy está marcada por los últimos apoyos parlamentarios perdidos. El de Rivera, su enemigo íntimo, y el del Partido Nacionalista Vasco (PNV), una formación demócrata-cristiana a cuyos dirigentes, hace tan sólo quince años, el PP advertía que tenían por destino la cárcel si no abandonaban el proyecto independentista (contra lo que se presumía, al final los vascos resultaron ser menos valientes y tener la cabeza más fría que los catalanes). A último momento, el PNV bajó el pulgar y comenzó a hacer lo que más sabe: pedir fondos al nuevo gobierno a cambio de apoyos parlamentarios.

A Sánchez le espera un futuro complejo. España es todavía un país dañado, que lidia con una alta desocupación (16%) y que casi todo el empleo que genera es precario. Los setecientoseuristas están acercándose de nuevo al mileurismo, que de todas maneras alcanza para poco, mientras las ansias independentistas siguen presentes en Cataluña.

Si el líder del PSOE va a adherir a la inexorabilidad de las recetas de mercado, los electorados europeos vienen demostrando que prefieren a los titulares antes que a los amables suplentes, y hay al menos un titular (Rivera) en la gatera. A su vez, Angela Merkel y los comisarios europeos saben bien cómo aplicar correctivos a alumnos díscolos, de los que sólo hay un ejemplo exitoso que a Sánchez e Iglesias les pilla cerca: António Costa en Portugal.

La vida es una moneda. El ascenso de Rajoy significó en su momento el descenso del juez Baltasar Garzón. La institucionalidad española se activó para fulminar a un juez al que, tras dos décadas de considerar que los delitos de lesa humanidad cometidos en otros países eran imprescriptibles, se le ocurrió aplicar el mismo criterio para España.

España es todavía un país dañado, que lidia con una alta desocupación (16%) y que casi todo el empleo que genera es precario

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Poco antes de ser destituido, Garzón comenzó a tirar del piolín de Gürtel. Hoy, desde algún despacho en Buenos Aires, Madrid, La Paz o Nueva York, donde quiera que esté, Baltasar vuelve a creer en los reyes magos.

Durante su intervención parlamentaria en la sesión destituyente, Iglesias, todavía apichonado por el tema de la suntuosa casa familiar, explicitó un pedido módico a su nuevo aliado Sánchez. Que le sea retirada la condecoración estatal y el sobresueldo al torturador franquista Antonio González Pacheco, Billy el Niño. Como para empezar a hablar.

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