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26 de junio 2023

Pablo Semán

LA REVOLUCIÓN NO ES UN DERECHO

Tiempo de lectura: 3 minutos

No soy revolucionario. Dejé de serlo hace muchísimo tiempo si me atengo a mi definición de ser revolucionario, definición que sólo para una crítica de la cultura política contemporánea vale la pena explicitar. Conocí revolucionarios de verdad, no sé si los seguiría, no sé si acuerdo con ellos, pero sé lo que eran: gente extraordinaria realmente capaz de morir por la revolución; de hecho muchos de ellos lo hicieron. Y no sólo eso: era gente que antes de afrontar la muerte por la revolución le daba todo el tiempo vital en forma de dedicación absoluta, vocacional y profesional, a la causa. No había seguridad, salud o familia que los revolucionarios no sacrificaran a la causa y no es que les faltase amor o voluntad de vivir. La revolución es una obra de la voluntad, de sacarle tiempo a la historia para aplicarlo a contracorriente de esa misma historia y romper la fatalidad del no hay alternativas.

No soy revolucionario. No se si admitiría el orden revolucionario y sus consecuencias. Pero no lo son incluso los que claman revolución desde el desengaño para ellos inexplicable. Y tampoco lo son, y no menoscabo ni su honor ni su valía, los que militan en los territorios, en las fábricas, en las agencias estatales, en la rosca, en las organizaciones culturales e incluso en facebook y twitter. Todos aspiramos a cambios que implicarían una revolución, pero no somos capaces siquiera de plantearnos las tareas y los sacrificios que implica una revolución. Queremos una revolución mas profunda que la rusa, pero desde un puf, con tiempo para meriendas extendidas, con porro, milanesa y con fiaca.

La revolución no es un derecho, no se puede llenar un formulario y obtenerla individualmente, y tampoco es el resultado de un pedido en change.org

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Las ultimas décadas han alimentado una ilusión: que la revolución es un derecho establecido en la Constitución. Mentira: la revolución no es un derecho, no se puede llenar un formulario y obtenerla individualmente, y tampoco es el resultado de un pedido en change.org. La democracia, cuando era democracia, si es que lo era, llevaba inscripto en su corazón un contenido: el derecho a tener derechos, pero eso era en Europa. Y ya ni en Europa es así. Lo peor de la deriva anclada a la ilusión de nadar sin mojarse es el anticapitalismo de cátedra que además de querer todo junto (no tienen religión, tienen ansiedad) ofrece stalinismo para los otros e indulgencias democráticas para uno mismo. Maximalismo estético sin prácticas consecuentes.

Lo peor de todo es que todo ese leninismo sin partido, secreta, en verdad, un delarruismo mental: trabajo político con horario fijo en oficinas cargadas de energía, finde libre, aguinaldo y vacaciones. La maldita realidad vino a arruinar un plan perfecto: “dar derechos”, poner retenciones, ganar elecciones y renovar el circuito ad infinitum hasta que las retenciones lleguen al 150% y el derecho a la inmortalidad esté garantizado. El deseo que se extravía en esa ilusión es una demanda infantil (y todos los términos psicoanalíticos que uso no son para nada casuales). En ese extravío surge el falso deseo de querer disfrutar de los beneficios supuestos de una revolución sin haberla hecho. Querrían haber hecho una revolución. O más bien querrían haberla heredado por derecho familiar. Todo eso ya fue. Ahora habrá que ver cómo se hace historia sin héroes ni milagros, sin satisfacción total ni garantías, sin seguro de retiro.

La maldita realidad vino a arruinar un plan perfecto: “dar derechos”, poner retenciones, ganar elecciones y renovar el circuito ad infinitum hasta que las retenciones lleguen al 150% y el derecho a la inmortalidad esté garantizado

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El fastidio, las quejas, el enunciado permanente sobre los límites de un gobierno, un presidente, un ministro, un líder, acarrean una pretensión on demand que pide el atajo: si tenemos el gobierno, ¿por qué no tenemos el poder? Esa pregunta válida, lo es, en tanto sea capaz de desglosar qué es un gobierno, qué es el poder, qué sociedad habitamos y no si está adherida a una expectativa de cambio por decreto, que la decisión, la voluntad y el taconeo del líder alcanzarían para garantizar.

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