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27 de julio 2023

Lucía Aisicoff

EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA

Tiempo de lectura: 4 minutos

La escalada de agresión en Juntos por el Cambio fue brutal. Cuando el lilito Juan Manuel López insinuó que un gobierno de Patricia Bullrich podría terminar en un estallido como el de 2001, la mesa chica de la ex ministra le pidió a Horacio Rodríguez Larreta que lo haga retractar y encuadre a los suyos, pero en los últimos días los cruces crecieron. Bullrich contó que si llega a la Rosada pedirá un nuevo desembolso al FMI para salir del cepo y Larreta le recordó que el blindaje fue una receta de Fernando De la Rúa. Fernando Iglesias quiso ayudar a su candidata recordando que “De la Rúa terminó mal, pero peor le fue a Favaloro”, en un nuevo golpe bajo a Larreta.

Desde el bullrichismo sobreactúan victimización y acusan a Larreta de mandar a sus “soldaditos” a atacar a Patricia. El larretismo dice que la que empezó fue ella y ahora esconde la mano. La infantilización de una pelea en la coalición a la que todos ven ganadora en las PASO podría desembocar en una pérdida de votos. Aunque estén desprestigiadas, no hay ningún dirigente de JxC que no mire encuestas. Circuló una de la consultora Opinaia hecha en julio que encendió las alarmas en los últimos días: dice que si Larreta gana las PASO sólo el 45% de los votantes de Bullrich lo apoyarían en octubre (26% se iría con Milei y hay un 14% de indecisos) y si la primaria la gana Bullrich sólo tiene asegurado el 42% de los votos de Larreta (7% votaría a Massa, 8% a Milei y 39% no lo sabe).

Recién llegado de Europa, Mauricio Macri levanta la mano para ser el mediador “imparcial”, pero ninguno lo acepta como jefe. Hace mucho que los candidatos del PRO se muestran huérfanos, aunque la sucesión no esté completada

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Patricia y Horacio no hablan entre sí y los interlocutores que designaron ni siquiera se pueden poner de acuerdo sobre la posibilidad de compartir el búnker en Costa Salguero. Se la pasan repitiendo que el día después de las PASO los encontrará trabajando juntos, como si esta sucesión de golpes no dejara secuelas. Aunque no lo admitan en público, les preocupa quedar lastimados, pero no encuentran solución porque no existe un árbitro al que ambos respeten. Recién llegado de Europa, Mauricio Macri levanta la mano para ser el mediador “imparcial”, pero ninguno lo acepta como jefe. Hace mucho que los candidatos del PRO se muestran huérfanos, aunque la sucesión no esté completada.

Hubo un intento de acercamiento que les salió mal el domingo en Córdoba, cuando Bullrich y Larreta compartieron escenario, obligados a coincidir porque ambos querían colgarse de un triunfo de Rodrigo De Loredo que al final terminó en fracaso. Compartieron el costo de nacionalizar una elección municipal y debieron escuchar al gobernador electo Martín Llaryora burlarse de los “pituquitos de Recoleta”.

La revalidación del cordobesismo también hirió al peronismo. Sergio Massa intentó acercarse a través del recuerdo de su amigo De la Sota, pero le cerraron la puerta en la cara. “Vamos con la candidatura de Schiaretti hasta el final”, le recordó el gobernador electo. “Es la expresión del fracaso del gobierno”; le pegó el gobernador actual. Massa se equivocó al imaginar una chance de acercarse a esa victoria. El ascenso de los neocor (neocordobesistas), como cuenta Federico Zapata acá es un plan del que participó el propio Juan Schiaretti, quien en 2015 ya pensaba en la generación que tomaría la posta este año, en una transición que conllevaba la escala previa de conquistar el territorio que les era más hostil, la capital provincial, con el “peronista farmer” de Llaryora a la cabeza. La forma en que el peronismo cordobés se proyecte al futuro se deberá resolver en los próximos años, pero quedó claro que no habrá guiños en esta campaña.

La resistencia de Córdoba no es una novedad para el kirchnerismo, aunque si se suma a la pésima elección que hizo en Santa Fe, su proyección es complicada en toda la zona núcleo. Massa no le dio demasiada trascendencia al ninguneo cordobés porque tiene un problema más importante que es el lastre del FMI. El ministro no recibió hasta ahora el apoyo que esperaba por sus nexos con Washington, así que el acuerdo se sigue demorando y el mismo Fondo al que algunos quisieron ver en su mejor versión demostró que al final es el mismo de siempre. El mismo Fondo que le dio un préstamo irracional a Macri violando su estatuto y ahora le exige a Massa devaluar en campaña. Pasó lo predecible: el peor enemigo del Massa candidato es hoy el Massa ministro.

Grabois criticó a Massa por haber ido “a dar examen” a La Rural y “banquetear con los amos de la oligarquía”, del otro lado Sebastián Galmarini le respondió que trabaja para que gane JxC

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Aún si logra ser el más votado en las PASO, para Massa tampoco será fácil el día después. Hoy su campaña territorial tiene dos prioridades: activar a la militancia porque temen un alto nivel de ausentismo y fidelizar el voto kirchnerista, un objetivo para el que le estorba la candidatura de Juan Grabois, que podría comerle más votos de lo esperado. Esta semana hubo cruces directos en esa interna que venía llamativamente tranquila. Grabois criticó a Massa por haber ido “a dar examen” a La Rural y “banquetear con los amos de la oligarquía”, del otro lado Sebastián Galmarini le respondió que trabaja para que gane JxC y el massista Laureano Quiroga, titular de la Casa de la Moneda, lo ninguneó diciéndole que tiene una “candidatura autopercibida”.

Massa escucha cada vez más planteos sobre el posible error de concentrarse en retener los votos de Cristina. Amigos, dirigentes cercanos y algunos gobernadores le dicen que -una vez converso K- le resultará más difícil pescar el voto de centro que es el verdadero objetivo para llegar a la Rosada. Hay que peronizar la campaña, repiten la receta de siempre e insistirán con el tema en la gira federal que arranca este jueves en el Norte Grande. Nadie sabe bien cómo será la convivencia del Massa peronizado y su versión kirchnerista, pero ese será un problema para el día después.

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