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18 de febrero 2022

Leandro Beier

¿CON QUÉ SUEÑA EL PERONISMO?

Tiempo de lectura: 4 minutos

De la pregunta fundamental que se hace Alejandro Galiano (¿por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?) quiero tirar de sus hilos, tratando en vano de no sonar pretencioso, y seguirla… ¿con qué sueña el peronismo actual? ¿Dónde está su utopía? ¿Qué futuros imagina?

Por supuesto que la coyuntura se impone, y más vale que en el país de la fractura social, se gestiona en el día a día acuciante, en la urgencia permanente, en cortar el cable rojo a cada momento para que no explote todo. Contener cómo se pueda. Entonces uno no pretendería que Alberto Fernández por cadena nacional, agarre dos o tres filminas y nos explique la Argentina del Porvenir.

Pero si más o menos se presta atención a los discursos oficiales, a las palabras que circulan en las militancias, se puede reconstruir el lugar de llegada. E indefectiblemente todo conduce al perimido Estado de Bienestar fordista de posguerra. Pleno empleo, trabajo, consumo, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Fin. Nuestro futuro entonces está en el pasado, 1950, aprox.

El emprendedurismo por ejemplo, no es sólo una práctica individualista de clases privilegiadas. También es el sueño de mi vecina que compra ropa y perfuminas, las revende en market place y en instagram con la ilusión de no depender de nadie

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Con el fin del Estado de Bienestar se produce también el fin de una subjetividad. De un vínculo identitario entre el sujeto y su trabajo. Durante años trabajé en un museo municipal portuario donde entrevisté a trabajadores pertenecientes al momento estatal del puerto que se decían así mismos “ypefeanos”, “ministerianos”, “ferroviarios”. Hoy en día, entre la precariedad y la incertidumbre, conocidos y amigos detestan las horas en el trabajo, cumplir horarios, no llegar jamás a fin de mes, soportar jefes incompetentes, sumar horas y horas arriba de la moto o la bici como deliverys. El eje de su vida no está ahí. El trabajo no los completa, no les da un horizonte, no les cambia la vida. Y vuelvo, no sólo al que está encerrado vendiendo en un outlet zapatillas con horario cortado, o el que barre los canteros en la cooperativa de limpieza que contrata la municipalidad, o el que llena los baldes de arena para la mezcladora; también la diseñadora free lance monotributista y el encargado de ventas online que tienen que asegurar la presencia frente a la pantalla, desde sus casas, 8 horas diarias. La vida es lo que está afuera de ahí.

(Desde 2014 existe en youtube el canal Tiranos Temblad, que sin dudas inauguró un tono y una búsqueda que posteriormente muchos canales adoptaron. En Tiranos una pregunta que sobrevuela los videos es “qué pasa cuando no pasa nada”, o más precisamente, qué elige registrar, hacer, mirar la gente común fuera de mandatos productivistas. Si alguien todavía no lo vio que vaya: es un repositorio de momentos luminosos, mínimos, llenos de ocio creativo.)

Más que doctrina y verdades, se puede pensar, el peronismo tiene inventiva. Capacidad de leer las circunstancias y audacia para transformarlas a favor. En la coyuntura actual, no daría la sensación de que haya chances para estatizaciones, desarrollo de empresas con mano de obra intensiva, o la opción de “insertarse en el mundo” al estilo cambiemita con resultado desastroso.

Hoy en día, entre la precariedad y la incertidumbre, conocidos y amigos detestan las horas en el trabajo, cumplir horarios, no llegar jamás a fin de mes, soportar jefes incompetentes, sumar horas y horas arriba de la moto o la bici como deliverys

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Si el estado actual de capitalismo 4.0 de plataformas y servicios como define Galliano es un escenario de incertidumbre boosteado por la pandemia, porqué seguir insistiendo ahí, en el  sueño del pleno empleo. ¿Dónde vendrán los cientos de mataderos, las automotrices, los talleres, las chimeneas?

¿Y a quiénes apela esa idea del mundo? El emprendedurismo por ejemplo, no es sólo una práctica individualista de clases privilegiadas. También es el sueño de mi vecina que compra ropa y perfuminas, las revende en market place y en instagram con la ilusión de “no depender de nadie, si no te pagan nada, son unos garcas, donde estaba hasta los domingos cobraba lo mismo que un día de semana”. Silvina, digamosle, ve ahí, trabajando con sus redes, una posibilidad de liberación: “manejo mis horarios”.

Más que liturgia y mística, se puede pensar, el peronismo tiene (o tuvo) audacia. Y en algún momento tendrá que sacar a relucir las palabras que definan la agenda del futuro. ¿Y si por ejemplo se vuelve a discutir (si es que alguna vez pasó) el ingreso universal básico? ¿Y si se retoma el momento 0 de la pandemia en que todo parecía posible y se linkea ingreso universal básico con impuesto a las grandes fortunas? ¿Y si lo importante no es solo “crear fuentes de trabajo dignas” sino también redistribuir el tiempo?

Un ingreso universal para los y las trabajadoras de la economía informal, de mínima, ayudaría a que un “reciclador urbano”, no tenga quizá que patear 18 horas por día cirujeando. Colaboraría, entre otras cosas, a que gane tiempo para sí. (Incluso entre los “ministerianos” antes mencionados, uno en las entrevistas más que hablar de las horas de dragado en el puerto, estaba interesado en mostrar su colección de cd’s de tango y contar cómo cantaba algunos poniendo las pistas en Youtube.)

El peronismo tiene también una historia de construcción de “tiempo libre” (aguinaldo, vacaciones, Chapadmalal) que podría acelerarse. En una de esas el peronismo del futuro no es el que ordena la sociedad con eje en el trabajo, sino, el que la alivia de su yugo.

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