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11 de junio 2021

Julia Pomares

Jefa de Asesores del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

VOLVER AL FUTURO: HACIA NUEVAS NARRATIVAS DE LA ARGENTINA

Tiempo de lectura: 5 minutos

Pocos olores me transportan más en el tiempo que los que identifico con los actos escolares por las fechas patrias. Esa alquimia que surge al mezclar el olor del corcho quemado (para pintar las patillas de Mariano Moreno o los bigotes de algún miembro de la Primera Junta)  con el aroma de los pastelitos de membrillo. Es para mí el olor de la infancia, forjado en las frías mañanas de invierno en el patio de la escuela. Me acordé de esos olores cuando mi hijo Felipe hace unos días me mostró fascinado un video de realidad aumentada que te permite recorrer el Cabildo como si estuvieras en 1810. Será quizás cuestión de tiempo para que la realidad virtual logre incorporar el olfato. Sería una gran revolución. Es que los olores nos otorgan identidad. En la novela “El perfume”, de Patrick Suskind, una persona con un olfato híper privilegiado pero cuyo cuerpo está exento de todo olor se convierte en asesino en la búsqueda de su aroma para así descubrir quién es. 

Es paradójico que uno de los síntomas del virus que tiene nuestra existencia completamente alterada, que se cobró tantas vidas y produjo tanto sufrimiento sea la pérdida del olfato. Estamos desorientados en el sentido más profundo (sensorial) del término. ¿Cómo se redefinirán nuestras vidas? ¿Cuándo lograremos sentir que entramos en la tan deseada pospandemia? Cientos de millones de personas se están haciendo estas mismas preguntas en el mundo. En algunos países empiezan ya a palpitar que viven el día después. En Argentina falta aún, pero va a llegar.  Y nos llevará a reconectar con nuestra identidad.  Con los olores que nos definen.

Argentina: un país que supo ser pujante y de clase media y mantiene esa narrativa en su imaginario. Desarrolló un impulso igualitario de bienestar social, con una expectativa fuerte en el rol del Estado como ordenador de la vida en sociedad y de lo colectivo por sobre lo individual. Con crisis económicas que se volvieron ciclos e imprimieron una definición circular del tiempo. Una sociedad que aprendió a convivir y cooperar para procesar conflictos en democracia.

Este párrafo podría resumir las narrativas más afianzadas de Argentina, los rasgos más salientes de su identidad. Algunas crujen frente al espejo de los hechos pero nos seguimos aferrando a ellas, especialmente cuando tenemos que afrontar la cruda realidad de que hoy 7 de cada 10 niños y niñas del Conurbano son pobres, y están inmersos en una profunda desigualdad educativa y de oportunidades.

"Digitalización acelerada, crisis climática, envejecimiento demográfico y giro geopolítico y económico hacia Asia: cuatro tendencias globales con las que las estrategias e identidades de cualquier sociedad deberán dialogar. No hay una respuesta contundente a cómo va a hacerlo la Argentina"

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Otras narrativas puedan ser revalorizadas en esta era de fragmentación social. La idea de convivencia democrática, arraigada en nuestra historia más reciente, es un activo a resguardar. Tenemos que demostrarnos que vivimos en una sociedad capaz de enfrentar los desafíos de la diversidad en el siglo XXI. Una sociedad heterogénea y tolerante puede ser también una sociedad capaz de albergar distintos puntos de vista y otras diversidades. En nuestra sociedad civil reside hoy un fuerte antídoto contra la polarización más extrema y contra los atisbos autoritarios. 

¿Cómo dialogan estas narrativas afianzadas con la Argentina de hoy y que necesita mirar hacia el futuro? El principal reto que tenemos es reinventar los elementos de identidad con los que contamos, en un mundo en constante transformación y a la luz de nuestro pasado reciente. Implica asumirnos con las lentes de la Argentina actual (no de la que fuimos) y situarnos en un mundo que es muy distinto al que regía cuando se forjaron las narrativas de futuro que nos guiaron a lo largo del último siglo.

Digitalización acelerada, crisis climática, envejecimiento demográfico y giro geopolítico y económico hacia Asia: cuatro tendencias globales con las que las estrategias e identidades de cualquier sociedad deberán dialogar. No hay una respuesta contundente a cómo va a hacerlo la Argentina, pero aquí planteo tres interrogantes que debemos responder para construir nuevas narrativas de futuro.

Un primer dilema al que nos enfrentamos al momento de imaginar nuevas narrativas es acerca de su carácter innovador. ¿Incrementalismo o disrupción? La percepción de que lidiamos con un statu quo obstinado y persistente nos invita a delinear cambios profundos, que nos muestren resultados que podamos adscribir a la tarea transformadora y no al azar o a fuerzas externas. Hay una dimensión de la disrupción que deberíamos exigirles a las nuevas narrativas: necesitamos que nos permitan romper la idea de ciclo, de recurrencia, de eterno retorno.

¿Narrativa única o múltiples narrativas? Es el segundo interrogante. Argentina es un país extenso, diverso y plural por lo que a priori pareciera que este dilema fácilmente se resuelve buscando múltiples narrativas. Sin embargo, hay varios matices en este sentido. La idea de narrativas nacionales presupone al territorio país como destinatario pero las grandes transformaciones que operan nos obligan a preguntarnos por sus fronteras. Nos encaminamos hacia un mundo donde las narrativas de las ciudades y de las regiones conviven y compiten cada vez más con los imaginarios nacionales. Necesitamos narrativas que permitan integrar a la Argentina en su vasta extensión. Si gobernar es poblar, la Argentina del siglo XXI necesita poblarse de iniciativas productivas en todo su territorio, redefiniendo las formas de enlazarlo e imaginarlo. Nuevas narrativas requieren nuevas geografías.

El hecho de que coexistan múltiples narrativas nos llevará a preguntarnos cuáles de ellas son prioritarias: las que nos mueven a la acción. Las  narrativas que nos hacen caminar, como decía Fernando Birri. Debemos priorizar aquéllas que promuevan la generación de riqueza y que a su vez incluyan y apelen a los distintos sectores de la sociedad. Utopías que puedan ir más allá de la fractura social.

El tercer interrogante se desprende de los resultados socioeconómicos de las últimas décadas y es el más acuciante. ¿Cómo lograremos interpelar a la sociedad e ilusionarnos de que el futuro será mejor que el presente? Detrás de cualquier narrativa hay una estrategia de país, una visión geopolítica y un equilibrio económico y social que se busca alcanzar. Esa discusión estratégica debería ser centro del debate en la pospandemia. 

"¿Incrementalismo o disrupción? La percepción de que lidiamos con un statu quo obstinado y persistente nos invita a delinear cambios profundos, que nos muestren resultados que podamos adscribir a la tarea transformadora y no al azar o a fuerzas externas."

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Teniendo en cuenta el rol creciente que la ciencia y la tecnología tienen en la matriz productiva global y su impacto transversal en diversos sectores económicos, es un objetivo plantearnos que adquieran un rol más preponderante en las narrativas de futuro de Argentina.  Pero para que la ciencia y la tecnología logren ganar espacio en nuestra identidad compartida, debemos conciliar el rol del sector público (la centralidad que le atribuimos al Estado) con el papel del sector privado. En Argentina nuestra narrativa debe lograr instalar que la inversión privada es necesaria y que hace sinergias con la inversión pública de manera virtuosa y sin rentismos.

M´ hijo el youtuber podría ser parte de una nueva narrativa de futuro. Es decir, podríamos promover que la tecnología sea percibida como aspiracional no solo de los sectores más aventajados de la sociedad sino de los sectores vulnerables de la sociedad argentina. Implica concebirla como un mecanismo de movilidad social. Esto requiere lograr un cambio importante en el imaginario colectivo porque la tecnología y la innovación suelen estar muy asociadas a casos de éxito individuales, alejados de los sectores populares. También su concreción conllevaría incorporar a la educación secundaria como parte de ese aspiracional y poner el foco en cómo transformarla. Necesitamos construir las narrativas que nos permitan trazar un horizonte esperanzador hacia esos olores que nos definirán en 2040.

Este artículo se basa en el texto inédito de mismo nombre, que se nutrió de una serie de encuentros y entrevistas con referentes intelectuales, sociales y empresariales. 

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