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23 de diciembre 2023

Facundo Lucero

SE DOBLA Y NO SE ROMPE

Tiempo de lectura: 6 minutos

La densa institucionalidad interna de la UCR, siempre denostada por figuras emergentes del partido, es en gran medida responsable de su longevidad y vigencia, pero también de su falta de contacto con la realidad social del momento. Una danza centenaria entre cambiar y persistir

Oportunidad

El pasado viernes se llevaron adelante las elecciones de autoridades nacionales de la Unión Cívica Radical, en uno de los contextos políticos más arrasadores desde el “que se vayan todos”. A primera vista, parecía ser una inverosímil oportunidad de cambio de timonel justo en el momento en el que cambia el viento. Una ocasión perfecta para la renovación de ideas y estrategias, interpretando el sentimiento colectivo de cambio por sobre continuidad y la fatiga de las viejas estructuras de alianzas políticas y relaciones con la comunidad.

El senador Martín Lousteau, apoyado por Gerardo Morales y dirigentes de todo el país, fue electo unánimemente por sobre el Gobernador de Corrientes Gustavo Valdés. Y cuando decimos “unánime”, queremos decir que ganó la votación interna y se acordó que el comunicado institucional busque mostrar unidad.

En la realidad, la lucha fue más cruenta y el liderazgo de Lousteau y compañía fue extensamente criticado. Principalmente, porque esta facción se alineó en los comicios nacionales con un sector de la política que fue rechazado consistentemente por la sociedad. Larreta primero y Massa después. El Moralismo jugó un pleno a la casta, a los viejos conocidos, a la zona de confort, cuando la ciudadanía estaba gritando que eso no va más.

Es más interesante aún, que su victoria partidaria se haya debido justamente a un esquema de viejas alianzas con los delegados de las provincias que terminaron sumando más en el poroteo. Lo que no funcionó en la calle, funcionó en la corte.

Esta disociación entre el humor social y el sentir intrapartidario amerita, como mínimo, que la UCR se pregunte lo mismo que la Reina Isabel, en la última temporada de The Crown: ¿Estaremos fuera de contacto con el pueblo?

"El liderazgo de Lousteau y compañía fue extensamente criticado. Principalmente, porque esta facción se alineó en los comicios nacionales con un sector de la política que fue rechazado consistentemente por la sociedad. Larreta primero y Massa después. El Moralismo jugó un pleno a la casta"

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Adaptación

El radicalismo nació como canalizador de la concreta demanda de transparencia electoral frente al voto cantado y al fraude electoral del PAN, hacia fines del siglo XIX. Desde esa época hasta el día de hoy, ha sobrevivido no sólo a intervenciones militares, al nacimiento del socialismo, del peronismo, y de infinidad de otros partidos y movimientos que compitieron, por izquierda y por derecha, por su base electoral, sino también a haber cumplido su mandato fundacional, encontrando siempre una forma de reinventar su misión dentro de la tan cambiante sociedad argentina.

Sería un capítulo rebalsado de éxito en los libros de historia, si la UCR se hubiera disuelto después de la sanción de la Ley Sáenz Peña, habiendo sido artífice de una de las piedras fundamentales de la democracia moderna de nuestro país. Con eso ya alcanzaba. Sin embargo, el partido fue mutando hacia convertirse en un defensor de los valores republicanos y la social democracia. Supo encontrar siempre la parte que faltaba pulir en nuestra arquitectura institucional y gubernamental.

Incluso, este Grand Old Party del cono sur pudo sobreponerse a haber tenido la oportunidad de modelar a nuestro país a piaccere y no haberlo logrado, o no del todo, las veces que ocupó el sillón de Rivadavia. Cómo hace para seguir estando vigente después de más de cien años y de todas las dificultad y tropiezos de su camino. Dónde está la razón de su resiliencia. El ángulo de análisis que proponemos en este artículo es su institucionalidad.

"El partido fue mutando hacia convertirse en un defensor de los valores republicanos y la social democracia. Supo encontrar siempre la parte que faltaba pulir en nuestra arquitectura institucional y gubernamental."

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Resiliencia

La UCR cuenta con la estructura de gobernanza más capilarmente desarrollada en comparación con todos los demás partidos de Argentina. Desarrollada legal, política y territorialmente. Una lluvia de ravioles en un organigrama enorme que se extiende por todo el país y el espectro ideológico. La pluralidad de opiniones e intereses allí representados funciona como un sistema de pesos y contrapesos, no permitiendo cambios demasiado rápidos ni demasiado extremos.

Este sistema muchas veces contraría a dirigentes emergentes, sea que vengan de las inferiores o sea que vengan de afuera, porque se asemeja a un Titanic, al que le cuesta virar. Inclusive cuando tiene un iceberg en frente. Es una discusión prácticamente permanente la necesidad de aggiornar, al sello, a la conducción y a la filosofía del partido. No hay asado de la Juventud Radical donde no estén mentando al viejo carcamán que esté de presidente y a los popes que se atornillan a sus sillas y no dan lugar a nuevas ideas y personajes.

Sin embargo, esta lentitud para los cambios no es responsabilidad exclusiva de la dirigencia, sino también de la arquitectura institucional. Cualquier cambio radical, valga la redundancia, necesita de un consenso mayoritario muy difícil de obtener. Así como es difícil que este Titanic doble, también es difícil que sea arrastrado por vientos de coyuntura política.

Dicho de otro modo, es muy difícil que un par de dirigentes del partido, independientemente de su cargo y peso específico, puedan lograr que el sello UCR se reconvierta violentamente hacia las ideas de moda o hacia el armado político del momento. Por más que Luis Petri hubiera querido, hipotéticamente, que el partido gobierne con Milei, los anticuerpos institucionales no le hubieran permitido hacer eso fácilmente.

Dirigentes díscolos como Elisa Carrió o Ricardo Lopez Murphy, al no poder quebrar la estructura de gobernanza -y de poder- del partido, tuvieron que irse y formar otra cosa. Y como esto es un partido, y no un movimiento, no está permitido seguir llamándose Radical una vez que das el portazo. It’s the institutional way or the highway.

Sirve para ilustrar el punto mirar a la vereda de enfrente. Partidos peronistas hubo muchos, pero peronismo hay uno solo. Los sellos son sólo instrumentos legales. Nadie niega que el partido peronista por antonomasia es el justicialista, pero al ser el peronismo un movimiento ideológico sin una arquitectura institucional concreta, los diversos exégetas del general han sabido armar muchos sellos, según convino para la coyuntura política e ideológica del momento. En definitiva, nadie tiene el monopolio del uso de la marca y, sobre todo, nadie tiene autoridad moral para quitar el derecho de llamarse “peronista”. El mejor ejemplo es la relación de uso y desuso que el Kirchnerismo trabó con el Partido Justicialista.

Volviendo a la UCR, el resiliente sistema inmunológico del partido puede tener fallas en el corto plazo, pero que se terminan corrigiendo en el largo. En otras palabras, han existido muchos dirigentes nacionales, y muchos más provinciales, que han sorteado los leucocitos del consenso y han forjado alianzas y negocios espurios en detrimento del interés colectivo. Sin embargo, los órganos institucionales han sabido depurar esas anomalías con el tiempo. Encapsulan la amenaza para que no haga metástasis y el resto del cuerpo pueda seguir funcionando. La prueba está a la vista: siguen aquí.

"Cualquier cambio radical, valga la redundancia, necesita de un consenso mayoritario muy difícil de obtener. Así como es difícil que este Titanic doble, también es difícil que sea arrastrado por vientos de coyuntura política."

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Vigencia

La UCR nuevamente se encuentra ante la eterna dicotomía de renovarse o persistir. Durante su larga historia se ha mantenido firme, sin dejarse llevar por los fuertes pero breves vientos de cambio, y ha sabido adaptarse a las tendencias de largo plazo, reciclando su dirigencia y sus mandatos sociales sin prisas, pero sin pausas.

Hoy, el giro anti establishment y liberal libertario, corrió violentamente el centro de la discusión y a la UCR le está costando encontrar su lugar. Su base electoral se compone en términos casi equivalentes de socialdemócratas progresistas del amba y de antiperonistas conservadores del interior. No está claro si debe ser oposición o colaborar activamente con el gobierno nacional, corriendo el riesgo de que le facturen la tibieza en un momento bisagra.

Cuánto doblarse para no romperse. Cuánto abrir las velas al viento nuevo. Cuánto ceder a las demandas de renovación sin perder el mito y su lugar en la historia. Es una decisión que hoy le toca comandar a Lousteau con el apoyo (y las restricciones) del partido.

Mientras tanto, el sentir militante como un mantra se repite que en momentos de duda se confía en la institucionalidad, y si el comité  votó a Louseau, se lo banca. Pero en las noches se le reza a San Alfonsín pidiendo que ilumine al ex ministro de Cristina para que haga zafar a la UCR de otro evento de extinción: El meteorito Javier Milei.   

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