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22 de octubre 2021

Imanol Subiela

¿QUÉ ES CHARLY GARCÍA?

Tiempo de lectura: 6 minutos

Hace casi diez años le pregunté a un amigo poeta si creía en la inspiración, si era algo que existía. Él me dijo que sí con mucha seguridad. Entonces, hice otra pregunta más: ¿qué es la inspiración? Con la misma seguridad que antes, y sin tardar ni medio segundo, me dijo que la inspiración son las obsesiones. Desde entonces mis obsesiones no cambiaron demasiado, ni tampoco son muchas: la noche, las fiestas de música electrónica, la literatura argentina, el rock nacional y, sobre todo, Charly García.

No puedo explicar por qué, pero nada me obsesiona más que Charly García. Tengo todos sus discos. Me sé todas sus canciones. Vi todos los videos suyos que hay en YouTube y hasta compré DVDs que registran algunos de sus conciertos. Cuando estoy rayado o quiero ideas vuelvo a la música de García y ahí encuentro claves para seguir.

Cada vez que intento entender o explicar por qué siento esto no encuentro motivos ni palabras suficientes. Pero, en otro intento de darle sentido al derrotero del fan, voy a tratar de ordenar algunas ideas sueltas que tengo en la cabeza para esforzarme a poner en palabras a esa sensación que no puedo poner en palabras y que me obsesiona.

Es tan fuerte el aguante que ahora hasta el Estado lo reconoce, lo defiende y lo celebra: organiza un festival de un mes para un tipo que se la tomó toda, fue preso, tuvo una novia de 18 años recién cumplidos cuando tenía 50, golpeó periodistas, insultó a todo el mundo y humilló a unos cuantos más

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1.

Charly García es cuerpo. Es el cuerpo más público que tiene el rock nacional. Es obra. Es encanto. Es drogas. Y también es cuerpo. La historia del rock es la historia del cuerpo de García. Ningún otro artista logró convertir su propio cuerpo en un tema de debate público, ni de preocupación colectiva.

Desde el chico alto y hippie, hasta el señor un poco hinchado, pasando por un raquítico drogadicto, García es un artista que con el correr de los años fue marcando su cuerpo, interviniéndolo. Lo rompió y lo armó mil veces. Del otro lado, nosotros, viendo cómo caía desde un noveno piso o se levantaba en una quinta de Palito Ortega.

Se podría armar una antología completa de textos que sólo hablaron de cómo está Charly García. Crónicas que ponían el foco en si estaba flaco o gordo, si hablaba rápido o pastoso, si se pintaba el cuerpo con aerosol o aparecía en silla de ruedas. Supongamos que una primera definición de Charly es esa: un cuerpo. Parece estúpido decirlo y señalarlo, pero no lo es porque ese cuerpo es como la Caja de Pandora: un recipiente que tiene todos los males, pero que todos desean tener en su poder.

Es encanto. Es drogas. Y también es cuerpo. La historia del rock es la historia del cuerpo de García. Ningún otro artista logró convertir su propio cuerpo en un tema de debate público, ni de preocupación colectiva

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En el año 2019 Charly dio una serie de conciertos en el Gran Rex. El título de la serie era La torre de Tesla. Cuando el show arrancó, García entró agarrado de dos personas porque casi no podía caminar y se quedó sentado en un gran sillón negro rodeado de teclados. Más allá de los movimientos y las palabras lentas, la gente enloqueció apenas entró y se mantuvo igual de demente durante los cincuenta minutos que duró el recital. Quedaron todos tan al mango que cuando el concierto terminó y todos se siguieron parados ahí, gritando y aplaudiendo, pidiendo “otra, otra, otra!”, y “una más una más una más”. Pero no hubo nada más.

Aquella noche vimos el cuerpo, se hizo más presente que nunca ese cuerpo cansado que casi no da más, que parecería solo funcionar enchufado cuando sonaba la música, como si lo demás ya no importara o estuviera suspendido. Pero al aliado say no more no se le puede decir basta, es como un vampiro de García que, aunque el cuerpo del músico ya no pueda ser el García de la memoria colectiva, va a seguir pidiéndole más sangre. Lo aman. Lo odian. Quieren más. 

2.

Charly García es aguante. Él es el inventor del aguante. Alrededor de él lo único que hay es aguante. Lo que empezó como un chiste en los noventa y un título para un álbum se convirtió en realidad: la cultura del aguante no eran los pibes que escuchaban rock chabón, sino los seguidores de Charly. Y la cultura del aguante es tan fuerte que trasciende generaciones e incluso hasta los que lo odian lo bancan.

El aguante García es tan potente que no importa qué tan contradictorio sea él como figura pública o qué tan ambigua sea su obra (no olvidar el periodo say no more, que ni ahí sonaba con el Charly de los hits ochenteros), siempre todo le va a ser perdonado. Cualquier cosa que haga García va a estar bien.

La vida pública de Charly está plagada de historias y anécdotas que, vistos con los lentes del progresismo actual, lo vuelven un personaje completamente cancelable. Pero ahí está el aguante, ese súper poder colectivo que creó un manto de piedad y protección sobre él. Es tan fuerte el aguante que ahora hasta el Estado lo reconoce, lo defiende y lo celebra: organiza un festival de un mes para un tipo que se la tomó toda, fue preso, tuvo una novia de 18 años recién cumplidos cuando tenía 50, golpeó periodistas, insultó a todo el mundo y humilló a unos cuantos más.

Sin embargo, lo aguantamos. Y eso está bien.

Es que Charly muestra algo que casi nadie quiere mostrar: contradicciones. Parte de la genialidad de García es esa, que es un tipo lleno de contradicciones, pero con la que puede vivir sin hacerse mucho problema. Nos enrostra en la cara que la gente se equivoca, se cae y se vuelve a levantar para seguir tocando. Vive en un estado constante de redención y eso nos fascina. Nos enamora que sea tan humano, tan despiadadamente humano. Nos encanta que no sea careta.

Alrededor de él lo único que hay es aguante. Lo que empezó como un chiste en los noventa y un título para un álbum se convirtió en realidad: la cultura del aguante no eran los pibes que escuchaban rock chabón, sino los seguidores de Charly

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3.

Charly García es una confusión. ¿Por qué seguimos volviendo a Charly García? ¿Por qué seguimos escribiendo y pensando sobre él? ¿Por qué no podemos decir ya está, ya dijimos todo, ya no se puede aportar algo nuevo? Porque a pesar de todo lo que se dijo García sigue siendo un misterio. No hay libro, ni texto, ni nada que todavía haya podido explicar el por qué de tanta obsesión con García. El tipo cumple 70 años y todos enloquecemos sin saber por qué.

Charly es, como tema, inabordable y complejo. Tratar de entender a García es tratar de encerrar en el lenguaje algo que es casi metafísico, algo inmenso que no se puede explicar en palabras. Escribir sobre Charly es perder el tiempo. Pero volvemos a él de una forma irracional porque García, a veces, es como el amor: incontrolable, inexplicable, irracional.

Sin embargo, en esa cosa inabordable y compleja está el encanto. Nada más magnético que no entender algo y querer quedarse ahí hasta entenderlo. Todos estamos esperando que aparezca algún tipo de revelación, una luz de lucidez que diga: “Charly García es ESTO y ESTO”, “Nos gusta por ESTO y ESTO”, “Sabemos sus canciones por ESTO y ESTO”. Pero, ese momento no va a suceder y terminamos siendo un puñado de creyentes que siguen esperando que en alguna misa de domingo ocurra un milagro o que, finalmente, llegue el verdadero mesías.

Lo seductor de García está en el misterio, en no entenderlo, pero igual seguir defendiéndolo. En cantar “y cuando estés masturbando a una nena en una playa de Pinamar”, aunque sepamos que masturbar nenas en la playa está mal visto. Es ahí, en esa complejidad absurda e irreverente que nos engancha y nos cautiva y nos engatusa y nos atrapa hasta que ya es tarde, no podemos salir y otra vez nos sentamos a escribir textos sin sentido sobre él.

Volver a Charly García es como bailar en una fiesta rodeado de gente desconocida, justo en el momento en el que te empieza a pegar la pastilla que te tomaste: es un instante de éxtasis fugaz que querés sentir para siempre.

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