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14 de octubre 2023

Juan Di Loreto

PRESENTE

Tiempo de lectura: 4 minutos

1

La obsolescencia de escribir en esta época no tiene precio. Vivir en Argentina es vivir el aceleracionismo. No leerlo ni teorizar, vivirlo. El vértigo se mueve al ritmo de las cotizaciones. La experiencia del abismo diario es intransferible. Pero la caída es infinita, se sabe. Ni 1000 ni 2000. La inflación tiene eso, perdés la noción, la referencia. La realidad se vuelve un mapa en la oscuridad.

Siempre perdés, siempre estás un paso atrás o en el lugar equivocado. La inflación es un corrimiento. Es la punta de los dedos, esos que nunca alcanzan a tocar. Ni habíamos salido de la cuenta morbosa de la pandemia y nos metimos a contar cuántos pesos por dólar. “Quebró su récord histórico”. Así siempre. La calle, los negocios. Ahí está la pelota hoy. Ahí y en la boca de los ganadores que le pegan un escobazo al panal de abejas. Llega el siguiente mensaje a un grupo de Whatsapp:

“Buen día seguimos ENTREGANDO pero solo con Pago Anticipado, como todos ya saben o creen, esto el 23.10 puede irse al doble o quien sabe… Abrazo”.

El ramo de la construcción es un fuego. Las listas duran una semana con suerte. Llega otro mensaje:

“Los bronceros desde esta semana dolarizaron al (dólar) blue, lo q (sic) lleva a un aumento desmedido del bronce sin miras a mejorar”.

Dos días después los mensajes no mejoraron:

“Buen día, la lista de precios queda sin vigencia debido a la falta de abastecimiento y precios dolarizados al blue de nuestros principales proveedores. Lo q significaría (sic) un aumento del 159%… no se puede trabajar así”.

La aceleración es absoluta. Ya no podés pensar porque no podés parar. La inercia y la segunda ley de termodinámica que lo desordena todo, como explica Leandro Ziccarelli en su podcast. Todavía no es posible alcanzar el equilibrio de todo sistema. Estamos en el rally, como dicen los inversores digitales, y el futuro es empinado.

2

La realidad se cuenta en ruedas económicas. Solo quedan 4 días, 4 ruedas para llegar al día señalado. El 23 de octubre tiene un marcador rojo, una sirena, una bandera de largada… Estás en la costanera y ves una tormenta que se acerca. Se la come el mar, como se dice, o viene para la costa y tenés que correr.

Disfrutá hoy, que será mejor que mañana. Ya se decía en Macbeth: «Mañana, y mañana, y mañana» solo producirá «ayeres» para alumbrar a los «necios, el camino a la polvorienta muerte». Nos prometen un paraíso a 35 años dolarizando y no sabemos qué vamos a hacer en dos días.

Siempre perdés, siempre estás un paso atrás o en el lugar equivocado. La inflación es un corrimiento. Es la punta de los dedos, esos que nunca alcanzan a tocar. Ni habíamos salido de la cuenta morbosa de la pandemia y nos metimos a contar cuántos pesos por dólar. “Quebró su récord histórico”

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3

Finanzas, inflación, tecnología y velocidad. Y dólar. Ese es el signo de Argentina hoy. Todo se conjuga muy bien. Acá no hay nadie que no sepa mucho de economía. No se habla de otra cosa. No se puede. Estamos tomados por la velocidad de lo que sucede que llega todo el tiempo y no podemos detener. Guita y tiempo no paran.

“No es la vida más que una andante sombra, un pobre actor que se pavonea y se retuerce sobre la escena su hora, y luego ya nada más de él se oye. Es un cuento contado por un idiota, todo estruendo y furia, y sin ningún sentido”, se dice en Macbeth. Peregrinos sin sombra, buscando un dólar. Una fuente de una provincia, donde los bancos abren a las 8 de la mañana, cuenta de gente haciendo fila para retirar los plazos fijos. De ahí a las cuevas, financieras… la cosa es sacarse los pesos de encima. Es la que va.

Los dólares nos comieron la cabeza hace rato. El centro presente de nuestra vida. Lo único tangible que queda en este país. Metálico, crocante, billete duro, valor, resguardo. Queremos salvarnos, nadie nos puede culpar. “Logré comprar antes que se fuera a 1000”. Los argentinos vamos a morir de nominalidad. Los padres de los colegios privados ya cuentan que hay cuotas del ciclo lectivo 2024 que llegan al palo, al millón de pesos. Lo que antes te ganabas llamando a Susana, ahora es una cuota de un colegio carísimo.  

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Hacemos lo que podemos. La realidad argentina es un fuego oxigenado, chisporrotea y cambia mientras miramos absortos. Discutís, advertís, te capitalizás comprando dólares o cosas si tenés suerte. Sino corrés la coneja; recortás gastos, casi no salís, caminás un poco más, te encomendás a todos los santos para que la vieja heladera pase un verano más. “Todo está bien, todo está mal, solo es un día normal”, como cantaba un desconocido grupo punk de provincia de Buenos Aires.

Finanzas, inflación, tecnología y velocidad. Y dólar. Ese es el signo de Argentina hoy. Todo se conjuga muy bien. Acá no hay nadie que no sepa mucho de economía. No se habla de otra cosa. No se puede

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Si ganas en dólares hacés la diferencia. Todo se devalúa, pero vos zafás. ¿Y si dolarizan? Si sos un programador, esos dólares que acá rendían bastante ya no parecen tanto. Va a venir Forever 21, Decathlon, H&M y seremos felices por fin con las tiendas que hay en Madrid o Barcelona. Ya no podremos comprar nada, pero en avenida Santa Fe habrá esas mochilitas Quechua a 1,99.

Entonces, ¿a dónde vas cuando no sabés a dónde ir? Por trillado que suene son tiempos de cambios. Heráclito, el Oscuro, el viejo filósofo griego que trataba de captar lo real como un flujo incesante, vio que la razón que mueve el universo podía ser representada por el fuego. Escribir es exactamente el opuesto al cambio: escribir es fijar una inscripción, dejar una marca, una huella. Si todo tiembla delante de nuestros ojos escribir se vuelve una urgencia. Tenés de dónde agarrarte.

Recordamos a Macedonio Fernández en estos momentos. El hombre que inventó a Borges que sirve para ver los abismos de estos momentos. Escribe Macedonio Fernández: “El mundo es de inspiración tantálica: despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos o, mejor: la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega”.

El futuro es nuestro, aunque no lo queramos.

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