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28 de septiembre 2023

Lucia Aisicoff

OSOS NEGROS

Tiempo de lectura: 4 minutos

Seguimos todos embobados con el desfile de freaks. Nadie puede parar de mirarles las tetas a las libertarias que luchan contra el comunismo ni de imaginarse qué les habrá pasado en sus casas a los chicos que recitan en trance el padre nuestro de Alberto Benegas Lynch. Quién no se preguntó, al menos una vez, si Javier y Karina comparten la habitación. Si tienen camas separadas, cuchetas, una matrimonial. Si Milei habrá dormido alguna vez en la colcha púrpura de Fátima Florez. Y todo eso está mal, porque los analistas ya avisaron que hablar de Milei o mirar mucho a Milei lo hace crecer, como cualquier pensamiento intrusivo que te empieza a tomar de a poco. Así que los demás candidatos prefieren no decir nada cuando lo ven revolear desquiciado una motosierra al lado de Carolina Píparo, porque saben que el que se indigna pierde. Sólo les queda hablar de economía. “No pienses en un elefante rosa”, y así desaparecerá.

En ese proceso está Massa, que escucha a un grupo de brasileños del PT que mandó Lula para ayudarlo a entrar al ballotage. Le dicen que debe concentrarse en discutir con las ideas, no con el personaje. Pero es difícil separar la peluca de las propuestas, porque Milei metió en la política todos los dramas de su vida. Se rodeó de mujeres para tapar la falta de amor, quiere cerrar el Banco Central porque no superó que no le renovaran una pasantía, cancelará los contratos estatales de Eurnekian para avisarle que no es dictador sino parricida, pondrá a un experto en clonación en el Conicet así Conan vive para siempre y hará primera dama a Karina para demostrarles a sus papás que al final no era tan fracasado como creían. Un país a su merced para que pueda hacer catarsis, un diván a cielo abierto.

"No hay que criticar a Milei ni ridiculizar a su entorno de freaks ni cuestionar a sus votantes ni hablar del aborto ni de Hitler. Lo mejor es morderse los labios para no hacerle el juego a Milei. Como a quien le ordenan: “¡Sé espontaneo!”. Un oxímoron que paraliza."

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Hay un libro de Norman Spinrad que explora un camino alternativo de la sociedad moderna: el señor Hitler se muda a Nueva York en 1919 y nunca llega a convertirse en dictador sino en un escritor de novelas de ciencia ficción. Adolf publica “El señor de la Esvástica”, la historia de un joven genéticamente puro que habita un planeta donde hubo una guerra termonuclear y su objetivo es asesinar a todos los mutantes, en los que ve un peligro para su especie. Podría haber también un mundo paralelo en el que Milei no es un político sino un performático que se dedica a escribir guiones sobre superhéroes que ponen bombas en el Banco Central y tiran dólares en las villas. O podría existir otra realidad alternativa en la que a Milei es el protagonista de la película “Ha vuelto”, en la que Hitler se despierta en la Alemania de 2014 sin tener idea de lo que pasó desde el ‘45. Y camina por las calles, un poco fóbico, dándose cuenta que nadie le tiene miedo. Las señoras le piden autógrafos, los chicos se acercan a sacarse fotos, algunos se ríen de él. Un Hitler convertido en Milei. Pero todo eso es mejor ni pensarlo, porque está mal comparar a Hitler con un candidato democrático. Por eso Milei compartió este miércoles en Twitter una nota titulada “Milei no es Hitler”, para que la gente se quede tranquila. No hay que mencionar a Hitler, seguro le aconsejan los brasileños del PT a Massa.

El anarcocapitalismo del que habla Milei se probó y fracasó en Grafton, un pueblito rural de apenas mil habitantes en New Hampshire. Cientos de libertarios, en su mayoría hombres blancos, lo colonizaron en 2004 y lo llamaron “Free Town Project”. Con el argumento de luchar contra el Estado opresor, pasaron la motosierra por todos los servicios públicos. Al poco tiempo aumentaron los asesinatos, porque dejaron sólo un policía con un auto sin plata para la nafta a cargo de patrullar la ciudad. La utopía libertaria se derrumbó en pocos años, cuando el pueblo estaba lleno de basura, porque no había recolección, y unos osos negros se tentaron en bajar a buscar comida. Nadie supo qué hacer. Algunos les tiraron petardos para asustarlos y les pusieron pimienta en la basura, pero los osos atacaron a los vecinos.

La marcha a la que Ni Una Menos convocó este jueves contra la derecha desató una pelea a los gritos en el búnker de campaña oficialista. La gente de Massa presionó para bajarla, con el argumento de que no son tiempos para andar levantando los pañuelos verdes. La discusión va más allá del feminismo. Cuando Victoria Villarruel usó el primer lunes de este mes la Legislatura para homenajear a los caídos por la guerrilla, muchos plantearon que era importante ir a repudiarla, pero al final la mayoría acató la decisión de no reaccionar ante las provocaciones. El peronismo eligió una campaña calculada al extremo.

"La utopía libertaria se derrumbó en pocos años, cuando el pueblo estaba lleno de basura, porque no había recolección, y unos osos negros se tentaron en bajar a buscar comida. Nadie supo qué hacer."

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No hay que criticar a Milei ni ridiculizar a su entorno de freaks ni cuestionar a sus votantes ni hablar del aborto ni de Hitler. Lo mejor es morderse los labios para no hacerle el juego a Milei. Como a quien le ordenan: “¡Sé espontaneo!”. Un oxímoron que paraliza. Y que además ¿alcanza? Lo más duro es que el silencio o el camino alternativo de la denuncia podrían desembocar en el mismo final: que lo miremos por la tele sacudir su bastón presidencial con una melenita de león tallada y subirse a la camioneta con la motosierra y Píparo a recortar nuestro destino. Puede que un día nos despertemos en un país sin planes sociales ni Estado bobo, en el que los chicos aprendan citas del prócer Benegas Lynch en la escuela, los adolescentes hagan graffitis en lo que alguna vez fue el Banco Central y los grandes reciban su sueldo en dólares al grito de “¡vamos la libertad, carajo!”. Hasta que la ilusión se venga abajo, nuestro cisne negro se convierta en oso y nos descubramos a la intemperie, en pelotas y sin ser libres.  

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