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08 de enero 2024

Piero Penna

Docente de Historia.

NO ME ARREPIENTO DE ESTE AMOR

Tiempo de lectura: 12 minutos

Un día antes de que Claudio Poggi dé a conocer su gabinete, el Alberto le lanza en la cara sus “Apuntes para gobernar”[1]. Se anticipa al discurso de asunción de Poggi del domingo 10, dicen que va a ser duro. El Alberto algo sabe del tema, vieja guardia, vieja escuela: senador nacional durante toda la transición democrática y los primeros años del menemismo, asesor de la CGT, nuevamente senador en el 2000, jefe de gabinete de ministros de la provincia 2001-2003 y cuatro veces gobernador 2003-2007, 2007-2011, 2015-2019, 2019-2023. Pero también abogado, artista, historiador, ajedrecista, Embajador Mundial por la Paz, dos veces candidato a presidente (2007 y 2011). Todo eso, y seguro me quedo corto. Apuntes: Ojo, pibe, fijate lo que hacés. Yo te explico. Mirá lo ordenado que te dejo todo, nada de déficit. Mirá cómo se hace. El modelo San Luis, San Luis el modelo. De la periferia al centro, el pasado glorioso. Las conquistas que defender. Los laureles que supimos conseguir. “Mis veinte verdades”. Halperín Donghi señaló la diferencia entre los dueños del poder y sus administradores.

Las primeras imágenes que se muestran son obras icónicas, de las que tanto se habló (nos guste o no). Son las obras del Bicentenario: las réplicas del Cabildo, la de la Casa de Tucumán y la megaobra Terrazas del Portezuelo. Y nuestras sierras, claro. Esto es: revolución, patriotismo, poder, exceso, desborde, organización

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Llegó la hora. Para el poggismo, el oficialismo le deja una bomba muy difícil de desactivar: déficit, nombramientos turbios, movidas legislativas, destrucción del sector privado, endeudamiento, decretos inconstitucionales, un “estado paralelo”. Es el “gobernador de la pobreza”, pero “se le termina el poder al Todopoderoso, un fin de ciclo”, “transición cero”. Para el albertismo, Poggi es la derecha, el ajuste macrista, los despidos, la caída del salario, la desaparición del Plan de Inclusión Social, las privatizaciones, el fin de las viviendas, la muerte de la obra pública, el crepúsculo de la puntanidad. Un día antes de la asunción de Poggi habló Eloy Horcajo, ministro de Hacienda del albertismo: orden, administración, equilibrio, acceso al crédito, obra pública, pandemia, sequía, inflación, aumentos salariales, caja provincial. Estado presente. Se va dejando un “informe de gestión bien detallado y claro de las cuentas públicas”. “Si la próxima administración sabe cómo llevar el barco…”, dice. ¿Y el Adolfo? Metió foto con Villarruel hace unos días y dijo estar “a su disposición para colaborar y aportar experiencia en esta nueva etapa próspera para Argentina”. Piña va, piña viene.

Hablando a tu corazón. Sigamos en Apuntes. Foco en él, el fondo desdibujado, pero natural. Aires de profeta, de monje negro, de abuelo que narra, de consejero, de hombre sabio, de hombre que supo, que hizo, que se vació, que quiso, ¿qué pudo? Chomba celeste, barba tupida. Habla sereno. Preguntan, él responde. Música instrumental acompaña sus palabras. El líder en primera persona, en su casa, cercano, hace un balance de sus cuatro gobernaciones. Hombre que sabe de lo que se trata ejercer y construir poder. El día después del poder. Tiene el alma en la cara, y también la gestión. Voz en off de la periodista: “adentrarnos en esta historia nos permitirá reflexionar, comprender y perfeccionar nuestro conocimiento sobre el liderazgo”. Las primeras imágenes que se muestran son obras icónicas, de las que tanto se habló (nos guste o no). Son las obras del Bicentenario: las réplicas del Cabildo, la de la Casa de Tucumán y la megaobra Terrazas del Portezuelo. Y nuestras sierras, claro. Esto es: revolución, patriotismo, poder, exceso, desborde, organización. “El cancionero nuestro es como mostrar a San Luis como ciudad de paso”, empieza el Alberto.

Cuando todo era nada, era nada el principio. San Luis, provincia de paso que terminó tomando el centro por asalto. Antes de él, por San Luis se pasaba, ciudad de frontera, el Far West, una molestia, la nada misma. El antes y el después de él, la bisagra en la historia. San Luis era “para pasarlo por el medio e irse”. Los que se iban no volvían. Ahora la gente “no se va, quiere venir, y vienen”. Los primeros logros que se le vienen a la cabeza: haber superado los 500.000 habitantes y toda la infraestructura construida. Los Apuntes giran en torno a las obras públicas, las casas entregadas (“más de la mitad de la población vive en viviendas sociales, se puede afirmar que San Luis no tiene déficit habitacional”), las cloacas (“ninguno quiere hacerlas porque no ganan la elección, abrís, molestás al vecino, tenés que romper todo, no se ven”), la salud pública (“El Carrillo, el Centro Oncológico, que la residencia dejara de ser la residencia del gobernador, que al fin y al cabo es para la pompa y la ostentación, y ahora sea el Centro”).

Sobre esta piedra edificaré. Un detalle: piedra fundacional, cemento fresco, “tomé la cuchara del albañil y escribí: Ramón Carrillo”. Y siguen diciendo que la historia no sirve para nada, no jodan. Con ese gesto nos dice: vayan y vean quién es Carrillo, qué hizo. Les guste o no, les suene o no, vayan y vean. Se nos adelanta, como (casi) siempre. La historia oficial entra desde arriba y por la ventana, pero entra. Y deja nombres, y cosas, y cosas con nombres. El Ramón Carrillo, esa megaobra tan necesaria, que dicen que está vacía, que no funciona bien. El pueblo puntano lo esperó durante años y llegó, pero tardó demasiado. Seguridad, ¿su punto débil? Dice que no: “no es un tremendo problema”. Nos dice que aquí no ha pasado ni pasa nada. El pater familias que cuida y transmite tranquilidad. La siempre presente disputa entre relato oficial, relato opositor y realidad. Como si dijera: “es una sensación”. “Ni garantismo, ni derecha”, dice. El hombre que está más allá del bien y del mal, pero de repente un nombre: Guadalupe Lucero. “Es un dolor”. Una niña de 5 años que permanece desaparecida hace más de dos. Le cambia el tono: “nunca la encontramos”, pese a “haber hecho todo… un dolor que me queda, que va a quedar siempre, y creo que lo tienen muchos”.

Zugzwang. De repente, un cambio de frente, cual Brujita Verón. Fingir demencia. Por cuatro días locos que vamos a vivir, por cuatro días locos te tenés que divertir: el Mundial de Ajedrez, año 2005. Topalov, piezas blancas, piezas negras, reyes, reinas y peones. “Una obra cultural grandiosa”, hace su apertura el Alberto. Se le ilumina la mirada, se despega de la silla, ahora sí. “Imaginate”, dice, “Bobby Fischer contra los rusos”. Año 2005, un año después del Puntanazo. De Guadalupe Lucero a Bobby Fischer y la Guerra Fría, sin escalas. La sociedad del espectáculo, modernidad líquida. No hay ni siquiera actuación de autocrítica: se hizo todo bien, algunos errores. En deportes, sigue, “estamos viviendo una etapa gloriosa”. Dirigentes, técnicos, deportistas e hinchada: la comunidad organizada. Acá, en San Luis, “toda actividad aeróbica funciona siempre”. Aire, metabolismo, tracción, energía, voluntades. Como si dijera: está todo en su lugar, todo marcha perfecto, no pueden tocarlo. Funciona solo. Se maneja desde el helicóptero y con joystick, a lo La Volpe. De San Luis al mundo, de La Pedrera al centro, “el mundo del cine empezó a ubicar a San Luis”. Nada de medias tintas.

“Ni garantismo, ni derecha”, dice. El hombre que está más allá del bien y del mal, pero de repente un nombre: Guadalupe Lucero. “Es un dolor”. Una niña de 5 años que permanece desaparecida hace más de dos. Le cambia el tono: “nunca la encontramos”

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Me matan si no trabajo. Voz en off, pregunta: “¿cómo impulsar desde el Estado el proyecto de vida, la autonomía y la dignidad de las personas desde el punto de vista de la inclusión?” La respuesta es épica, va al nudo, al 2001. Es, y se considera, el último caudillo puntano del siglo XX. El hombre que explica nuestro XXI. Dice: “El tema nació así. Estaba haciendo una gira como candidato a gobernador. Era después del 2001 y yo hablaba de caminos, de hospitales, de educación. La gente me decía: ‘Alberto queremos trabajo’. Así, muy suavecito”. Les habló con el futuro, la gente le respondió con la realidad, con el bolsillo. “Muy suavecito”, dice: que no se entere el Adolfo (gobernador de la provincia desde 1983 hasta el 2001). Lo dice sin decirlo: pasaron casi 20 años y el Adolfo no le resolvió los problemas a la gente. Hombre que escucha y recuerda voces. Ana María, de Concarán: “Alberto, traé trabajo. Nadie nos da pelota, estamos desesperados”. Y ahí dijo: se acabó. “Yo le voy a dar trabajo a todos los puntanos”. Háblenme de futuro, les responderé con la realidad. Y así nació el Plan. De Ana María de Concarán al centro, del centro a la realidad. “Me volví de ahí y ya no hice más campaña. Y el plan era, bueno, que la gente trabaje. Cultura del trabajo. El plan es que tuviera un horario para ordenar. El trabajo es ordenador”.

Si trabajo me matan. Claro, como si los sanluiseños, después de la crisis del 2001, no lo supieran. Había que decirles: el trabajo ordena, el trabajo dignifica. “El plan era que tuviera una remuneración por encima del nivel de indigencia. Fue una enorme solución”. Así nació, a mediados del 2003, el Plan de Inclusión Social, Trabajo por San Luis. Pero hubo gente que se opuso, dice. Él ya se le veía venir: “había leído un libro sobre inclusión y decía: ‘no se puede hacer en shock, porque se van a levantar enardecidos los gremios formales’. Los gremios de educación, vialidad, justicia. Bueno, yo hice el shock. Y fue terrible. Era todos los días unas marchas impresionantes, primero era los jueves, después era todos los días, y quemaron la casa de gobierno”. Los salvados contra los desprotegidos. Él, dice, la vio, la leyó antes. Se refiere al Puntanazo: un enorme proceso de movilización y lucha de muchísimos sectores que enfrentaron el ajuste provincial y nacional (docentes, estatales, judiciales, católicos, independientes, indignados, izquierdas), y que tuvo de todo: represión, Multisectorial, Carpa de la Dignidad, visita de Madres de Plaza de Mayo, Pérez Esquivel y Patricia Walsh, audiencias con Aníbal Fernández, organización, traiciones, alianzas, rupturas. Para el Alberto es simple, se trató de acomodados contra humildes, de los salvados contra “los de Pico y Pala”. Un pueblo que no era generoso, sino egoísta. Hasta que llegó él. Hizo falta terapia de shock laboral, de trabajo para todos y todas, para cambiar el rumbo puntano. Hizo falta ponerle una bisagra a la historia de San Luis, él lo hizo, y “fue terrible”. Pero “sí, somos los de Pico y Pala (…) los que convertimos el basural del río Seco en río San Luis, que ahora es un parque. Somos los que subíamos a limpiar los tanques de agua en plena epidemia de Gripe A y Hepatitis, somos los que modificamos el río San Francisco para que no tuviera creces, somos los que plantamos los árboles en el río Quinto”. Nosotros (los que limpiamos la mugre ajena) y ellos.

Sin jactancias puedo decir. Voz en off, de nuevo. ¿Por qué son importantes las políticas de identidad y de restitución de derechos? Dice haber sido criado a la machista, pero con mucho respeto a la mujer. “La mamá de mi hijo, la Tona, me enseñó que además de respetar, hay más (…) y bueno, mi hija, mi nieta, me corrigen todos los días”. El caudillo que aprende, el guapo que, si no sabe algo, se “reeduca”. “Y lo voy a decir tranquilamente, porque es lo que siento, yo soy pañuelo verde”. La para de pecho, nuevamente, esta vez no hace falta gambetear ni replegarse, encara de frente: el pueblo huarpe. Su excursión a los pueblos huarpes, a lo Mansilla. Nos cuenta que los aceptó, reconoció e integró. “En el acto”, “había que hacerlo”, “dije: empecemos a dibujar y ya está”. Y después, sigue encarando, los ranqueles. Ahora sí, a lo Mansilla: “Yo soy ranquel”. Hospitales, escuelas, luz, gas, teléfono, internet, “lo que quieran”. Era lo que había que hacer, además “al Estado no le costó nada”. Lo mismo en relación a la recepción de refugiados sirios, el Corredor Humanitario, el trabajo con el Vaticano. “Había que hacerlo, había que abrir el corazón”. Me responden con el bolsillo, yo les hablo con el corazón.

Palabras más, palabras menos. Educación, vuelve la voz en off. ¿Qué elementos tiene y cómo se piensa una política de educación a largo plazo que impulse el talento de los sanluiseños? Escuelas generativas y ULP (Universidad de La Punta, hoy tan comentada producto de la intervención ordenada por Poggi). Dice estar conforme con las escuelas generativas, formato que “abre la cabeza a la innovación”, porque “nosotros formamos una sociedad para la era industrial, y (ahora) estamos en la era científico-tecnológica, la era de internet, la robótica”. Escuelas en las que “todo es innovación”, pero el objetivo tiene que ser que “el chico cuando salga de la secundaria tiene que saber leer y escribir, las cuatro operaciones y comprensión de texto”. Polémico. Cualquiera que conozca el “mundo generativo” sabe que no es tan así. Cada una de ellas es un mundo en sí, que hay mucha precarización laboral y mucha reducción de contenidos. Modelo importado de Suecia o Finlandia, esos países que todo el mundo admira y pone de ejemplo, pero que nadie conoce ni explica cómo o por qué están como están. Cualquier puntano o puntana sabe que estamos un poquito lejos y que tenemos algunas dificultades más que los suecos o los finlandeses. En definitiva, al Estado, el “sistema generativo” le cuesta dos mangos. Es más barato abrir una escuela generativa en un galpón de barrio y contratar docentes monotributistas mensualmente que mejorar el sistema de escuelas públicas de gestión estatal (escuelas secundarias, tal y como las conocemos), con edificios a la altura, infraestructura y sistema de concurso público con condiciones y derechos laborales. Lo dice el Alberto: “la escuela generativa, para el Estado, es una inversión en la que te sobra plata, te queda resto”. Con esa plata que sobra, dice, se puede “traer al premio Nobel”. Cualquier docente, padre, madre, familiar, amigo, o lo que sea, conoce los problemas educativos de toda índole que tenemos en la provincia, sin importar si se trata del nivel inicial, primario, secundario o superior. En menos de 10 años, el total de escuelas generativas en la provincia ya superó al de escuelas públicas de gestión estatal (96 contra 67). Sobre la ULP: formación de programadores, “tiene premios internacionales, los que quieras”, “tiene tratados con la NASA”, y “ha traído los astronautas rusos”. Digamos: “si alguien está en la carrera espacial, es la ULP”.

El violento oficio de gobernar. Negarlo es imposible. El Alberto es todo eso. Hay que explicarlo y contarlo desde adentro y no desde afuera. Es lo que dice, pero también todo lo que omite. Las mentiras y las verdades, las luces y las sombras

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Las cosas claras. San Luis como el primer Estado del mundo en declarar la inclusión digital como derecho humano. “Somos los primeros”, siempre los primeros. Los primeros en todo, todo bien, siempre adelantados: calentamiento global, conectividad, ciencia y técnica, innovación escolar, reservorio de agua, forestación, premio Alberto de Mónaco, la Cumbre de Copenhague, los “millones de árboles plantados”. Furcio. Dice: “Al Gore me invitó a mí”, pausa, se corrige “me invitó a mí en representación de San Luis”. El hombre que habla por la provincia, que se siente expresión de la provincia. ¿Acaso no lo es? San Luis, la “fábrica de oxígeno”. De San Luis al mundo. “Nosotros les vamos a explicar a ustedes cómo hacer las cosas”, le dijo Alberto a Macri y a los gobernadores. Traigamos al Nobel, a los astronautas y a la NASA. Si el Adolfo está en el bronce, el Alberto está en las cosas.

Yo no me caí del cielo. Voz en off, de nuevo: Tener un presupuesto equilibrado como piedra angular de un Estado eficiente y transparente, ¿es una decisión ideológica o pragmática? “Hay que tener equilibrio fiscal”, sentencia Alberto. El equilibrio, el justo medio, el hombre que sabe cómo hacerlo. Y a medida, ni más ni menos. Un sastre de la política económica, fiscal, distributiva. Está convencido de que conoce la provincia como nadie y que sabe lo que ella necesita. Apuntes no tiene desperdicio. Hay que verla. Es un balance con aires de despedida. Hay satisfacción, nostalgia, justificación, cierto agotamiento. Despedida del Alberto, al menos, veremos si del albertismo. “Cuándo empezaste”, “cuándo hiciste”, “cuándo decidiste”, “contanos”, “decinos”. Siempre es él, acostumbrado a mirar desde arriba, a que le consulten, que lo miren desde abajo. Qué los propios le pregunten tímidamente, que le pidan, que le digan “El Gober”. Es construcción de poder, armado, dirección, capacidad política, militancia. Es todo eso. Es ejercicio del poder, fuera del poder todo es ilusión. ¿Acaso qué será la política si no? Es política y es economía. Es la albertización de la política. Es territorio, es acuerdo, es arreglo, es rosca, demagogia, discurso, realidad, ficción, organización, poder, gestión, presencia, cuerpo, intimidación. No se puede gobernar sin ficción, sin épica, sin relato, sin apropiación del pasado, de la historia.

El violento oficio de gobernar. Negarlo es imposible. El Alberto es todo eso. Hay que explicarlo y contarlo desde adentro y no desde afuera. Es lo que dice, pero también todo lo que omite. Las mentiras y las verdades, las luces y las sombras. El Alberto es la entrega de miles de viviendas, la infraestructura, el Wifi, la ULP, el Plan De Inclusión, el Cabildo, la Casa de Tucumán, La Pedrera, la puntanidad, el Ramón Carrillo, la autopista, EDIRO, los barrios, el corredor vial, Terrazas, el Tour de San Luis, los festivales, el pronunciamiento a favor de la IVE. Pero es también: la represión del 2004, los casos Luna-Martínez y Jaime Emma, la carta a Massera, el “no” a Macri, El Durazno, el perdonado por Estela de Carlotto, el de los viajes privados de lujo, el defensor de la psicología del puntano (del filofascista Víctor Saá), el “no” como senador a las leyes de impunidad de Alfonsín en medio de los dardos radicales de la reconciliación nacional (mientras afuera se escuchaban las Madres: “¡Que traigan al gobierno radical, para que vean que este pueblo no cambia de idea, no quiere amnistía ni punto final!”), dijo el joven senador en aquella oportunidad: “Obediencia Debida, un engendro que no es sino la amnistía encubierta del 98 % de los delincuentes que sembraron la sangre y entristecieron a todo el pueblo argentino”. El “mamarracho” durante el debate por la Reforma Constitucional del 94, el gobernador del Encuentro Nacional de Mujeres, el que piloteó la pandemia y la cuarentena, el caso Guadalupe, las muertes en comisarías durante la pandemia, el gobernador de la represión en Pagoda, el de las obras faraónicas, el de la “seguridad comunitaria”, el que sacó la casa de gobierno del centro de la ciudad, el que quiso traer a los Rolling Stones, el de Andrea Del Boca, las Escuelas Generativas, el vino Calígula, la doble intendencia, el que trató de “patoteros” a los bomberos voluntarios, la dupla con Trombetta, el de las idas y vueltas con su hermano, sus “veinte verdades”, el de la ley de lemas, los niveles de pobreza de la provincia, la crisis educativa, la falta de trabajo.

El final es en donde partí. Final. Reflexiona: “Si a alguien le he hecho daño, ¡cómo me gustaría saberlo! Ir a pedirle disculpas, o remediarlo si puedo. Últimamente he querido hablar con los adversarios y no quieren hablar. Ellos dicen del diálogo, pero yo los llamo, no quieren hablar. Eso es, por ahí, lo más complicado. Uno no quiere imponerle al otro, pero el otro tampoco quiere hablar. No quiere, quieren imponer. Entonces, se hace muy difícil. Ahora, que lo diga yo así, el otro va a decir lo mismo y no ganamos nada. Ese es un tema que no lo puedo resolver”. Pregunta: ¿Qué te parece importante para gobernar? ¿Qué tiene que tener un gobernante? Por tu experiencia, ¿qué cosas son importantes? Dígame, díganos, después de tantos años en esto de la política: qué hay que hacer, cómo, dónde, qué hay que tener, cómo hay que ser. El otoño del patriarca. El siglo XXI puntano concentrado en una figura. El hombre suspira, mira firme, una pausa, mueve la cabeza lamentándose, se inclina. Para gobernar hay que tener, dice, “algo que no tiene ninguno”. Ese algo “se llama generosidad”. Dice, termina, se echa para atrás. Mirada triste, solitaria y, ¿final?


[1] (607) Apuntes para gobernar – Alberto Rodriguez Saá. – YouTube

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