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Milei demostró que para él la política es una revolución por decreto o irse a su casa. Se jugó el futuro del gobierno en las dos semanas, sin tener un triunfo asegurado, con la valentía propia de quien no tiene tanto que perder. Mauricio Macri, que hoy le da una palmadita en el hombro, no se animó cuando tuvo la oportunidad. Decidió preservar su capital político y apostar a al gradualismo emperifollado con toques Obama y estética Trudeau. Milei también parecía una bolsa de promesas que no ejecutaría, pero se plantó. La apertura de mil frentes genera una sensación de caos que anestesia; la confusión es su primera victoria, no un descuido. Quiere meter todo de un saque y ponernos a debatir sobre los jueces con toga, la reventa de entradas sin límite y la necesidad de que tres personas pidan permiso para hacer una protesta.

Federico Sturzzenegger compiló las voluntades del poder real y Milei se concentró en la defensa del relato. Le pareció que la Nochebuena era un momento oportuno para discutir en Twitter con el fallecido Hugo Arana, al que trató de bruto, ignorante y resentido. La frase de cabecera de los libertarios mutó del “no hay plata” al “no la ven”, para agudizar la polarización en una caza de orcos. Detrás de la estrategia comunicacional está Santiago Caputo, el Peaky Blinder de Javier, que camina por la explanada de la Rosada con sus tatuajes de la mafia rusa y un cigarrillo apagado en la boca. Son pocos los que le conocen la voz, aunque habla todos los días con Milei.

El DNU entra en vigencia este viernes y le espera una ola de amparos; necesita además la complicidad de algún sector de la oposición para el visto bueno en el Congreso, que en enero mostrará su músculo con el debate de la Ley Ómnibus, el resto del programa reformista. Si lo aprueban, le delegarán a Milei facultades legislativas hasta diciembre de 2025, habilitarán la privatización de 41 empresas, aceptarán que aumente las jubilaciones por decreto hasta tener una nueva fórmula (definida por el Ejecutivo), disolverán el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses (FGS) y sus activos pasarán a manos del Tesoro, entre cientos de reformas sobre temas conflictivos. Los libertarios meten presión a los diputados y senadores que por “sádicos” o “corruptos” quieren hacer caer el decretazo, mientras distraen con el Gran Hermano de manifestaciones y la discusión sobre la efectividad del protocolo de Patricia Bullrich.

Muchos empezaron a hablar de “la era Milei” desde el día de la asunción, un peso presuntuoso para una gestión que todavía no mostró los pingos. Empezó decidido a pasar del voluntarismo a la acción y cumplir sus promesas, apoyado en las grandes firmas de abogados que le cuidan la letra chica y un viento de época que lo empuja a ir por más. En lugar de negociar, decidió aprovechar su momento y redoblar; una estrategia audaz para un presidente que no tiene gobernadores propios y es tercera fuerza en el Congreso. Si el reseteo no arranca se expone a un desgaste anticipado. Por eso se atajó al hablar de plebiscito, convencido de que una consulta popular no vinculante lo relegitimaría si lo obstruyen. Milei atropella con el espíritu de los que “la ven”, sin deliberaciones, en un país que no le niega a nadie la oportunidad de reconvertirse en panelista.