
La carne descansa, el símbolo está ardiendo. A Maradona lo llevamos como un tatuaje invisible, como un fantasma que transpira en nuestras vidas. Es la ilusión del eterno retorno: siempre podemos levantarnos. Pero bueno, ahí está. Trasladan el cuerpo, pero Maradona ya está en todos lados.
Un pasaporte en medio del desierto. Si el mundo marcha hacia la desdicha, Maradona es la construcción de un lugar donde ir cuando el desamparo pega fuerte. Gambeta, gol y corrida al infinito.
Maradona también es el atravesamiento: una línea de tiempo en todas nuestras bio-grafías. Los recuerdos borrosos del 86 me encuentran pegado a un televisor Talent blanco y negro de 14 canales. Pero para lo que tenemos cuarenta y monedas el Mundial es el del 90. Porque es el heroísmo, el sufrimiento infernal, el “a pesar de todo” algo se puede.
Maradona es “eso que es” por la imposibilidad de asirlo, de envolverlo, de institucionalizarlo. Es un destino sudamericano. A diferencia de Borges o San Martín, murió entre nosotros.
Como decía Roudinesco, cuando la muerte llega no es solo el fin de algo particular, “sino el fin de algo total”. Porque la muerte es algo inconsolable, y está bien que lo sea. Porque es la forma de perpetuar ese amor que no cesa.
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Comentarios
Anahi
el 27/11/2020???muy bueno Juan
M. Liliana
el 27/11/2020Felicitaciones Juan!!!! Excelente!!!?
Alberto
el 27/11/2020Excelente comentario
Mabel
el 27/11/2020Muy bueno Juan cómo siempre ompecable