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“Voy a ser el primer presidente liberal libertario de la historia de la humanidad”.
Javier Milei

Los argentinos de bien se movilizarán el 10 de diciembre para celebrar el Día del Orgullo Libertario. Una fiesta nacional interclasista en la que los Rappi confluirán con los Benegas Lynch, los pañuelos celestes avanzarán junto a las motosierras de cotillón y los cosplayers inundarán las calles al ritmo de Dragon Ball Z. Victoria Villarruel marchará por Diagonal Norte con los coroneles del subsuelo de la patria sublevados, mientras los saludan con los dedos en la sien Bolsonaro y Bukele. Adentro de la Rosada esperarán las primeras damas: Karina Milei, de blanco, con un mechón rubio cayéndole sobre la cara, y Fátima Florez, con un collar de perlas y los ojos cargados de rimmel en homenaje a Cristina Kirchner. Cuando suene al palo el tema del león, Javier caminará entre la gente hasta alcanzar su destino.

Alberto ya le habrá entregado la banda en el Congreso, donde se escuchará todo el cancionero de la resistencia. Habrá caras largas y advertencias de los Gordos de la CGT, que minutos más tarde se amontonarán para apretarle la mano a la superministra Sandra Pettovello. Los libertarios le harán el aguante a Milei con el clásico la casta tiene miedo y luego se repartirán las habitaciones de huéspedes que usarán como despachos para trabajar desde Olivos.

A Villarruel se la vio sonreír en una entrevista con Breakpoint, el canal de streaming que consumen los adolescentes de derecha. “Vos sos un levanta señoras”, le dijo fresca al conductor y lo rechazó en vivo: “Conmigo no hay forma, porque yo soy más alta y no miro enanitos”. En la presidencia de Milei volverán a causar gracia los chistes de Yayo y se habilitará el uso corriente de expresiones canceladas como mogólico, zurdo asqueroso o tanque australiano de medialunas. Un productor agropecuario publicó el domingo del ballotage la imagen de una yegua bebé junto a la boleta de La Libertad Avanza y contó que le puso Victoria a la potranca, en honor a la vice. “Qué preciosa”, le respondió Villarruel, consagrada como la MILF que intimida a los enanos fascistas y con la que se ratonean los señores de familia. Niega a su novio, el diputado electo Guillermo Montenegro, que hace años la cuida poniéndole la firma a cualquier papel de su fundación y su partido.

Los rechazos a la gestión Milei crecerán con los despidos y se acumularán en las calles. “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, avisó Javier. A Macri le pareció poco, porque les pidió a los jóvenes que salgan a combatir a los “orcos”. Pero los chicos macristas no parecen convencidos de poner el cuerpo para defender un proyecto que guiona Karina Milei en lugar de Marcos Peña. También dudan del éxito de una gestión en la que los Newman Boys fueron desplazados por los ex alumnos del Colegio Manuel Belgrano.

Dos hombres de la mesa chica de Milei, Santiago Caputo y Ramiro Marra, son “Manolos”, como se hacían llamar los estudiantes de esa escuela hace 20 años, cuando dejaban su sigla en las paredes del barrio: LGB (Los Guachos de Belgrano). También egresaron de esa escuela Eugenio Casielles, Javier Iguacel y Martín Menem. A Marra lo echaron antes de terminar 5to y hay un mito urbano sobre eso. Ante la resistencia de una chica a su invitación a salir, decidió dar un salto al vacío tirándose de un balcón con un paraguas desde el primer piso. Se rompió las dos rodillas, le costó la expulsión y lo apodaron Mary Poppins.

Los Manolos, acostumbrados a moverse en barra, con vínculos que nacieron en el aula, crecieron en algún tercer tiempo y se consolidaron un enero en Ku Pinamar, tienen por delante el desafío de sus vidas. Además de compartir códigos y cumpleaños, ahora el destino de la cofradía quedó atado a su éxito o fracaso en la gestión pública.

Milei está apurado porque le recomendaron matar al fantasma del gradualismo y liquidar todas las reformas en los primeros meses. Depurar el Estado, derogar leyes, dejar en coma al Banco Central y alcanzar la dolarización. El pequeño Javier creció víctima de bullying, rechazado por todos sus padres: el que lo vio nacer, el que lo formó en la empresa y los que lo empujaron a la política. Hay un mérito personal en su tránsito veloz -invisible para muchos- de panelista a presidente, sin aparato ni estructura ni formación que lo haya acompañado en el proceso hasta que Mauricio Macri le tendió la mano. Ahora tendrá sus seis meses de gracia, los que le concederán los argentinos de bien, para demostrar que el orgullo libertario vino para quedarse.