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17 de agosto 2023

Lucía Aisicoff

EL JARDÍN DE AL LADO

Tiempo de lectura: 4 minutos

En tiempos difíciles es probable que algunos decidan cerrar la puerta y dedicarse a cuidar su jardín. Los que se ganaron su metro cuadrado de sol, fruto del esfuerzo, de la meritocracia o alguna herencia familiar, pueden recurrir a la indiferencia como mecanismo de defensa y comprometerse de lleno a la tarea de mantener vivas sus plantas. También tienen la opción de subir la música el día que estén caminando en patas sobre el pasto y escuchen llorar en el jardín de al lado a una chica a la que insultan entre cuatro. Por puta, troska, kuka, torta. Da igual. Lo que se escucha hoy es que algunos vendrán a cobrarse ofensas, que los varones silenciados quieren revancha.

Si gana o pierde Javier Milei ya no cambia tanto la cosa, porque Milei es un síntoma del cambio de época y a esta altura lo que más asusta no es verlo con la banda presidencial sino el clima en la calle, la validación de la violencia. Eso no apareció como sorpresa este domingo, se sentía desde antes. Milei es el hartazgo de las mayorías populares que viven muy mal y llevan años sin respuestas, pero también es el sobregiro de los que se sintieron expulsados por las políticas de “inclusión”. Su plataforma improvisada o los esfuerzos por mostrarse como una persona neurotípica y heteronormativa no son su mayor atractivo. Su sex appeal es la locura. Porque Patricia Bullrich hizo un spot en el que atropelló kirchneristas y narcos, y la repudiaron, sí, pero todos asumieron que si le tocara gobernar iba a aflojar un poco. En cambio con Milei no se sabe, la sensación es que se animaría a apretar el acelerador a fondo y que pase lo que tenga que pasar, aunque choque. Es un loco que no tiene nada que perder. 

Se puede ir contra Milei, ¿se puede ir contra la época? El violeta se expande homogéneo en el país federal que nos prometió Alberto Fernández, el mismo que recorrieron Larreta y Bullrich

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Hace cuatro días que arrancó la caza de brujas. Todos explican lo que se hizo mal, lo que se hará mal, por qué la gente siempre vota mal o nunca jamás podría votar mal. Twitter es el inodoro público de las convicciones. En el diván peronista se habla de la “desconexión” con la calle, pero nadie profundiza sobre cómo debe hacer este peronismo arrasado para conectar con la descomposición social arrasadora. Le piden una salida distributiva al peronismo sin plata. Sergio Massa responde con una suma fija y la promesa de otras medidas, pero no hay mucho más para rascar. Y en el medio la devaluación. Los seguidores de Bullrich cuestionan al voto libertario por no haber entendido que el ajuste y la represión sólo los puede garantizar ella. No registran sus propias limitaciones: el fracaso de su alianza todavía está fresco, hace un año Larreta era el presidente inevitable y hace cuatro días el futuro del país iba a definirse en su interna partidaria, pero ahora ni siquiera tienen la certeza de que la ex ministra llegue a un ballotage. El voto castigo no fue solo al peronismo.

Bullrich y Massa perdieron la elección. No importa que haya sido un resultado de tercios, porque Milei ahora corre con ventaja. En estos diez años rotos de “¡viva la grieta! y concebir a la polarización como un incendio controlado”, llegó el que los polarizó a todos. El escenario está abierto, pero ambos tienen una dificultad grande para sumar el voto que les falta. Patricia está incómoda en el medio del sanguchito de dos que se eligieron como rivales. Del “si no es todo, es nada” debe mutar a una larretización forzosa. Los suyos están confundidos, porque no sólo el kirchnerismo y Massa inflaron a Milei, ellos también lo hicieron cada vez que le festejaron que tratara de colectivistas y zurdos de mierda a los moderados de su propia coalición. Ahora deben bloquear los canales de diálogo que con mucho esfuerzo habían construido con los lúmpenes que se organizaban en los márgenes del sistema democrático para salir a hacer escraches. ¿A quién vota Mauricio Macri?

En el diván peronista se habla de la “desconexión” con la calle, pero nadie profundiza sobre cómo debe hacer este peronismo arrasado para conectar con la descomposición social arrasadora. Le piden una salida distributiva al peronismo sin plata

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Bullrich y Massa terminarán apelando a la campaña del miedo, ya sea para octubre o para un ballotage. El monstruo será distinto: ella dirá que Milei es el helicóptero, él asegurará que viene a dejarnos sin nada. Mientras tanto Milei no para de hablar. Ahora se comprobará si también fracasó la teoría de los consultores que se la pasaron diciendo que cada vez que abría la boca el libertario caía en las encuestas. Ante cada problema, Milei ofrece una respuesta rápida: a la inflación se la combate con dolarización, a la inseguridad con portación de armas, a los ñoquis con privatizaciones. Queda la ilusión de enfrentarlo en las urnas o frenarlo en la calle.

Se puede ir contra Milei, ¿se puede ir contra la época? El violeta se expande homogéneo en el país federal que nos prometió Alberto Fernández, el mismo que recorrieron Larreta y Bullrich, y con el que fantaseaba Juan Schiaretti. Lo votó el pobre, el rico, el harto y el que no eligió una feta de jamón, lo quiso meter a él. En tiempos violentos algunos tienen la opción de recluirse en su jardín. Consolarse con lo cíclico de la vida, saber que ya vendrán días mejores. Pero una tarde, mientras riegan las plantas en patas para conectar con la naturaleza, se sorprenderán al ver que la enredadera que crecía en el jardín de al lado se empezó a meter, de a poco, en su propia casa.

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