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14 de diciembre 2023

Lucía Aisicoff

CORAZÓN DE LEÓN

Tiempo de lectura: 3 minutos

Néstor Kirchner le pedía a la juventud que fuera transgresora y los chicos que siguen a Milei sin duda lo son. Él se anima a romper las normas como si fuera uno de ellos, un hombre niño al que lo delata la expresión. Y así salta de una emoción a la otra: la felicidad cuando sus papás lo miran desde el palco, mostrándoles la medalla que le dieron en el campamento; la excitación cuando dice con voz ronca: “Hola a todos, soy el León”, como el travieso que agarra el micrófono de prepo en el concert de fin de año para gritar una guarangada; la ansiedad cuando le sonríe Cristina Kirchner, la que no le daba bola en 7mo hasta que un día se interesa por él y lo mete en su casa, le muestra dónde está el baño, lo escucha hablar de Conan; y la emoción que lo desborda al abrazar a su hermana Karina, devolviéndole un poquito de lo que ella relegó para cuidarlo toda su vida al convertirla en primera dama.

Cristina nunca hubiera mirado a Macri como lo miró a Javier. Le perdonó las agresiones contra los zurdos, le dejó pasar la fantasía de la inflación plantada del 15 mil por ciento anual y las cifras no chequeadas sobre muertos por Covid. Demostró que para ella Macri es otra cosa, porque Milei no se ensaña con que la quiere presa, no se mete con sus hijos, no nombra jueces para perseguirla. Hay algo en él que es tolerable para Cristina, porque no le retiró el saludo como a Mauricio ni le clava la mirada helada como a Alberto. A Cristina nunca le gustaron los empresarios ni los tibios. En Milei ve un tipo auténtico, popular y equivocado, al que ya tendrá tiempo de criticar en TikTok. Ahora le da una bienvenida afectuosa, lo deja ser y hacer, mientras algunos peronistas repiten que, a diferencia de Macri, al menos éste tiene buenas intenciones.

Milei tiene un abismo estético con Macri, porque él quiere exhibir la miseria. No le interesa conseguir una Juliana Awada que muestre su huerta orgánica en Olivos ni llamar aluviadores pluviales naturales parquizados a los canteros

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Fue un acierto de Milei no hablar adentro del Congreso el día de la asunción y que lo criticaran varios políticos pacatos. Kirchner buscó el mismo efecto cuando firmó con la Bic y se ensangrentó en la puerta de la Rosada cuando le cabeceó la cámara a un fotógrafo. El gesto de Milei lo mostró lejos de la casta que le pedía empezar su mandato con explicaciones a diputados que viven a las puteadas y senadores que sesionan una vez por año. Milei eligió hablarles a sus festejantes y eso no significa que va a intentar gobernar por decreto, fue sólo un plano corto de la escenificación rupturista, igual que la decisión de liquidar la pauta oficial. Lo felicitaron los libertarios y también Juan Grabois.

Javier se fue a festejar Janucá y le cedió protagonismo a Toto Caputo, que volvió a explicar en corbata que la economía del país es como la de una casa. Cuando termina la función del circo ambulante y se corren Karina, Lilia, Fátima y los Benegas Lynch, ya no queda locura ni rebeldía ni osadía en la intención de aplicar un ajuste ortodoxo. Con Caputo volvió el mantra del sufrimiento que algún día será recompensado y Javier prometió, ovacionado por los Lubavitch, hacer una “revolución moral” para que la luz le gane a la oscuridad.

Milei eligió hablarles a sus festejantes y eso no significa que va a intentar gobernar por decreto, fue sólo un plano corto de la escenificación rupturista

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A Milei le dijeron que la verdad nos hará libres y le aconsejaron contarlo todo. Arrancó Patricia Bullrich cuando todavía en campaña propuso entrar con una cámara al Banco Central para filmar lo que dejaba el gobierno de Alberto. Ahora los macristas quieren ocupar las dependencias públicas para transmitir en vivo los cables arrancados, los CPU destruidos, las cucharitas que faltan en algún ministerio. Van a limpiar hasta la última estampita con la cara de la jefa pegada en el biombo de alguna subsecretaría, porque creen que eso sirve para justificar despidos y achicar el Estado, dos decisiones que implican menos de medio punto del PBI pero colaboran en sostener el clima de época.

Milei tiene un abismo estético con Macri, porque él quiere exhibir la miseria. No le interesa conseguir una Juliana Awada que muestre su huerta orgánica en Olivos ni llamar aluviadores pluviales naturales parquizados a los canteros. Dice las cosas como son: “No hay plata”. Sus seguidores le valoran la sinceridad, lo aplauden cuando dice “motosierra” y le demuestran que el pacto de confianza sigue intacto. ¿Aguantará cuando empiecen a sentir que las consecuencias del Caputazo no las va a pagar la casta? Por ahora Milei baila en su fiesta popular del ajuste, se emociona con una calle que le dice que sí, que lo aclama, y se propone disfrutar como nadie sus meses de gracia.

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