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25 de octubre 2023

Florencia Angilletta

TODOS LOS PUBIS JUNTOS CON MASSA

Tiempo de lectura: 6 minutos

“Cartas en el asunto” es el primer newsletter de Revista Panamá, escrito por Florencia Angilletta, sobre los 40 años de democracia. Aquí la suscripción para recibir quincenalmente los siguientes envíos por mail.

Uno

Numerito más, numerito menos: el treinta por ciento del país votó a La Libertad Avanza en las PASO y los volvió a votar en las Generales. Un partido joven, nuevo, “outsider” –una tendencia que no empieza ni termina en Argentina–. Politológicamente, el espacio conforma una tendencia opositora y, dicho rápido, antiperonista. Sociológicamente, los votantes de Milei –cuyas razones exprimimos estas semanas más que las naranjas de jugo– son más transversales y escurridizos. No están donde se los espera. No se quedan donde los “encuadramos”. Digamos: los subrayados de “anti política”, “derechización” o “ultraderecha” son formas de hacer pasar por sociales definiciones politológicas. Y cierta lectura politológica –clásica– resulta insuficiente para poder leer esta escena en la que estamos metidos.

Pero esta misma cuadratura, la distancia entre una explicación “por arriba” y otra “por abajo”, aplica a los notables puntos de crecimiento de Massa entre agosto y octubre. Nadie se animaría a leer en clave de politología esa captación de voto sólo como una vuelta al voto peronista. Más bien, han sido los resortes sociales los que hicieron de esta elección una elección distinta: por momentos, un voto contra Milei. (Si las PASO se organizaron socialmente como un “no” a la gestión peronista de los últimos años, las generales se definieron como un “no” al avance de Milei. Tres elecciones, tres campañas.)

Bienvenidos/as a un nuevo envío de estas cartas panameñas: esta vez, una canción para esta semana tras el resultado de las elecciones generales.

Dos

¿Qué hizo Milei en el acto del cierre de su campaña en el Movistar Arena apenas una semana atrás? No importaba el resultado: el 2003 como organizador de la política argentina estaba terminado. Mofándose de todo manual de conducción política, con la convicción de acabar con la casta y devolver el poder, Milei despedía el sistema de partidos conocido. Kirchnerismo y macrismo, veinte años de 2003.

Imágenes de demoliciones. Muñecos de peluches con motosierras. Él entrando con un hermoso tapado de cuero al grito de “yo soy el león”. Fátima Florez, su reciente novia, en una suerte de balcón privado vidriado desde donde se hacían corazones en el aire (muy de época, de lejos prometían hacerse de todo; de cerca, nada) enfundada en un catsuit violeta. En el discurso, Milei volvía a su genealogía: los principios de libertad desde Alberdi. Siglo XIX y después. A la patria la fundaron los liberales. Era capaz de hacer guiños con los propios: “En el fondo tienen algo de espíritu populista cómo saben las canciones que me gustan”. Hacía una invocación: devolverles, repatriarles ante tanta desposesión. La escena cumplía con todos los clichés de las descripciones: mayoría de varones, algunos venezolanos, los micros de Barrionuevo, algún que otro bolso rojo de Rappi. Aunque un cartel de La Matanza y unos ojos rojos de llanto de una muchacha cortaban ese paisaje.

(Cuando terminó la transmisión del acto, fui capaz de hacer los mismos comentarios que Viviana Canosa. Apenas unos días antes, en la marcha del 28 de septiembre por los derechos reproductivos, una colega había dicho: estamos como las intelectuales horrorizadas ante Trump. Imaginar a esas señoras de las costas este o oeste de los Estados Unidos, con sus matchas verdes en las manos, sus tote bags de ilustraciones de museos, diciendo qué es esto. Una reacción epidérmica: mersa, iletrado. La patria es el otro. El bárbaro, también. ¡Vienen por mí y por mis ideales! Nos llenamos de populismo y nos fuimos quedando sin pueblo. Demasiados libros de Laclau y poco olor a contemporaneidad.)

Tres

Toda esta carta podría resumirse en cómo puede explicarse que Larreta no sea el próximo presidente argentino. A veces la explicación más sencilla es la más certera.

Cuatro

Veinte años, tabula rasa de la política. Cuando empieza. Tener hoy veinte años. Haber nacido cuando empezó. Algunas chicas pueden subir contenido erótico a Only Fans, pedir dólares para la fiesta de 15; puede estar cada vez más lejos irse a vivir solo o estudiar una carrera universitaria. Pandemia. Quedó atrás y se habla poco. Demasiado poco. Como si se hubiera sobre narrado en tiempo vivo. Aunque es parte de la piel de esta transformación. Llegar a los veinte con la pandemia adentro.

Leer la racionalidad de la rotura es ir a agarrar la papa caliente. El mundo político que conocimos no existe más. Como una caída de un régimen, de un telón. Game over. No importa cuál sea el resultado electoral final: hay un resultado que funciona ya, de hecho: las dos figuras que organizaron la política de las últimas dos décadas, CFK y Macri, no son candidatos. Generacionalmente, entramos a una despedida, un duelo, o algo más difuso, que todavía no se puede terminar de delinear. Época rota: diez años de crisis, diez años que dicen “no va más”.

Juntos por el Cambio viene de una interna compleja y un saldo más perplejo: quizá el huevo de la serpiente, el fin de la “moderación” como respuesta tibia a la política de la grieta, empezó cuando perdió Larreta. Ley de punto final de la sociedad: se viene el estallido. Porque ya estalló. Porque el futuro, ¿dónde está? ¿Se pueden vivir diez años en crisis? No siempre igual, no siempre de la misma manera. Es una crisis rara, todavía con billetes, aunque sin certezas. Las relaciones entre salarios e inflación, entre dólares y acceso a la estabilidad. Diez años que compramos muchas cosas, pero no compramos ni un poco de orden. Tenemos la espalda corta.

Juntos por el Cambio viene de una interna compleja y un saldo más perplejo: quizá el huevo de la serpiente, el fin de la 'moderación' como respuesta tibia a la política de la grieta, empezó cuando perdió Larreta.

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Mientras, apelar a las razones de los votos son, a lo sumo, cierta concesión “desde arriba” a la argumentación “desde abajo”. Jaime Durán Barba, que supo ser un analista inteligente, cayó en este mismo tipo de achique entrevistado por Novaresio: “El resultado fue posible por el temor al aumento del colectivo”. Los votos son votos. Una persona, un voto. El grado cero de la democracia. Una racionalidad nunca es clientelista.

Cinco

Día de elecciones. Una urna de cartón. Millones de cartones, sobres, papelitos. La otra emisión. (Al final de la noche cuando estaba cerrando la fiscalización de un colegio en CABA, la fiscal de Juntos por el Cambio me abrazó y se largó a llorar: “lo único que quería es que no gane Milei”, me dijo.)

Seis

El ministro de Economía de un país roto, el “traidor” al que le cantaban, el político de familia política que ama la rosca más que la vida pudo… ganar. No lo explica la política. Argentina es más social que política. Y tanto como la sociedad fue capaz de transmutar diez años de mierda en el apoyo a Milei, también fue capaz de estos resortes. Estas semanas finales se activaron todos. Hasta en los colegios parroquiales se enviaban en los cuadernos oraciones por la patria. Cada sector –cada persona– forzó, estiró. Pusimos un voto en la urna e hicimos una de más de la que hubiéramos hecho. Sentimos de cerca el rugido de ese león. Se acentuaron las imaginaciones, las fuerzas. El “no” a Milei movió lo que hace tiempo no se movía.

Pero si el domingo fue de la sociedad, el discurso fue del candidato. Massa, a diferencia de Alberto que llegó sin un pueblo, comenzaba a volver a la promesa con la que nació: encarnar la renovación. Pablo Touzon y Federico Zapata escribieron: “Podría sostenerse que Massa procrastinó su misión histórica, le puso un paréntesis, pero que nunca terminó de abandonarla”. Entonces, Milei no sólo contribuyó a la licuación de los votos opositores –esa  verdad de Perogrullo–; más bien encarnó una tarea mayor. Dar por finalizado el ciclo 2003-2023. Massa sí remató en el acto: “fin de la grieta”. Casi como el que patea al arco cuando la jugada está hecha. Los forzamientos a los que condujo Milei hacen que sólo una nueva época pueda con la crisis –en su fase agónica– como la que estamos. Pero lo demás ya no corre por cuenta de La Libertad Avanza.

No olvidemos el bosque: el porcentaje alto. Altísimo. A los que el Estado no llega. Milei lo dijo: qué carajo hace el Estado por vos. Todos mantienen a alguien: los trabajadores a la casta, los millones que trabajan a los que viven del Estado. No todos sintieron alivio la noche del domingo. Y la presión de las Leliq continúa.

El ministro de Economía de un país roto, el 'traidor al que le cantaban, el político de familia política que ama la rosca más que la vida pudo...ganar. No lo explica la política. Argentina es más social que política

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Siete

Un día después de que fuimos a votar un pequeño remanso nos esperaba: sus 72 años. Ha sido un año bravo, la parca ronda cerca, circularon rumores horribles. Pero Charly García está vivo. Vivo para los cuarenta años de democracia. Garante. Garante de una fuerza brutal, tectónica, resurreccional. Un cuerpo flaquísimo que soporta la Argentina, la democracia, las décadas, los muertos, la corrupción, las mesas familiares, las tensiones. Lleva encima el karma de vivir al sur. Esa antena que capta el otro lado del espejo. La vida y la muerte en ese cuerpo. El corazón bombea. Guarda algo. Es un secreto, y no. Charly: suena el disco en silencio adentro de su sangre. La otra constitución es ese recital del Luna Park en 1983. La democracia en estos cuarenta años creímos a veces que era una escalera al cielo. Ahora miramos las raíces: ¿están? Los sustratos. El cimiento de nuestra casita democrática. De los consensos y acuerdos. Todos los pubis juntos.

Hasta la que viene.

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