
“El que quiera restaurar el comunismo no tiene cabeza; el que no lo eche de menos no tiene corazón”, dicta el epígrafe de Vladimir Putin del libro que Emmanuel Carrère escribió sobre la agitada vida política y cultural del exiliado poeta ruso Eduard Limónov (1943-). En menos de 140 caracteres Carrère busca sintetizar la extraña, para muchos al menos, contemporaneidad post-soviética en la que la ex-URSS elige democráticamente un poder de hierro (Putin) luego del paso por el “gobierno blando” de un Boris Yelsin, tiempo después de la caída del imperio comunista. Porque Limónov tiene dos almas gemelas, una literaria y otra política. Almas gemelas que se caracterizan por haber triunfado en la busca del reconocimiento social y el prestigio y según el caso el poder. Alma literaria: Alexander Solzhenitsyn (un poco también Joseph Brodsky). Y alma política: Vladimir Putin. Exitosas némesis que aceitan el motor de la historia de la vida de Limónov: el resentimiento.
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