
¿En qué época estamos? ¿Qué cosas de las viejas promesas de la democracia están en juego o en peligro? ¿Qué nos promete la democracia que no haya incumplido? ¿Los valores progresistas, el llamado “consenso alfonsinista”, están en la puerta del abismo?
Momento particular e incomparable del mundo. La pandemia funcionó como esa sábana que se le tira al fantasma para poder ver su silueta. ¿Hay crisis pero qué es lo que está en crisis? Con un sistema de salud colapsado y un contador de personas fallecidas en la televisión todos los días, muchas de nuestras verdades ya no están. ¿Qué aprendí en estos casi dos años? A vivir más y más en la incertidumbre. Y, a la vez, mientras las viejas palabras se gastan, me pregunto: ¿y los que vienen, y los que venimos? Como cantaba García en la “primavera democrática”: desprejuiciados son los que vendrán.
Las militancias juveniles que hoy se enmarcan dentro del Frente de Todos hace tiempo vienen planteando como en un runrún más o menos audible un debate político-generacional. Algo que se profundizó con la pandemia y particularmente con el correr de la gestión del gobierno. Gran parte de la política argentina actual comenzó a gestionar al calor del menemismo y se sumó posteriormente a la militancia kirchnerista. La búsqueda social de un “orden progresista” basado y medido en el consumo de los noventas y los dosmiles, combinado a la obtención de una serie de derechos, ya no puede ser el sueño del presente: nos cuesta horrores vivir solos y nuestro sueldo no alcanza para ir al supermercado todos los días. La suma de la crisis que descontroló el macrismo, la pandemia y sus efectos actuales dieron por resultado nuevas formas de trabajo y consumos en la escasez. Zapatillas y gorras para todos. El trabajo, horrocrux organizador de la vida capitalista, es poco y mal remunerado. Y ya no es solamente el trabajo de la fábrica. Faltan posibilidades de realización propia más allá de la meritocracia que nuestros padres y madres nos pueden ceder (a unos pocos). Y cuando hablamos de realización no solo hablamos de lo material sino de lo humano: recuperar lo humano para parar la desigualdad es una bandera política necesaria. Y sin embargo cada vez que apelamos a los viejos ideales nos convertimos en estatuas de sal. En algo en desuso. ¿Cómo hacer de los viejos ideales palabras nuevas?, podría ser un interrogante. Tal vez… con gente nueva, podría ser una respuesta.
No se pueden fundar épicas y mitos que tengan vergüenza en decir cuánto sale un sachet de leche o un kilo de fruta
Pensar los conflictos del hoy significa estar viviéndolos. Las elecciones legislativas ya cumplieron más de un mes y la bala discursiva de la “casta política” del derechista Milei fue la que más nos entró, además de sus votos. Un comentario que nació sobre la foto de Olivos. En un presente tan desigual, en donde Latinoamérica sumó 22 millones de personas a la pobreza según un estudio de CEPAL, algunos actos políticos dejaron en relieve que no todos somos libres, iguales y fraternales de la misma manera. El desafío que tiene la política por delante es tan importante, implica tanto su regeneración, que debemos enfrentar, encima, la visión de que el mismo ejercicio de la política se volvió un “privilegio para pocos”. Milei dice “casta” a algo que se burocratizó, sin reflejos ni matices. Algo de lo que él también forma parte. Los jóvenes en la política no tienen más aspiraciones que las trasformadoras. Y las militancias jóvenes que hoy apoyan al gobierno se están forjando bajo la experiencia de una doble intransigencia: la del macrismo y la de la pandemia, dos hechos políticos recientes que profundizaron de forma rápida y barrancosa nuestras desigualdades estructurales, esas desigualdades que se enfrentan en los merenderos cuando las pantallas televisivas hablan de la renegociación de la deuda externa con el FMI.
¿Cuál es el rol que tienen que tener las militanciasjóvenes dentro de una coalición que tiene que enfrentar la salida de una pandemia y pagar la mayor deuda de nuestra historia? ¿Cuáles son los sueños y aspiraciones sociales por los que queremos construir si ya no pueden ser los mismos? La escena cultural argentina está liderada hoy, y por primera vez en mucho tiempo, por jóvenes que tienen entre 20 y 27 años que son hijos e hijas de trabajadores. Nacidos en plena crisis del 2001. Algunas de sus letras más escuchadas en la plataforma mundial Spotify hablan de aquellas realidades, fuentes de inspiración: sus barrios, sus familias, sus violencias, sus amores y desamores también. Hay porteños y hay conurbanos. De la Boca a Monte Grande. Hay porteñas y hay conurbanas. Hay de todo el país. Hay de Córdoba también. “Tengo todo y ante’ no tenía nada usando ropa que a mi hermano le sobraba ahora compro lo que quiero, la cosa está cara”, dice Duki en uno de sus últimas canciones, el artista argentino más escuchado en el mundo este año. Y tiene 26 años. Argentina tiene, además, a la legisladora más joven de la región. Ofelia Fernández, una joven militante estudiantil, feminista, que logró ingresar a la esfera política de la mano del Fdt. Blanco permanente de ataques en redes sociales: todas las semanas se sabe algo de ella. Si no es su cuerpo es su familia, o un viaje o una conferencia o lo que sea. Incomodar al poder: vomitar verdades. Las que nos duelen y las que queremos modificar.
El desafío que tiene la política por delante es tan importante, implica tanto su regeneración, que debemos enfrentar, encima, la visión de que el mismo ejercicio de la política se volvió un “privilegio para pocos”
Habrá que replantear formas y contenidos, sentidos y significados a nuestra idea del progresar y vivir bien. Habrá que rediscutir lo político en términos humanos y filosóficos, empezando por el más obvio de los lugares comunes, que podemos repetir como si fuera una estrofa escolar pero que explica casi todo: no puede ser que Argentina sea el cuarto país del mundo en producir alimentos y tenga más del 40% de su población en situación de pobreza. No se pueden fundar épicas y mitos que tengan vergüenza en decir cuánto sale un sachet de leche o un kilo de fruta. Necesitamos generar conflictos y discusiones que describan la realidad de la forma más cruda. Milei le puso palabras a la bronca, nosotros no.
Allí donde hasta ahora sirvió cambiar promesas de ascenso social por votos, hoy nos preguntamos cuáles son esas promesas que estamos en condiciones de dar y poder cumplir. Será en la declaración del conflicto en donde renacerá la mejor de las políticas. La más cercana, la menos distante: la más humana. La más joven.