24 de Abril de 2024 •

19:21

Columbus
49°
muy nuboso
62% humidity
wind: 11m/s N
H 49 • L 49
58°
Thu
70°
Fri
70°
Sat
77°
Sun
78°
Mon
Weather from OpenWeatherMap
TW IG FB

MILEI, LA FUGA DE LOS QUE VIENEN PERDIENDO

Tiempo de lectura: 10 minutos

La libertad, según Simone Weil, no se puede pensar sin el reconocimiento del límite; por el contrario, la desmesura es la lógica de la guerra y el totalitarismo. El opio del pueblo no es la religión, dijo, sin las esperanzas revolucionarias de una liberación final de la desdicha. La contracara de los opios es la política, que no es más – ni menos – que ponerle cercas al malestar.

Constanza Michelson (2021). Capitalismo del yo. Ciudades sin deseo.

Javier Gerardo Milei es un economista y docente argentino de 50 años que estrenó el traje de político. Convocado como experto, irrumpió en la escena pública en 2014 y, desde entonces, su fama escaló por su inusual cabellera de flogger, como de otra época, y por ser un zocalero serial con ideas que también creíamos demodé. Para estas elecciones, decidió postularse en la Capital Federal para combatir a la casta política y al Estado. Empecinado en que allí es donde nacen todos los problemas, tilda a cualquiera que no los ataque de comunista. Seguro de ser portador de la receta mágica, expone las ventajas de la escuela austriaca e insiste en que su implementación en Argentina será tan sencilla como efectiva. Conoce el timming de la tevé: se muestra intrépido y bravucón. Entretiene. Pero quizás lo más atrapante es que enuncia una promesa para quienes sienten que vienen perdiendo. Y hace rato.  

***

Javier Milei nació en la Capital Federal poco después del reemplazo de Onganía por Levingston y con el inicio de la distensión de la puja Este-Oeste. Desde la edad del pavo a su primera juventud, su vida se desarrolló en el marco de la Segunda Guerra Fría y en una Argentina cuya economía se había hundido en el endeudamiento externo, mientras tropezaba con engendros como la tablita cambiaria y la valorización financiera, el plan austral, el primavera y la hiperinflación o  la convertibilidad y la crisis del 2001. En un “te lo resumo así no más”, su socialización primaria estuvo marcada por la hibridación entre la narrativa anticomunista -que Rocky IV sintetiza magistralmente-, la persecución y el combate a las organizaciones sindicales, los congelamientos salariales y un crecimiento brutal de los precios. Un caos del que se pretendió salir con una estrategia sostenida a fuerza de deuda externa y el decálogo de Dromi, para terminar explotando en el “que se vayan todos”. 

Según el propio Milei, su desavenencia con el curso de la economía local lo llevó a tomar la decisión de estudiar esa disciplina y organizó su formación académica en instituciones privadas. Cualquiera que chequee su CV, verá que tiene una vasta trayectoria en el campo como profesional, catedrático o consultor y fue en ese tránsito que devino en el máximo exponente de la posición libertaria en nuestro país. Esta corriente de pensamiento no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de Argentina. Con agudeza, el libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? de Pablo Stefanoni describe las versiones, los matices y los contrapuntos, que existen en diferentes partes del globo. En la interpretación local de esta perspectiva se identifica al Estado y a la casta política como los causantes de todos los males. La ciudadanía, presa de la corrupción de la dirigencia y de los impuestos, queda desprotegida de sus únicos derechos reales: la libertad, la propiedad, la vida. Milei los repite como un mantra, como si desde 1789 a esta parte la humanidad no hubiera acordado que existen otros derechos fundamentales y que la igualación ante la ley no tiene un sentido amplio. Con sagacidad y elocuencia, pero sobre todo con la velocidad que exige la exasperante ansiedad que manejamos y con un estilo tribunero que da cuenta que, por encima de  todo, el economista quiere tener razón, quiere ganar la discusión, quiere desplazar a su adversario a punta de zócalos. 

"Desde esa posición de supremacía moral, ofrece un enfoque valorativo y una guía combinada con la “honestidad” de la incorrección política. En una Argentina donde el Presidente no cumple las reglas que él mismo estableció, Milei propone que la grieta en verdad divide a los corruptos de los éticos. También se la regalan."

Compartir:

El candidato de Libertad Avanza repite la fórmula mágica de horadar al Estado hasta poder erradicarlo definitivamente. Firme, está seguro y convencido de cada cosa que dice y para todo tiene una respuesta.  En general, cuando se le propone alguna polémica sobre su posición ideológica empieza su respuesta con un “no”, reforzando su dogmatismo. Más aún, cuando se va al hueso de sus ideas, responde que se sostienen en “datos” y “evidencia empírica” – presumiendo que no son construcciones e interpretaciones parciales- y que es el único que hace referencia a los textos. Con infantilismo, cuenta la cantidad de citas bibliográficas por entrevista para, con ello, asegurar que es dueño de la verdad y el más idóneo para resolver los problemas nacionales. De hecho, quienes lo siguen, resaltan su agilidad, su determinación y su conocimiento como parte de  sus virtudes para el debate público. Y sí que lo son. Definitivamente tiene un speech cerrado y sin contradicciones aparentes. Puro. Eso lo vuelve diferente al resto de los políticos que “violaron alguno de los principios fundamentales y por eso hicieron daño a la gente”. Desde esa posición de supremacía moral, ofrece un enfoque valorativo y una guía combinada con la “honestidad” de la incorrección política. En una Argentina donde el Presidente no cumple las reglas que él mismo estableció, Milei propone que la  grieta en verdad divide a los corruptos de los éticos. También se la regalan.

En su verborragia, se advierte el denodado esfuerzo por no olvidar ningún fragmento del eslógan. En tiempos de fundamentalismos y consignismo que simplifican la realidad -cada vez más hostil-, él ofrece además una promesa con forma de plan económico a largo plazo. Palabritas mágicas en un país que hace rato no logra dar pie con bola. Respaldado en que la evidencia señala que las demás teorías fallaron, no tiene un ejemplo para demostrar que su salida funcionará. Insiste en que es cuestión de que se impongan estas decisiones, en que lasleyes universales son practicables en cualquier latitud, así como en las virtudes y bondades del individuo, omitiendo el path dependence y cómo las decisiones anteriores -locales y geopolíticas- influyen en el presente, las subjetividades y las reinterpretaciones que hacen los actores y, fundamentalmente,  que la estatalidad está compuesta por sujetos. 

Aunque no estamos frente a un posicionamiento hegemónico que haga peligrar la composición y dinámica del sistema político nacional, no es menos cierto que se trata, de mínima, de una expresión radicalizada con tendencia alcista. La pregunta entonces es ¿por qué ahora? Si durante los últimos siete años Javier Milei ha estado en la escena pública, ¿qué cambió para que su voz se haya vuelto audible para una parte del electorado, por lo menos, de la Capital Federal?

 ***

 En su libro, Stefanoni advierte que existen matices entre los libertarios: mientras un grupo giró hacia posiciones más reaccionarias, con proclamas en torno al odio o la segregación, otros reconocen a las luchas de género o raza como colaborativas al ideal liberal. Así, entre brutalistas y humanistas se ordena el amplio espectro. Justamente, atenta a las expresiones que articulan liberalismo y feminismo, en Contrahegemonía ya,  Nancy Fraser conceptualiza al gobierno de Barack Obama como un neoliberalismo progresista que igualó en derechos a quienes emprendieron y se empoderaron. En esa experiencia, la autora norteamericana funda su crítica al feminismo edulcorado y condescendiente con las políticas de reconocimiento que se alejan de la redistribución material y la representación política de todes. Además, analiza que la masa de trabajadores que venían perdiendo poder adquisitivo mientras “los derechos de minorías” crecían, bajo una lógica meritocrática, se volcaron hacia el Partido Republicano con  Donald Trump a la cabeza. Así, una doble advertencia: a) la derecha también puede compartir la agenda feminista y  b) no alcanzan con las acciones de reconocimiento.

En la versión local encabezada por Milei, la narrativa libertaria no se orienta directamente contra los feminismos. A diferencia de Agustín Laje, que entiende que el problema son estas luchas culturales, su imposición de la corrección política y la policía de género, el economista no las ubica como un blanco de ataque sistemático y las enfrenta sólo cuando se le consulta. Cree que la igualdad ante la ley indica que no hay tal cosa como diferencias por razones de género y que la mera enunciación de este principio liberal es suficiente para que se cumpla,  como si los actores que imparten justicia fueran neutrales y carecieran de prejuicios o estereotipos. Más aún, estima que crear nuevos derechos implicaría un gasto del Estado que castigaría al resto de los individuos que no se vean alcanzados en esa ampliación, como si el derecho a la propiedad no fuese el mejor ejemplo de perjuicio a los demás. Controversial, sentencia que si existiera tal cosa como la brecha salarial entre varones y mujeres, las fábricas estarían feminizadas porque los empresarios verían una ventaja en pagarles menos. Sin embargo, no advierte que la rama de la economía que sí aprovecha este incentivo es el trabajo doméstico donde reina la informalidad, la precarización y la inexistente retribución salarial a las mujeres. 

En cuanto al aborto, lo define como un “asesinato agravado por el vínculo”. Desde su radicalización, a todo le imprime una lógica de profundizar y ni siquiera lo admite dentro de las causales que estuvieron vigentes hasta la sanción  de la Ley N°27.610. Si ni siquiera se concibe como una conquista en materia de salud reproductiva, lejos queda pensarlo como un derecho a decidir sobre el propio cuerpo. Qué decir de que se extienda a todas las personas con capacidad de gestar. Así, su minarquismo lo acerca al movimiento de pañuelos celestes y combate a la educación sexual por intentar impartir  la “ideología de género”. Ahora, esta categoría -que se popularizó con las plazas del Congreso divididas por el debate en torno a la legalización de la IVE- ha encontrado un candidato con un mejor desempeño que sus predecesores. Milei es, también, una reacción a los feminismos que se proponen como diques de contención al neoliberalismo.

"A diferencia de Agustín Laje, que entiende que el problema son estas luchas culturales, su imposición de la corrección política y la policía de género, el economista no las ubica como un blanco de ataque sistemático y las enfrenta sólo cuando se le consulta."

Compartir:

En este punto, arriesgaremos que aquí radica parte de la explicación de su performance electoral y política.  Con una gran cantidad de horas de aire, el libertario atrae a un grupo de los que vienen perdiendo a) en términos simbólicos: no sólo a los celestes sino también a quienes creen que ya no pueden decir nada sin correr el riesgo de ser perseguidos por la policía de género. Sin martillarse los dedos, habrá que reconocer que nos sobregiramos en corrección política, acallando por doquier, y que es precisamente esta política de la cancelación la que crea sus propios mártires. También, que el discurso punitivista de algunos feminismos -que fue disfrazado de “los costos de la revolución”- ahora tiene voz.  De la misma operación en la que se igualó inconducta con delito, se respondió con escraches a la abulia del sistema penal y se pretendió expulsar al victimario de la sociedad, emerge esta reacción. Si toda revolución tiene su contra, ahora queda aprovechar el susto de las PASO para volver a calibrar y dar el salto político: de la cancelación al es con todes.

Pero también Milei convoca a los que vienen perdiendo b) en términos materiales y que creen que su derrota se explica por la primacía de las luchas por el reconocimiento sobre la redistribución:  los derechos de tercera generación habrían postergado la realización de los básicos como tener trabajo, vivienda o un plato de comida. Y el triunfo de uno implica la anulación  del otro porque leen que el Estado se ha mantenido inmutable frente a la peligrosidad y la precarización creciente del mundo. Es una estatalidad de segunda selección, un outlet de lo que supo ser hace no tanto tiempo atrás, donde los problemas legados por la gestión anterior  parecen no resolverse.

Javier Milei es un exceso que se ofrece a la carencia. Sí, pero adviértase que no se trata de frenar las políticas tendientes a la transformación cultural y de ampliación de los horizontes de posibilidad. Se trata de exigir cambios profundos en las condiciones materiales. El problema no es que se sobredimensionaron los problemas de las mujeres blancas, pudientes y del centro, sino que se desprotegió a una mayoría que ya venía cascoteada de la pandemia cambiemita.  Nos encontramos  frente al riesgo de la decadencia de la estatalidad, que devenga en una cáscara vacía, que esté cada vez más maniatada para proteger. Por eso,  no debemos quedarnos en estas agendas de género, en este pelotero tan violeta como urgente. El esfuerzo es por defender al Estado desde una mirada interseccional, donde los feminismos adviertan que las desventajas se combinan con la clase, la raza y la ubicación geográfica.

"De la misma operación en la que se igualó inconducta con delito, se respondió con escraches a la abulia del sistema penal y se pretendió expulsar al victimario de la sociedad, emerge esta reacción. Si toda revolución tiene su contra, ahora queda aprovechar el susto de las PASO para volver a calibrar y dar el salto político: de la cancelación al es con todes"

Compartir:

***

Cuando la política no resuelve la incertidumbre y el malestar material, así como cuando no se advierten cuáles son las principales preocupaciones sociales, prima el debate ético. En este delicado escenario social, en el que las urgencias económicas están exacerbadas por la pandemia de coronavirus, Javier Milei encuentra una audiencia para su “revolución moral” orientada a terminar con la dirigencia que “nos ha hecho más pobres”.  Él se propone “despertar a los leones” y funcionar como una guía valorativa. Incurriendo en una lógica de populismo de derecha, postula una explicación para los problemas, señalando responsables y víctimas, así como una salida. ¿Se trata acaso de un fundamentalismo que enarbola una promesa de un futuro, de redención, que ya no se encuentra en otras expresiones políticas? 

Tiene una certeza y, como postula Constanza Michelson, “en la medida en que cada uno se identifica emocionalmente con una verdad sin cuestionamiento, no hay ánimo de diálogo, para pensar un proyecto político común” (2021: 39). Justamente allí estriba el problema de estas expresiones que se autoproclaman antisistema para disfrazar su neoliberalismo. Con la fe puesta en el mercado, quieren romper al Estado y, por tanto, a la única esperanza de lo comunitario, especialmente en estos tiempos violentos.  Para ello,  su estrategia es ser el caballo de Troya y destruir desde dentro al sistema político. Frente al malestar de vivir, ofrece, una libertad ilimitada que obtura la política y sólo garantiza más malestar.

El hombre que odia a la casta política, en la lógica de profundizar, ya adelantó que no necesita consensuar con nadie en el Congreso Nacional.  Pero ¿qué potencia podrá tener si se empecina en  no acordar, ni negociar para no traicionarse, para seguir siendo puro? ¿Cuánto le durará, si antes de llegar a noviembre ya se está probando el traje para el 2023 y se enreda con Patricia Bullrich que es el paroxismo de la casta política argentina? La hazaña de jugar en la cancha del adversario con sus reglas para combatirlo no es sencilla. Así,  Milei corre el riesgo, compartido con cualquier fundamentalismo, de flexibilizarse y perder su distintivo. También, como con otras rebeldías, que el terror lleve al sistema político a ajustar, integrarlo y deglutirlo.  Veremos.

(Franco Fafasuli)

Bancate este proyecto¡Ayudanos con tu aporte!

SUSCRIBIRME