
LA FUNCIÓN DE LA MÁQUINA-GRIETA EN EL COLAPSO DE LA EDUCACIÓN
Una respuesta a la crítica de Iglesias Illa.
Mi artículo en Panamá Revista es un intento dehackear la grieta, analizando el colapso de la educación argentina. La grieta no es una línea entre ideologías o facciones, ni territorio de disputa, campo de batalla, trinchera. La grieta es una máquina de producir intercambio político, identitario y cultural. Cuando imaginamos a la grieta como un espacio topológico tipo “Corea”, no solo la estamos retroalimentando, sino que no la entendemos o no la queremos entender: la grieta se soluciona apagando la máquina, destruyéndola, hackeándola o sustituyéndola por una máquina superadora que se ensamble a ella, contamine sus flujos de producción y permita efectos diferentes.
La crítica de Iglesias Illa a mi artículo es un intento en contrario. Construye un firewall para que el virus de la duda no se infiltre. Un barbijo o, mejor, una máscara anti gas, anti-contagio, para volver las cosas al lugar que le corresponde a la máquina-grieta.
Prueba de eso es que todas sus críticas apuntan a las tensiones de mi texto con Juntos por el Cambio y no analiza nada de lo mucho que digo respecto del kirchnerismo ni, particularmente, de la actuación de Alberto Fernández que es donde más me detuve (y la verdad, resulta difícil que después de leerlo alguien diga que soy “albertista”). Supongo que esa crítica corresponderá a un K en la división grietera del trabajo.
la grieta se soluciona apagando la máquina, destruyéndola, hackeándola o sustituyéndola por una máquina superadora que se ensamble a ella
Pero eso no es tan grave. Este intento de re-engrietar sería legítimo si fuera serio y preciso con lo que publiqué: voy a demostrar que mi artículo no se leyó o se leyó muy livianamente, corroborando lo que expuse en sus dos últimos párrafos respecto de cómo se iba a leer: a veces es triste tener razón.
Cuando se afirma que mi artículo pasa “en puntitas de pie por el debate sobre presencialidad en las escuelas durante la pandemia” se evidencia fatalmente que no se leyó porque en todo el texto hablo del tema: es su contenido central y lo uso como ejemplo en toda su extensión para describir el colapso de la educación, analizando meticulosamente lo que fue sucediendo desde marzo de 2020 hasta la publicación del artículo en mayo de 2021. Obviamente nadie tiene obligación de leer un artículo que va a ser criticado. Faltaba más
En otros párrafos, mi artículo sí parece haber sido leído pero de una manera diagonal o cuasi lisérgica (lo que también está bien e incluso es muy divertido, me comentaron). Dice: “por momentos sus argumentos se acercan más a los de Juntos por el Cambio que a los del kirchnerismo. Entonces frena y denuncia a los dos por igual, acusando al gobierno de Macri de “pagarle a los fondos buitre”, como si hubiera habido otra opción”.
Muy loco ese comentario. No solo que en su momento me pareció bien pagarle a los fondos buitre sino que en el artículo no acusé al gobierno de Macri sino exactamente lo contrario, lo tomé como ejemplo ¡por la positiva! de “puede lo más y no puede lo menos”: le paga a los fondos buitres pero no aplica el artículo de la ley kirchnerista que establece el fin del estatuto del docente.
Además, puede que mis argumentos se acerquen más a Juntos por el Cambio que al kirchnerismo: ¿Y qué? ¿Yo dije que no? ¿Está mal? ¿Alguien sabe a quién voto? ¿Con qué funcionarios y dirigentes converso? ¿Quiénes me convocan para que dé una opinión? El tono dela crítica y la animadversión por las dudas, invitan a parafrasear el lema de la ortodoxia peronista de los setenta: “ni sectarios ni excluyentes, grietistas solamente”
Cuando se afirma que mi artículo pasa “en puntitas de pie por el debate sobre presencialidad en las escuelas durante la pandemia” se evidencia fatalmente que no se leyó porque en todo el texto hablo del tema: es su contenido central
Otra mirada menos lisérgica, más de bajón, es cuando se afirma que escribí “que había grupos de padres igual de relevantes de los dos lados” refiriéndose a las familias a favor y en contra de la presencialidad escolar. Su argumento es que no se puede comparar a Padres Organizados “con los cuatro gatos que recorrieron canales de cable una semana y después desaparecieron para siempre”.
Con una sencilla lectura de mi artículo, quedaría claro que lo que afirmo es, justamente, que hay una nueva emergencia política en educación y que la misma me parece altamente relevante a pesar de los lloriqueos de los cientistas sociales gourmet. Mi comentario, justamente, iba en contra del mundo “progre” que critica la genuinidad de Padres Organizados, pero veo que hay gourmets en todos lados: “los cuatro gatos” de la virtualidad no son genuinos, no son puros al paladar exquisito de la crítica. Lo de “desaparecieron para siempre” vamos a dejarlo de lado porque supongo que se trata, solamente, de un uso descuidado de las palabras.
La crítica también tiene su gran acting esquizo-paranoide y dedica un párrafo entero a mi persona: “su actitud (sic) es la de alguien desilusionado con todo el mundo, que ya no tiene demasiado para ofrecer. Se siente derrotado (sic)… Se queja de que la política, los medios y la sociedad no le dan bola a la educación (justo en un momento en el que casi no hablan de otra cosa)”.
No veo qué aporta hablar de personas en vez de ideas. ¿Fea mi actitud? Prometo para la próxima una sonrisa cool. En cuanto al artículo tampoco se leyó la extensa parte donde explico el carácter estacional y espasmódico del debate educativo y mi apuesta para que el activismo actual dure para siempre. Y derrotado las pelotas.
Más preocupante es el residuo paranoico de la crítica, donde se confunde escepticismo intelectual con algo del tipo “qué mala onda, bro”. El mismo residuo se observa cuando nos enrostra a Axel Rivas y a mí: “quedaron al margen de un reclamo social por la educación como no se había visto en décadas”. De nuevo el afuera, el adentro, los cuatro gatos locos… la supremacía moral ya no es solo progresista: hay una pulsión grietera irrefrenable que supone que todos deberíamos participar de un reclamo social y, encima, solo podemos hacerlo del mismo “lado”, una suerte de sandinismo fuera de foco.
En cuanto al artículo tampoco se leyó la extensa parte donde explico el carácter estacional y espasmódico del debate educativo y mi apuesta para que el activismo actual dure para siempre
Tampoco se leyó la parte del artículo donde enumero las acciones de movilización social (en pandemia, claro) a las que humildemente contribuí, como el reclamo por conectividad desde Argentinos por la Educación, con el apoyo de grandes empresarios, referentes educativos y dirigentes como Graciela Fernández Meijide o Juan Grabois (puaj) o Concertación Educativa 2021 donde un millar de educadores hicimos 12 propuestas concretas para volver a la presencialidad en octubre de 2020. Entre los firmantes había gente de todos los gustos y colores políticos e ideológicos y ex funcionarios de varios gobiernos (K, M y Socialista): tan técnico, tan plural, tan moderado, tan en puntillas que damos asco.
En ese largo párrafo dedicado a mi persona (siempre agradecido) “dice que la educación no va a mejorar si la política ‘no la hace suya’, lo que parece una declaración más voluntarista que otra cosa”. No sé por qué no puedo ser voluntarista ¿Está mal? Parece la crítica de Marx a los socialistas utópicos, mutatis mutantis, y con perdón a todos ellos. ¿Se viene una tesis once surcoreana? ¿Qué dijo el Politburó?
Pero lo más importante es, ¿qué sería esa “otra cosa”? Un problema de la crítica es que no discute las ideas, los hechos y los datos que expongo en mi artículo, sino que los paneliza, lo que podría ser un buen primer paso si no se quedara allí. Sería bueno saber si la crítica cree que la política tiene que hacer suya a la educación independientemente de mi voluntarismo: es el núcleo de mi artículo que desafortunadamente no está en la crítica
Un párrafo donde la máquina-grieta vuelve a la crítica completamente esquizoide es cuando afirma: “dice que ningún gobierno tuvo un plan sobre educación. Esto me parece injusto con Esteban Bullrich, que en 2017 presentó su Plan Maestro, profundo y ambicioso, con el que se puede estar más o menos de acuerdo, pero del que no se puede negar su existencia (sic).”.
Amigo, no solo se puede negar. Por razones de salud mental se debe negar su existencia porque, sencillamente, no existe. Y no fue discontinuado por el malvado populismo sino por el malvado neoliberalismo. Veamos.
Las pruebas Aprender, por suerte, no constituyen ningún hito: es una de las pocas políticas de Estado que sostenemos en la Argentina. Fueron implementadas ¡hace casi 30 años! (se las denominaba Operativo Nacional de Evaluación, ONE)
El Plan Maestro fue un muy interesante intento de Esteban Bullrich al que destaqué en su momento a pesar de observaciones de forma y de fondo: al fin teníamos un plan para conversar. Pero Bullrich renunció a poco de lanzarlo y el mismo gobierno al que pertenecía lo canceló sin dar razón alguna… el neoliberalismo es así. La crítica me aporta otro hecho que refuerza mi hipótesis: aun siendo del mismo gobierno no se toman en serio la educación
Finalmente, la crítica remata con una aseveración completamente errónea sobre las pruebas Aprender, lo que sigue demostrando qué poca información y formación tienen muchos dirigentes políticos sobre el tema educativo. Dice: “no hay ni una mención a las pruebas Aprender, un hito en la historia reciente de la educación argentina, o a las evaluaciones en general, cuya importancia ya no discute casi nadie en el mundo. Otra vez: podrían no estar de acuerdo, o tener propuestas para mejorarlas, pero las pruebas Aprender fueron un éxito, tuvieron apoyo docente (un poco menos de apoyo gremial) y permitieron tomar decisiones que mejoraron la enseñanza.”
Las pruebas Aprender, por suerte, no constituyen ningún hito: es una de las pocas políticas de Estado que sostenemos en la Argentina. Fueron implementadas ¡hace casi 30 años! (se las denominaba Operativo Nacional de Evaluación, ONE) y fueron aplicadas-mejor o peor- por todos los gobiernos, excepto el de Duhalde, en forma anual hasta 2001; luego en forma bienal y al final del kirchnerismo, trienal. En 2016, tocaba una nueva prueba: el gobierno de Macri le cambia el nombre por Aprender, cambia la periodicidad que pasa de nuevo a anual y modifica algunas cuestiones técnicas, pocas (como es debido) para conservar la serie estadística. Lamentablemente, en 2017 se vuelve a pruebas bienales como durante el kirchnerismo aunque con más muestras.
Respecto del éxito de ONE/Aprender, los indicadores que presenta la crítica son, justamente, los que según el consenso técnico muestran aún su debilidad: el nivel de respuestas en muchas provincias es muy bajo (por ejemplo, en CABA y Neuquén, pruebas censales tuvieron el 55% de respuesta) aunque creciendo de a poco. Lamentablemente, ni los docentes, ni los estudiantes, ni las familias saben, en general, para qué sirven las pruebas ONE/Aprender. La displicencia del texto para tratar el tema desconoce que en muchos artículos y en mi libro El colapso de la educación de 2018 presenté sugerencias para mejorar estas pruebas. También en ámbitos académicos, políticos y en entrevistas con la anterior y con la actual Secretaria de Evaluación. De hecho, somos pocos los del mundillo educacionista los que estamos a favor de las evaluaciones estandarizadas
Prefiero pensar que no se trata de ignorancia, ni de mala fe puesto que con un gugleo rápido se advierte que Aprender no fue, repito, por suerte, un hito. Es otra confirmación de mi hipótesis: la dirigencia política, desinteresada por la educación, no conoce aspectos sencillos y centrales del problema y ese desinterés se codifica y se esparce por medio de la máquina-grieta
Incluso me llama la atención que se me reproche con dos ejemplos desafortunados (un plan que duró unos meses y un hito que no es tal). Hubiera sido más justo reprocharme no haber reconocido las buenas políticas públicas como el INFOD durante el macrismo, los avances interesantes en Mendoza, Jujuy y el envidiable empuje del tándem Larreta/Acuña para salir del colapso educativo.
Cierro con esto: hay mucho para conversar sobre este tema. La pregunta que plantea mi artículo y que la crítica levanta livianamente aunque comparta conmigo que la educación está colapsada, es: ¿la educación le importa, genuinamente, a la dirigencia argentina?
En vez de paneliar podríamos tomarnos el tema en serio y armar un buen debate sobre las cuestiones de fondo, generando consensos y delimitando disensos racionales y previsibles. Yo estoy para eso, querido Hernán. No podemos revolcar el futuro en el barro de la grieta. No seamos tan pelotudos.