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25 de febrero 2022

Agustina Pozzo

LA ERA DE LOS ACTIVISMOS

Tiempo de lectura: 5 minutos

La era de los activismos es la era de la emotividad. No existe hoy un sinónimo que los separe. En un mundo de nichos informativos y demandas noticiosas que nacen en un 95% de nuestro celular (la mayoría de los contenidos con los que nos informamos son emergentes de las redes sociales, algo que ya a esta altura es innegable), las movilizaciones de masas adquirieron un nuevo motor: pueden darse, en muchos casos y con creciente participación en los últimos años, sólo y a partir de una imagen. Un chico bañado en símil petróleo con cara triste parece querer indicarnos que su futuro inmediato, tanto el nuestro como el de nuestros hijos, será caótico. Caos y más caos: los activismos funcionan como células, individualizadas, luchando contra un enemigo que suele verse reflejado en la cara de los oficialismos o lo que es aún mucho más complejo: en el Estado como la institución del fracaso.

Los activismos nacen y crecen particularmente en Europa hace varios años, pero comenzaron a extenderse en la región sur de nuestro continente desde el Black Lives Matter hasta el No a las petroleras en Mar del Plata, pasando por el No a las papeleras y el Ni una menos. Allí se abre un abismo entre demanda y demanda: ¿qué es lo que hoy motiva a las sociedades a movilizarse?

Un abismo que es alimentado por imágenes y videos que circulan con total libertad en diferentes plataformas y recrean las mejores escenas hollywoodenses: muertes, destrucciones y catástrofes naturales. Fines del mundo: somos nuestro propio fin del mundo. Y desde la pandemia se puede observar cómo la Era Iconocrática, que es la era de la imagen, crea y profundiza imaginarios más parecidos a los de una película que a los de la vida real. ¿Qué es lo real hoy?

Los activismos lograron hoy ocupar ciertos espacios vacíos que nuestros Estados contemporáneos dejaron sin disputar. Y no por no querer haberlo hecho, simplemente por no haberlos visto

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Lo urgente, lo inmediato: ansiedades, horizontes de resoluciones mágicas que nos emparchen un poco. Límites bifurcados, espacios comunitarios cada vez más complejizados para definir o redefinir una identidad colectiva que contenga mayorías: el plano laboral, principal herramienta organizadora de la vida en sociedad, se volvió ilimitado. Se transformó en algo que no era. Sin horarios, sin días, sin tiempo: sin. Hasta en los vínculos afectivos: el sálvese quien pueda, ya sea del amor o del desamor.

Aquella racionalidad que nos dotaba de responsabilidad a la hora dediscernir entre lo que es propio de lo que es extranjero parece haberse hecho espuma: ya no interesa si sucede en el sur de oriente o en el norte de occidente, la globalización es un hecho y así como un virus pudo propagarse en cuestión de meses por todo el planeta, los activismos pueden ser financiados por empresas estadounidenses o de origen europeo, y copan las agendas mediáticas argentinas casi imperceptiblemente, casi desde las sombras. ¡Quién quiere ser un país industrializado!

El Estado es malo, nos aconsejan. Y desean lo peor para tu futuro, nos sugieren. ¿A quiénes apuntamos con nuestros reclamos y a quiénes beneficiamos con nuestros pies caminando por los cementos? Plantar banderas, encadenarse a un edificio con un cartel en el pecho. Los activismos lograron hoy ocupar ciertos espacios vacíos que nuestros Estados contemporáneos dejaron sin disputar. Y no por no querer haberlo hecho, simplemente por no haberlos visto: el neoliberalismo argentino caló profundo. Mientras en 2019 se destinaban 219 millones para “eventos climáticos extremos”, este año esa cifra se elevó a 6.500 millones, un incremento de más del 33%.

Sin embargo, son tantas las problemáticas, complejas e históricas, que empresas de renombre internacional adoptaron el agradable trabajo de sugerirnos qué hacer con nuestras políticas públicas, mientras contratan voluntarios que juntan firmas en las esquinas de la Capital Federal.

El mundo está movilizado y las lógicas que lo nutren ya no tienen como fuente primaria la racionalidad sino la emotividad. Vibrar alto. Tocar el corazón de lo privado es su tarea: para que a tus hijos no les pase tal cosa, es necesario que compartas tal otra en tu estado de WhatsApp.

El plano laboral, principal herramienta organizadora de la vida en sociedad, se volvió ilimitado. Se transformó en algo que no era. Sin horarios, sin días, sin tiempo: sin

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Ahora bien, ¿qué pasa con aquellas demandas que surgen de forma soberna y autoconvocada, generalmente en provincias lejanas de Buenos Aires y su puertocentrismo, y que en su mayoría buscan resguardar el patrimonio natural de sus pueblos? El caso de Chubut es un buen ejemplo. Atender las demandas de la Argentina hoy significa, además de lo que ya sabemos, comprender el potencial que tenemos como uno de los espacios territoriales con mayor proyección de industrialización a base de nuestros recursos naturales y tecnológicos, éstos últimos si conservamos la decisión política de seguir ese horizonte.

La inversión empresarial, ya sea local o mixta, deberá reconocer la responsabilidad que enfrenta de manera dual: primero, con la población que allí vive, sus usos y costumbres, sus deseos y vivencias; segundo, con el bienestar colectivo y medioambiental, reflejo que debe verse y respirarse en cada ladrillo de cada nueva empresa que se construya en nuestro país. La palabra “explotación” ya de por sí genera malestares: y volvemos a describir una época que será recordada por imágenes de personas con trajes de astronautas y máscaras de gas socorriendo ciudadanos enfermos que morían en las calles por falta de atención sanitaria. Acá no pasó. Pero la vimos pasar: imaginarios, fotografías, sonidos, sócalos de televisión y títulos de diarios.

Hablamos de dos cosas diferentes: aprovechar nuestra industria y nuestro trabajo siempre han sido las claves para la salida de una crisis. El pueblo quiere ayudar: un pibe con muchos seguidores en las redes sociales lanza una colecta y en tan solo horas recauda lo suficiente para comprar equipamiento y elementos que sirven para combatir el fuego en Corrientes. Volvemos a preguntarnos lo mismo: ¿y la legislación? Un Estado no se construye juntando donaciones, pero sí se destruye sin el poder de la voluntad política de la Ley de Humedales. La política llama a la política: acá estamos, tratando de salvar la poca tierra no inmobiliaria que descansa bajo las plantillas de nuestros zapatos.

La política lo es todo. Y lo sigue siendo todo. Y los activismos son parte, aunque intenten desmarcarse de esa jugada: si existe una convocatoria y existe una movilización, ya sea para apoyar o detractar una decisión o un rumbo, allí entonces hay política.

Atender las demandas del presente significa poder acercarlas al plano de la racionalidad, del debate ciudadano y del consenso colectivo. De tratar que la sociedad argentina reclame el acceso a la información como un derecho: mientras Corrientes se incendiaba, su gobernador estaba de vacaciones. ¿Con quién nos enojamos entonces? Luego de dieciséis alertas enviadas a la provincia, que ya era considerada territorio de riesgo en noviembre pasado, el gobernador decidió desistir de la ayuda propia y acudió a la extranjera: a la embajada de Estados Unidos, cuando Corrientes ya tenía el 10% de su territorio prendido fuego. Causalidades.

Será en la disputa por las letras chicas que podremos, quienes defendemos a los Estados fuertes y controladores, desde Maquiavelo hasta el más atónito trabajador o trabajadora de cualquier parte del país, lograr abrazar a más argentinos y argentinas: para construir un consenso que implique que sin una presencia estatal protagonista, los activismos son la respuesta de la individualidad, carentes de sentido, al margen de la gran foto: son los reclamos que emergen desde las empresas que ya nos dañaron. Son identidades sin serlo: están vacías, porque son el después del por qué y nunca la anticipación al cómo. Nacen, viven y mueren: es imposible proyectar sin tener en cuenta al Estado. Pero crecerán, bajo la falsa lógica de la mala gestión estatal versus la solidaridad social salvadora.

Humanicemos la política. Una foto llena de fuego y lágrimas, indignación y preocupación. Una foto que emana, ante todo, responsabilidad y resistencia: dos componentes para nuestro futuro inmediato, que necesitaráseguir siendo futuro para que sigamos siendo.

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