Un momento...

02 de mayo de 2025

02 de mayo de 2025

10 de noviembre de 2024

ELECCIONES, MUJERES, SENSATEZ Y SENTIMIENTOS

Lorena Álvarez

Tiempo de lectura: 4 minutos

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El 20 de octubre del 2021 en Revista Panamá publiqué una columna sobre Wanda Nara en el marco de una supuesta infidelidad del jugador de fútbol Mauro Icardi que incluía a la ex protagonista de “Casi ángeles”, Eugenia “China” Suarez. Más que analizar el escándalo que lograba entretener a la opinión pública, garabateamos ideas sobre el cambio de época que se percataba viendo el encono hacia esa supuesta “tercera en discordia”. Intentando imaginar los motivos por el cual un drama ideal para un programa de chimentos tocaba fibras que hacían del tema un asunto nacional. Ya por ese entonces no había ningún cronista de noticiero que cuando lo mandaban a la calle para consultar sobre el tema, no obtuviera alguna respuesta sobre el caso. Todos conocían el affaire y mayoritariamente estaban del lado de la esposa.

Menos de un mes después el gobierno de Alberto Fernández caía derrotado en las elecciones de medio término y se producía un sismo que acabaría fracturando esa unión por la patria que no fue. Pero mirar en detalle aquel conflicto digno de “Intrusos” también era observar qué placas subterráneas de la vida social se estaban moviendo. Era la economía, estúpido, sí, pero también era la cultura.

Volver a recorrer aquel pingpong de ideas es también intentar comprender estos largos años donde esposas tradicionales, necesidad de un solo trabajo como sostén y algunas mínimas certidumbres parecieran determinar también el ánimo a la hora de sufragar. “De ser Alberto preguntaría por el Wandagate para entender mejor qué medidas podrían conquistar a aquellos que dejaron de apoyarlo. En el fondo Wanda encarna a la perfección a esos votantes del peronismo, por origen y ascenso, que ya no se sienten contenidos por el discurso oficial”, rezaba aquella columna que ya cumplió tres años.

Esta semana, tres años después de aquel escándalo entre esposa y amante, volvió otro entrevero mediático: Sabrina Rojas publicó en su instagram una foto “casual” con una remera musculosa perteneciente a su ex marido, el actor Luciano Castro, que en la actualidad está de novio con Griselda Siciliani. La blonda conductora, y en actitud desafiante en su programa en el prime de la tarde, ante la pregunta sobre ese retrato habló de karma deslizando que hoy, tal vez, es la amante de su ex. Dejando entrever una venganza hacia la protagonista de “Envidiosa”, ya que ésta antes de ser la pareja oficial del actor fue su amante mientras éste vivía con Sabrina. Una historia mínima que parece una revancha, con trapitos al sol secándose ante el ojo ávido del público, pero que quizás sea de los mejores termómetros socio-políticos.

Tiempos donde priman los sentimientos en oposición a la sensatez, pero no solo en términos políticos sino en minucias de la vida cotidiana. El “¡viva la libertad, carajo!” femenino tiene cara de decirle a la otra que es una zorra

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¿En qué anda la gente cuándo no está haciendo malabares con la economía? Tal vez anda en vidas más parecidas a las del siglo XX que a la actualización doctrinaria de estos tiempos: los enojos de algunas mujeres hacia otras mujeres volvieron o quizás, mejor dicho, hoy no se avergüenzan de mostrarlos. El éxito de “Envidiosa” lo había adelantado como sucedió con aquella furia hacia la China Suarez por “romper” matrimonios. Tiempos donde priman los sentimientos en oposición a la sensatez, pero no solo en términos políticos sino en minucias de la vida cotidiana. El “¡viva la libertad, carajo!” femenino tiene cara de decirle a la otra que es una zorra. Para anotar, entonces, en la próxima estrategia de campaña de cara a las elecciones 2025. Las cosas han cambiado un poco pero no tanto para imaginar miles de damas progresistas y sororas.

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A su vez la elección presidencial de Estados Unidos ha dejado mucha tela para cortar. De lo más interesante: el intento por demostrar que las mujeres calcarían la acción de las europeas frente a Le Pen, imaginando un cordón sanitario para que no avance Donald Trump. Una de las ilusiones de campaña con menos potencia de los últimos tiempos. Tan inverosímil como la idea del último spot de los demócratas donde la voz de Julia Roberts animaba a las mujeres a mentirles a sus maridos, votando a Kamala, sin que ellos se dieran cuenta. Borrando toda posibilidad de imaginar mujeres republicanas que no votan por presión conyugal sino por voluntad propia.

Con millonarias artistas tutelando a las “pobrecitas”, Trump sacó más votos femeninos que en el 2016. Una estrategia de campaña para eliminar si se quiere llegar al poder: no subestimar al otro, ni trasladar asuntos de un país a otro copiando fórmulas. El cordón de las francesas no prosperó ni acá ni en Estados Unidos básicamente porque el encono hacia el feminismo en Francia no surtió efecto. Para recordar, entre las diferencias en el efecto cordón, es que las feministas francesas, artistas, intelectuales, allá lejos y hace tiempo en el 2018, mostraron los dientes frente al “me too”.

Criticadas en su momento, presentaron un documento en el cual exponían su disgusto ante la descontextualización de muchas denuncias. Lo que despertó como respuesta enojos de parte del feminismo de otras latitudes. Pero, años más tarde, a la hora de levantarse contra la extrema derecha, las francesas consiguieron convencer a otras féminas de detener tal amenaza. Tiempos y contextos distintos pues globalizados, pero con particularidades. Cada país, un mundo.

Tan inverosímil como la idea del último spot de los demócratas donde la voz de Julia Roberts animaba a las mujeres a mentirles a sus maridos, votando a Kamala, sin que ellos se dieran cuenta. Borrando toda posibilidad de imaginar mujeres republicanas que no votan por presión conyugal sino por voluntad propia

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En estos lares, mientras tanto, siempre se está a la espera del milagro de la impaciencia frente al gobierno de Javier Milei. Que, si bien viene ordenando la macroeconomía, la micro es un lamento en los bolsillos de muchos, pero que, así y todo, siguen apostando a la espera del milagro.

La gran incógnita tal vez sea hacia dónde va a ir todo el mileísmo cultural cuando esto también pase. ¿Se marchará con su líder cuando concluya su mandato o quedará sellado en parte de la sociedad cómo el menemismo? Pues los noventa se fueron, pero el individualismo, cambiando de maquillaje, se mantuvo incólume. Incluso durante los largos años kirchneristas.

El ciclo K, el más largo desde el inicio de la democracia, acusado por sus detractores de amparar todos los males socio-culturales pero que, quizás, paradojas de la Historia, haya calado menos en una sociedad que hoy, al desnudo, se muestra mucho más conservadora de lo que se la suponía. No es casual que haya penetrado tanto el enojo y haya sido tan fácil que las ideas más tradicionales pudieran volver a imponerse. Más allá de la economía había otra cosa tan difícil de entender que quizás nos haga unir con hilo rojo la musculosa de Luciano Castro con Donald Trump. El espejo que nos mostraba como una sociedad progresista se rompió.