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Era un contador de historias. De las que fue recogiendo en décadas y décadas de recorrer el país, de compartir comidas y vinos con prácticamente todos los referentes de nuestra música popular. Marcelo Simón tenía un tono constante de conversador. Y así transmitía -como sin querer- puñados de información, datos, conceptos o fundamentos de nuestra cultura y, por supuesto, nuestra música. Mariana Fossatti, que tuvo el privilegio de compartir con él su espacio dominical en La Folklórica, en esos mediodías de domingo que invitaban a sentarse con el mate a mirar cada región del país oyéndolo, lo definió con una justicia tan digna:
“Cuando conocí al tipo en cuestión tenía costumbres refinadas: buena ropa y comida, bebida acorde, pipa y tabaco inglés. Un dejo de tonada cordobesa y argumentos intelectuales y callejeros en igual proporción: la cita libresca aparecía al lado de un apodo provinciano bien puesto o una palabra en quichua. Para coronar esa mezcla, un poco de picardía altanera y una dosis de peronismo pragmático.”
Ayer fue un domingo hermosamente soleado sobre la ciudad de Buenos Aires, y uno se fue chocando con decenas de palabras que homenajean a Marcelo Simón. Es la hora de agigantarlo y ganarle a la muerte. Es la hora de decir gracias maestro. Los que lo conocieron, los que estuvieron “del otro lado”, con la radio al oído, que es el lado que completa todo. Naldo Labrín, creador del grupo Sanampay y primera guitarra de Alfredo Zitarrosa, escribió:
Fue respetado como pocos y ese respeto sin duda se fundó en ese fraseo que lo caracterizaba frente al micrófono, propio de los que cuentan cosas de las que fueron testigos con la tranquilidad que da el haber estado ahí
“Elijo quedarme con el Marcelo Simón sentado a la mesa, compartiendo un vinito, alguna comida, largas charlas sobre nuestra cultura popular argentina, llevaba clavado a su pecho el estandarte de la música y la cultura de raíz nativa. Fue un intelectual serio, sin disfraz de patriotero, hecho que rechazaba sin rodeos; iba siempre a la médula de las cosas, no había como perderse con él, sus caminos eran claros y hacia lo hondo de la argentinidad.”
“Voces de la Patria Grande”, su magnífica creación hecha programa de radio que yiró por varias emisoras fue probablemente la obra de difusión y educación en torno a nuestra música popular más trascendente. Y como siempre sucede en ocasiones como esta, uno empieza a desear que algún fanático se haya tomado el trabajo de grabar sus emisiones y que se puedan publicar algún día para que no se pierda este valor inigualable que nos dejó con sus décadas de radio.
Marcelo Simón, recolector de olores, cantos y costumbres, ahí está su impronta única. La del tipo que vivió lo que cuenta, que comunica un saber que surge de las entrañas de la tierra. Fue director de la revista Folklore y durante años libretista nada menos que del Festival de Cosquín, también dirigió emisoras como La Folklórica, El Mundo y Excélsior, ganó varios Martín Fierro con absoluta justicia. Fue respetado como pocos y ese respeto sin duda se fundó en ese fraseo que lo caracterizaba frente al micrófono, propio de los que cuentan cosas de las que fueron testigos con la tranquilidad que da el haber estado ahí, eso que no se iguala leyendo biografías y manuales.
Y como siempre sucede en ocasiones como esta, uno empieza a desear que algún fanático se haya tomado el trabajo de grabar sus emisiones y que se puedan publicar algún día para que no se pierda este valor inigualable que nos dejó con sus décadas de radio
Marcelo Simón vivió 82 años. Sus vivencias, transformadas en decenas de horas de radio y llenas de un anecdotario único, a partir de hoy pasan a integrar un tesoro nacional. La cultura argentina le agradece y se pone de pie para despedir a uno de sus promotores más formados, cuyo legado trasciende la radio y la música. Marcelo Simón nos hizo sentir que la Argentina vale la pena. Gracias, maestro.
