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22 de julio 2021

Gala Diaz Langou

DE DEMOCRACIA Y FELICIDAD: ¿CÓMO ABORDAR EL LARGO PLAZO EN ARGENTINA?

Tiempo de lectura: 7 minutos

¿Vos ya te vacunaste? ¿Sabés cómo te las vas a ingeniar para llegar a fin de mes? ¿Conocés a alguien que se contagió Covid y la está pasando mal? Apuesto a que estas preguntas estructuran gran parte de nuestras conversaciones recientes. No hay mucha vuelta que darle: atravesamos un momento que nos tiene bastante monotemáticos/as. ¿Pero qué pasa si lo pensamos al revés, desde lo aparentemente “contraintuitivo”? Quiero decir: qué pasa si nos damos cuenta de que, precisamente porque enfrentamos una crisis tenemos que, de manera urgente, hablar y actuar con la mirada puesta en el largo plazo. Y qué si, encima, sugiero que parte de la salida del laberinto en el que estamos puede tener que ver con la hormona de la felicidad.

El actual es un momento de emergencia. En Argentina, desde que se desató la pandemia, más de 4,5 millones de personas se contagiaron Coronavirus y más de 100 mil fallecieron a causa de esta enfermedad. El primer paso para empezar a salir de esta situación es la inmunización colectiva a través de las vacunas, lo que va a llevar su tiempo. Pero la urgencia no es solamente sanitaria: la pandemia profundizó la crisis económica y social que el país atravesaba desde mucho antes.

Hoy en la Argentina cuatro de cada diez personas viven en situación de pobreza, y esa cifra asciende a seis de cada diez si hablamos de niñas, niños y adolescentes. Esto implica que 19 millones de personas (tres millones más que en 2019) no llegan a comprar, cada mes, lo que necesitan para satisfacer sus necesidades más básicas: comida, transporte, ropa. Y que seis de esas 19 millones de personas son niños, niñas y adolescentes.

La situación empeoró aún más para quienes ya estaban en la pobreza: la brecha entre el ingreso medio de los hogares en condición de pobreza ($29.567) y su canasta básica total ($50.854) se amplió a 41,9%. La crisis actual, además de aumentar la pobreza, profundiza las desigualdades.

En el último año, la actividad económica cayó 9,3 puntos porcentuales. Esto implica que buena parte de quienes perdieron su trabajo se movieron directamente a la inactividad, salieron del mercado. Pero si tomásemos la tasa de empleo respecto de los niveles de actividad pre pandemia, el desempleo representaría casi 30%, un número sin precedentes en el país.

Estamos en una situación de crisis amplia y profunda. Pero no única. En Argentina, las crisis son algo bastante usual: desde 1945, uno de cada tres años lo vivimos en el marco de una crisis y, entre 1983 y 2020, atravesamos nueve períodos recesivos (algunos de varios años)[1]. El país no crece desde hace una década: el último año en que el PBI per cápita mostró un incremento fue 2011. De hecho, hoy tenemos prácticamente el mismo PBI per cápita que 40 años atrás. En las últimas cuatro décadas, la Argentina fue el país que menos creció en toda América Latina y el Caribe, después de Venezuela. Hace por lo menos 30 años que no logramos perforar el piso del 25% de la población en situación de pobreza. Tenemos la misma puntuación en el índice de Gini, que mide desigualdad de ingreso, que en 1986[2]. El Covid-19 desnudó problemas que ya existían, problemas históricos.

"Estamos en una situación de crisis amplia y profunda. Pero no única. En Argentina, las crisis son algo bastante usual: desde 1945, uno de cada tres años lo vivimos en el marco de una crisis y, entre 1983 y 2020, atravesamos nueve períodos recesivos"

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Las desigualdades en que hoy se cristalizan estos problemas son tan notorias que hasta cuesta entender que hablamos de un único país. Lo que cada persona experimenta como “la vida en Argentina”, las oportunidades a las que accede y, en definitiva, la calidad de vida a la que puede aspirar, están extremadamente determinadas por la posición socioeconómica, el lugar de residencia, el nivel educativo, la identidad de género y el posicionamiento partidario-ideológico.

En este contexto, se vuelve más evidente que nunca antes la necesidad de contar con una narrativa lo suficientemente aglutinante como para permitir proyectarnos hacia el futuro como conjunto. Tenemos la definición por la negativa: el “Nunca más”. Hay consenso sobre la imperiosa necesidad de mantener un sistema democrático que garantice derechos. ¿Pero es suficiente? Los datos parecen indicar que no. En 2018, la disconformidad con el funcionamiento democrático alcanzó el 65,6% de la población encuestada, el valor más alto desde 2010, cuando se inició la medición[3].

Este desencanto institucional, sumado al derrotero argentino en lo económico y en lo social, ilustra la fuerte dificultad que enfrentamos, como país, para resolver algunos de los problemas más estructurales que nos atraviesan. Urge la necesidad de abordar estos problemas de una forma que nos lleve a resultados distintos a los que tuvimos en el pasado. Y el punto de partida es entender que no hay posibilidad de hacer frente a estos retos sin incorporar las perspectivas de los actores que deben contribuir, en la práctica, a lograr la implementación de esas soluciones.

Estos problemas no pueden ser resueltos por ningún actor en soledad. Requieren del liderazgo del sector público en general y de los y las líderes de la política, por supuesto. Pero también precisan de la participación activa del sector privado, los sindicatos, los movimientos sociales, los medios de comunicación, la cooperación internacional, la sociedad civil, activistas y la academia, por solo mencionar algunos de los más evidentes. Y es necesario que estos actores no solamente participen de discusiones, sino que solícitamente tomen compromisos y hagan concesiones. Es la única forma posible de salir del status quo en el que estamos entrampados/as.

El hecho de que se trate de problemas estructurales que van a requerir de políticas sostenidas en el tiempo tiene, además, otras dos implicancias clave. Por un lado, que es instrumental tener actores de todo el espectro político-partidario sentados a la mesa. Porque es probable que el flujo del poder pase de manos mientras todavía se requiera mantener la implementación de ciertas políticas. Y es fundamental que existan consensos políticos básicos para evitar el “refundacionalismo constante” que caracterizó las últimas décadas en Argentina. Se trata, en definitiva, de acordar cuáles deberían ser las famosas “políticas de Estado”.

Por otro lado, abordar estos problemas estructurales también debería suponer hacer un esfuerzo por incluir en las discusiones a las personas que ocuparán los roles de liderazgo en el futuro. Serán ellas las que tendrán que implementar, guiar y gestionar gran parte de lo que se discute hoy, por lo que es central considerar sus intereses y perspectivas.

Se avecina una gran oportunidad para abocarnos genuinamente a estas conversaciones: el aniversario de los 40 años de democracia que el país cumple, de forma ininterrumpida, en 2023. Este hito supone un motivo de celebración de los logros que se cosecharon: la erradicación de la violencia política, la conquista de derechos, el movimiento de mujeres, la consideración y el respeto por la diversidad y el compromiso con elecciones transparentes, por solo mencionar algunos. Sin embargo, es evidente que todavía quedan desafíos por delante.

"Tenemos la definición por la negativa: el “Nunca más”. Hay consenso sobre la imperiosa necesidad de mantener un sistema democrático que garantice derechos. ¿Pero es suficiente? Los datos parecen indicar que no. En 2018, la disconformidad con el funcionamiento democrático alcanzó el 65,6% de la población encuestada"

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En ese contexto, desde CIPPEC proponemos un proceso de diálogo asentado en los principios de multisectorialidad, de perspectiva de generaciones y federalismo, enfocado en propuestas basadas en evidencia. Esta iniciativa se enraíza en tres actividades centrales: diálogos multiactorales a partir de propuestas y planes de acción concretos enfocados en el mediano y largo plazo; diálogos intergeneracionales que construyan puentes entre quienes toman decisiones en la actualidad y las personas que tendrán esa responsabilidad en el futuro; y un análisis de activos y deudas pendientes para el desarrollo argentino que tome en cuenta escenarios posibles, probables y deseables en los siguientes 40 años de democracia.

Este proyecto se llama “#40D: diálogos propositivos para crear los futuros posibles de Argentina” y busca constituirse como un proceso de diálogo público participativo, intergeneracional y multiactoral basado en evidencia, con el objetivo de construir recomendaciones concretas de política pública para contribuir a una estrategia sostenida de desarrollo. Buscamos identificar los activos, abordar las deudas pendientes, considerar las restricciones actuales y poner en valor los recursos disponibles, y que las reflexiones resultantes puedan ser incorporadas a la hora de idear políticas intertemporales que potencien el desarrollo y la inclusión.

No necesariamente se trata de buscar consensos. Sería ingenuo creer que es fácil (¡o incluso posible!) poner de acuerdo a personas que desde hace décadas tienen las mismas conversaciones, en muchos casos sin llegar a un concierto. Pero creemos que hay valor en contar con una mayor claridad para identificar los puntos de disenso, en plantear más explícitamente cuáles son las alternativas y sus implicancias, en términos de ganadores y perdedores y de estrategias de compensaciones y temporalidades.

El proyecto “#40D”, o “Democracia 40”, busca propiciar debates sobre cómo es posible dar lugar a una articulación de intereses en una estrategia de desarrollo común mediante el diálogo honesto, riguroso, plural y diverso. En este ejercicio entendemos que el largo plazo no es un punto lejano en el futuro, sino el resultado de la sumatoria de presentes: si bien buscamos soñar con la Argentina que queremos para 2063, sabemos que eso no va a existir sin 2024, 2025 y 2026. Consecuentemente, todas estas reflexiones van a tener una mirada bifocal, que conjugue el largo plazo con hitos intermedios y acciones urgentes. Avanzar en esta dirección supone poner en valor los activos que tenemos hoy para que el futuro que se imponga sea el que queremos como país. No el de la inercia, la confrontación y la desconfianza mutua.

"El proyecto “#40D”, o “Democracia 40”, busca propiciar debates sobre cómo es posible dar lugar a una articulación de intereses en una estrategia de desarrollo común mediante el diálogo honesto, riguroso, plural y diverso. En este ejercicio entendemos que el largo plazo no es un punto lejano en el futuro, sino el resultado de la sumatoria de presentes"

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¿Por qué ahora? El prestigio del sistema decimal (exagerado, diría Borges) es en sí mismo razón suficiente para hacer un balance prospectivo de cara a los 40 años de democracia. Pero además hay otra razón, vinculada a la oportunidad del momento histórico que atravesamos. En un contexto de tanta emergencia, pensar en el largo plazo parece un lujo que no podemos darnos. Pero el momento es ahora más que nunca antes, y esto tiene que ver con la dopamina. Este neurotransmisor, conocido como la hormona de la felicidad, es el responsable de que podamos concentrarnos, de que estemos motivados y podamos trabajar con un fin. En contextos de crisis, al percibir una amenaza, nuestros cerebros sintetizan más dopamina, y esto nos hace capaces de trabajar más y mejor.

Algo parecido puede pasar en lo colectivo. Las crisis nos vuelven mejores para trabajar en comunidad y hacer frente a los riesgos que percibimos. Es en momentos como el actual cuando más fácil resulta llegar a consensos, movilizar fuerzas y, sobre todo, hacer concesiones que nos permitan tener mejores resultados en la sociedad. Tenemos que aprovechar este momento bisagra para priorizar los debates sobre qué futuro queremos. Es la única forma en la que podemos llegar a construir uno que sea más inclusivo y sostenible.


[1] Rapetti y coautores (2019): Exportar para crecer. CIPPEC: Buenos Aires. Disponible en: https://www.cippec.org/publicacion/exportar-para-crecer/

[2] Banco Mundial (2019), serie histórica. Disponible en: https://datos.bancomundial.org/indicator/SI.POV.GINI?locations=AR

[3] OSDA-UCA (2019): Democracia y vida ciudadana. Disponible en: http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Presentaciones/2019/2019-OBSERVATORIO-DOC-ESTAD-CAP3-DEMOCRACIA-VIDA-CIUDADANA.pdf

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