
BREVES REFLEXIONES SOBRE EL VIAJE PRESIDENCIAL A RUSIA Y CHINA
O se está en la mesa o se está en el menú
Esta máxima de las relaciones internacionales puede ser ponderada a la luz de los recientes movimientos de la política exterior del gobierno de Alberto Fernández. Que en menos de un mes el Canciller Cafiero haya tenido una bilateral con su par estadounidense y que el primer mandatario viaje para tener cumbres presidenciales con Putin y Xi es un aspecto relevante que demuestra –en términos relativos a nivel regional- un activa agenda internacional de la Argentina. Asimismo, manifiesta la clara voluntad de diversificar las relaciones externas para evitar quedar en el menú de cualquier potencia. Ahora bien, para un país periférico y carente de recursos de poder significativos, las interacciones con los principales centros estatales de poder no se desarrolla en pequeñas mesas separadas e individuales sino en un gran tablero, máxime en un claro contexto de great power competition. Lo que se dice -y más importante se acuerda- con un interlocutor rápidamente se amplifica. No se le habla sólo a un comensal, cuando uno tiene la palabra la misma se dirige -con sonido Dolby- a toda la mesa.
Salí de ahi Maravilla!
Así como cancelar el viaje presidencial a Moscú hubiese tenido sus costos dando un mensaje de subordinación a Occidente, decir en pleno Kremlin que “la Argentina quiere ser la puerta de entrada de Rusia en América Latina” y criticar solapadamente a los Estados Unidos cuando las relaciones entre Washington y Moscú viven el mayor momento de tensión desde el fin de la Guerra Fría tampoco parece ser muy provechoso. ¿Improvisación presidencial o un discurso fríamente calculado? Sobreactuación para congraciarse con el anfitrión o música al “máximo” para la enojada tribuna local? Cualquiera de todas estas opciones son problemáticas. Muchas veces en diplomacia, menos es más. Concentrar la retórica en la cooperación científica, la diplomacia de vacunas y los lazos históricos que unen a ambas naciones era más que suficiente de acuerdo con los objetivos trazados.
"Para un país periférico y carente de recursos de poder significativos, las interacciones con los principales centros estatales de poder no se desarrolla en pequeñas mesas separadas e individuales sino en un gran tablero, máxime en un claro contexto de great power competition."
La charola y las percepciones
Los vínculos con Washington, Moscú y Beijing están atravesados -además de por el fuerte condicionante sistémico en ebullición que muchas veces parece subestimarse- por dos variables domésticas que complejizan el cuadro. La primera es la necesidad del país de ampliar las fuentes de financiamiento. Hay que ser claro: de concretarse el “entendimiento” con el FMI la Argentina evita estrellarse y logra un poco más de oxígeno, pero para nada resuelve su vulnerabilidad financiera. Hay pocas probabilidades que se logre en dos años y medio un retorno a los mercados privados de capitales para rollear futuros vencimientos tanto para pagar los compromisos con Fondo como con los bonistas privados (Wall Street). Si bien es cierto que Moscú cuenta con el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) que podría financiar algunas inversiones -sujeto a un acuerdo con el FMI- Rusia no es un actor central de la globalización financiera que pueda revertir la dependencia crediticia con Occidente.
A su vez, pensar que una vez arreglado con el FMI Washington es prescindible para la Argentina es un claro error de cálculo. No solo por su papel clave en los organismos multilaterales (Banco Mundial, BID) sino también por el lanzamiento oficial de la iniciativa Build Back Better World (B3W) que será el plato principal de la IX Cumbre de las Américas que se desarrollará en Los Ángeles en junio próximo. Es indudable que la Argentina tendrá que pasar la charola codeando a sus pares latinoamericanos para poder conseguir financiamiento estadounidense. Una cosa es clara. Sin cerrar definitivamente el acuerdo con el FMI no hay Dólares, Yuanes o Rublos.

El otro condicionante son las percepciones divergentes en la coalición de gobierno. La renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados no sólo es un rechazo a la negociación con el FMI sino también un cuestionamiento a la mirada del mundo que tiene una parte del oficialismo. Bolsonaro y Kast no son sólo los únicos que siguen mirando al mundo en clave de guerra fría -ven comunismo por todas partes-, una parte de la izquierda latinoamericana sigue con urticaria cada vez que se habla de Estados Unidos y le cuesta comprender que además de la voluntad política, cualquier estrategia autonomista requiere capacidades (poder) y permisibilidades (contexto externo favorable). El tema de las heterogéneas percepciones conlleva una lógica del “Al Don Pirulero”, donde cada cual atiende su juego. Las relaciones con Estados Unidos son planificadas y ejecutadas por una parte de la coalición, las de China y Rusia tienen otras intermediaciones e interlocutores. Retomando el párrafo inicial, la política exterior se piensa sobre diversas mesas que lucen desconectadas entre sí.
No voy en tren, voy en avión, no necesito a nadie, nadie alrededor
La comitiva presidencial no se condice en cantidad y calidad con la importancia estratégica de la gira. El Ministro de Economía, Gobernadores, un Intendente, un Senador, un Diputado, una Secretaria y una Vocera. El Canciller -aun aprendiendo el oficio- y la Asesora presidencial en temas internacionales son los únicos con competencias en relaciones externas. La confección de la comitiva tiene mucho más un aroma a premios políticos que a la búsqueda de actores claves acorde a una hoja de ruta determinada. Al avión no se subió nadie de peso de la Cancillería, ningún académico o experto en Relaciones Internacionales. Tampoco empresarios internacionalizados o con exportaciones en los destinos visitados. Poco se aprendió de Lula, quien aprovechaba cada salida al exterior para ponerse en sus hombros, además de la agenda política, la agenda económica-empresarial.
"De concretarse el “entendimiento” con el FMI la Argentina evita estrellarse y logra un poco más de oxígeno, pero para nada resuelve su vulnerabilidad financiera. Hay pocas probabilidades que se logre en dos años y medio un retorno a los mercados privados de capitales para rollear futuros vencimientos tanto para pagar los compromisos con Fondo como con los bonistas privados."
Una “Ruta” que no es una “Seda”
Hay que ser claros, Moscú es la parada técnica del viaje. El clímax de la gira presidencial de Alberto Fernández es Beijing. En la última década China –a diferencia de Rusia- se ha convertido en un eje estructurante de la política exterior argentina. Con sus matices y agendas, frenos y retrocesos, la interacción con China es una política de Estado que se afianza al calor del volumen comercial bilateral. La foto que logrará Alberto Fernández estrechándole la mano a Xi Jinping en Beijing la tienen Cristina Fernández con su visita en 2015 y Mauricio Macri en 2017. Sin embargo, a diferencia de sus predecesores, el ex Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner viaja a China en un momento de clara ruptura del engagement entre Washington y Beijing. El contexto del viaje es la competencia estratégica entre las potencias y de un Boicot diplomático de Estados Unidos a los JJOO de invierno. Un dato que muestra la dificultad en 2022 de congraciar a las dos superpotencias: solo siete países de la toda la comunidad internacional -Argentina, Ecuador, Luxemburgo, Mongolia, Papúa Nueva Guinea, Polonia y Serbia- participaron de la Summit for Democracy y participarán en los próximos días de la inauguración de los JJOO en Beijing. El juego del equilibrista es posible pero amerita una destreza política y diplomática que Buenos Aires no parece aún evidenciar de manera plena.
El dato más importante de la vistita de Alberto Fernández a China será -como lo indican fuentes diplomáticas- la firma del Memorándum de Entendimiento (MoU) para que Argentina sea el vigésimo país latinoamericano en sumarse (144 a nivel mundial) a la Iniciativa La Franja y la Ruta (BRI, por su sigla en inglés). BRI en una iniciativa global de infraestructura que lleva 770 mil millones de dólares invertidos entre 2013 y 2020 (15% en América Latina) según datos del Green Finance & Development Center (Fudan University, Beijing). Un atractivo particular para China: Argentina será el país latinoamericano con el mayor PBI en BRI. Brasil y México están todavía afuera. Dada la intensidad comercial alcanzada, los proyectos de inversiones anunciados (ej. Atucha III) y la asistencia financiera recibida (Swaps) el ingreso al megaproyecto chino caía de maduro y poco tiene para objetarse. Ahora bien, el problema con BRI está en el cuándo y en el cómo. Una cosa era sumarse a BRI en 2018 (como lo hicieron Chile, Uruguay, Costa Rica y Panamá para poner ejemplos) y otra en 2022. En materia de política exterior, los gobiernos de Macri y Fernández han subestimado la advertencia de distintos académicos y pensadores (en el cual me incluyo) sobre la dinámica cada vez más rígida del vínculo sino-estadounidense y sus implicancias/presiones sistémicas. En 2018 estaba claro que la rigidez se imponía sobre la distensión. Por su parte, BRI pone a carne viva el estado vegetativo de la relación entre Argentina y Brasil. Una estrategia negociadora conjunta no solo hubiese permitido cerrar filas frente a las presiones de Washington sino mejorar el bargaining power frente a Beijing.
"La renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados no sólo es un rechazo a la negociación con el FMI sino también un cuestionamiento a la mirada del mundo que tiene una parte del oficialismo. Bolsonaro y Kast no son sólo los únicos que siguen mirando al mundo en clave de guerra fría."
¿Qué es BRI?
Las teorías de las Relaciones Internacionales nos ofrecen distintas respuestas: Un instrumento de poder, un bien público global, un sello. Desde el lente del Realismo, estas iniciativas son un recurso duro de poder –incentivos económicos- que despliega un país para lograr influencia en el plano global. Desde una mirada Institucionalista/Liberal representan bienes públicos globales en donde las potencias incurren en costos momentáneos para contribuir a la gobernanza internacional y la estabilidad (beneficio). Por último para las visiones Constructivistas, dichos programas son grandes narrativas que ayudan a moldear preferencias en la comunidad internacional. El aporte es más bien simbólico que material.
El caso de China y BRI muestra que las tres respuestas no son antagónicas sino complementarias. Desde el gobierno argentino parece ponderarse solo una de ellas (bien público global) y se relativizan las otras dos. No pueden subestimarse las vinculaciones con cuestiones geopolíticas y los condicionantes sobre las relaciones bilaterales ni tampoco dejar de considerar el gran sello narrativo y de marketing que es BRI para el going global de China. Es un paquete all-in-one donde hay oportunidades, amenazas y por qué no, un poco de humo.
