
30 de septiembre 2021
Osvaldo MéndezPoeta. Publicó tres poemarios: "basura pert" (2000, editorial Tsé tsé y reeditado por Todas las fiestas de mañana, 2021), "Decimal" (2006, Gog y Magog), "El Aconcagua" (2012, editorial Vox).
UN ENFERMO DE DANTE
(El 14 de septiembre pasado se cumplieron 700 años de la muerte del colosal Dante Alighieri. En consonancia con la efeméride, el poeta Osvaldo Méndez acaba de hacer pública su traducción anotada del Infierno en www.infiernodante.com.ar, que se diferencia de las previas en la pertinencia de su dicción versolibrista y en la hondura de su calado analítico. Acompañamos la peripecia reproduciendo el primer apartado de la introducción. Revista Panamá.)
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Detallar el tipo de entusiasmo que suscita en mí esta obra fundacional, alumbrada hace ya siete siglos, sería, además de una tarea inútil e inacabable, adolecer de fatuidad, desbarrancar en la gratuidad de desafiarme a discernir, inmerso en la tiniebla convocante de lo ya de por sí difícil, en que consiste el asombro más alto.
Atrapado en esa red inasible y a merced de la impasibilidad de un ojo que lo ve todo, lo único que puedo permitirme es especular con que la exaltación a que me lleva responde a que interpela desde un abuso de ángulos, con la mayor honestidad y con una intensidad brutal e innegociable, al hacer esencial de un poeta, al carozo mismo de ese mester elusivo.
Creo que no hay cruz más definitiva, para aquel que como yo supo ensuciarse penosamente buscando un solo verso decente, que atreverse a medir fuerzas con este escrito y exponerse así a quedar expuesto y ser ridiculizado, para llegado el caso movilizarse y acendrar en uno hasta deponer, apreciar de nuevo, refundar, redefinir y volver a elaborar las pocas o muchas convicciones propias y apropiadas.
Habiendo sido educado en la falacia, volver a aprender todo.
Involucrarse con un texto antiguo que por lustros no fue sino una gravitación, y que una vez abierto llevó años de lectura ocasional, seguida, consecuente y obsesiva, años de acostumbrar el oído, de dejarse seducir, de escuchar cómo habla algo.
Años de exigencia hasta alcanzar, sin deliberación alguna, un punto de inflexión más allá del cual todo fluye.
Al respecto, aclaro enseguida que no se trata de que traducir a Dante sea imposible, sino de que es injusto e incluso una aberración.
Hay que obligarse, porque si bien nadie nos obliga no hay mejor escuela, a encarar la Comedia en el original, sabiendo que su naturaleza resulta refractaria a toda aproximación sesgada y tangencial y que de cualquier otra manera su praxis y experiencia son en última instancia inasimilables.
Creo que no hay cruz más definitiva, para aquel que como yo supo ensuciarse penosamente buscando un solo verso decente, que atreverse a medir fuerzas con este escrito y exponerse así a quedar expuesto y ser ridiculizado
Yo, que estoy lejos de ser el primero y no parece que vaya a ser el último en haber pasado una temporada en el infierno, transigí en la impiedad de versionarlo precisamente porque no me evité vivir en él, y de él me traje, en un desafío no menos físico que mental, esta lectura.
Dado que Dante llega a ser tan profundo y hondo como uno tolere que sea, dado que toda hiperactividad con la que uno se le entregue o busque someterlo va a remitir y ser devuelta con creces, toda apuesta a solucionarlo va a ser redoblada, toda resolución va a ser rendida, defraudada y superada hasta colisionar contra el atisbo de la imposibilidad de escribir mejor y de que nada mejor se haya escrito, con suerte, o, lo que es peor, hasta empezar a ser trabajados por la certeza de esa posibilidad, esta intentona, sin otra pretensión que la de ir perfilando un encuadre posible, se quiere limitar en todo caso a lo que yo con humildad estimo que él supo, quiso y necesitó dejar ver como el numen que era.
En principio me impuse y dejé guiar por un único propósito, que fue el de brindar un entre hacia el referido original, facilitar un acceso y un acercamiento, inducir una curiosidad, consciente de que esta curiosidad puede no ser satisfecha sino al cabo de una vida, y no sé.
Pero como siempre, se busca una satisfacción para encontrar que la misma persistencia de esa búsqueda perentoria no puede predicarse con ninguna de las conjugaciones de infinitivo satisfacer, y con el tiempo la pretendida traducción fue convirtiéndose en esta enormidad que también quiere ser una glosa poética, una especie de taller.
Y es que hay que saber fracasar.
Puedo decir que me sirvió de brújula el allanarme y no ceder a la tentación insólita del protagonismo, que ambicioné cierta sencillez y me circunscribí a dar con una inteligibilidad y a perfeccionarme en la llaneza, que me dediqué a pulir la gema de la claridad aún bajo la tensión de la complejidad más extrema, y que me permití, ocasionalmente, tropezar con alguna expresividad.
El lujo y ejercicio de ésta buscó ser en todo caso una culminación, un derecho de conquista y una incitación más para husmear, e implicó la suposición de haber abonado el terreno dejado atrás, en este caso las divisas previas.
Cediendo ante la presuntuosidad con la escasa sombra ideante de mi pobre talento de hecho, hice a un lado, por irrespetuosos,el doblaje métrico y la mímesis de rimas, lógica prosódica y escansión de los tercetos, y prescindí también de buena parte del enorme caudal de erudición desértica usual y de la mayoría de las tentativas aclaratoriasy taxonómicas, para centrarme más en determinados tópicos tonales, en la coloración, en una recomposición orgánica de la animación y el soplo de lo poético, si se quiere.
Puedo decir que me sirvió de brújula el allanarme y no ceder a la tentación insólita del protagonismo, que ambicioné cierta sencillez y me circunscribí a dar con una inteligibilidad y a perfeccionarme en la llaneza
A pesar de lo cual, e incluso así, me animo a decir que creo haberle sido más fiel a la excelencia del escrito, por irracional y contradictorio que parezca, al volcarlo en verso libre.
La Comedia, esa epopeya unipersonal a la que el divino Dante logró coronar pagando por todos, no necesita ser actualizada: baste redundar en que la dinámica impresa en su construcción de sentido es responsable de la percepción conceptual y la sensibilidad occidental en su conjunto, y ya.
Leer a este genio es enmudecer y embellecerse, es aprender a esperar, cerrada y hecha la noche, ante la inagotable inmarcesibilidad del cielo estrellado: así como el tiempo nos entera de que al igual que las de éste sus maravillas no son infinitas pero sí ilimitadas, también adivinamos que a mayor indagación el abismo se muestra más silencioso, y que su trato y eventual cercanía hacen que la intensidad de sus luces sea más cegadora.
Llega a verse que del mismo modo que al referir y detallar con creciente profundidad los matices de lo equivalente termina por hablarse de todo, en el aislamiento de la propia concentración se alcanza a dar con alguna semilla sin herrumbre.
Al restringir su amplitud de campo para expandir la comprensión, al centrarse para extenderse, la obra es toda una revelación perpetuándose a expensas de nuestra pauperizada mística.
Y es ridículo pretender decir de ella la última palabra, ya que las palabras últimas son las suyas propias.