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Reescrituras del modelo y sus crisis

Los peronismos en ejercicio del poder, incluso la última presidencia de Perón, han sido reescrituras del gran mito fundacional de la política argentina. Con más adecuación al modelo o asumiendo formas paródicas o trágicas, sea la violencia de los setentas o el liberalismo de los noventas, cada reescritura fue una reinvención del modelo peronista.

No fue un camino llano, sino más bien cíclico. Pero también las sucesivas crisis de reinvención tuvieron sus reescrituras. Es decir, se reescribe tanto el modelo como su crisis. La crisis actual del peronismo comparte con las anteriores ese voceo que pregona que “el peronismo no enamora” o que “el peronismo perdió su estrella” o, la mas frecuente y exculpatoria, “esto no es peronismo”. Variaciones para un mismo tema. Crisis, reinvención, ejercicio del poder, crítica sobre la desviación del modelo, crisis…

La escena actual comparte con las anteriores la dificultad de renovación dirigencial. Es un problema repetido. El peronismo tendrá liderazgos potentes o no será; no admite un liderazgo en disputa. Por eso, cada reescritura del peronismo lleva el nombre propio del líder como caracterización y como límite a la emulación plena: peronismo-del-segundo-Perón; peronismo-menemista; peronismo-duhaldista, peronismo-kirchnerista; peronismo-cristinista y el más reciente y dudoso peronismo-albertista. Cada uno a su modo reescribió el mito; pero al mismo tiempo, el nombre propio, introdujo una distorsión a la pregunta sobre la realización de la felicidad del pueblo.

El peronismo cristinista está vivo; pero su alcance está dañado. Y si no alcanzaba en el 2019 (una apreciación en revisión por algunos: ¿no alcanzaba a tal punto que necesitó un delegado que la llevase de segunda en la boleta?), cuando su margen de incidencia era mayor, el 2023 representa un desafío mayor. Esta vitalidad -o competitividad- insuficiente inhibe la renovación; y deja a potenciales aspirantes a “la espera” de una alianza o recluidos en sus territorios o en el lugar segundón de los que hablan por ella. Tres imposibilidades para la emergencia de un nuevo (no en ejercicio del poder) liderazgo.

Pero también hay diferencias. La crisis actual se distingue de las anteriores por dos elementos. El primero, la ruptura en el sistema de adhesiones. El segundo en la respuesta a la pregunta por la felicidad del pueblo.

"El peronismo tendrá liderazgos potentes o no será; no admite un liderazgo en disputa. Por eso, cada reescritura del peronismo lleva el nombre propio del líder como caracterización y como límite a la emulación plena: peronismo-del-segundo-Perón; peronismo-menemista; peronismo-duhaldista, peronismo-kirchnerista; peronismo-cristinista y el más reciente y dudoso peronismo-albertista."

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El sistema de adhesiones

Además de los peronismos históricos, asociados al nombre propio, sincrónicamente también hay muchos peronismos. Está el peronismo del militante y los otros peronismos. El peronismo del militante tiene sus liturgia, su marcha, sus actos, la calle, su bombo, su día, sus libros, sus dietas, su manual, sus derroteros, la organización, sus discusiones. Lo hay más intelectuales y los hay más gordos  y trabajadores. Tributan en triplete, simultáneamente al mito, al gran líder del presente y a su referente de cercanía. Tienen su capilaridad y sobreviven. Son inherentes a la dinámica de los movimientos de masas. Son previsibles en su identidad y, aunque se sientan decepcionados, no se quitan la camiseta.

Pero hay otros peronismos, más escurridizos, menos formalizados, más invisibles que pudimos relevar en nuestras investigaciones. Son los peronismos míticos, los intuitivos y los peronismos de ambiente. Estas tres formas básicas, que pueden cruzarse, son los que menos se ven de lejos, pero le dan espesor y potencia a la familia azul. Son la fuerza electoral del peronismo, la gran masa del pueblo. 

El mítico está en el corazón de las personas por las narrativas familiares: la fuerza del mito se ha hecho microhistoria, biografía familiar; el abuelo que fue chofer de Perón; la abuela que coció o cocinó para Evita. En un relevamiento cualitativo dirigido por la Dra. Caitlin Andrews sobre movimientos carismáticos, ya hace unos años, nos sorprendimos al encontrarnos con narrativas similares en las que muchas de las personas entrevistadas que se reconocían peronistas referían el vínculo de servicio directo que sus mayores habían tenido con el General y con Evita. Otras veces, ese vínculo directo aparecía bajo la forma de la ayuda fundacional en la vida de sus mayores. Su “peronicidad” era línea biográfica. Imagen en una mesita de luz, evocaciones de la infancia, razones familiares. Marca indeleble y afectiva. Son peronistas porque heredaron un amor y una veneración. Cada vez más, esta narración se cuenta con la distancia que van imponiendo la sucesión de las generaciones.

El peronismo intuitivo es menos expresivo; es más intuición sobre cuál es “tu lugar en el mundo”. Hay un ordenamiento del mundo que presenta a los que tienen y a los que no. Una imaginería que parte al mundo en dos; los desposeídos, y su anverso; los laburantes y los otros; los marrones y lo que sea que haya enfrente. Los límites son lábiles; pero alcanzan para identificar un colectivo y una representación para ese colectivo. Lo viven desde el individualismo, pero lo imaginan común. Están en zonas de clases medias bajas, en muchos casos en vías de pauperización o con su amenaza; son laburantes formales e informales y son -o eran- también sus hijos. Cabalgan entre ideas liberales y populistas. No están atados al peronismo por su liturgia, pero sí tienen recuerdos y experiencia de voto. Identifican al líder como alguien que puede favorecerlos; alguien que, estando lejos, también está de su lado. El consumo y el acceso a bienes materiales constituyen, tanto como el trabajo, su dignidad.  Reconocen a quiénes entronizan estos mismos valores. No hay tradición ni liturgia ni narrativas del corazón pero hay experiencia de voto y representación. Y esto también puede transmitirse como mandato familiar. Un peronismo intuitivo es también un peronismo instintivo. Supervivencia y distinción, al final de cuentas. A veces pueden oscilar, mirar atentamente otras ofertas electorales, pero su mirada se inclina en primer lugar a la oferta panperonista. El candidato tiene que activar un rechazo muy grande para que decidan declinar esta invitación “natural”.

El peronismo como ambiente se da entre personas que viven en barriadas populares, en asentamientos, donde los verbos para el político son “ayudar” y “estar” antes que “hacer” (estos tres verbos son los más recurrentes para expresar el tipo de lazo que los electores tienen con los políticos). Allí el peronismo se impone como ambiente y marca los modos de hacer experiencia política. El peronismo como ambiente requiere de mediaciones presentes, el puntero muchas veces cumple este rol. No tienen palabras grandilocuentes para expresar su adhesión; pero la dinámica funciona. Toma y daca, presencia cotidiana, ayuda e identificación sin grandes vueltas. Es un peronismo por ósmosis. El ecosistema ordena la filiación y acota el arco político de lo atendible. Este peronismo larvático no tiene canon pero sale de su crisálida el día de las elecciones. A los políticos que no tienen este color les cuesta entrar a las barriadas, son vistos con desconfianza, los miran de lejos, necesitan del recorrido pautado. Su irrupción es como un cuerpo extraño. Los movimientos sociales que apelan a los símbolos del mito, algunos, también echan sus raíces sobre esta sensibilidad experimentada como ambiente.

"Hay otros peronismos, más escurridizos, menos formalizados, más invisibles que pudimos relevar en nuestras investigaciones. Son los peronismos míticos, los intuitivos y los peronismos de ambiente. Estas tres formas básicas, que pueden cruzarse, son los que menos se ven de lejos, pero le dan espesor y potencia a la familia azul."

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Ruptura del sistema de adhesiones

Este sistema de adhesión está sitiado. Por derecha y por izquierda. Milei y Belliboni son dos nombres pospandémicos que reordenan razones y ponen en jaque al activo electoral del peronismo.

Belliboni tuvo la capacidad de ganar la calle y probó (nuevamente, como lo hizo la izquierda en la crisis de 2001) que puede hacer las demostraciones de fuerza que antes parecían potestad exclusiva del peronismo. Disputa ambiente en las barriadas y están ligados a fenómenos de supervivencia. Pero también caló entre el peronismo intuitivo, en el votante desencantado del kirchnerismo de clase media y media baja. La izquierda todavía luce minoritaria, pero fue tercera fuerza nacional y creció en el 2021 a expensas de un voto que enarbola la idea del “pueblo”, disputando si ya no la felicidad-del-pueblo (mito lejano e imposible en el contexto actual) al menos sí la promesa de fidelidad-al-pueblo. El de la izquierda fue un voto “prestado” y no definitivo, en el marco de una elección que se considera menos importante que las ejecutivas –el medio término-, y en las que la voluntad de castigo primó sobre otras razones electorales. Pero atención, ese enojo aún no se ha disipado.

El caso Milei es un poco más complejo. Para empezar, Milei no critica al peronismo. Más bien abraza y canoniza al peronismo de los noventa. Tiene liderazgo y voz. Es populista. Pero también liberal. Linkea con las dos sensibilidades que el peronismo eficiente supo sintetizar. Milei parte las aguas en el peronismo. Las principales voces de preocupación y de rechazo a su figura están en este electorado; muchos lo ven peligroso, otros retrógrado y el peronismo de izquierda rechaza su agenda anti cambio climático, anti nuevo status de la mujer, anti planero. Al mismo tiempo, otra porción del peronismo intuitivo joven se embelesa ante ese liderazgo sin mediaciones, que también dignifica cuando los quiere “leones” y no corderos.

"Este sistema de adhesión está sitiado. Por derecha y por izquierda. Milei y Belliboni son dos nombres pospandémicos que reordenan razones y ponen en jaque al activo electoral del peronismo."

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La imposibilidad de imaginar un futuro de realización personal, condición de base para la realización de la felicidad del pueblo, es marca de época de muchos jóvenes. Entró por allí. Hoy los padres escuchan a sus hijos, a los que también ven con grandes dificultades para imaginar un futuro posible, y se preguntan si ellos no tendrán razón. Se invierte la dinámica de herencia. Ya no son los padres los que transmiten a sus hijos sus inclinaciones políticas sino que son los jóvenes los que reinician a los padres en un nuevo credo. “Soy peronista porque vengo de una familia peronista” es algo que cada vez se escucha menos en nuestros estudios. Al revés, la ubicación en el pasado del peronismo por parte de los jóvenes muestra el desgaste y los límites a los que se enfrenta el movimiento.

La mayor adhesión al mundo azul se encuentra en las personas de edad intermedia. Son los que eran jóvenes cuando Cristina conectaba con las agendas, las demandas y las expectativas juveniles. Esa conexión hoy no está. Es otra Cristina y son otros jóvenes. La situación aún no es tan grave porque, por ahora, la principal víctima de Milei son las juventudes amarillas. El peronismo es aún fuerte entre los jóvenes, aunque ya no lo es en la medida en que lo era.

Movilizarlos es cada vez más difícil y muchos de ellos experimentan un sentimiento de profundo nihilismo. Algunos están en un nihilismo pasivo y su renuncia a asistir a las urnas manifiesta la falta de confianza en que las cosas cambien; otros eligen la izquierda como opción perdidosa, sólo por principismo; porque cuando no se puede aspirar a nada material, las ideas recobran algo de dignidad. Los que experimentan un nihilismo activo están mirando el fenómeno emergente. No rechazan a Milei. Van siendo alcanzados por su rumrum. A veces la simple curiosidad los hace googlear y luego el algoritmo hace lo suyo. En otros casos se sienten rodeados y en lugar de rechazarlo tienen la permeabilidad de la escucha. La fuga comenzó y hay indicadores de que podrá proseguir.

Que por ahora el daño sea mayor en el adversario de grieta, no puede opacar que Milei puede aún conquistar y ya se está enquistando en los amplios intersticios del peronismo intuitivo, y que va conformando, sobre todo entre los más jóvenes -primer y segundo voto-, un ambiente.

"Milei no critica al peronismo. Más bien abraza y canoniza al peronismo de los noventa. Tiene liderazgo y voz. Es populista. Pero también liberal. Linkea con las dos sensibilidades que el peronismo eficiente supo sintetizar. Milei parte las aguas en el peronismo."

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La felicidad del pueblo

El mundo cambia. Con él, las formas de realización de la felicidad del pueblo. ¿Qué ofrece, al nuevo mundo, el peronismo? No hay respuesta inmediata porque no es tan evidente.

La felicidad del pueblo es justicia social y la justicia social en el peronismo es ascenso e igualdad. Se accede a ellos a través del trabajo y el consumo. Pero nuestra nueva sociedad tiene al trabajo en crisis porque o bien no hay empleos para todos o porque aun trabajando serás pobre. Somos una sociedad del trabajo sin trabajo para todos o con trabajo miserable. Los tres peronismos -más allá de los militantes- tienen al trabajo como eje ordenador de todos sus valores. Cuando el trabajo está en crisis se desvanece toda ilusión de felicidad colectiva. Por ello, también, la crisis del peronismo es una crisis de dignidad. El trabajo vuelve miserable.

Este nudo fundamental hoy hiere al peronismo, y propicia la fuga. Porque si es justo que cada uno produzca al menos lo que consume, el mundo institucionalizado de los planes, instrumento transitorio de contención post crisis del 2001, se fosilizó y creció, atentando contra la lógica misma de algunos de los inmutables veinte mandamientos. Será tiempo de una nueva reescritura, que acomode aquellos principios a la realidad. En definitiva, la única verdad.

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