02 de mayo de 2025

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A diferencia de la primera temporada de “Envidiosa”, donde la frescura de la protagonista y su conflicto con la ausencia del padre, convirtió a la serie en un gran producto de entretenimiento, esta segunda parte rompió ese hechizo. De su pánico a no ser “la elegida” -algo que la hizo cercana al público de este siglo XXI muy abandonado y con temores afectivos- a dar una y mil vueltas teniéndolo todo. Justo en momentos dónde tantos carecen de mucho.
Si bien no hay reglas para el éxito, existen ítems que son necesarios para creer en una historia. Y cuando se habla de creer no significa en la verosimilitud sino en la magia del cuento. Recordemos que antes de la llegada del presupuesto a la televisión, los adeptos a las telenovelas creíamos que, si una casa tenía una larga escalera, dos teléfonos y una señora de servicio llevando uniforme negro con delantal blanco, esa familia era mega millonaria y no había discusión si el guión tenía fuerza. Como no la había cuando una pareja de distinta clase social con mucha química se enamoraba, deseando comer perdices a pesar de las maleficencias de uno o dos villanos inescrupulosos que hacían de sus vidas un martirio, logrando al final, a pesar de todos los padecimientos, salir triunfantes. Queríamos creer y creíamos.
El Wandagate fue otra señal de nuestro destino latinoamericano. Las redes como un gran barrio en chancletas y ruleros opinando en continuado, mientras el culebrón de esos magnates tenía todo lo que amamos creer: una pareja perfecta, millones, una villana pérfida y dimes y diretes
Tanto como en este dólar planchado, que permite el ingreso de productos de todas partes y viajes que son una bicoca para el que puede, mientras fingimos demencia pensando que no va a terminar siendo el corazón del próximo conflicto: desocupación creciente y mayor número de informalidad disfrazada de cuentapropismo en un país en el que ya reina la precariedad laboral. Como en los noventa otra vez el mismo teleteatro, pero quizás con una aceleración en los resultados imposible de soportar. Estamos tan atados con alambres que en cualquier momento todo se puede quebrar. Eso sí, creyendo que nada malo puede traer tamaña decisión económica.
Al igual que en una telenovela, donde negamos lo que vemos porque deseamos confiar. Y deseamos confiar y creer en el dólar barato. De hecho, Milei ganó prometiendo dolarizar en un país que no produce dólares. Ni Alberto Migré llegó a ese extremo ficcional.
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Mientras tanto el gobierno -que había pasado un año más que digno en términos de calma social a pesar de todos los ajustes y despidos- a mediados de enero entró en una espiral de desaciertos inexplicables. Pudiendo hacer la plancha como muchos compatriotas que estaban alejados del mundanal ruido gracias a las vacaciones estivales, puso primera y se enredó en conflictos “culturales” que nadie le había pedido.
Un oficialismo que en campaña se burló de la agenda internacionalista del progresismo pero que terminó importando asuntos de los republicanos yanquis o de las derechas europeas. Su guerra contra jóvenes músicos, casi calcada a los enojos de Donald Trump con Taylor Swift, son algunas de las perlas que ofreció para complicar el nuevo año, que ya de por sí parece difícil en términos económicos, y con una elección de medio término en ciernes que suele hacer del año un infierno entre campaña y campaña.
Es que, además, vuelve a emerger de las profundas entrañas el gran drama nacional, nuestro gran defecto: la tilinguería que nos atraviesa. Tilinguería, representada no solo en la “pasión por Miami”, que sería el menor de los detalles, sino también por la falta de una mirada más profunda sobre quiénes somos en un país que ama reflejarse en espejos lejanos por ambos lados de la grieta. A tal punto que en pandemia nos miramos a través de Italia, por ejemplo, y nos perdimos de ver a México, cuya economía se asemeja mucho más a lo que hoy somos. Miles de informales ganando la diaria alejados de la discusión sobre economía o salud. Pues la economía les domina el resto de sus vidas. Y no por ambición sino por supervivencia.
Así que en medio del tironeo de los embanderados en “Dios, Patria y familia”, las declaraciones vergonzosas del presidente sobre la homosexualidad o las disputas sobre “Cometierra” o María Becerra, la desesperanza puede volver al agotarse la paciencia con Milei y con los opositores
Por supuesto que existen diferencias históricas con los aztecas, pero nos negamos siempre a vernos parecidos creyéndonos Europa o New York, suponiendo que el país es tan solo cuarenta cuadras de CABA, el centro neurálgico donde se piensa una Argentina que se desconoce a tal punto que una campaña presidencial puede cerrarse en el colegio Carlos Pellegrini (como señal de simpatía de los jóvenes hacia un candidato). Ni la escuela de Rebelde Way era tan exclusiva. Pero nadie quiere pensarlo. La pereza y la inmediatez parecen ser un signo de época.
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El Wandagate fue otra señal de nuestro destino latinoamericano. Las redes como un gran barrio en chancletas y ruleros opinando en continuado, mientras el culebrón de esos magnates tenía todo lo que amamos creer: una pareja perfecta, millones, una villana pérfida y dimes y diretes. Hoy aburre por la extensión del drama sin final a la vista. Pero tuvo todo lo que la ficción nos estaba privando.

Desde hace años los dramas intimistas se han apoderado de las ficciones y las telenovelas se han transformado en desfiles de gente demasiado bella. Salvo excepciones, como la telenovela turca que calcando los viejos patrones latinos mete un pelado de galán o zigzags en los guiones casi al borde del ridículo. O no tanto, la vida real es así de complicada y sin millones. Por eso para el gobierno haberse metido en temas tan urticantes como el femicidio también es no conocer los problemas de muchas mujeres que padecen a diario injusticias y temores que en cualquier barrio o pueblo son más que conocidas.
Es que nadie se esfuerza por ver más allá de su ombligo y de su agenda globalizada. Eso sí, lo que más nos acerca a Europa nadie le viene prestando atención: la bajísima tasa de natalidad en un país de extensiones amplias. Entre decisiones personales, para que analicen los que saben, y una sensación de desesperanza económica que nos agobia, estamos en un problema que no se resuelve sacando la ESI o los anticonceptivos gratuitos sino adentrándonos en averiguar las razones más profundas.
Un oficialismo que en campaña se burló de la agenda internacionalista del progresismo pero que terminó importando asuntos de los republicanos yanquis o de las derechas europeas
Pero son tiempos donde nadie quiere profundizar y donde las promesas políticas se venden en pastillas de tik tok o en tuits con supuesto punch donde el lenguaje presidencial emula a Raúl Portal en “Noti dormi”, un viejo programa de la medianoche donde su conductor hacía juego de palabras. Del “Caraculico” inventado por Portal al “María BCRA” creado por el primer mandatario. Sin olvidarnos del nuevo perfil de Cristina con su “Che Milei” arrabalero, y con el cual, por lo visto, quiere disputar terreno tuitero con el presidente.
Así que en medio del tironeo de los embanderados en “Dios, Patria y familia”, las declaraciones vergonzosas del presidente sobre la homosexualidad o las disputas sobre “Cometierra” o María Becerra, la desesperanza puede volver al agotarse la paciencia con Milei y con los opositores, que hasta el momento actuaron como un coro indignado, sin otra propuesta más que mostrarse como “los buenos” frente a los desmadres oficialistas. Una remake ajada de otras telenovelas pero con un público cada vez más harto de los refritos. Un público ávido por creer en nuevas telenovelas, pero esta vez con un guión digno.