
22 de octubre 2021
Roque Di PietroEditor. Autor del libro "Esta noche toca Charly" volumen 1 y 2 (Vademécum, 2017 - 2021).
¿NUNCA TE MIRÓ CHARLY GARCÍA DE FRENTE?
1.
En el verano de 1985 mi mamá me compró Piano bar, en casete. Fue en la Galería del Sol de Carlos Paz, en una disquería atendida por un tipo que, recuerdo, me ponderó la potencia del tema 1 del lado A. Aunque ya había tenido algún encuentro con la música de Charly García a través de mix-tapes armados por mi hermano mayor, aquella fue la primera vez que observé “una obra” completa del artista: la tapa, los títulos y el orden de las canciones, nombres y apellidos de los músicos que tocaban allí y hasta alguna imagen del artista titular, ese curioso ser con un bigote de dos colores. Tardé años –muchos- en enterarme de que aquella tapa de Piano bar en realidad no era la portada original (es decir, la del vinilo) sino una adaptación para el formato casete que, por motivos inexplicables, sobrevivió a las primeras reediciones en CD. Y pasaron muchos años más (incluso cambió el siglo y el milenio) hasta que mi amigo Matías Ferrero una noche envió un mensaje de whatssapp para comentarme un notable descubrimiento: la tapa de Piano bar es casi idéntica al interior del gatefold de Ramshackled (1976), el único LP solista de Alan White, baterista de Yes. La historia tal vez sirva para ejemplificar de qué manera opera la obra de Charly García en sus decenas de miles de seguidores obsesivos que habitan, supongo, en cualquier territorio donde se habla con fluidez la lengua castellana. Una música (y un artista) que cuando se te inocula en el cuerpo, no te lo sacás más. Quizás porque es una obra que se va revelando con nuevos sentidos y múltiples referencias mientras pasan los años, las décadas, los siglos, el milenio… la vida. Como Piano bar, con su arte de tapa y sus diez canciones grabadas en dos o tres días a mediados de los años 80. ¿O acaso no seguimos escuchando “Total interferencia” o “Tuve tu amor” como si fuese el verano del 85”?


2.
Una tarde de 1992 vi a Charly García caminar por la calle Charcas con un sachet de leche en la mano. Observar a Charly García caminando por la ciudad es una de las experiencias más fascinantes que puede ofrecer este rincón del planeta Tierra.
3.
En el año 2000 trabajaba en una editorial que publicaba revistas con CD que se vendían en los kioscos de diarios. Hacía unos meses que Charly & Charlie había salido a la luz y pensé que ese disco (grabado de manera casera en la Quinta Olivos durante el famoso encuentro) podría circular en los kioscos. Combiné con su mánager de entonces -Marcelo Della Valle- para tener una charla durante una prueba de sonido en Mar de Ajó. Charly estaba haciendo la temporada tocando en boliches minúsculos junto a Canto Rodado, un grupo tributo a los Rolling Stones. (No hay ningún error en la frase anterior; en aquel tiempo uno se podía encontrar a Charly García liderando una banda tributo a los Stones.) A la hora señalada en Mar de Ajó, ingresé a aquel antro mientras el artista probaba sonido en soledad. Juro que nunca olvidaré su mirada de rayos X sobre el intruso que quería conversar con su mánager. ¿Nunca te miró Charly García de frente?
4.
Durante los años 90, en el apogeo del rock barrial y su repertorio explícitamente anti-neoliberalismo, los abanderados de esa corriente nac&pop multiplicaron sus ingresos a la enésima potencia con billetes convertibles a dólares. Mientras tanto, Charly García, que exigía limusinas para trasladarse, se fotografiaba con Menem en el último suspiro de su mandato y fundaba su status de rock star en un país en decadencia, vivió ese fin de siglo con gravísimos problemas económicos que por momentos convirtieron su cotidianeidad en una pesadilla. ¿Todavía hace falta preguntarse quién estuvo más cerca “de la gente” o quién fue más genuino, honesto y creíble durante aquellos años?
5.
En el año 2003 un amigo de Japón (disquero y fan de Charly García) llegó a Buenos Aires. Quería conocer a su ídolo en persona y para eso trajo un anzuelo perfecto: las ediciones japonesas de los simples que Charly había grabado en su disco de versiones Casandra Lange. Dylan, The Supremes, Beatles, Otis Redding y muchos más en lujurioso vinilo de 7 pulgadas oriental. Hubo dos encuentros con García, quien se fascinó con semejante regalo, y a los que, por supuesto, me colé. Acababa de publicarse Rock and roll yo y -valga la redundancia- yo estaba encantado con “Asesíname” y el puente de “Cretino” (“No esperes a mañana…”). En el primero de esos encuentros, en la vereda de Coronel Díaz, no paré de alabarle su flamante álbum. Fue el momento en que volví a observar aquella mirada de Mar de Ajó; esta vez leí lo siguiente: “¿Y qué esperabas? Soy Charly García”.
6.
En el 2011 escuché música nueva de Charly García con Charly García. Fue durante la mezcla de 60×60. Mientras escuchás la música nueva de Charly García con Charly García, Charly García te mira para ver qué te pasa. Hacé lo que puedas.
7.
En octubre de 1985, es decir hace más de tres décadas y media, Charly García cerró el Festival Rock & Pop en Vélez con un show —para los parámetros de la época— descontrolado y suicida. El primero, quizás, de muchos otros shows descontrolados y suicidas. Al día siguiente, el diario Clarín especuló con la posibilidad de un final poco feliz para el artista si las cosas no cambiaban de rumbo: “Si García muriese mañana, la actuación que ofrendó ayer hasta las cuatro y media de la madrugada sería el testamento de su fértil locura”, escribió el periodista Carlos Polimeni el 15 de octubre de 1985, hace exactamente 36 años y 8 días. Este mismo sentimiento -de inminente final, de si sigue así se va a morir, de de esta no vuelve– volvió a repetirse en 1990, 1992, 1994, 1996, 2000 y así sucesivamente a lo largo de los años, las décadas, los siglos, los milenios, hasta llegar, ni más ni menos, al momento en que se escriben estas líneas. En 1972 Charly era Charlie y comenzaba su carrera profesional con una canción sobre la muerte. La incluyó en un long play que tituló Vida. En ese gesto, en ese (des)equilibrio entre la oscuridad y la luz, probablemente, se comprima toda su mo-nu-men-tal obra y una vida que, creer o reventar, hoy llega a los 70 años.
Feliz cumpleaños, gran maestro.