Un momento...

02 de mayo de 2025

02 de mayo de 2025

18 de enero de 2025

LOS RICOS TAMBIÉN LLORAN

Lorena Álvarez

Tiempo de lectura: 6 minutos

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Un calor agobiante. Una financiera que otorga supuestos créditos baratos (que no son tales) para gente de escasos recursos (que acaba dejando hasta los muebles para pagarlos). Un empleado honesto, pero harto de su jefe timbero, manipulador e insensible. Y una secretaria nueva con un cuerpazo que llega para romper la frágil armonía. Esta historia podría transcurrir hoy en cualquier rincón céntrico de este país. Pero data de 1953 y es el meollo de “Un extraño en la escalera”, un film noir mexicano de la era dorada del cine azteca. Dirigida por un argentino, Tulio Demichelis, se trata de una historia que se adentra en un triángulo amoroso, pero con ribetes de una actualidad pasmosa: hay plata negra, juego, poder, créditos usureros y una mujer hermosa de clase media baja que puede transformarse en la esposa de un enamorado decente o en el juguete decorativo de un tipo de guita. Amor o ascenso social. El motor de la Historia.

También es interesante observar cómo es retratado el villano de esta historia mexicana: impúdico y vil. Algo que hoy, puesto así como el “malo de la película”, no sucedería. Porque en esta era cualquier ducho en menesteres económicos -aunque esté envuelto en trampas- se encuentra en lo alto de la cúspide del progreso y reconocimiento. Y no es una novedad. En un mundo desangelado, parece que para muchos es simple: al rico se lo admira. Es alguien que pudo. A pesar de que la forma de acceder a esa riqueza pueda ser reprochable. Mientras no sea casta política… mientras no la haya hecho “con la nuestra”, es el lógico cálculo popular. Para un jipi con OSDE, preferible un OSDE sin jipismo. Si hay riqueza, que se vea. Una vida hecha con los likes de instagram.

Algo más. Demichelis era un argentino que había emigrado a México por sus desacuerdos con el peronismo. Sin embargo, a la hora de rodar compartía visión con lo que en este país se estaba filmando, con el cine dorado del peronismo. La injusticia de cómo hacerse de una fortuna cerraba esa grieta. No todo era admirable a la hora de amasar guita.

Con ex’s que entran, salen y declaran (Maxi López, L-Gante), peluqueros-amigos-esclavos que filtran información y mansiones que dejarían patitieso a los productores de Hollywood, este cuento nos mantiene alejados del mundanal ruido como si el primer año de Milei estuviese angelado

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A falta de un gran escándalo la temporada estival nos viene regalando, en módicos capítulos, su notable culebrón: el Wanda-China-Icardigate. En verdad, es una historia que lleva varias temporadas, que empezó en el lejano y pandémico 2021; pero desde entonces nunca ahorró los sorpresivos “giros narrativos” que le permitieron mantener cautiva a la audiencia. Un culebrón anfibio: nos estaba esperando. Y todo indica que es una historia que no parece tener fin.

Como solía acontecer en el mejor cine clásico de antaño, acá tenemos una voz en off que relata como si fuera la consciencia de los hechos: Yanina Latorre. Otra “mala” que no dejó de meterse en el tema ni en sus propias vacaciones. La rubia va mechando sus historias de instagram entre primicias del novelón y fotos de su descanso paradisíaco: una de cal (chismosa) y otra de arena (la propia exhibición, a juego con la época).

Con ex’s que entran, salen y declaran (Maxi López, L-Gante), peluqueros-amigos-esclavos que filtran información y mansiones que dejarían patitieso a los productores de Hollywood, este cuento nos mantiene alejados del mundanal ruido como si el primer año de Milei estuviese angelado. Nada lo afecta y cualquier reclamo se diluye entre los chats con hamburguesas de Mauro, el supuesto embarazo de la China y el estallido, que aún no se produjo y esperamos, de Wanda (que todo lo lleva a Tribunales mientras photoshopea retratos). El verano del desamor le ha ganado a la economía. Acá los ricos tampoco lloran, se vengan en instagram, el lugar donde todos muestran amor, viajes y posesiones. Donde la envidia es el motor del progreso. O de la rotura anímica. A puro depresión y like.

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Esta lucha entre Wanda y la China por el amor o la tenencia de Mauro Icardi nos devuelve humanidad, aunque desde su arista más sombría. Arrastrados por sus pantanos emocionales, este triángulo demuestra que los miedos, las incertidumbres y las angustias no solo son de los que no llegan a fin de mes. Tener la tarjeta en rojo mientras miramos a los que tienen el corazón en llamas. Celos, deseos, infidelidad, enojos, venganzas y miserias expuestas en medio de decorados fastuosos y el más preciado de los bienes actuales: tiempo libre sin necesidad de correr por el mango para llevar a cabo todas las revanchas. Laburar de no laburar: son todos corazones al desnudo.

La Argentina rompía sus prejuicios: ya era gobernada por primera vez por un hombre exitoso, empresario, que había “hecho su partido y ganado la elección”, pero que forjó su primera fama lejos de la política

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A la natural virtud física de la China le fue sumando retoques que terminaron perfeccionando el arma letal de su belleza. Y la belleza es muchas cosas, pero también ese escalador social que les ha permitido a tantas mujeres “ascender”. Pero a ese encanto se le adiciona la impiedad con la que compite con el resto de las mortales. De María Eugenia Tobal a Pampita hasta llegar a Wanda sin tener en claro cuántas otras han sido también sus víctimas. No es que la China sea “mala”, es que no parece importarle a ella ser puesta ahí, en el lugar de villana. La “rompe-hogares”. Aunque ella tenga el propio.   

Pero lo que traería lágrimas en muchas, se ha transformado en Wanda en una cadena de venganzas que nos mantiene en vilo un año en que –si fuéramos sólo bienpensantes- debíamos estar más preocupados por la caída del consumo y la profunda desigualdad que se avecina. Estamos mal pero “representados”: todo lo que los mueve en el fondo es oscuramente humano, y nos permite opinar a todos cómo lo podríamos hacer con esta “telenovela”. Una villana hermosa y glacial, una pareja rota que supo exhibir su “vida perfecta” y personajes de reparto que viven tirando huesitos mediáticos en busca de sus quince minutos de likes. Acá no importa preguntarnos “¿qué dice de nosotros eso que vemos?”. Acá importamos nosotros diciendo lo que decimos de ellos. Que decidieron estar ahí, a la vista de todos. Porque siempre sabrán que es mejor estar ahí, que acá. De este lado. Donde te pasa lo que le pasó a Wanda: la gente te da amor… y su currículum.  

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A principio de los ochenta, aún en dictadura, con la economía bastante rota, la industria televisiva también presentaba esos cambios en la “estructura”: el “deme dos” llegó a los canales, porque era más rentable comprar latas de afuera que producir ficción nacional. Por ende, hubo una invasión en telenovelas mexicanas. Se nos llenó la cocina de humo y quesadillas.

La que prácticamente dio el puntapié en esa época (antes apenas había llegado alguna que otra) fue “Soledad”, un teleteatro lacrimógeno protagonizado por Libertad Lamarque, la diva argentina que llevaba años viviendo en aquel país. Debido al éxito, al culminar la historia, canal 11 quería reemplazarla por otra del mismo origen y ya tenía en vista lo que era un exitazo mundial. Pero había un problema: a la dictadura que nos gobernaba el título de la novela (“Los ricos también lloran”) les parecía filo comunista. Una estupidez histórica con semillas de verdad: el prejuicio contra los ricos era algo que el Proceso también se proponía barrer. Finalmente la permitieron, pero a condición modificarle el nombre. Así fue como el gran éxito de Verónica Castro se vio en Argentina bajo el minimalista título: “Mariana”. Nadie se inspiró demasiado. Mariana era el nombre de su personaje en la tira.

Para un jipi con OSDE, preferible un OSDE sin jipismo. Si hay riqueza, que se vea

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Hay un eco más cercano a esa novela. De industria local. En la primavera macrista, en 2016, Pol-ka llamó a uno de sus culebrones nada menos que: “Los ricos no piden permiso”. ¿Otra ficción que palpó el devenir anímico de la sociedad? Puede ser. La Argentina rompía sus prejuicios: ya era gobernada por primera vez por un hombre exitoso, empresario, que había “hecho su partido y ganado la elección”, pero que forjó su primera fama lejos de la política. Desde hace años que ser rico no es pecado, lógicamente “es lo que muchos quieren ser”, y sabemos que aún en una playa privada y rodeados de mucamos se llora por penas de amor. Es que el amor es lo más democrático que nos queda: no pide permiso y le arruina la vida incluso a los que se pagaron un paraíso. Lo que vemos en esta novela de ricos y nuevos ricos sacándose los ojos es un tesoro: el dolor del que la guita no te salva. Si la China, Wanda o Mauro caminaran como zombies por las calles de este verano aciago podrían tocar el timbre en cualquier casa y encontrar a millones que los esperan con el mate servido y el llanto de lo que se sabe por viejo: así, enfermo y sin vento, nadie más me va a querer…