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06 de noviembre 2018

Aurelio Tomás

LAS VEGAS: SINDICATOS Y MAGNATES DETRÁS DE LA PELEA POR EL FUTURO DE TRUMP

Tiempo de lectura: 4 minutos

La capital mundial de los vicios recibe cada año una cantidad de visitantes equivalente a la población de la Argentina: más de 42 millones de turistas dejaron en promedio 500 dólares en las mesas de juego de Las Vegas durante 2017, según los datos oficiales. Sus hoteles suman cerca de 150 mil habitaciones, un número equivalente a la población total de Tierra del Fuego.

Los números o las clásicas imágenes de las películas sobre esta ciudad no ofrecen, sin embargo, una idea precisa de la escala monumental que tiene todo en la Ciudad del Pecado. Incontables mesas de mesas de juego, restaurantes y tiendas de compra se intercalan en los pasillos de hoteles como el Bellagio o el Cesar Palace. No es difícil perderse y necesitar una media hora para encontrar la salida en algunos de estos templos monumentales del juego de azar.

También son incontables los espectáculos disponibles que se anuncian en carteles luminosos y pantallas que, en algunos casos, tienen la altura de un edificio promedio de Buenos Aires. Las marquesinas que publicitan los espectáculos parecen una antología de los artistas populares de las últimas décadas: Rod Stewart, los Backstreet Boys, Celine Dione y Diana Ross compiten por el público en una misma noche. Hasta los Beatles tienen su show, anunciado con un cartel gigante en el hotel Mirage. En este caso, es uno de los múltiples espectáculos del Cirque Du Soleil que lleva por nombre “Love” y se publicita con la icónica foto de los cuatro de Liverpool con los uniformes de la Banda del Sargento Pepper.

Entre tanta monumentalidad, sorprende que uno de los edificios más discretos sea el de Donald Trump, el hombre de negocios y actual presidente de Estados Unidos que ha hecho de la grandilocuencia su marca principal.

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La ciudad es un altar al consumo. En el país que es sinónimo de antipatía con los fumadores, los cigarrillos están permitidos en lugares cerrados, también se permite tomar en la vía pública -algo vedado incluso en las ciudades más liberales como San Francisco o Nueva York. En Las Vegas, no hay ley que se interponga al afán de consumo. La prostitución es legal e incluso se anuncia con carteles en camionetas que circulan por la calle principal, The Strip. En medio de la ciudad resulta difícil recordar que la misma fue construida en medio de un desierto.

Allí están los hoteles más importantes, que incluyen enormes reproducciones de los canales de venecia, la torre Eiffel y la Ópera de París. Hay shows de strip tease para todos los gustos, desde morrudos jóvenes australianos hasta mujeres pulposas ofrecen espectáculos eróticos en diversas salas. La industria de la desnudez ocupa a más de 2.500 personas cada día. La marihuana también es ahora legal, como ocurre en muchas ciudades del país que lanzó -y aún sostiene- la cruzada mundial contra las drogas.

Entre tanta monumentalidad, sorprende que uno de los edificios más discretos sea el de Donald Trump, el hombre de negocios y actual presidente de Estados Unidos que ha hecho de la grandilocuencia su marca principal. El edificio, de ventanas doradas, parece una nota de discreción entre tanta opulencia.

Su figura como principal político del país no pasa inadvertida, sin embargo. Sobre todo para la Unión Culinaria, uno de los sindicatos más fuertes del país. Los empleados de casino agrupados en este gremio son en su mayoría inmigrantes, asiáticos, latinos y de otras latitudes. Son una de las principales estructuras detrás del partido demócrata local y, en este turno, sumaron fuerza a la campaña de Jacky Rosen, una diputada que busca desbancar hoy al senador republicano Dean Heller.

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En Las Vegas también está el primer diario que apoyó la candidatura de Trump a la presidencia desde su sección editorial (la mayoría de los diarios norteamericanos toman partido en la elección desde sus páginas de opinión). Su dueño es Sheldon Adelson, un dato que fue revelado por los mismos periodistas del diario en una investigación. Una muestra elocuente de la cultura de redacción única que existe en este país.

En la Ciudad del Pecado, la batalla por el futuro del Congreso norteamericano y la presidencia de Trump es también una lucha de clases.

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Adelson es también el dueño de dos de los principales hoteles de Las Vegas. Uno de ellos es una reproducción a escala de la ciudad de Venecia. Con “gondolieri” incluidos. Tiene una fortuna de 43 mil millones de dólares e inversiones en Macao y Singapur. En 2015 fue investigado por presuntas coimas a funcionarios chinos, pero salió indemne del proceso que podría haber revocado las licencias de sus casinos. También es un gran donante del Partido Republicano.

Es la contracara de los demócratas de la Unión Culinaria. En 2016, aportó 86 millones de dólares durante la elección en la que se coronó Trump. Un turno antes, en las presidenciales donde fue reelecto Barack Obama, había sumado 150 millones para detener al candidato que calificó como “socialista”. Una periodista de su diario suma un dato adicional: es el único dueño de casinos en Las Vegas que logró evitar la sindicalización del personal. En la Ciudad del Pecado, la batalla por el futuro del Congreso norteamericano y  la presidencia de Trump es también una lucha de clases.

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