02 de mayo de 2025

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Vacaciones en Brasil y Uruguay, un “deme diez” en Chile y acceso a módicos lujos vía compras al exterior son parte de los detalles que parecen signar esta luna de miel con el gobierno que, entre el blanqueo y la inflación, aparentemente dominada, llega al tan temido diciembre argentino de la manera más insospechada: tranquilo.
Así mismo, en paralelo a estos retazos color “plata dulce”, también se puso en marcha un ajuste brutal, mientras aumentan las tarifas y cae el consumo de alimentos. Pero a pesar de este panorama ríspido el saldo que viene dejando esta jarra loca emocional es más de expectativa qué pesadumbre. Con la ilusión aún en alto, tal vez, porque observar a buena parte de la clase media- media alta viviendo estos logros efímeros de consumo premium alocado, que a su vez hoy tanto se valoran en Instagram, hace que los de abajo miren ese oasis imaginando, quizás, que de mantener los sacrificios de un momento a otro también puedan ver los frutos de los mismos, ganándose así, también, la tan ansiada foto echados al sol de alguna playa caribeña o sacándose selfies con el celular último modelo en alguna fiesta.
Como si la esperanza de alcanzar a los privilegiados primara por sobre la frustración. Al mismo tiempo que si algún “privilegiado” pierde su condición de tal nadie lo lamenta. Un gran “es así la vida” o “algo habrás hecho mal” que pareciera ayudar al gobierno a excusarse de sus políticas. Una nueva página en esta breve historia que viene escribiendo Javier Milei en la cual ha logrado que todos los manuales de política no sirvan para comprender estos tiempos.
Tal vez es hora de pensar que de fracasar este gobierno con él no se irá “el pueblo mileista”, ese que se viene gestando desde hace años y quizás fue el mismo al que tanto le temía Cristina Kirchner a la hora de no aplicar su tan mentada “sintonía fina”
Nada se repite tal cual como en el pasado, aunque varias aristas parecen calcadas. Así pues, después de muchas apretadas de cinturón, la calma y la ilusión parecen reinar sin amor ni igualdad en un año donde el sacrificio le está ganando al padecimiento y todos esperan ver la luz al final del camino. Un año donde los argentinos creemos más de lo que reventamos. Y creemos nuevamente que la luz es el consumo premium sin importarnos a qué precio. Otra vez la soga que nos aprieta el cuello vuelve a parecernos encantadora.
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Todo apuntaba hace unos meses al estallido de una clase media a la que se la estaba asfixiando. Pero esa clase termina el año dividida más que nunca en dos capas que se disputan el sentido: los que esperan y disfrutan de sus símbolos de status, viajes, zapatillas deluxe, perfumes y otras delicias -o al menos aspiran a que les llegue su hueso-; y los que creen que todo este repunte es de manta corta y encima se sienten humillados en su capital simbólico: achicamiento en el presupuesto universitario, intento de censuras de libros, bajarle el precio a festivales de cine y cerrar lugares como el Incaa o museos. En esa disputa todo lo que huela a tijera sobre el Estado alienta a la otra parte a festejar. Mientras que los recortados sienten como nunca la frialdad del resto de sus compatriotas.
Tienta hacer un paralelismo con los noventa, ya que también la frivolidad volvió a estelarizar las noticias, desde las desavenencias matrimoniales de Wanda e Icardi entre departamentos señoriales y costosas casas en un country, hasta los viajes relámpago de la China Suárez a Europa para gozar, supuestamente, de un affaire con Franco Colapinto, pasando por el parte diario de Amalia “Yuyito” González hablando en su programa de todo lo referido a su vida de pareja con el presidente.

Junto y revuelto y donde todo pareciera tener la misma importancia. Pues la pelea entre Javier Milei y su vice Victoria Villarruel también acaba siendo una más de las disputas mediáticas que pululan por los medios, casi como la separación del futbolista Enzo Fernández de su mujer Valentina Cervantes, que, a esta altura de la soirée, captó mucha más la atención con cientos de tuits debatiendo ese asunto que el problemón que ocasiona un nuevo round entre presidente y vice que, si bien ya es un clásico de las contiendas vernáculas, así todo no puede ser desdeñada. Así también llegamos a este fin de año, sobre-estimulados de noticias, muchos con pluriempleo que no alcanzan y con la sensación que fue el año que vivimos en la puerta de una nueva era.
Un pueblo que no tenía quién lo relatase y que un día salió con todo mostrando que los detalles que lo hacen tan feliz se parecen a la soga que luego les aprieta el cuello. Una parte de la sociedad que quizás no sea tan arisca a la hora de votar al peronismo si le permite hacer cola en un shopping para pagar en cómodas cuotas
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Pero lo más notable de esta época es el deseo. ¿Quién interpretará la zanahoria que se necesita para correr detrás? ¿La oposición estará a la altura de los deseos de una población que naturaliza que no haya piquetes, que acepta el monotributismo sin chistar en pos de sus sueños de salvarse siendo su propio jefe y que comer asado, otrora estímulo a la hora de cambiar el voto, hoy no tenga quizás el peso para cambiar el rumbo del mismo?
Es interesante pensar que por ahí no fue Javier Milei el que convenció para que le dieran el voto, sino que encarnó como nadie el deseo de una sociedad que no le gusta pagar impuestos, que desea que nunca le falte el vaso de Starbucks ni el dólar barato para irse raudamente a conocer destinos de ensueño. Tal vez es hora de pensar que de fracasar este gobierno con él no se irá “el pueblo mileista”, ese que se viene gestando desde hace años y quizás fue el mismo al que tanto le temía Cristina Kirchner a la hora de no aplicar su tan mentada “sintonía fina”.

Un pueblo que no tenía quién lo relatase y que un día salió con todo mostrando que los detalles que lo hacen tan feliz se parecen a la soga que luego les aprieta el cuello. Una parte de la sociedad que quizás no sea tan arisca a la hora de votar al peronismo si le permite hacer cola en un shopping para pagar en cómodas cuotas. Un segmento amplio de la población que siempre muestra que está en pequeños detalles culturales que no suelen medirse a la hora de entenderlos, aunque se cansen de exhibirlos. Un fragmento que hace sus gracias en tik tok o en instagram y que ama y aspira a las nuevas plantillas dentales que usa casi toda la fauna mediática a la hora de mostrar la sonrisa blanca e impoluta del que llegó.
A su vez, quién podrá encarnar y ver, de acá en adelante, los deseos de los caídos de esta nueva fiesta donde esta vez el vip será tan exclusivo que solo el veinte por ciento de nosotros, quizás con suerte, obtenga su entrada.