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05 de julio 2020

Lisandro Varela

LA JODA SANA

Tiempo de lectura: 3 minutos

Una señora que salió con Menem me contó que antes de ir de gira oficial a otro país de esos importantes Menem la llamaba para avisarle que se iba por unos días. Le contaba con la erre demorada, como si ella no tuviera porqué saberlo.

Menem era la síntesis, el Santo Grial de la solución, el abrazo de La Matanza con Harvard. Sumaba todo sin contradicción porque sabía que se puede ser de Boca y de River, remolón y tempranero, lo que sea en la gimnasia de ser lo que convenga.

Una vez en el 94 fuimos a bailar al Morocco con los pibes del gimnasio y me chapé un travesti más o menos sin saberlo. Cuando nos fuimos se empezaba a hacer de día y San Telmo era amarillo y transparente como Carlos, Carlos Menem.

Puso abajo de de su gobierno el temita de Unitarios y Federales y le dió la forma de un comic de Stan Lee, con los Celestes y los Rojo Punzó, tipos habilitados a traje propio que pujaban de manera dura pero elegante porque pasaba con la gente mirando.

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Menem, santificado por comparación. Hablaba y lo escuchaban todos. Una vez en una Asamblea Legislativa Chacho aplaudió el discurso y después tuvo que explicar porqué había aplaudido.

El día que murió Carlitos los ordenanzas del segundo piso de la Secretaría de Industria estaban sentados en los sillones para los que esperan audiencia, mirando para abajo, con camisa blanca impecable y corbata azul, no sabiendo como iba a asimilar el golpe el hombre. Desde ese día a Menem se le ve la aflicción en los ojos y el resto entero posta, de quebracho y algarrobo.

Menem, como Alfonsín, eran menottistas de la comunicación de gobierno. Los ministros eran samurais con permiso para serlo, improvisando con sello propio sobre los grandes lineamientos, expandiendose hasta quedarse con toda la cancha. 

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Menem lo gateó a niveles olimpicos a George Bush padre, pero  era en realidad el mismo vampiro cálido que Clinton, un recipiente vacío que se llenaba del líquido que le daba placer al que tenía enfrente (esto lo dice Tomás Eloy Martinez de Perón, el mejor maestro de la jarra loca)

Por lo menos el choreo era con glamour en los años de Menem. A lo largo de los años viaja entre los periodistas la leyenda de la fiesta de los mil palos, que habría sucedido en el Alvear cuando la sumatoria grosso modo de lo chafado llegó a eso.

La alianza estratégica de Menem era con la televisión y la revista Gente, que tenía fotos como mini televisiones. Puso abajo de de su gobierno el temita de Unitarios y Federales y le dió la forma de un comic de Stan Lee, con los Celestes y los Rojo Punzó, tipos habilitados a traje propio que pujaban de manera dura pero elegante porque pasaba con la gente mirando.

Menem, como Alfonsín, eran menottistas de la comunicación de gobierno. Los ministros eran samurais con permiso para serlo, improvisando con sello propio sobre los grandes lineamientos, expandiendose hasta quedarse con toda la cancha.  

En este tiempo dificil, aprender la manera de Menem te vuelve mejor. Menem un señor sin odio quieto como miel zen esperando a la abejita  para llevarla hacia el lado del crecimiento del Gdp, de la inversión en infraestuctura, del Estado Pancho Lamolina, de la joda sana.

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