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“¿Cómo creen que se puede arreglar un mundo dónde todos llevan la razón? Si me preguntan qué quiero cantar: es la canción de las bestias”.

Fito Páez

Una salvedad

Hasta el miércoles, se llenaron océanos de bytes intentando comprender qué es lo que ocurrió el pasado domingo. A partir del miércoles, otras aguas se expandieron entre la adrenalina del minuto a minuto. Amagos de renuncias, voces en off, cartas picantes. Pasó de todo pero no pasó nada. Hasta que el viernes, literalmente entre gallos y medianoche, se anunció un nuevo gabinete. Nuevos mares trataron de celebrar o castigar la decisión, pero ya el cansancio era general. Que pase lo que pase, pero que pase ya. Cualquier Círculo Rojo, a estas alturas no dudamos, es un Círculo Vicioso.

Cristina midió resistencias internas y adecuó la expectativa a la realidad de su núcleo. El gobierno volvió a las fuentes reales del poder peronista y armó un equipo para el combate. Blindaje de autoridad y plata en el bolsillo. Es a todo o nada. Y cada provincia atendiendo su juego. Ahora, el objetivo es noviembre. Después, vendrá el momento de gobernar las restricciones.

El domingo 12 dejó ver algo peor que un crimen. Un error. Se quiso comprender el país desde el AMBA, por el AMBA y para el AMBA. Una serie de malpasos que dio el Frente de Todos para perder. Y que potenció tres días más tarde, enredándose en una lucha facciosa a plena luz del día. La ideología es una herramienta, pero no es la realidad. Las armonías permiten identificar por qué una canción es buena. Pero no son la música. La cifra de por qué se votó como se votó, el motivo último, sólo lo sabe el pueblo.

Lo que sí podemos señalar son mojones, hitos geográficos que permitan desandar el camino recorrido. Frente al piripipí del puerto, aplomo de reseros.

"El domingo 12 dejó ver algo peor que un crimen. Un error. Se quiso comprender el país desde el AMBA, por el AMBA y para el AMBA. Una serie de malpasos que dio el Frente de Todos para perder. Y que potenció tres días más tarde, enredándose en una lucha facciosa a plena luz del día."

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Cuando te miro y no me miras

Santa Fe se pintó de un amarillo que no es de hepatitits PRO. Es bilirrubina radical. En la cruzada entre el gobierno provincial y los senadores peronistas, los que sacaron el rédito fueron los radicales. El triángulo santafesino se rompió. El Frente Progresista se cayó por su propio peso y apareció el “voto bronca” como un cuarto poder.

En la interna nacional de Juntos por el Cambio, el ganador es la UCR. Y en Santa Fe, Mario Barletta y Carolina Losada, que llevó de segundo senador a Dionisio Scarpín, el intendente de Avellaneda que estuvo en la primera línea de batalla, resistiendo la intentona de expropiar Vicentin.

“Están llegando. Vienen. Los de La Cámpora, y el grupo Evita, con los chaqueños. ¡Ay Dios mío! Se va a armar una guerra civil”. se escuchaba decir a una señora en un audio que se viralizó por esos días.

La UCR interpretó ese temor genuino, y lo llevó al paroxismo. No sólo ganó la interna, si no que el único candidato de pura cepa PRO, Federico Angelini, quedó en un lejanísimo tercer puesto. Segundo se ubicó el ex ministro de Seguridad de Lifschitz, el boina blanca Maximiliano Pullaro. Aquel de quien hay escuchas en las que admite haber arreglado un concurso para que un policía corrupto consiga un cargo de jefe regional, ganó votos hablando de inseguridad. El delirio es posible porque en las rutas provinciales, macrismo y kirchnerismo parecen dos espejismos urbanos.

En el Frente Progresista, el intendente rosarino Pablo Javkin, radical con sello propio, estampó la mayor diferencia desde la ciudad. La ventaja de Clara García, la esposa de Miguel Lisfchitz que lo reemplazó como candidata socialista en la interna para el Senado, se aferra a un exiguo diez por ciento en el reparto general. Como a un salvavidas. Porque la realidad es que con sus pies entre Juntos por el Cambio y el Frente Progresista, los radicales repartidos descifraron mejor cómo baja lo nacional a la Provincia.

La estructura territorial y la cercanía con los problemas se contrasta con la abstracción de las argumentaciones nacionales de los dirigentes kirchneristas o macristas. La disputa en grande tiene dos versiones políticas de matriz santafesinista.

La UCR se divide en tres: una modalidad progresista desde Rosario; una versión burocrática en Santa Fe; y una modalidad cuáquera en el sur. Para el peronismo, que hoy es decir perottismo, la Nación es una necesidad y un obstáculo, en simultáneo. Las explicaciones que los funcionarios dan desde la Ciudad de Buenos Aires sobre lo fallido de las percepciones de los actores reales son una piedra en el camino de ensanchar la base electoral propia. Los candidatos de Hacemos Santa Fe, la lista del gobernador, fueron los más votados individualmente: el rosarino Marcelo Lewandowski superó por 130 mil votos a la porteña Carolina Losada. Pero la buena performance personal del ex comentarista de fútbol, que multiplica los votos y simpatías como panes y peces para un peronismo famélico, no alcanzó: el Frente de Todos perdió la elección. El propio Omar Perotti no pudo ganar en su Rafaela natal.

“Omar se pegó mucho a los choros” nos asegura un colega desde la Perla del Oeste. Los “choros”, por si alguien no entendió, son la conducción nacional del Frente de Todos.

El peronismo derrotó al radicalismo en tres departamentos del norte, Garay, San Javier y Vera, merced a las buenas gestiones locales. También en el departamento Rosario, gracias al oxígeno que inyectó Lewandoski. Y en San Lorenzo, el bastión del senador Armando Traferri, ¿ex? líder opositor del frente interno.

La consolidación de Perotti como jefe provincial se da con una paliza hacia adentro sobre Agustín Rossi, pero con una derrota hacia afuera que lo obliga a no encerrarse en su núcleo. El acuerdo electoral concedió que es Perotti quien puede incorporar a los que votan a las otras opciones. Y a esta altura, se puede decir sin desafinar que, en la Provincia donde el atraso del dólar importa más que el ingreso, la figura de Cristina es más un freno que un impulso.

"Los candidatos de Hacemos Santa Fe, la lista del gobernador, fueron los más votados individualmente: el rosarino Marcelo Lewandowski superó por 130 mil votos a la porteña Carolina Losada. Pero la buena performance personal del ex comentarista de fútbol, que multiplica los votos y simpatías como panes y peces para un peronismo famélico, no alcanzó: el Frente de Todos perdió la elección."

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Ciudadanos Caín

El mapa provincial también expresa una división entre focos urbanos e interior.

A nivel local, el centro rosarino votó a Ciro Seisas, ex conductor de De 12 a 14, de Canal 3, por el javkinismo. En los barrios, a Lisandro Cavatorta, ex conductor de Bótelos, de Canal 5, por el perottismo. En tres seccionales del centro se impuso la suma de listas de concejales de Juntos por el Cambio, en la que punteó Anita Martínez, también exconductora televisiva. Pero el más votado fue el candidato de la gestión municipal.

En contrapartida, en la ciudad de Santa Fe, el oficialismo progresista perdió a manos del peronismo. En esos pagos, la posesión del Estado provincial es clave. También Marcos Castelló, senador provincial por el departamento La Capital, tiene que ver con esa victoria. Su cara estuvo en todas las boletas a pesar de ir tercero. El prolífico cantante de la banda cumbiera Kaniche, es el principal intelectual orgánico de peso en el gobierno. Horror de horrores para todos aquellos que toleran periodistas, actores, filósofos, pero recelan de un artista popular.

“Los negros caen simpáticos cuando no tienen poder. Pasó lo mismo cuando Del Sel se presentó.” nos asegura un compañero del movimiento obrero, sector subrepresentado en todas las listas de la provincia.

En el Cordón Industrial, donde Juntos Por el Cambio es una mala palabra, el peronismo tuvo dos cisnes negros que hay que mencionar. Uno, en San Lorenzo. Esteban Aricó, ex socialista, impulsado por Perotti, se impuso en el Frente de Todos. Machado, el candidato del senador Traferri, sacó menos votos que la izquierda clasista. El otro hito sucedió en la ciudad de Granadero Baigorria. El caballo ganador del oficialismo, el presidente del Concejo Deliberante Mario Rosales, quedó por debajo de Antonella Garcia, joven referente del Movimiento Evita.

La interna despiadada supondrá la evaluación de pérdidas relativas y absolutas. Es mucho lo que pusieron en juego Agustín Rossi, Alejandra Rodenas y Armando Traferri, los parangones de la lista opositora. El riesgo del destierro o la detención. Pero el segregacionismo es esencialmente gorila, y cuando el peronismo cae en alguna de sus modalidades, se deforma y aleja de la población.

Haría mal el gobierno provincial en replicar lo que cuestiona del elitismo nacional y confundir el conflicto deseado con el real. El Frente de Todos ganó en donde el peronismo tiene un proyecto y características propias. Y en Santa Fe, de donde sale el ingreso grueso de los ingresos a recomponer, quedó segundo. Es evidente: el dilema entre los que “la generan” y “los que la gastan” adquiere en el corazón agroindustrial una dificultad mayor a la simplemente recaudatoria.

"Haría mal el gobierno provincial en replicar lo que cuestiona del elitismo nacional y confundir el conflicto deseado con el real. El Frente de Todos ganó en donde el peronismo tiene un proyecto y características propias."

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Tetragrámaton

Encima de lo que Cambiemos dejó y de la siesta de los primeros cien días, la Argentina pandémica trajo lo inesperado. Lo trágico: la pérdida de la calle. No nos toca recopilar los motivos sanitarios. Ni juzgar la capacidad de quienes se abocaron a la tarea de frenar el virus. Habiendo muertos en el medio, hacerse el vivo con el diario del lunes sería una falta de respeto.

Es que al hablar de que “perdimos la calle” no nos referimos a las tres o cuatro avenidas de siempre, alquiladas por la (variada) oferta de protestadores sociales de toda índole. Hubo marchas y de amplio espectro. Cuando decimos calle hablamos del único espacio verdaderamente policlasista que tiene un país. El espacio público en toda su extensión: desde los cafés hasta las canchas de futbol, desde las oficinas hasta la fila del almacén. Con pandemia, sin calle, el peronismo no tuvo termómetro. Como un enfermo de Covid, perdió el olfato. Su dirigencia anduvo a ciegas, llevada por el lazarillo de su propio ombligo. Y la sociedad dijo “si no la quieren ver, que se mejoren” y no perdonó.

Porque es cierto: hubo, sigue habiendo, funcionarios que no funcionan. Pero también, y es más grave, existen dirigentes que no dirigen a nadie. Es que quien se autodenomina portador de la voz del pueblo, termina falseándola. Es de manual: una de las formas más simples para identificar a los falsos profetas es porque siempre tienen a Dios en la boca. Y entre el “te salva el Estado” a la foto del cumpleaños se abrió un abismo de decepción. Las primarias dieron el parte de la coyuntura: lo que la gente dice en presente.

Los que viven de interpretar lo popular tienen una idea distorsionada de su objeto de estudio. Ignoran que el experimento es distinto a la cosa y dan por sentado una imagen que no existe. Y está bien: todo trabajo es válido, incluso el de fabricar reduccionismos del buen salvaje. Lo intolerable es la subestimación de la capacidad orgánica que tiene la Argentina. Hay una porción de la población, que no es ni subsuelo de emergencia ni clase patrimonial, a la que la pandemia, como decía Ringo Bonavena, le sacó hasta el banquito y la dejó sola en el ring. Es este sector de los trabajadores el que el domingo dijo que no quiere reproches, acusaciones o lecciones morales: lo único que quiere escuchar es sobre cómo recuperar la vida de clase media que supo tener.

No es la vida que nunca tuvimos y por eso queremos. Es la vida que perdimos.

¿Cómo explican si no que el voto blanco y nulo pelee por ser la “tercera fuerza” en Santa Fe, apenas por detrás del Frente Progresista? ¿Cómo se consigue la unanimidad de 175.522 personas que, sin mandos, sin propagandas, sin conductores, decidieron concurrir a los comicios, aunque no encuentren representación que los exprese? Vocación democrática sobra. Si el peronismo se transformó en una aristocracia, en el peor sentido del término, no echen la culpa a la gente. Y dejen ver televisión en paz.

"Con pandemia, sin calle, el peronismo no tuvo termómetro. Como un enfermo de Covid, perdió el olfato. Su dirigencia anduvo a ciegas, llevada por el lazarillo de su propio ombligo."

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P.E.R.O.N.I.S.M.O.

La Argentina es un lugar donde se pide más trabajo que plata. Un problema es que el futuro sigue siendo, al menos ahora, y por causa, entre otras cosas, de la pandemia, una promesa. El presente quedó suspendido en una crisis institucional auto infringida, y parece siempre llegar a destiempo. Se hará de apuros lo que no se hizo en un principio.

La inflación, la pobreza y la informalidad, van barriendo las expectativas. Y la derrota en el AMBA y en los distritos de los ministros de Desarrollo Social y Obras Públicas señala otra relación entre plata y votos. El peronismo del centro se vio superado por el protagonismo de la UCR. Para colmo, el gigante dormido, la CGT, se enfrenta a elecciones para reorganizarse, y hasta puede ser conducida por un radical.

El resultado de la primaria pone a girar otra esfera en las órbitas. Las elecciones recordaron: para salir del agujero hay que salir al Interior. La idea de capitalización, productividad y eficiencia fueron abandonados por el peronismo bonaerense con un recelo como si rechazara un pasado vergonzante. La politización de la Argentina es la de una sociedad que siempre quiere un poco más. Pero el problema de la combatividad es cuando queda encerrada en una minoría. ¿Cómo se sale de ese laberinto? Algo de verdad hay en la repudiada frase: se sale trabajando. Pero antes: creando trabajo. ¿Quién? El sector privado.

La réplica a la crisis política dependerá de qué sector interno le ponga razones a la derrota. El gran riesgo es que el debate interno siga y siga y nadie pueda imponerse. Como hasta ahora. Juan Perón dijo que mejor que decir es hacer, que la práctica es superior a la teoría y la realidad es superior a la idea. Alberto Fernández reinterpretando a su estilo, sostuvo el domingo que el deber de escuchar. Pero el peronismo puede ser conservador, el problema es cuando se vuelve conversador.

Otra amenaza es que ya sea tarde. Cualquiera que haya visto una carrera de TC 2000 puede estar de acuerdo: hay veces que por más diestro que sea el conductor, la inercia hace lo suyo. El gobierno nacional quedó atrapado en su fe en un Estado empleador de todos y que asiste a los que quedan por afuera. Si las usuales recetas son la inyección de ingresos o los controles de precios, la discusión deriva siempre en dos límites: la imposibilidad de ejecución efectiva y la escasez de tiempo hasta noviembre. Tras la cumbre de La Rioja, con el país partido en jurisdicciones incomunicadas, como en el Don Pirulero, cada Provincia deberá atender su juego. 

"Las elecciones recordaron: para salir del agujero hay que salir al Interior. La idea de capitalización, productividad y eficiencia fueron abandonados por el peronismo bonaerense con un recelo como si rechazara un pasado vergonzante. La politización de la Argentina es la de una sociedad que siempre quiere un poco más."

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“En Rosario, Santa Fe y sus alrededores, la crisis es más parecida a la del Conurbano. Pero en el resto de la Provincia se da de otra manera. No es de lo urgente, es de lo necesario, eso los porteños no lo pueden ver”, nos dice un dirigente de Federación Agraria del departamento General Obligado.

Con poca reacción, el Frente de Todos se pasó la pandemia corriendo de atrás a un sector privado separatista, anunciando medidas radicales, para arrepentirse y ceder en casi todo. Por eso la crisis es dirigencial: de la política, pero también de una cúpula empresarial envuelta en sus escaramuzas centralistas y con tendencia a pedir la rendición para compartir una mesa. El encierro del AMBA se manifiesta en la sobrexplicación y el reparto de culpas hacia afuera que solo incrementa la enajenación, como en un 2015 recargado por el desastre.

En el crepúsculo del macrismo, un tema de Babasónicos aseguraba que la Pregunta es quién está dispuesto a matar y a morir. Y, fieles al espíritu porteñísimo de la banda, dejaban la incógnita en el aire. Un rosarino se animó a contradecirlos. Paéz no hizo retóricas y cantó una respuesta para un mundo donde todos llevan la razón: “los bellos de espíritu caerán también, ausentes en el valle de la muerte”.

Así como tras el 2001 el radicalismo insistió en su versión de partido promotor de un capitalismo institucionalista para volver a ser radical, el peronismo tendrá que volver a ser peronista. Recuperar sus raíces de armonizador social sin discutir tanto sobre teorías armónicas. Ser una opción modernizadora que integre al país de forma horizontal. Reconciliarse con el capital y defender el trabajo para romper con la manía de estar orgulloso de la pureza de los votos propios, aunque sean cada vez menos.

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