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07 de octubre 2023

Julieta Habif

EL TECLADO DE PABLITO

Tiempo de lectura: 10 minutos

Hace varios años que hay una especie de moda exotista que crece, al menos en las grandes capitales: la de parecer pobre (acá uso “pobre” en un sentido estético, no estadístico ni con criterio fino) pero llevando una vida más o menos cómoda. No sé si la gente que adopta estas formas traza algún tipo de correlación entre ellas y la conciencia de clase, entre ellas y la empatía, o se trata de movimientos para desmarcarse de cierta culpa acarreada por generaciones y generaciones (ahora sí) estadísticamente favorecidas. Esta última la entiendo, la trato de moderar incluso, como le pasa, tal vez, a gran parte de la juventud de clase media. Tener soltura económica en un país donde la mitad es pobre y que eso no pique en ningún lado, bueno, resulta extraño. De todos modos, yo no creo que algo deba ser de consumo circunscripto de tal o cual estrato social, para mí las cosas te hablan o no, te gustan o no, te divierten o no, y listo. Además, siempre vamos a ser el croto de alguien y el cheto de otro. Sí creo en la exageración como anabólico de una imagen pública.

En Conducción Política, hacia el final, Perón escribe el apartado que denomina “El cumplimiento del fondo”, que dice: “En este sentido, podríamos decir que la interpretación de la popularidad en la conducción no está sólo en las formas, sino profundamente en el fondo de la cuestión. Yo no creo necesario que el hombre haga una excesiva demostración de su sentido popular y de su forma popular de ser en la vida diaria; que se prive de alguna cosa que le guste para tener en esa forma sentido popular; que deje de disfrutar de algunas comodidades que merece por su trabajo, porque ello sería mentir, sería simular. No es el sentido de la simulación de las formas lo que da en esto el concepto; lo da el cumplimiento del fondo”. Mucho menos protocolar fue la manera en que Pablo Lescano, líder de Damas Gratis y, para mí, uno de los que abrieron paso a esto que viene siendo el siglo XXI, se lo dijo a Ariel Salinas, vocalista de Pibes Chorros y conocido como “Ariel El Traidor”, el día en que finalmente se cruzaron en Pasión de Sábado.

La Historia empieza más o menos así: antes de los 2000, antes de que Lescano se propulsara en la escena, la cumbia villera como género no había nacido. Existía, claro, desde hacía tiempo y con muchas figuras, la movida tropical. Entre las bandas que resonaban en ese mundo se encontraba Amar Azul, en la que Pablito −en ese momento de 18 años− tocaba el teclado y de cuyo hit más importante es autor: “Yo me enamoré”. Si bien esa letra encajaba en el universo romántico y bailable del grupo, el resto de sus composiciones, según los compañeros, eran demasiado burdas.

"La Historia empieza más o menos así: antes de los 2000, antes de que Lescano se propulsara en la escena, la cumbia villera como género no había nacido. Existía, claro, desde hacía tiempo y con muchas figuras, la movida tropical."

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En 2017, en una entrevista a la Rolling Stone, dijo: “En un momento, en Amar Azul, el dinero empezó a ser un problema. Los que componíamos éramos tres o cuatro y, para ver quién iba a figurar como autor ante SADAIC, metíamos papelitos con nuestros nombres en una bolsa, sacábamos uno, y el que tocaba, tocaba. Además, me pasaba que quizás yo llevaba un tema y me lo querían cambiar porque les parecía demasiado zarpado. Así que dije: ‘Voy a hacer mis propios temas como yo quiera’. Me acuerdo de que pagué lo que serían unos 3.000 pesos de hoy [más o menos 55.000 de hoy-hoy] por 100 horas de grabación en un estudio de Capital, que quedaba en un subsuelo por Jujuy y Cochabamba, abajo de un local que vende todo para gastronomía. Ahí hicimos el primer disco de Flor de Piedra”. Así nace, en 1999, el hito, el primer tema de cumbia villera del que se tiene registro: “Sos botón”, compuesto por Lescano.

Los años noventa en Argentina fueron narrados por varios artistas: Viejas Locas, Hermética, Los Piojos, Babasónicos, Los Redondos, La Bersuit, La Renga, etcétera. A diferencia de lo que pasa en redes, en donde somos personajes de nosotros mismos y por eso ciertas posturas se sobreactúan (a tal punto que ocasionalmente se ficcionan), las canciones suelen ser las mejores crónicas de la realidad. La cumbia se crió y creció en los barrios más pobres, potenciada por la inmigración de bolivianos, peruanos y paraguayos. En paralelo, con el nuevo milenio llegaría también la peor recesión económica de la historia contemporánea de nuestro país, que entre sus consecuencias tendría a la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza y multiplicaría considerablemente los índices de desempleo. En ese contexto, con esa realidad, Pablo contó en el ciclo Encuentro en el Estudio que cuando iba a los boliches, nada de lo que escuchaba resonaba con aquello que veía y vivía. Por eso con Flor de Piedra se decidió a contar cosas reales, con músicos de su elección y con su estilo: “Si me gustaba tocarlo a mí, listo: era eso. Chau, nos vemos”.

Hubo, además de las letras explícitas y los problemas con derechos de autor, un tercer obstáculo que también terminó expulsándolo: a fines del ‘99 se compró una moto. Prontísimo, en febrero del 2000, un accidente lo dejó en cama siete meses, fractura (expuesta) de tibia y peroné en una pierna, fractura de fémur en la otra. Desde ese reposo obligado y mientras reaprendía a caminar, compuso no sólo el primer disco entero de Flor de Piedra sino también los que serían los primeros cortes de Damas Gratis, banda lanzada ese mismo año y que hoy por hoy sigue representando el Antiguo Testamento de la cumbia villera. Hasta acá, el génesis.

La cosa creció rápido y con ese crecimiento llegaron nuevos grupos, entre los cuales se destacó Pibes Chorros. Como en toda cosa masiva y popular (la tele, el fútbol, por mencionar dos monstruos), en la cumbia villera se instalaron rivalidades. Los fanáticos Lescano dirán siempre que Damas Gratis es lo más grande que hay y Pibes Chorros es lo que pasa cuando intentás imitar al más grande; del mismo modo en que los seguidores de Pibes Chorros afirman que Damas Gratis y todo el universo Lescano siempre fue mainstream y con tendencia al cheto, y que el cumbiero posta, el cumbiero piola, seguía al Traidor y los suyos. Pibes Chorros encontró, más allá de las semejanzas, un sonido propio, algo más pausado y más oscuro.

Las bandas sumaron mucho público en poco tiempo y la cumbia villera trascendió. En esa escena se estila, desde siempre, hacer cantidad de presentaciones por fin de semana. Damas Gratis podía tocar en seis o siete lugares un mismo sábado y, lógico, compartían fechas con otras bandas.

En la tele por otro lado, el programa más visto del rubro era −es− Pasión de Sábado, que lleva bajo ese nombre 20 años al aire y sigue con el mismo formato: arranca a las 12 de mediodía (antes duraba hasta las 10 de la noche, y de ahí, directo al baile), tocan bandas de música tropical y cumbia villera, y ahora también rkt o cumbia 420, hay tribuna, hay presentadores, arengadores, banderas.

En 2006 o 2007 (nadie recuerda con claridad: ni quienes gestionaron ni el público de ese día al que accedí), los productores del programa −Pablo y Adrián Serantoni−, que en ese entonces era conducido por la dupla insignia de Hernán Caire y Marcela Baños, querían arrancar un ciclo de duelos. La idea era que, después, esos “versus” se vendieran también a las bailantas, como formato replicado del programa. Una tarde tuvieron una reunión (áspera, aclararían años más tarde) con Pibes Chorros y Damas Gratis, en vistas de que fueran los primeros. Un plato fuerte para arrancar bien arriba. Pibes chorros, aunque siempre fue menos masivo (lo de Lescano es inmenso desde muy temprano), en esa época era rival de Damas Gratis, se podía tomar como su clásico. Ambos tenían fechas propias, de modo que a la secuela, al pasaje a los bailes, no iban a prestarse, pero con que tocaran en el programa ya era mucho más que suficiente. Se les ofrece buena plata y, después de enumerar una serie de condiciones, las bandas aceptan: en un hecho histórico, se presentarán juntas en Pasión de Sábado.

"En ese momento todavía nos enterábamos de casi todo por la tele. Así se promocionó este gran primer duelo. Nadie sabía cómo iba a darse, pero se sabía que había que estar."

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Esas condiciones, contaron hace no mucho Serantoni y Baños en un stream, eran: dos medios temas cada uno, no pisarse, no cantarse nunca encima, no arengar al público propio a que le grite cosas al otro (cosa que si sucedía no iban a poder controlar demasiado, pero al menos no instigar), y la última: que Damas Gratis no tocara el tema que, se sabe, habla de Ariel el Traidor: “Tres teclado al pedo”. No podés cantar ese tema porque ese tema la pudre. Ok. 

Lo que se conocía sobre esta relación entonces era que la pica había empezado en una gira en Jujuy, donde se habían peleado por una fecha. Y de ahí en adelante, enemistad de arrastre. No mucho más. Cuestión que se cierra el trato y se anuncia la fecha.

En ese momento todavía nos enterábamos de casi todo por la tele. Así se promocionó este gran primer duelo. Nadie sabía cómo iba a darse, pero se sabía que había que estar. Supuestamente sería hacia el final del programa, pero los fanáticos fueron desde bien temprano para asegurarse un buen lugar en la tribuna, que en ese momento explotaba todos los sábados y reunía, sin inconvenientes, a seguidores de todos los grupos en las mismas gradas. Se cantaba por uno y por otro y todo bien.

El estudio quedaba en Avellaneda y era bastante grande. Tenía dos entradas, la del frente, que era por donde ingresaba el público (se armaban filas larguísimas), donde estaban los vendedores de mercadería y al lado había un kiosquito en el que los habitués siempre rancheaban (al empezar a las 12 y terminar a las 22, ir a Pasión era un plan de sábado completo); y la otra entrada era la del estacionamiento, por donde ingresaban las bandas y a donde esperaban los más fanáticos y las groupies. Llegaban las combis y los artistas se sacaban fotos antes de subir. Cámaras descartables y reflex, nada de celulares. Por lo general en el estacionamiento había más chicas. Pero ese día, afanados en encontrar la mejor ubicación posible, casi todos hicieron fila en el frente desde muy temprano y una vez que ingresaron, se quedaron.

A la tribuna llegaban rumores del estacionamiento: que ya están los sonidistas de ambos, que se prepotearon, que se putearon, no mucho más que runrún previo al show. Entonces arranca. El animador dice LAS MANOS ARRIBA DE TODOS LOS CUMBIEROS DE PASIÓN. SÓLO NOSOTROS PUDIMOS LOGRARLO. PORQUE SOMOS EL PROGRAMA NÚMERO UNO DE LA MOVIDA TROPICAL, Y NADIE NOS PUEDE IMITAR. SEÑORAS Y SEÑORES, LOS DOS MAESTROS DE LA CUMBIA EN UN MISMO ESCENARIO. La tribuna estalla, llegó el momento, el arengador propio de Pibes Chorros, que además es el hermano de Ariel, da pie. Empieza el punteo. Empieza el duelo: llegamos los Pibes Chorros, queremos las manos de todos arriba, porque al primero que se haga el ortiva por pancho y careta le vamos a dar.

Los agites se mantienen dentro de lo pactado: el que no salta es un cheto rastrero; y el grito de las pibas dónde está, y en eso el hermano del Traidor da letra a un piiiibeees chooorros,  piiiibeees chooorros pero que se neutraliza enseguida, cuando Lescano sube al escenario y arranca “Alza las manos”. La gente sigue loca, ahora por él. Con las manos arriba, más arriba más arriba haciendo palmas, más arriba los hinchas de Boca, más arriba los hinchas de River. Lo mismo pide su propio arengador. Todo, todavía, en el molde. Empieza uno, termina, empieza el otro. Al escenario lo divide una especie de reja, una cuadrícula grande que tiene a cada uno de un lado y aunque están pegados ni se miran ni se tratan.

"Lescano hace una carrera demencial. De probar punteos postrado en la cama al festival más importante del país en 20 años. Se junta con Calamaro, con los Cadillacs, con un montón de nombrazos. Es un productor impresionante. Todos los artistas emergentes de cumbia y RKT quieren trabajar con él."

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En uno de los vaivenes, mientras arranca nuevamente Pibes Chorros, Lescano por lo bajo continúa su “daaamas graaaatis, daaamas graaaatis”, y eso, ese cantito susurrado, pudre todo. En la tribuna se empieza a picar. Ariel y su hermano pasan al otro lado de “la reja” y lo van a buscar al grito de “¿Qué te pasa gordo? ¿Qué te pasa, gordo trolo?”. Los conductores tratan de calmar las aguas, fundamentalmente para que no se trasladara el bardo a la gente, y lo consiguen, les preguntan a los dos si están para seguir y Ariel dice “yo por la gente sigo”. Y eso hace, pero el molde ya se desbordó. Al no tener canción contrera (como sí tenía Damas Gratis hacia Pibes Chorros), le cambian la letra a un hit: en lugar de colate un dedo, cabezona cantan colate un dedo, gordo trolo. Y luego otro medio tema, y luego “piiiibeees chooorros”, a lo que la tribuna, ya completamente deformada de euforia, responde no de manera unánime pero sí avasallante: “daaamas graaaatis”. Entonces Lescano empieza su round, dos medios temas y después sí, el punteo de, a mi criterio, uno de los mejores ninguneos en nuestro idioma. “Esto es para que aprenda eh, sabe que le re cabe”, dice, y:

Tenes 3 teclado al pedo

y un negro que grita miau!

lava taper gato negro te cansaste de robar…me

todos los punteos

estas zarpado de rastrero

esta canción te voy a dedicar

La secuencia, en YouTube, está cortada abruptamente ahí, al terminar la canción. Ese fue el primer versus que se hizo. La pica existía pero nunca había rebalsado las canciones. La pelea no fue armada en absoluto. Después de que levantaran la transmisión, ya fuera de cámara, la gente de seguridad empezó a vaciar la tribuna y, como era costumbre, varios se fueron para el estacionamiento a ver si pescaban alguna foto, un choque de manos, algo. Cuando se abrieron los portones las combis salieron disparadas, como si fueran a correr una picada. En la esquina frenaron, algunos músicos (ni Lescano ni Ariel) se bajaron, agarraron unos cascotes y empezaron a tirarse. Se cagaron a piedrazos ahí nomás del estudio. Cuando los fans vieron eso, envalentonados por sus ídolos, se empezaron a pelear entre ellos también, cosa que no había pasado en la tribuna y que tampoco pasaba nunca afuera.

Después de un rato los músicos se van, los fans también.

Pibes Chorros y Damas Gratis no vuelven a tocar “juntos”.

El fin de semana siguiente, en Pasión, el formato continúa sin incidentes.

Los Serantoni venden los duelos. Se hacen en bailes. Les va muy bien.

Ariel el traidor, uno de los músicos más talentosos del género, de los más entendedores, con el tiempo pierde el nombre. Un productor lo caga. A Pibes Chorros, como tal, se lo queda alguien más. Siguen tocando con otro frontman. Él se tiene que reversionar como “El traidor y los pibes”, tiene que volver a conseguir fechas, giras, con una movida ahora mucho más tomada por la novedad, cosa que licúa su vigencia y, para algunos que se subieron a la cumbia villera a mitad de camino, también su valor. Ahora es una banda bien de nicho. Pero Ariel vive de esto. Sigue cantando y sigue tocando.

Lescano hace una carrera demencial. De probar punteos postrado en la cama al festival más importante del país en 20 años. Se junta con Calamaro, con los Cadillacs, con un montón de nombrazos. Es un productor impresionante. Todos los artistas emergentes de cumbia y RKT quieren trabajar con él.

El sintetizador con la pintada de escopeta (uno de sus clásicos del año 2001, ilustrado por Marcos Catueres), ícono en cualquier escenario −el de Pasión o el del Lollapalooza− estuvo expuesto en el Malba hasta hace muy poco, en el marco de la muestra Del Cielo a Casa, que buscaba reflejar el contexto de la crisis que atravesó Argentina en los 2000, del que además surgieron muchísimas corrientes estéticas y artísticas. Una de ellas es la cumbia villera, encarnada, ya de manera irrevocable, en el teclado de Pablito.

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