02 de mayo de 2025

En qué ganó Milei
Milei asumió un gobierno marcado por un desafío central: lograr que la sociedad percibiese al ajuste como el punto de partida de una reactivación social general (un nuevo principio) y no como una nueva crisis de la crisis (el peor final). Su tecnicatura improvisada para abordar esta problemática nodal operó como una inversión del duhaldismo. En el mismo sillón de Rivadavia donde el último caudillo bonaerense había dictaminado “somos lo último de lo viejo”, clausurando un periodo y asumiendo su propio carácter transitorio, Milei afirma “somos lo único de lo nuevo”, pivoteando sobre su carácter de outsider radical y sobre esta exclusividad la búsqueda de hegemonía en su nuevo Imperio Austral.
Así, si la salida a la crisis de Duhalde consistió en una apuesta a los últimos reflejos de una élite cascoteada, la llegada al poder del Partido Bonaerense y una alianza heterodoxa con los sectores industriales mercado-internistas y el agro vía tipo de cambio competitivo y retenciones, los libertarios han comenzado a cimentar su poder y su fuerza sobre la profundización de la atomización política, la crisis interna de las coaliciones en la Ciudad y en la Provincia de Buenos Aires (expresada en la actualidad de Jorge Macri y Axel Kiciloff y sus dificultades respectivas para proyectarse nacionalmente fuera del AMBA) y en un esquema cambiario y antinflacionario cuyas principales “víctimas”, son, precisamente, la vieja economía política que zurció Duhalde: industria y campo. Acuerdo versus intransigencia. Se cierra el círculo de la era que inauguró el lomense con la llegada al poder de su más perfecta némesis.
Partiendo entonces de esta ruptura radical, el 2024 puede cifrarse como una guerra de posiciones en torno al ajuste económico. El epicentro del ancien régimen, el kirchnerismo, necesitaba una hecatombe del programa Milei-Caputo. Sin estallido social en el proceso de ajuste, el peronismo metropolitano encontraría un techo a su intento de reconexión con la novela nacional. El “centro” realmente existente (incluido aquí el peronismo federal y las fuerzas palaciegas que operan al interior del Congreso de la Nación) necesitaban el éxito de una estabilización mínima pero fallas reformistas estructurales (alguien que apriete el botón rojo y se eyecte a continuación). El sueño del Milei-Lenicov. Mauricio Macri necesitaba un ajuste económico pero sin hegemonía social libertaria ni aluvión zoológico informal: un gobierno que necesite de él y los apparatchik del PRO.
¿Qué necesitaba Milei? hacer el ajuste económico, pero además necesitaba “asumir el poder político” y fundar un orden social básico que no cumpliese ninguna de las premisas anteriores: ni colapso, ni eyección, ni dependencia. El balance del primer año de gobierno nos indica que Milei fue el único que consiguió casi todo lo que necesitaba: el ajuste sin explosión social, el reformismo productivo de baja intensidad del RIGI deja poco espacio para una oposición productivista, el reformismo des-burocratizante de Sturzenegger y la baja de impuestos del Caputo cristalizan un PRO desautorizado por la mayor pericia ortodoxa de Milei a la hora de hacer un ajuste: shock fiscal y gradualismo cambiario, la fórmula inversa con la Macri abordó la presidencia en 2015-2019 (gradualismo fiscal y shock cambiario). Milei puede concluir: “del PRO ya me llevé lo mejor”, bajo otra conducción y programa.
Este es el tablero de juego sobre el que LLA comienza a transitar su segundo año de mandato: la primera minoría de un sistema político en descomposición, pero con potencialidad para, al menos teóricamente, ascender hacia una mayoría a partir de las elecciones de medio término. Esta condición de primera minoría con potencial hegemónico se sustenta en que el orden económico propuesto y construido por Milei comienza a revelar, desde el punto de vista de la sociedad, además del control técnico de la inflación, un consenso a favor de la “salida liberal” de la crisis como respuesta conceptual acertada al país del “Estado inflacionario” que representó el FdT como gestor de la crisis de 2023.
Es decir, la ortodoxia de las medidas no son sólo vistas como el devenir resignado del ajuste, sino que gran parte de la sociedad acepta, ante la evidencia de la desinflación, que se tratan de una política conceptual “correcta” para sacar al país de la crisis social, política y económica en que se encontraba en 2023. Todo el mundo tiene planes para después de perpetrado el ajuste de Milei, pero casi nadie un proyecto alternativo viable a esta actualidad de Milei. En el fondo, su mayor victoria es la victoria ideológica. El blanqueo, visto desde la perspectiva de la acción colectiva de ahorristas minoristas, es elocuente. La discusión sobre la sustentabilidad macro del programa (absolutamente válida) se expresa todavía como una puja ortodoxa entre el gobierno y el mercado, que no penetra aún en la agenda de preocupaciones de la mayoría silvestre.
"Todo el mundo tiene planes para después de perpetrado el ajuste de Milei, pero casi nadie un proyecto alternativo viable a esta actualidad de Milei. En el fondo, su mayor victoria es la victoria ideológica."
Matar al padre y desposar a la madre
En esta dinámica general, Milei introduce sus objetivos políticos para el 2025: en primer lugar, destruir o absorber al PRO. El jugador amarillo de la derecha, como en la tarjeta del TEG. Milei quiere para sí el monopolio de la sociología que va de la centroderecha a la extrema-derecha argentina y para ello, entiende que no necesita de ninguna alianza o fusión. Se beneficia del hecho de que después de la experiencia del Frente de Todos (y en alguna medida también de Cambiemos), en la Argentina, cualquier ciudadano de a pie que escucha la palabra “coalición” piensa automáticamente en “cabaret”, en la más llana metáfora futbolística. También, en la necesidad perenne que deja el fallido gobierno de Alberto Fernández: la presidencia no puede ser nunca más compartida.
Por lo tanto, y para avanzar en ese sentido, Milei ensaya una política de adquisición hostil de dirigentes (el modelo Bullrich y Toto Caputo) a costa de la extinción del liderazgo de Mauricio Macri (y de ser necesario, de la desarticulación de la larga hegemonía del PRO en la Ciudad de Buenos Aires). Rendición incondicional o guerra. Pero además, y en caso de producirse una contienda abierta, LLA supone que la contienda con el PRO alimenta los canales subterráneos por donde el informalariado está mutando sus preferencias políticas, abandonando progresivamente el liderazgo atávico de CFK por el populismo digital de Milei. Según esa lente, pelearse con Macri permite parir también un nuevo populismo.
Es cierto, a la oposición no kirchnerista que no quiere entregarse a Milei (incluido el PRO), podría convenirle adherirse a la grieta naciente que empieza a percibirse en Occidente entre las derechas más republicanas o tradicionales y la revolución parda trumpista. La cuestión de Ucrania puso sobre el tapete, más que ninguna otra, la diferencia profunda que existe, cualitativa, de fondo, entre la experiencia del Trump 1 y el “regime change” que plantea la hegemonía aceleracionista de JD Vance y Elon Musk en el Trump 2. Ese realineamiento ya está en la superficie: Jordan Bardella, joven candidato del Rassemblement National de Francia, se retira de la conferencia de CPAC después del saludo nazi de Steve Bannon (que algunos llaman “romano”, en una imitación internacional de las excusas del Miki Vainilla de Capusotto); Marine Le Pen se diferencia de Rusia (viejo financista de su partido) y condena “la brutalidad” de Estados Unidos con Ucrania; Nigel Farage, el mejor amigo inglés de Trump critica el basureo que JD Vance hizo de las tropas británicas y su aporte al esfuerzo en la War On Terror; Friedrich Merz, el flamante nuevo canciller alemán, y la líder italiana Giorgia Meloni (a la que todos se quieren parecer) llama a reconstruir Europa para proteger la civilización occidental. Más cerca de la centroderecha liberal tradicional, Cayetana Álvarez de Toledo en España, de certificadas credenciales anti woke, profundiza sus críticas al trumpismo y llama a que en nombre del anti wokismo no se termine apoyando al putinismo.

Pero esa posible deriva opositora no será fácil de recorrer para el PRO, principalmente a causa de su propio jefe. Mauricio Macri se ocupó en estos últimos años de destruir el piso sobre el cual había construido la legitimidad y el espacio político de su movimiento: la idea de gestión. Fue el mismo Macri quien batalló el argumento de que la crisis de su gobierno se explicaba por la falta de convicción ideológica y de extremismo en los métodos, falencias por las cuales acusó a todos salvo a sí mismo. “Faltó militancia”, le faltó decir. O “faltó Milei”. Mauricio Macri terminó siendo el Juan Bautista que anuncia el advenimiento de un Mesías al que después, arrepentido, intenta desconocer.
Este primer objetivo de LLA (destruir al PRO) se enlaza con el segundo: la LLA buscará una polarización de baja intensidad con el kirchnerismo, el corazón de la vieja época. Esta polarización, entienden los libertarios, enfrentaría a la sociedad a una discusión electoral entre el cambio y el pasado, entre la sociedad y la casta, entre el “único partido” reformista de la economía y el viejo proyecto conservador kirchnerista. Puestos a elegir, razonan en LLA, aun no gustándoles las “formas”, los argentinos optarán por no volver al pasado. Por eso, y en esa hoja de ruta, es clave que no exista otra oposición que no sea el kirchnerismo. En términos extremos, LLA buscaría plebiscitar su gestión con una vieja máxima: plata o mierda.
"Mauricio Macri terminó siendo el Juan Bautista que anuncia el advenimiento de un Mesías al que después, arrepentido, intenta desconocer."
Paradójicamente (o no), hoy LLA prefiere destruir al PRO que al kirchnerismo, al que, en todo caso, aspira a suplantar y sustituir. CFK, en la administración de su menguante poder, agarra gustosamente el guante: su prioridad ya no es ganarle a Milei ni construir un nuevo proyecto político, sino sostener “un poder” intelectual, burocrático y estético sobre la identidad peronista realmente existente. Se conforma con lo que venía siendo ya durante el Frente de Todos: un asiento en el “Consejo de Seguridad” y poder de veto contra cualquier nueva incorporación al mismo. De ahí la operación de larretización temprana que desde sus usinas se lanza contra Axel Kicillof.
Por eso mismo, y en caso de definir ser candidata, CFK no aspirará a ganar la elección, sino a ser la “única peronista” en la correlación de fuerzas actual del sistema político. Un lugar permanente en la discusión del poder político (y judicial) argentino por la próxima década. Hasta la fecha, CFK logró parcialmente lo que buscaba: la operación “Renovación 0” fue todo un éxito. Las tímidas canciones nuevas suenan exactamente igual que las viejas, y de aparecer algún candidato nuevo en el firmamento del peronismo bonaerense dentro de ese campamento, es probable que sea sólo una nueva versión del Insaurralde 2013, el “rubio” que el kirchnerismo necesita para camuflar a su eterna guardia pretoriana en el Congreso.
El riesgo, para el gobierno, es conocido. La “astucia” de maridar con CFK está lejos de ser original: a su debido tiempo la usaron todos. Esta Cristina crepuscular y ensimismada, vagamente imitativa del estilo libertario (El “Che Milei” que recuerda a cuando, en el apogeo del macrismo, lanzó su campaña en un escenario 3D) y sin programa, estrategia o dirección para lo que quedó del peronismo nacional, no parece una amenaza considerable. Y sin embargo, un éxito electoral del peronismo en la Provincia de Buenos Aires, suyo o por interpósita persona, podría señalar el fin abrupto del programa económico de Luis Caputo. Una estampida que haría empalidecer a la del macrismo en 2018, y un riesgo para la gobernabilidad en sí misma.
En esas condiciones, Milei profundiza el armado del escenario político que entiende favorable a sus intereses: una polarización nítida con el kirchnerismo para afianzar su condición de “única” e “inevitable” novedad frente a CFK y el resto del sistema político, y la aceleración del proceso de fragmentación continua en la oposición, sin que esa desagregación sea, por el momento, el principio constructivo de una nueva oposición. Milei es lo nuevo que se afirma, CFK y Macri son lo viejo que no termina de morir.
"Paradójicamente (o no), hoy LLA prefiere destruir al PRO que al kirchnerismo, al que, en todo caso, aspira a suplantar y sustituir."
¿TMAP?
El liderazgo político está atravesado por una tensión entre talento y método. El talento, instintivo y viral, en una era de crisis de las estructuras políticas, suele producir grandes emociones. Pero también, cuando no se institucionaliza, cuando no se alimenta de un método, suele ser la fuente de grandes decepciones. Algo de esa dinámica parece explicar el episodio $Libra, el yerro político más relevante del gobierno de la LLA desde su llegada al poder.
Hablamos de relevancia por varias razones. En primer lugar, porque se trata de una crisis que devela la fragilidad de la construcción política de Milei. A la Argentina la hackeó durante algunos días una versión digital de la financiera de la película “El Lobo de Wall Street”. El mismo fenotipo humano, podría decirse. Hackearon a los hackers de La Libertad Avanza, revelando el tinglado a la Mago de Oz que tiene toda la estructura de poder libertario. Una cabeza enorme, una voz terrible y un viejito atrás del biombo. Un equipo que juega sin defensa y sin arquero, y que sólo puede disimular todas esas debilidades pateando maniacamente al arco rival.
Organizacionalmente, la crisis fue generada desde el epicentro mismo del “Tridente de Hierro”, el único esquema de gobierno permanente hasta ahora anunciado por el presidente. Sin guillotina posible y sin fusibles, el escándalo se posa directamente sobre la figura presidencial. En un punto, $Libra expone los límites de este formato gubernamental, que bastante lejos ha llegado operativamente considerando que se llevó puesto a todo el sistema político argentino durante el 2024. En un sentido similar (aunque mucho más trágico), la inundación de Bahía Blanca amplifica el agujero negro del relato libertario: si el cambio climático no existe, si los organismos científicos no tienen utilidad, si la capacidad gubernamental es irrelevante, si la obra pública no es necesaria, entonces, los problemas estructurales de Argentina parecen no tener resolución (aun resolviendo el problema fundamental de la inflación) bajo este prisma de pensamiento.
La Libertad Avanza es un partido social antes que una corporación política, y esto puede ser un efecto deliberado. No quiere fundar ningún Partido del Orden, sino establecerse como el único y definitivo Partido del Caos. El joven hijo punk de la antigua grieta que se resiste a madurar. Como en la vieja canción montonera, Macri y Cristina parieron un hijito libertario y populista. Pero esa naturaliza silvestre que fortalece la relación de Milei con la sociedad también puede ser la vulnerabilidad que le genere crisis difíciles de mitigar. Los libertarios son los Hells Angels de la política, cabalgando en motos donde el chasis sos vos. Dicho de otra manera: la inestabilidad del proceso político es el precio que debe pagar LLA por su resistencia evolutiva. En la gestión, en el Congreso, en la calle. Violencia y descontrol parecen ser la morfología normal del anarco-gobierno.
Ahora bien, el episodio $Libra no es sólo una crisis política, es también una crisis jurídica con impacto en Argentina y los Estados Unidos. No es casualidad, que luego del escándalo que dejó al país a merced de un grupo de cripto-empresarios marginales, el poder ejecutivo nacional se haya decidido a decretar el ascenso del polémico juez Lijo al máximo tribunal de justicia del país. Ahora bien, por un lado, si en el imaginario libertario, un pacto con el “jefe” de “la casta judicial” constituye una garantía de gobernabilidad sobre Cómodo Py, por el otro, la capacidad de influencia de la LLA sobre la justicia norteamericana son remotas, incluso bajo el paraguas de una suerte de revival de “relaciones carnales” en torno a Trump 2.0. ¿Podría ser que $Libra se convierta en un caso testigo en la lucha interna entre el duopolio Elon-Donald y su propio “Deep State” judicial? ¿Cuáles serían las consecuencias económicas en Argentina de una posible intervención directa de la justicia norteamericana?

Finalmente, y si bien es cierto que el episodio no tiende a manifestarse todavía como crisis en la opinión pública, la onda expansiva de la crisis actúa sobre la reputación de la figura presidencial, una de las arterias fundantes de la legitimidad de cualquier liderazgo outsider. Es decir, aun siendo difícil que el episodio $Libra comprometa en la sociedad la valoración del consenso antiinflacionario alcanzado (y por lo tanto la condición de “primera minoría” de LLA), se abre al menos un espacio potencial de crecimiento para la oposición a partir de las dudas que el episodio inocula sobre la credibilidad de Milei como factor sustentable de cambio más allá del control de la inflación y el dólar. Varios dirigentes opositores no kirchneristas ya salieron a operar sobre ese “electorado desconfiado” que teme por la propia incertidumbre que el ejercicio aceleracionista del poder de Milei genera sobre el porvenir económico. Se trata de una crítica más política que judicial a Milei, que busca poner en duda su capacidad para representar un cambio duradero: ¿hay vida más allá del ajuste?
En el electorado simbólico del 56% del ballotage asoma la duda: una crisis de fe social entre el Milei pragmático que baja la inflación y el déficit fiscal y el Milei de la batalla cultural que acelera contra el “sentido común” para sostenerse activo y dominante en la agenda pública. Un Milei que para avivar la llama de la bronca social que parió su hegemonía, introduce agendas ideológicas de nicho (anti-wokismo extremo, promoción exorbitada de negocios virtuales poco relacionados -todavía- con el corazón cotidiano de la economía real en la que viven la mayoría de los argentinos) que “boicotean” la estabilidad de sus logros económicos y la construcción de un sendero de largo plazo para el nuevo sistema político y económico. El Circo conspirando contra el Pan.
"La inundación de Bahía Blanca amplifica el agujero negro del relato libertario: si el cambio climático no existe, si los organismos científicos no tienen utilidad, si la capacidad gubernamental es irrelevante, si la obra pública no es necesaria, entonces, los problemas estructurales de Argentina parecen no tener resolución (aun resolviendo el problema fundamental de la inflación) bajo este prisma de pensamiento."
Frente a esta hendija que se abre entre Milei y la sociedad, el sistema político tradicional se muestra impotente. A cada tropiezo de Milei con la sociedad, el sistema político se le tira encima en bloque. Sin embargo, Milei, como otros outsiders, se alimentan de la agresividad del viejo sistema. Lo reproducen cuando piensan que lo están matando. En esa búsqueda corporativa, incluso, algunos introducen la idea de un hipotético “Frente Antifascista” electoral para este 2025, que, de producirse, probablemente armaría la “Unión Democrática” que Milei está esperando: la casta contra la sociedad. Milei necesita siempre ser David contra Goliat y el sistema se lo facilita. La oposición parece dominada por la atomización y la falta de ideas sobre el presente y el día después de Milei.
Más que a una Unión Democrática que represente la última tentativa de supervivencia de una clase política perimida, lo que la época exige es experimentación, aquí y allá, de formas políticas nuevas. La eliminación de las PASO, tan conveniente hoy para el gobierno, tiene, como todo en política y en la vida, una manta corta: al terminar de destruir las coaliciones (y por ende, el viejo sistema) abre la cancha para el surgimiento eventual de nuevos liderazgos. En este sentido, 2025 no debería considerarse como una posta de resistencia, sino como el parto de un sistema plural de novedades, que en todo caso, y sobre la base de esas innovaciones, permitan otra tipo de confluencias en el 2027. La Argentina votó dinamitar el viejo sistema: ¿por qué volver a ofrecérselo en las urnas dos años después? Más necesaria es hoy la construcción de una oposición capaz de ganarle a Milei por los votos, y de brindarle a la sociedad que parió al libertario una forma diferente de cambio.
"Más que a una Unión Democrática que represente la última tentativa de supervivencia de una clase política perimida, lo que la época exige es experimentación, aquí y allá, de formas políticas nuevas."
Como ya sugerimos, el apoyo social a Milei funciona en “dos tiempos”: un tiempo presente que representa al núcleo duro de adhesiones al aquí y ahora del modelo macroeconómico –ajuste del Estado, superávit fiscal, desinflación- y un tiempo futuro de mediano plazo que espera resultados económicos más estables e integrales y más orden institucional para terminar de adherir al proyecto de Milei. O un orden de algún tipo. ¿Tiene la Libertad Avanza capacidad para alterar su morfología en el mediano y largo plazo? ¿Es adaptable a los cambios que su propia irrupción genera?
La respuesta es compleja porque en la formulación palpatiana de que “todo marcha acorde al plan”, no existe solamente una definición táctica, amedrentadora del enemigo, que busca hacer suponer que hasta los errores más severos forman parte de una gran estratagema, sino también una suerte de confesión de parte de una rigidez conceptual y política, un dogmatismo estratégico que hace a los libertarios vulnerables frente a la irrupción de lo nuevo, lo inesperado, lo disruptivo. Lo que no tienen planeado. Algo de eso pudo observarse en el incidente que sucedió en el Congreso entre Facundo Manes, Milei y Santiago Caputo; daba la sensación de que en esa anatomía del instante los libertarios probaban finalmente una cuota de su propia medicina. En esa escena del “dialogo” entre el todopoderoso consultor teenage vampire de rictus duro y alma rusa y la Constitución Nacional sostenida entre las manos del neurólogo sucedió, finalmente, algo nuevo. Por primera vez, la casta fueron ellos.
