
DEL 11S A WUHAN: TODOS SOMOS SOSPECHOSOS
Un hilo une los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos a la pandemia del Covid 19: la seguridad. Opinan un filósofo y un especialista en seguridad.
20 años después, septiembre de 2021, estoy en el aeropuerto de Barajas, Madrid. Abro la computadora para terminar de escribir esta nota mientras espero que salga mi vuelo a Ezeiza. Estoy con el barbijo quirúrgico abajo y el del CONICET arriba. Me conecto al Wifi gratis después de dudar sobre cuánto estaba habilitando que se metan en mi computadora. Me disperso. Abro Netflix y el algoritmo me sugiere volver a ver Mad Men. Pongo un capítulo cualquiera de esa serie, la que mejor recrea los 60, y me topo con una escena en la que dos tipos se prenden un cigarro arriba del avión. Ese otro mundo se fue muriendo de a poco pero terminó definitivamente el 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, antes de subir a un avión, todos somos sospechosos. Todos estamos sospechando. De los terroristas, de los hackeos, de los virus.
Tras el 11 de septiembre de 2001 aceptamos la seguridad porque ver en vivo dos aviones penetrar el centro financiero global es aceptar la amenaza: nos sacamos los zapatos, levantamos los brazos, dejamos todas nuestras pertenencias en una cajita, respondemos nerviosamente preguntas sencillas. En los aeropuertos y las fronteras la carga de la prueba se invirtió para siempre y hay que demostrar inocencia al de la ventanilla de migraciones o al que mira con rayos X nuestro bolso pasar por una cinta mecánica, o a del mostrador del check in. Además de sospechosos todos somos potencialmente contagiosos. De Bin Laden al Covid-19: el siglo XXI es Nueva York y Wuhan. Para evitar ser sospechoso hay que evitar, también, parecerlo. No hay que decir la palabra “bomba” arriba de un avión, no hay que toser muy fuerte. La comparación aterra porque después del 11S hubo 11M en Madrid, 21J en Londres, 15N en París, 22M en Bruselas, y centenares de atentados en Pakistán. Desde el 11 de septiembre de 2011 el miedo es el otro.
Me topo con una escena en la que dos tipos se prenden un cigarro arriba del avión. Ese otro mundo se fue muriendo de a poco pero terminó definitivamente el 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, antes de subir a un avión, todos somos sospechosos.
Hackeados
Hay muchos paper sobre el 11S y la seguridad. El de Alejandro Palomo Garrido de la Universidad de Colima en México se pregunta si el nuevo sistema de seguridad internacional tras el 11 de septiembre es una consecuencia lógica y se responde que “la lucha antiterrorista posee una lógica que obedece más al objetivo de reforzar la hegemonía de Estados Unidos a nivel global, que a garantizar la seguridad en el sistema internacional”. Pero 20 años después el paradigma de la seguridad ya no es solo Estados Unidos. Es la Corea del Sur de Samsung, es la app Todos contra el Covid de Macron que se volvió pase sanitario y le dio poder de policía a los mozos de todos los bares, es la China del circuito cerrado de televisión con reconocimiento facial y es la sociedad de la transparencia, diría Byul Chul Han.

¿Qué es lo que el 11S inauguró? ¿Se puede pensar desde la filosofía y en relación a la “seguridad” un hilo conductor entre el atentado a las torres gemelas y la pandemia del Covid 19? ¿Somos contemporáneos al 11S? Le escribo al filósofo Esteban Ierardo. Me responde que “el 11 de septiembre de 2001 introduce la percepción de que lo inesperado sigue siendo un factor decisivo en la historia”.
Se cayó la tesis del fin de la historia de Fukuyama. Para Ierardo “se desmoronó junto con las torres”. Y eso es justamente lo que tienen común el 11S y el Covid 19. Si miramos el todo vemos que las partes 11S y Covid 19 son irrupciones del mismo sistema. “Ser contemporáneo al Covid 19 supone al mismo tiempo serlo de la caída de las torres. Y de esta relación también lo que surge es una pregunta que antes no se formulaba respecto a las proyecciones del futuro: ¿cuál será el próximo evento/quiebre inesperado que sacudirá la historia global?”.
¿Qué es lo que el 11S inauguró? Le escribo al filósofo Esteban Ierardo. Me responde que “el 11 de septiembre de 2001 introduce la percepción de que lo inesperado sigue siendo un factor decisivo en la historia”.
Si esperamos el sacudón es porque no estamos seguros. Pero la seguridad, 20 años después, ya no se representa como una necesidad de la Casa Blanca sino como una distopía de ciencia ficción, una amenaza a la privacidad. Esteban escribió sobre Black Mirror, sobre la sociedad pantalla, sobre la sociedad de la excitación, enseña a los griegos en la facultad de sociales. Le respondo, entonces, con otra pregunta: ¿Cuál es la lógica de la seguridad hoy?
Me contesta que “el peligro no es solo el ataque terrorista o una pandemia en el mundo real analógico. Hoy, la gestión de la vida cotidiana y la organización de los Estados nación depende de la digitalización y del lenguaje algorítmico”. La amenaza es el hackeo, la intromisión, que un virus infecte nuestro cuerpo, físico o digital, que se metan dentro de nuestros dispositivos como los aviones en las torres gemelas. Para Esteban “el individuo corriente ya de hecho está hackeado”; es ya “víctima continua de inseguridad digital, además de la eventual, según los países y contextos, inseguridad clásica en las calles ante el robo, el crimen. Desde las advertencias de Snowden, y aún antes, la inseguridad de los individuos ante los estados y las empresas informáticas consiste en que hoy pueden vigilarnos, monitorearnos, si está dentro de sus intereses, en todo momento y lugar”.

La mañana del 11 de septiembre de 2001, Darrell West -vicepresidente de estudios de gobierno en Brookings- terminó de dar una conferencia en la Universidad de Brown y en el pasillo se cruzó con alguien que le contó sobre el atentado: no enterarse de inmediato es lo primero que contrasta esa época con la actual. Lo segundo, escribió West, es el acceso del gobierno a la privacidad de las personas: ”con el paso de la Ley Patriota de los Estados Unidos en octubre de 2001, los funcionarios del gobierno obtuvieron la autoridad para vigilar posibles amenazas. Adquirieron la capacidad para monitorear llamadas telefónicas, correos electrónicos o mensajes de texto. Con la llegada de los teléfonos inteligentes y la prevalencia de las comunicaciones electrónicas, las autoridades públicas también desarrollaron nuevas herramientas para monitorear a individuos particulares y rastrear su paradero físico a través de datos de geolocalización”. Lo que West quiere marcar es que las aplicaciones para monitorear el Covid en China, Francia o Argentina, y que generan marchas masivas y movimientos antivacunas en Europa son una tecnología posibilitada por el 11 de septiembre de 2001. Fue entonces que se abrió un nuevo catálogo de fines que justifican los medios (y los miedos). La ley patriótica de Bush y los estados de emergencia en la pandemia global: los estados de excepción, las atribuciones extraordinarias. Los terroristas que hicieron los ataques del 11 de septiembre planificaron lo que iban a hacer mientras vivían y se entrenaban en Estados Unidos. El virus y el terrorismo tienen en común su condición de “enemigos” y su característica invisible.
“La mañana del 11 de septiembre, Darrell West terminó de dar una conferencia en la Universidad y en el pasillo se cruzó con alguien que le contó sobre el atentado: no enterarse de inmediato es lo primero que contrasta esa época con la actual ”.
Aeropuertos (de) Argentina (en los) 2000
Hay un capítulo de Los Simpsons en el que Homero deja su auto mal estacionado en el World Trade Center y no se lo puede llevar porque no tiene dinero para levantar el cepo que la policía le puso a la rueda. Una escena de ese capítulo fue borrada tras el 11 de septiembre de 2001. Es una en la que Lisa está sosteniendo un panfleto turístico antes de que vaya a Nueva York. ”Hay un fotograma donde hay un folleto que dice Nueva York a $9 por día, y detrás del nueve están las torres gemelas. Entonces se ven como un 11, y parece un 9/11” explicó uno de los guionistas, Al Jean. No es novedoso que otra vez Los Simpsons lo predijeran. Pero no anticiparon lo que vendría después.
Alguien, o algunos, escribió o escribieron, en Wikipedia sobre eso: lo que vino después. Es una entrada que se llama “Post 11S” donde se intenta describir el fenómeno mediante el cual cambió el estilo de vida después del atentado a las torres gemelas. Enumeran varios ítems: la desconfianza a los otros, la violencia discriminatoria, la creación del departamento de seguridad nacional en Estados Unidos, la prohibición de tomar fotografías en determinados espacios públicos, las guerras de Afganistán e Irak. ¿Qué de todo eso repercutió en Argentina? Para el ex interventor de la policía de seguridad aeroportuaria de Argentina, Marcelo Saín, casi nada. Si bien aclara que en todo caso la Argentina ya había tenido sus 11S con los atentados a la Amia y la Embajada de Israel, que no era una novedad la problemática del terrorismo en la agenda argentina.
En 2005 Saín se reunió con Alberto Gonzales, entonces ministro de Justicia de Estados Unidos, que estaba de visita en Argentina. Había otros jefes policiales argentinos presentes. Gonzales había venido para decirles que en el Departamento de Estado veían que la prioridad en Argentina era la lucha contra el terrorismo. Saín le respondió que no tanto, que era “más probable que explotara todo en Nueva York antes que en Buenos Aires”, que las prioridades en ese momento para Argentina eran otras, los otros jefes policiales asentían al ministro estadounidense “como jirafa pastando”, según Saín, “pero teníamos problemas de seguridad mucho más serios nosotros”. Esas prioridades pasaban por contener la protesta social o el control de frontera: “Bin Laden y la intifada no eran problemas nuestros”.
Saín creó en la policía aeroportuaria una unidad antiterrorista pero por iniciativa propia, dice, nadie se lo pidió. También dice que si bien en Argentina no hubo ningún cambio importante sí es cierto que las agencias de seguridad de Estados Unidos e Israel empezaron a bajar una agenda mucho más intensamente sobre el tema, y la SIDE de Stiuso la seguía al pie de la letra. “Por eso Kirchner y Cristina siguieron una lógica bastante afín a los designios de la CIA y la embajada israelí, de hecho la acusación de Nisman sobre el atentado a la AMIA fue sostenida por ellos durante años, había un concordato”.
“La seguridad acá es un problema político, que nos trae un montón de disgustos, nunca nos da un rédito político, salvo para los que hacen carrera vistiéndose de comisarios, como Bullrich o Berni, pero son de tranco corto, es un uso de la seguridad”
Un año después del 11S Saín hablaba de la militarización de la seguridad en Argentina. Pero no por el terrorismo sino por el narcotráfico y sobre todo por la ideología de los sectores más duros de la seguridad en Argentina. Algo de lo que hablan él y Tokatlian en un libro que sacó Capital Intelectual y que tiene más que ver con darle algo para hacer a los militares que con super amenazas concretas. Mientras en Europa el debate masivo por la seguridad pasa por la invasión a la privacidad y en Estados Unidos por lo algorítmico, para Saín la seguridad en la Argentina contemporánea casi nunca ha sido objeto de ningún debate político serio. “La seguridad acá es un problema político, que nos trae un montón de disgustos, nunca nos da un rédito político, salvo para los que hacen carrera vistiéndose de comisarios, como Bullrich o Berni, pero son de tranco corto, es un uso de la seguridad”.
Esteban Ierardo dice que “en los ejércitos saben que no pueden descuidar el armamento convencional y las operaciones en el terreno, pero también saben que los ataques serán cada vez más hacia la búsqueda de puntos de vulnerabilidad en los sistemas de digitalización encriptados de cada país, relacionados con la banca, la energía, instalaciones civiles y militares y demás”. Pero para Saín la Argentina “es un país muy pedorro”. “Por izquierda y por derecha, yo he formado parte de los circuitos de decisión política, estuve en OEA, GAFI, pero también lidié con concejales, ministros, tengo experiencia, y estamos en la cuarta categoría, Nestor prestaba atención pero era único”. Saín dice que el problema es que tenemos políticos mediocres.
Para Ierardo “seguimos hablando desde cierto trasfondo clásico en la seguridad, porque seguimos pensando en relación a ataques potenciales entre Estados y bloques de poder enfrentados, pero la lógica de la seguridad hoy no es solo entre países, sino también la seguridad a nivel de la relación individuo- Estado. En esa dimensión, el individuo cada vez tiene menos seguridad”. Para Saín es política. Está seguro que si se discute seriamente puede haber un acuerdo de derecha a izquierda, que lo que hizo después del 2001 en la policía aeroportuaria “les gusta a todos”. En Argentina se trata de pensar la seguridad pero también la policía. Entre el individuo y sus miedos, entre el control y el descontrol, la política.
Pero tengo que cerrar la nota porque me llegó un mail de IBERIA: “Preséntese en el punto de información de Iberia situado junto a la puerta S39 del aeropuerto de Madrid-Barajas Adolfo Suárez a la mayor brevedad posible. Tenga todos sus documentos de viaje (pasaporte, test covid, declaración jurada) listos para su revisión”.