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12 de septiembre 2020

Juan Ades & Dino Buzzi

Los autores son arquitectos y urbanistas

COUNTRY O VILLA: REFLEJOS DEL HÁBITAT SIN CIUDAD

Tiempo de lectura: 6 minutos

La villa miseria es también un barrio privado, sobre todo, privado de lo esencial para el desarrollo de un individuo y ambas estructuras son sorprendentemente semejantes

Rafael Iglesia

1. Atonales

Desde fines de la década de 1940, la población residente en lo que hoy se conoce como Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se mantuvo relativamente estable en torno a los 2,8 millones de habitantes. En el mismo periodo, el resto del hoy Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) incorporó más de 10 millones de habitantes. Además del stock de vivienda que se renovó en CABA, el incremento fundamental de viviendas se desarrolló en el conurbano. La mancha urbana pasó de crecer en los entornos de las estaciones de tren o cruces de rutas (en formato de ciudad abierta) a la conquista de tierras vacantes y marginales (sin infraestructura o condición urbana y bioambiental apropiada en formato urbanización limitada).

Según el estudio de CIPPEC ¿Cómo crecen las ciudades argentinas?, entre 2006 y 2016 se agregaron en la región alrededor de 18.200 hectáreas de suelo urbano residencial, de los cuales más de la mitad fue para urbanizaciones cerradas. Del resto, el 30% fue para villas y el 15% para la ciudad abierta. En el AMBA, producimos countries y villas pero no hacemos ciudad. Dos de los extremos de la sociedad organizaron modelos superficialmente opuestos pero más cercanos de lo que uno se imagina: Country, Barrio Privado, Barrio Cerrado, Club de Campo; y Villa, Barrio Popular, Barrio Vulnerable, Asentamiento Informal. ¿Se trata de matices semánticos o la imposibilidad de definir un sistema? 

las villas y los countries parecen ser una consecuencia neorrealista e inevitable de la acumulación de décadas sin planificación territorial y habitacional del AMBA: la consolidación de guetos con un estado ausente.

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El country y la villa son dos notas atonales en el pentagrama irregular del área metropolitana. Cada uno con sus propias lógicas y necesidades, ambos fenómenos interpretaron libremente las reglas de la armonía, la melodía y el ritmo de la ciudad para componer, hacia adentro y con sus propios principios, una manera distinta y aislada de habitar basada en sus propias normas. Los más de mil asentamientos informales y alrededor de quinientos barrios cerrados que ya no son más una anomalía: son la excepción hecha patrón de crecimiento, la toma de consciencia forzosa de la inconveniencia de hacer ciudad sin vivienda.

En un contexto en el que la crisis habitacional vuelve a intensificarse y el problema de las tomas de terrenos recrudece, las villas y los countries parecen ser una consecuencia neorrealista e inevitable de la acumulación de décadas sin planificación territorial y habitacional del AMBA: la consolidación de guetos con un estado ausente.

2. Fractales

A pesar de la gran cantidad de regulaciones, interpretaciones, y actores que operan sobre áreas metropolitanas, conviven también ambientes disímiles y contrastantes, en los que pareciera haber lugar para todos: para todos los gustos, para todos los géneros, para todos los presupuestos, para todos los tipos culturales, para todas las edades.

Sea por necesidad o por estética, por voluntad o desesperación, los countries y las villas son modelos que se replican sólo a sí mismos como fractales, reproducciones del mismo lugar. Si las ciudades se consolidaron a lo largo de la historia como catalizadores de heterogeneidades, estos modelos habitacionales autónomos y cerrados en sí mismos galvanizan su propia identidad cerrada: el sueño del terreno propio por sobre los beneficios de una participación urbana colectiva. Los countries y las villas parecen malos sueños, pesadillas territoriales donde la eternidad de la llanura se enclaustra en sí misma, como castillos medievales que marcan sus límites con murallas y fosas.

El country incorpora el marketing, programas de moda, seguridad, jardín y pileta; la villa utiliza los materiales desechados de los que dispone, se adapta a la geografía como puede, se protege con lo que encuentra. Obrero de country de día, autoconstructor en villa de noche.

Florecen, brotan y se multiplican. Existen en la repetición. La multiplicidad de casillas puede ser una villa y la multiplicidad de palacetes puede ser un country, pero sin la mixidad de usos del suelo, sus complejidades y contradicciones nunca van a ser ciudad. No suspiran por los visitantes de otro lugar. 

Se autogestionan, ocupan zonas inundables, bordes, resquicios, espacios entre. Convierten la omisión en oportunidad, y en el acto de ocupar y transformar con sus propios medios un paisaje generan el milagro más importante de todos los milagros territoriales capitalistas: crear valor, una nueva vivienda como bien transable.

El country incorpora el marketing, programas de moda, seguridad, jardín y pileta; la villa utiliza los materiales desechados de los que dispone, se adapta a la geografía como puede, se protege con lo que encuentra. Obrero de country de día, autoconstructor en villa de noche.

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Ambas formas urbanas de habitación tienden a funcionar de forma escindida de la regulación estatal, se rigen con otros parámetros, ni en los pasillos de las casillas ni en las calles curvas de los lotes sin medianeras se reconocen las leyes de la ciudad abierta donde es necesario garantizar acceso libre de peatones, autos, transporte público masivo, bomberos y ambulancias.

En el country, el carácter se constituye a través de voluntades estéticas que buscan diferenciarse y la esperanza de una vida más cómoda rodeado por la naturaleza. En la villa, la esencia es marcar los límites de lo conquistado, la resignación de vivir hacinado y sin infraestructura básica. Ambos modos de vida se sostienen por promesas opuestas sobre una vida posible.

Si el country es retiro voluntario a una sociedad de iguales, la villa es el exilio forzado por las necesidades básicas insatisfechas. El country busca la distancia sensata de los centros urbanos; la villa busca cualquier tierra vacante y gravita obsesivamente alrededor de las posibilidades de trabajo.

3. Ingobernables

Como bien refrescó el aislamiento social preventivo y obligatorio, la vivienda no es solamente “un techo”. Es disponibilidad de espacio público, es acceso a lo otro, es la posibilidad de que esa vivienda forme parte de un mundo de cercanía; una comunidad, una vecindad, un barrio: habitar excede la propia morada.

La multiplicidad de casillas puede ser una villa y la multiplicidad de palacetes puede ser un country, pero sin la mixidad de usos del suelo, sus complejidades y contradicciones nunca van a ser ciudad. No suspiran por los visitantes de otro lugar.

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Buenos Aires se desarrolló a través de su sistema de manzanas ortogonales de 100×100 que surge de la época de la fundación. Esta matriz fue el gran órgano ordenador de todas las formas y escalas arquitectónicas combinadas para todos los usos urbanos necesarios. Cada vez que este orden fue desafiado para crear nuevas zonas de carácter particular para generar soluciones habitacionales puntuales (como sucedió con los hiperconjuntos de viviendas o las intermitentes iniciativas europeizantes de ciudad jardín), estas nuevas formas urbanas fracasaron en el sostén de la continuidad del área metropolitana.

Si la grilla de lados iguales representó entonces, aún con sus limitaciones, al ciudadano medio integrado a la ciudad, lo que la villa y el country ponen en evidencia es la creciente fractura social plasmada en el territorio. El golpe de gracia a la ciudad abierta fue dado por la proliferación de modos de vidas estancos que terminaron de matar el comercio de cercanía y fomentaron la cultura shopping y su versión popular, La Salada.

Quizás, estas formas de habitar sean los síntomas de una clase media que adelgaza hace décadas, de la crisis que el espacio público sufre a fines de la década de 1980, o del trauma sin resolver de las Leyes de Indias, maldición y salvación simultánea del AMBA y objeto del rechazo inconsciente de todo nuevo asentamiento rebelde a su geometría.

Si la grilla de lados iguales representó entonces, aún con sus limitaciones, al ciudadano medio integrado a la ciudad, lo que la villa y el country ponen en evidencia es la creciente fractura social plasmada en el territorio

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En el AMBA, a veces, las erráticas políticas de vivienda social se parecieron más a la consolidación de un country de casas idénticas sobre lotes propios a continuación de las villas que al desarrollo social de una ciudad integrada: Aún en los centros urbanos capitalistas dominantes, dónde los negocios inmobiliarios son rampantes, desde el estado se han logrado implementar políticas de hábitat mixto que logran combinar sobre el mismo suelo viviendas asequibles y pisos de lujo.

4. Reconciliados

¿Cómo será entonces la reconciliación de la ciudad con el country y la villa?

La inclusión de edificios públicos como la construcción del Ministerio de Educación de CABA en el Barrio 31 y la aparición de programas cívicos (escuelas, sanatorios, comercios de cercanía) en los desarrollos de Consultatio (Nordelta, Puertos Escobar) parecieran ser la pauta de una incipiente reconciliación entre la ciudad abierta y estas formas urbanas cerradas: un punto intermedio entre la Ley de Registro Nacional de Barrios Populares en Proceso de Integración Urbana (RENABAP), votada por unanimidad en ambas cámaras (ley 27.453), y la Pax Matera que convocó Eduardo Constantini para amenizar la imagen de Nordelta después del episodio de la cheta anti-mate.

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