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08 de noviembre 2018

Lucila Melendi

Politóloga.

COCODRILO QUE DUERME ES CARTERA

Tiempo de lectura: 10 minutos

No hay nada más sin apuro
que un pueblo haciendo la historia

Alfredo Zitarrosa, 1974

Una mañana de agosto paré en una esquina de Belo Horizonte, quería sacar una foto a los afiches ‘LULA’ – ‘LIVRE’. En el tiempo que tardé en prender el celular, un tipo se puso en el medio para mostrarme cómo los arrancaba. Desde entonces no dejé de notarlo: todos los afiches de la ciudad estaban rasgados. Bolsonaro todavía era un chiste,pero era uno que sabían todos. Esos días encontré a un amigo que había vuelto de Carajás; estaba preocupado. “Hay mucho votante de Lula que piensa en Bolsonaro. Dicen: ‘Lula es el tipo que me protege. Si no lo puedo votar, votaré a Bolsonaro, que es el que me va a dar armas para que me proteja yo”. Otro se había sorprendido en el interior de Bahía. “Vi carteles suyos en los pueblos más perdidos”.

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El 30 de julio, Jair Bolsonaro -diputado federal por Rio de Janeiro y pre candidato a presidente de la República- fue entrevistado en el programa Roda Viva, de TV Cultura. Con cierto aire de superioridad, los periodistas fueron al grano. Se sorprendieron tanto con las respuestas que, la mayoría de las veces, no lograron repreguntar. Bolsonaro no justifica la dictadura: porque no cree que haya habido una. Su libro de cabecera es “La verdad sofocada”, del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra. Aunque el tono sea disruptivo, su postura no difiere mucho de los editoriales sobre “dictabrandas” de Folha de S. Paulo. Argumento: un quiebre seguido por la institucionalización de formas controladas de disputa política. Los presidentes militares fueron electos con el mismo sistema que Tancredo Neves en 1985. Tortura, racismo, porte de armas, gatillo fácil: respondió a cada tema del bolillero con una solvencia digna de examen final. Cuántas veces nos dijeron que no importa lo que pienses: importa que lo puedas justificar.

¿Economía? Para eso está Paulo Guedes.

Para mucha gente, Bolsonaro encarna la esencia del tiozão: te hace pasar vergüenza pero es buen tipo

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La familia tradicional brasilera podrá no existir, pero todos tienen un tiozão. Su gracia es incomodar: toma de más, come con la boca abierta, hace los mismos chistes en cada fiesta. Piensa que el sobrino gay es raro pero no se mete; pregunta por novios delante de cualquiera. Para mucha gente, Bolsonaro encarna la esencia del tiozão: te hace pasar vergüenza pero es buen tipo. Nadie puede decir que Brasil está bien. 13 millones de desempleados, 60 mil homicidios y 50 mil mujeres violadas al año -números suyos-: los problemas no se resuelven con corrección política. Hay algo de venganza del ‘hombre común’ que está cansado de que le digan cómo tiene que ser. Un anti intelectualismo reivindicado como derecho.

foto brasil 2

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Desde la redemocratización, las elecciones presidenciales se definieron entre el Partido dos Trabalhadores (PT) y el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB). En 2014 Dilma ganó raspando y el PSDB no reconoció el resultado. Tasso Jereissati se arrepiente. El gobierno de Temer (PMDB) se dedicó a concretar las reformas impopulares del programa “Un puente para el futuro”. Con el trabajo sucio hecho, el PSDB eligió como candidato al gobernador de San Pablo, Gerardo Alckmin, e hizo un acuerdo con los partidos del ‘Centrão’. Consiguió el 43% del tiempo de propaganda en televisión y se concentró en criticar a Bolsonaro, con la intención de ganar la centroderecha.

La campaña del PT fue una larga espera. Primero, por la definición del candidato. Lula se inscribió ante el Tribunal Superior Electoral (TSE) el último día posible, a mediados de agosto. Cuando se confirmó la proscripción ya era septiembre y resolvieron esperar otros diez días antes de confirmar la chapa Fernando Haddad – Manuela D’Ávila (PCdoB). La apuesta era inflar la candidatura de Lula y, a último momento, transferir los votos. Había funcionado con Dilma Rousseff en 2010; un candidato impoluto en términos éticos al que Lula pudiera tocar con la varita mágica. Quizás fue eso: le habían hecho caso una vez y terminó mal.

Quizás: pasaron cosas.

Hay algo de venganza del ‘hombre común’ que está cansado de que le digan cómo tiene que ser. Un anti intelectualismo reivindicado como derecho.

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La mayoría de los brasileros todavía llamaba a Haddad de ‘Andrade’ cuando los celulares del país explotaron con un video primicia. Bolsonaro había sido acuchillado en Juiz de Fora. Cundió el pánico. Antes de la primera vuelta, todavía hubo tiempo para un escándalo más. Los títulos de elector cancelados en varios estados sembraban sospechas sobre la legitimidad de la elección. Todos desconfiaban de todos y todos pensaban que el adversario podría no reconocer el resultado. Mientras Haddad seguía visitando a Lula en la cárcel de Curitiba y el PT titubeaba, la desesperación llevó a muchas personas a cerrar filas detrás de la consigna #Elenão. Se movilizaron vestidos de violeta para evitar identificaciones partidarias. No los unía el amor, sino el espanto.

A Gilda, una maestra humilde de Minas Gerais, la manifestación le causó gracia. “Para UOL, Veja, Datafolha y Globo ese es mi candidato: mató a John Lennon, escondió a Elvis Presley, hundió el Titanic, tiró el avión de Mamonas Assassinas y traicionó a Joelma”.

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La candidatura de Bolsonaro ganó sustento cuando sumó al economista Paulo Guedes y consiguió el apoyo de algunos líderes religiosos. Guedes es un Chicago boy que nunca logró insertarse en los círculos vernáculos de prestigio y poder. Criticó los planes económicos de todos los gobiernos, sin participar de ninguno. En 2018 eso se convirtió en un valor: ni tucano ni petista. Su incorporación se anunció como un “casamiento” y Bolsonaro aceptó asumir su agenda liberal como propia. Un programa que por ahora es a la carta, con menú abierto. Promete privatizar “todo menos Itaipú”, recortar gastos, pagar la deuda, mantener la reforma laboral, impulsar una reforma del sistema previsional y una reforma política que transfiera recursos a estados y municipios. Dio al establishment la disculpa que necesitaba.

Mientras Haddad seguía visitando a Lula en la cárcel de Curitiba y el PT titubeaba, la desesperación llevó a muchas personas a cerrar filas detrás de la consigna #Elenão. Se movilizaron vestidos de violeta para evitar identificaciones partidarias. No los unía el amor, sino el espanto.

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Las iglesias cristianas -católicas, pero también evangélicas- fueron muy importantes en el armado original del PT. No actúan en bloque ni determinan el voto de nadie, pero en conjunto son una organización territorial que funciona 24/7 desde hace 2000 años. Cualquier candidato quisiera tener su apoyo.

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Laura y Silvia trabajan en el área de comunicación de Inhotim, el museo de arte contemporáneo al aire libre en las afueras de Belo Horizonte. El día del primer turno, yendo en Uber a la casa de una amiga, Silvia se dio cuenta de que engrosaba el número de abstenciones. Ella es de Paraíba; como tantos otros que mudan de estado, no hizo el trámite. “Hubiera votado a Ciro Gomes. Creo que el PT no está en condiciones de gobernar. Pasaría lo que pasó con Dilma en 2014”. Laura nunca dudó: “Yo voté a Haddad. Porque esta elección era para que la ganara Lula, y sólo no la ganó porque está preso”.

“Lula fue el mejor presidente que tuvimos”, dijo el conductor. “Pero también me decepcionó. El PT tuvo todo, todo, todo para hacer algo diferente. Y terminó haciendo lo mismo que los otros”. Esta vez, él votó a Marina Silva.

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Después de la primera vuelta -Bolsonaro (46%); Haddad (29%)- Folha de S. Paulo publicó un reportaje en el que denunciaba que desde Estados Unidos se habían disparado envíos masivos de WhatsApp con noticias faltas contra el PT, configurando un tipo de financiación ilegal que se conoce como ‘Caixa 2’. Los #Elenão respiraron, era lo más parecido a una explicación.

La campaña de Bolsonaro se montó sobre una artillería de argumentos de consumo masivo, producidos para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Si hasta hace poco internet era un territorio habitado por jóvenes, WhatsApp vino a borrar algunas fronteras. Audios, videos y memes no saben de edades ni clases sociales; componen un tridente ofensivo al que no se puede responder balbuceando. Ante cada una de las acciones del PT o del movimiento #Elenão se antepuso inmediatamente una contestación eficaz. Con paciencia, se puede seguir el rastro hasta las usinas de producción de contenidos. El Movimiento Brasil Livre lo viene ensayando al menos desde 2013. “No es fascista, porque defiende el Estado mínimo; no es nazi, porque simpatiza con el Estado de Israel; no es machista, porque quiere la castración química de los violadores.”

Guedes es un Chicago boy que nunca logró insertarse en los círculos vernáculos de prestigio y poder. Criticó los planes económicos de todos los gobiernos, sin participar de ninguno.

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¿Armas para todos? Sí, la revista de Avon va a traer una doble página para elegir.

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“El PT no debería haberse presentado”, dice Carlos, un administrador de empresas de Río de Janeiro que empezó a almorzar con sus compañeros de trabajo sólo para tratar de convencerlos. “La estrategia fue, cuanto menos, errante. En dos años ya pasamos por ‘Nãovai ter golpe’, ‘Diretas Já!’, ‘Fora Temer’, ‘Eleição sem Lula é Fraude’ ¿En qué quedamos? El PT acabó legitimando el golpe”.

Gleisi Hoffmann y Lindbergh Farias apoyaron la alternativa del candidato propio. Había otras. Haddad y Jaques Wagner fueron los principales defensores de un acuerdo con el PDT de Ciro Gomes. Podía ser Lula-Ciro, para que el PDT encabezara la chapa en caso de confirmarse la proscripción. O directamente Ciro-Haddad. Esas conversaciones quedaron en la nada cuando Lula, desde la cárcel, aisló al PDT de sus posibles alianzas. Ciro no lo perdonó. Después de la primera vuelta viajó a París y volvió para decir: hagan lo que quieran y voten sin miedo.

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“No hay lugar para una dictadura, la Guerra Fría ya pasó”, me dijo un vendedor en Rio de Janeiro. “Son cosas que dice, pero no va a privatizar todo. En Brasil, no se puede hacer nada sin el apoyo del Congreso”, me explicó un taxista. “Si hace las cosas mal, lo echamos”, le escuché prometer a un portero de San Pablo. Ya vieron al Congreso trabar una gestión; ya lo vieron echar presidentes. ¿Por qué habría de ser diferente esta vez?

La Cámara de Diputados de Brasil se renueva por completo cada cuatro años. De 513 diputados, el 1° de enero asumirán 57 del PT y 52 del PSL, partido por el que se presentó Bolsonaro. Las previsiones sobre alianzas aún son muy inciertas. Pero, en principio, el PT podría articular unos 108 votos mientras que Bolsonaro parte de 132 y no tiene techo. En el Senado el cuadro es diferente porque PSDB y MDB aún mantienen una representación considerable. Pero, a priori, Bolsonaro puede conseguir el número para enmendar la Constitución.

Audios, videos y memes no saben de edades ni clases sociales; componen un tridente ofensivo al que no se puede responder balbuceando. Ante cada una de las acciones del PT o del movimiento #Elenão se antepuso inmediatamente una contestación eficaz

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Benjamin es un arquitecto de San Pablo que salió a la calle cada vez desde las manifestaciones de 2013. Durante el último año y medio estuvo atento a la campaña de Ciro Gomes. Le pareció que era el candidato que permitiría sortear el antipetismo y proponer un proyecto posible anti neoliberal. “El PT no movilizó: los únicos que se movieron contra el impeachment fueron los del MTST (Movimento dos Trabalhadores sem Teto)”, dice. “En 2016 Dilma quiso nombrar a Lula como jefe de la Casa Civil. Ahí, cuando el Supremo Tribunal Federal lo impidió, él tendría que haber asumido igual. Había que crear una cultura de desobediencia civil frente a las arbitrariedades del Poder Judicial. Pero el PT es un partido de la redemocratización, llevó hasta las últimas consecuencias su confianza en las instituciones”. Guilherme Boulos, el coordinador más popular del MTST, aceptó ser candidato a presidente del PSOL, un viejo desprendimiento del PT que busca expandirse con los movimientos sociales. Lideró los intentos de resistir al encarcelamiento de Lula y viajó por el mundo denunciando la situación. Acá y allá, se decepcionó con las respuestas.

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Vinicius tiene veintiún años recién cumplidos. Hijo único de un albañil y una vendedora de cosméticos se sabe negro y de la periferia como quien conoce su grupo sanguíneo: un dato más. Entró a la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) en 2016, cuando los estudiantes tomaron los predios denunciando un golpe. Cuestionó el radicalismo. Una profesora de sociología lo humilló en clase, y él se dio cuenta de que si quería estar a la altura se iba a tener que esforzar. Un compañero más grande le dijo: “Lo que pasa es que vos sos un conservador”. Le gustó. Fue a YouTube, donde ya seguía al Reverendo Augustus Nicolemus, y encontró a Arthur do Val enfrentando las ocupaciones de escuelas; empezó a ver videos de filósofos como Luis Felipe Pondé, Roger Scruto, João Pereira Coutinho. Hoy coordina un grupo de jóvenes que se reúne una vez por mes para discutir clásicos del liberalismo económico y el conservadorismo.

“Desde 2013 Brasil vive un período de efervescencia política. La juventud se comprometió. Hoy cualquier persona de quince años sabe cuál es la diferencia entre izquierda y derecha”, dice. “La izquierda es hegemónica, no precisa argumentar. Dicen ‘Ele não’, ‘Ele nunca’, ‘Fora Temer’. Nosotros tenemos que estudiar”.

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Haddad intentó en vano debatir con Bolsonaro. Desde su internación, el capitán no volvió a los estudios de televisión ni aceptó recibirlo en su casa. Por primera vez desde que se instituyó la segunda vuelta, hace 30 años, no hubo debate entre los candidatos. Record, Band y Globo cancelaron las emisiones previstas y se negaron a usar el espacio para entrevistar a Haddad. Finalmente, el último lunes antes de la elección, fue invitado al programa Roda Viva. Se lo notó cansado.

Esos días corrieron rumores de que el resultado se daba vuelta en San Pablo. Se entusiasmaron con la posibilidad ‘hacerlo virar’ en el resto del país. “Soy corinthiana y el partido no se termina hasta que termina”, decía Raquel, que esos días caminó por San Pablo con la frente alta y el pecho lleno de adhesivos Haddad 13, sintiendo que era correspondida por la gente que la miraba.

Los vendedores ambulantes de la Avenida Paulista no dudaron. El domingo sólo ofrecían camisetas, remeras y banderas de Brasil, convertidas en símbolo del ‘Mito’ Bolsonaro.  A las 19 h., cuando Acre terminó de votar y se difundieron los primeros resultados, la Paulista estalló en fuegos artificiales.

Los vendedores ambulantes de la Avenida Paulista no dudaron. El domingo sólo ofrecían camisetas, remeras y banderas de Brasil, convertidas en símbolo del ‘Mito’ Bolsonaro

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Como cuando quisieron ver en las encuestas un triunfo de Haddad, muchos todavía se niegan a admitir la victoria de Bolsonaro. Con el resultado puesto, sacan cuentas. Dicen que en realidad no ganó, porque si a los votos de Haddad se suman blancos, nulos y abstenciones el número supera lo obtenido por Bolsonaro. Pero todos sabemos que un campeón no cuenta los puntos. En Argentina, con los mismos resultados, Bolsonaro se habría consagrado en primera vuelta. Las elecciones fabrican mayorías; sus votantes no son una única clase de personas, como nunca lo fueron los de Lula, ni los de nadie. Votaron convencidos de que era lo mejor, entre un conjunto de opciones limitado. Por diferentes razones, pero todos con esperanza. Nadie quiere vivir peor.

Ante la vacilación de los dirigentes, Mano Brown, el vocalista de Racionais MC’s, fue muy claro. En un acto del PT en Rio de Janeiro, frente a Haddad y una tribuna de artistas que apostaban a la ‘virada’, dijo lo que hasta entonces nadie había dicho: “La ceguera que los afecta a ellos también nos afecta a nosotros. No me gusta el clima de fiesta. No vengo a convencer a nadie porque creo que el resultado ya está decidido. No puedo creer que las personas que me preparan el desayuno, que lavan mi auto o atienden a mi hijo en el hospital se hayan convertido en monstruos. Si dejaste de entender al pueblo, fuiste. ¿Somos el Partido de los Trabajadores? El partido del pueblo tiene que entender lo que el pueblo quiere. Si no lo saben, vuelvan a la base y procuren saber.”

Fotos: Matheus Sá Motta

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