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20 de marzo 2016

Santiago Bustelo

CHINA, O DE LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL SIGLO XXI

Tiempo de lectura: 9 minutos

La primera semana de marzo, mientras buena parte de la elite norteamericana concentraba su poder analítico en la incertidumbre generada por la capacidad de un millonario megalómano para consolidarse como candidato presidencial, del otro lado del mundo culminaba la cuarta sesión del 12º Congreso Nacional del Pueblo, reunión máxima del Partido Comunista Chino, con la aprobación del 13º Plan Quinquenal, que define las metas y objetivos del país para el periodo 2016-2020.

En la segunda década del siglo XXI puede sonar anacrónico tal ejercicio de planificación, pero vale la pena recordar que en los últimos 5 años, basándose en esta sana costumbre, China alcanzó una tasa media de crecimiento anual de 7,8%, creo 64 millones de empleos urbanos, construyó 40 millones de viviendas sociales, sacó a 100 millones de habitantes rurales de la pobreza y el trazado ferroviario de alta velocidad, por mencionar solo un ejemplo, alcanzó los 19.000 kilómetros (mas del 60% del total mundial).

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Para el año de 2020 el liderazgo del partido comunista se propone duplicar el ingreso per capita de 2010 (requiere un crecimiento anual de por lo menos 6,5%), elevar el gasto en R&D para 2,5% del PBI, alcanzar una tasa de urbanización del 60%, crear 50 millones de empleos urbanos, reducir el consumo de energia por unidad del PBI en 15% y aumentar un año la expectativa de vida, entre otros.

Con la planificación en los últimos 5 años China alcanzó una tasa media de crecimiento anual de 7,8% y sacó a 100 millones de habitantes rurales de la pobreza.

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Dudas y temores

Sin embargo, en los últimos meses el aura de competencia y autoridad tecnocrática que rodeaba al liderazgo del Partido Comunista Chino dio lugar a preocupaciones. Entre el colapso bursátil en noviembre de 2015, la leve aunque progresiva devaluación del yuan y la tendencia a la baja de las reservas internacionales (ver gráficos al final del texto), se encendieron señales de alarma sobre la capacidad del gobierno chino para llevar adelante un compleja transición economica en un contexto global caracterizado por una baja tasa de crecimiento, desaceleración del comercio internacional, caída en los precios de las commodities y elevada volatibilidad en los mercados financieros.

Recorre el mundo una especie de escalofríos: “algo debe estar andando mal y no lo sabemos”.

Y la verdad es que el desafío no es menor para un país que lleva ya mas años de reforma y apertura que de socialismo stricto sensu. No se trata solo de la transformación de un modelo de crecimiento basado en la inversión para uno enfocado en el consumo interno y los servicios, ni siquiera tal vez de un difícil processo de catch up tecnológico, sino de la construcción de una nueva economía política, esto es, una nueva estructura de relaciones entre Estado, mercado y democracia.
Hasta el momento, la trayectoria del proceso de reformas chino pareció guiarse por una especie de trade-off relativamente claro en el cual el Partido aceptaba grados progresivos de liberalización a cambio de crecimiento economico y estabilidad. Sin embargo, la complejidad engendrada por el mismo proceso de desarrollo, alcanzado cierto nivel de ingreso per cápita, coloca nuevos desafíos economicos, políticos y sociales (entre ellos la famosa “middle income trap).

¿Hasta qué punto abrir la cuenta capital y liberalizar la tasa de cambio? ¿De que manera reformar los gigantes conglomerados estatales sin privatizarlos? ¿Cómo aumentar los procedimientos de accountabillity en un sistema de partido único? ¿Qué visión de mundo engendrar para legitimar la representatividad del Partico Comunista a medida que el ingreso per capita aumenta?

En los últimos meses el aura de competencia y autoridad tecnocrática que rodeaba al liderazgo del PC Chino dio lugar a preocupaciones.

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La sabiduría convencional suele indicar que el proceso de desarrollo acaba forzando la democratización de los régimenes. Parecería no existir en todo el planisfério un país “desarrollado” no democrático.

Y a pesar de todo,  ¿no puede exisitir una democracia China liderada por el Partido Comunista?

¿Acaso es imposible pensar en una forma de dotar de representatividad y legitimidad un regimen político diferente de los parametros democraticos occidentales? En última instancia, estamos confrontando una civilización de mas de 5.000 años de historia con un concepto cuya aplicación concreta en el mejor de los casos no supera los 50 años.

Más que lo que uno pueda decir sobre China, ¿que dice China sobre nosotros?

Centralismo democrático

La visión clásica y de sentido común sobre el sistema de gobierno chino suele presentar la imagen de un régimen político altamente capaz y centralizado que administra con mano de hierro un país de escala continental. Sin embargo, la autoridad política de China y sus líneas de comando no se caracterizan por la homogeneidad y cohesión que la figura retórica más común sugiere.

En realidad, la estructura administrativa de China se distingue por una alta división de la autoridad entre las diferentes unidades del sistema. El resultado es un proceso político y administrativo caracterizado por intensas negociaciones entre unidades burocráticas con poder de veto similares que buscan proteger sus intereses. Para llevar adelante las decisiones relacionadas con las principales políticas de desarrollo, la dirección del Partido Comunista de China debe transitar un intenso proceso de negociación y estructuración de consensos que determina la dinámica de la toma de decisiones.

Esto se refleja en el funcionamiento del lo que podemos llamar el centro neurálgico de la dirección política china, el Comité Permanente del Polituró del Partido Comunista Chino (CPP). La más alta instancia decisoria del sistema de gobierno chino, el CPP está compuesto por 7 miembros, que representan las principales instituciones de China: Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista de China, Comité Militar Central, Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, el Consejo de Estado de la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos, Departamento de Propaganda, la Comisión Central de Control Disciplinario y la Conferencia Consultiva y la Política del Pueblo chino. Más de sesenta años de perfeccionamiento de la estructura y el funcionamiento de los mecanismos institucionales del CPP se adaptaron para garantizar el flujo de información y la operación del proceso de toma de decisiones, un sistema muy complejo de gobierno que define las características únicas de las instituciones chinas.

CHINA-BEIJING-18TH CPC CENTRAL COMMITTEE-THIRD PLENARY SESSION (CN)

Su estructura colectiva exige una determinación consensuada o decisiones negociadas: cada miembro tiene un voto, una mayoría simple define el resultado. Sin embargo, la estructura colectiva permite una división de tareas entre los miembros del CPP que posibilita a la dirección del partido obtener información de multiples fuentes, establecer redes y controlar muchas áreas de gobierno al mismo tiempo.

La existencia y el funcionamiento del CPP sugiere precisamente que centralismo y fragmentación pueden no ser conceptos antagónicos como suele postular el pensamiento occidental. “Centralismo democrático” es la expresión utilizada por académicos chinos para describir el funcionamiento del sistema de gobierno. Lo que suena como una contradicción a los oídos de la mayoría de los politólogos occidentales puede ser la clave para vislumbrar la capacidad del sistema político chino para adaptarse de manera flexible a los importantes cambios que atravesó el país en las últimas décadas.

La existencia y el funcionamiento del CPP sugiere precisamente que centralismo y fragmentación pueden no ser conceptos antagónicos.

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Un poco de geopolítica

En un artículo reciente, Tom Miller[1] propone un interesante experimento mental.

Es 2050. Europa, cierta vez la civilización mas avanzada y rica sobre la tierra, muestra signos de decrepitud. Millones de turistas acuden a los museos en París y Roma, pero el mundo moderno está pasando por alto estas maravillas. Su tecnología es obsoleta, con facilidad superada por las innovaciones procedentes de China. La economia de la Unión Europea, cierta vez todopoderosa, se hunde, su juventud es adicta a la pornografía de internet promovida por vendendores extranjeros con inmunidad diplomática. Rebeldes islamistas establecen un vicioso califato en Londres, que las autoridades luchan para sofocar. Veinte millones de personas pierden la vida en la carnicería subsiguiente.

Avancemos rápido un centenar de años. Europa se encuentra en ruinas, destruida por las llamas después de casi dos décadas de guerra y la ocupación de los Estados Unidos, su antiguo aliado. Otros 20 millones de europeos se encuentran muertos. China, que puso fin a la guerra con bombardeos nucleares en Filadelfia y Austin, reina. Los EE.UU. son ahora un títere chino, parte de un orden mundial liderado por Asia y el Pacífico, naciones con su capital efectiva en Beijing. Europa intenta reconstruir el continente bajo una utopía comunitaria, sin embargo, China es hostil. La Unión Popular Europea se derrumba, cerrando sus puertas al mundo…

Este futuro distópico suena como una pesadilla loca, pero nos da una aproximación de lo que ocurrió en China entre 1839 y 1949. En 1800 China se veía a si misma como el imperio del medio, bendecido por los cielos, mayor potencia mundial y civilización lider, un poco como Europa se veía a si misma en el 1900. Luego de un “siglo de humillaciones” fue transformada en “el hombre enfermo de Asia”.

Solo esta visión histórica permite entender el actual proyecto Chino de restaurar la grandeza de la nación. Suele hablarse en los medios occidentales del “ascenso” chino, pero lo cierto es que los líderes del Partido Comunista entienden el proceso como un “rejuvenecimiento” de la nación, restaurar algo que se perdió.

Uno de los pilares de esta estratégia es la llamada “Nueva ruta de la seda” y “Ruta de la seda Marítima”, iniciativas lanzadas por Xi Jinping para reformular la geopolítica asiática y consolidar la influencia global china.  Grandes inversiones en infraestructura, puertos megalómanos, ferrovias, y gasoductos que van a integrar toda Asia Pacífico (con China en el centro) hacia Europa. Los chinos especulan con poner en un tren un telefono celular fabricado en Shenzhen y despacharlo en tiempo record hasta Duisburg, el corazón fabril de Alemania. Pero claro, todo puede fallar.

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Mientras tanto, las corporaciones chinas avanzan com inteligencia a través del mercado internacional. Para mencionar solo algunos ejemplos, que incluso afectan a nuestra querida América Latina, hace un par de semanas la empresa estatal ChinaChem adquirió por un monto de 43 mil millones de dólares a la compañía suiza Syngenta, la mayor productora de semillas, transgénicos y fertilizantes del mundo, solo comparable con la norteamericana Monsanto.

El año pasado, la empresa china COFCO (oh, también estatal) adquiría dos tradings de escala global, la holadesa Nidera y la rama Noble Agri del grupo Noble. La inversión coloca a COFCO como un player fundamental en la indústria agrícola global, con capacidad para controlar desde la producción de semillas, hasta el procesamiento de productos como soja, azucar y algodón, pasando por redes de comercio a nivel internacional. Nidera tiene una fuerte plataforma de producción en Brasil y Argentina. En el caso de Brasil, la empresa es unos de los principales productores de soja y trigo en varias regiones del país.

En segmentos de mayor valor agregado, cabe mencionar el lanzamiento del primer avión de pasajeros producido por la Commercial Aircraft Corporation of China (COMAC), destinado a competir en el mercado de aeronaves con los gigantes Boeing y Airbus. Si bien China aún no está en la frontera tecnológica en gran parte de los sectores industriales, no hay duda de que en ciertas áreas comienza a tomar la delantera.

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¿Potencia mundial, hard landing o el próximo Japón?

Es imposible vislumbrar si China conseguirá llevar adelante una compleja transición de modelo económico y político en el actual contexto internacional. A pesar de los avances conquistados, puede decirse se trató únicamente de una primera etapa de desarrollo, probablemente la más fácil (y está claro que no fue nada fácil).

A nivel internacional, la economía mundial está experimentando cambios profundos y aún lucha por recuperarse: el crecimiento del comercio es débil, hay fluctuaciones en los mercados financieros y de materias primas, crecen los riesgos geopolíticos, y hay inestabilidades e incertidumbres cada vez mayores. No se debe subestimar el impacto que este escenario tendrá en el desarrollo de China. Internamente, los problemas y riesgos que se han acumulado en los últimos años son cada vez más evidentes. El cambio en el ritmo de crecimiento económico, las dificultades asociadas con el ajuste estructural de la economia y la transformación de los motores de crecimiento continuarán a ejercer una presión negativa sobre la economía.

Sin embargo, China sigue pasando por un período de oportunidades estratégicas. Si en las próximas décadas el gigante asiático consigue alcanzar sus objetivos, probablemente viviremos en un mundo muy diferente del actual.

 

[1] Miller, Tom. The Chinese Dream (I): The Empire Strikes Back. Gavekal Dragonomics, China Economic Quarterly, November 2015

Indice Bolsa de Shanghai

Indice Bolsa de Shanghai | Fuente: CEIC

Tasa de cambio Yuan/Dolar

Tasa de cambio Yuan/Dólar Fuente: CEIC

Tasa de cambio Yuan/Dólar  | Fuente: CEIC

 

Evolución del PBI por sector | Fuente: CEIC

Evolución del PBI por sector | Fuente: CEIC

 

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Comentarios

  1. Pedro J. Lucena E.

    el 22/03/2016

    Excelente articulo.

  2. RV

    el 24/03/2016

    Muy bueno

  3. Flavio

    el 01/04/2016

    Hay que buscar opiniones como las de Santiago, muy consistentes y contrapunto a la gran midia. Eres casi un chino, muchacho. Enhorabuena!

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