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22 de octubre 2021

Lorena Álvarez

CHARLY PARA TODA LA FAMILIA

Tiempo de lectura: 9 minutos

Hubo un tiempo que fue hermoso y donde Charly García era apto para todo público. Un tiempo donde estaba claro que en primavera nos divertíamos y en invierno nos queríamos morir. Un tiempo que dejaba atrás una cruenta dictadura y una guerra reciente y solo queríamos símbolos de paz. El tiempo primaveral de los 80.

Yo solo tengo esta pobre antena

Cuatro canales -cinco con suerte, y mediante una papa con agujas de tejer clavadas sobre la tele cuando la antena de la terraza fallaba-, teléfonos fijos que eran un lujo en muchas casas, y la paciencia suficiente para leer noticias en papel al otro día, eran parte de nuestra cotidianidad. Así vivíamos en los ’80: atados con alambres. Hoy no nos importa recordarlos así, quizás por ese sabor a nostalgia que a todo pasado le imprime una piadosa belleza.

En ese contexto, la música tampoco tenía la inmediatez de un click. Sin internet, ni cable ni plataformas, la televisión era el centro del entretenimiento, el acercamiento a la cultura y a la diversión. Los sábados los maratones eran musicales. Dos canales, el 13 y el 9, con marcadas diferencias atrapaban a todos los públicos, nadie, gracias a ellos, quedaba exento de limpiar la casa con música.

Canal 9 proveía al espectador el sonido popular- mal llamado grasa- desde su “Sábados de la bondad” conducido por Leonardo Simmons con artistas locales e internacionales melódicos, como Isabel Pantoja, Dyango o Valeria Lynch.

Cuatro canales, teléfonos fijos que eran un lujo en muchas casas, y la paciencia suficiente para leer noticias en papel al otro día, eran parte de nuestra cotidianidad. Así vivíamos en los '80: atados con alambres

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Enfrente, en canal 13, Juan Alberto Badía estaba al mando del programa que mejor puede representar esa etapa llamada “primavera alfonsinista”: “Badía y cía”. Artistas de renombre, mimados por la crítica y bandas de rock nuevas solían desfilar cada semana entre reportajes de Alan Pauls o Jorge Dorio, la locución impecable de una siempre atenta Cecilia Laratro o el humor del Profesor Lambetain (personaje creado por el actor y músico Esteban Mellino), cuyo contrapunto con el joven periodista deportivo Marcelo Tinelli ayudaron a este en sus primeros pasos para hacerse conocido.

Para los eruditos sobre Charly García, a esa altura del partido, el músico no necesitaba más credenciales. Pero para los espectadores que venían de la dictadura con ganas de bailar y divertirse fue una buena escuela. Público que había cantado “Canción para mi muerte” y se había retirado a cuarteles de invierno en marzo del 76. Un público de la edad de Charly que no había militado ni integrado el nicho del rock de los 70, estaba dispuesto en este renacer ochentista a divertirse. Jóvenes aún para ser grandes, grandes para los raros peinados nuevos. Los 80 de la gente común.

Esa gente común que se acercaba a la fiesta aunque con hijos pequeños, trabajos de horarios rígidos con sábados para pispear el mundo que surgía entre el cine del destape, las revistas Humor y Libre, los teatros under y los recitales. Y Juan Alberto Badía los representaba mejor que nadie.

Badía era un locutor de dicción clara y perfecta, amante de la música, fanático de los Beatles pero con la estética de un empleado bancario o un abogado que pasea por Tribunales. Como cualquier papá de una publicidad de gaseosas. Como muchos de nuestros papás.

Apto para todo público

En ese programa, Charly García ofreció inmensos recitales y desplegó toda su lucidez en las entrevistas. En tiempos donde el sexo era tabú y su sexualidad estaba en el ojo de la tormenta contestaba sin ninguna incomodidad:

-¿Cómo me llevó con mi sexualidad? Comparado con la Familia Falcón (familia televisiva de los 60) y sí, soy un poco raro.

O ante el cuestionamiento sobre su supuesta falta de cordura respondía sobrio:

-Yo no me siento desequilibrado, o sea, desequilibrado es no tener un centro. Desequilibrado es hacer cualquier cosa y yo no hago cualquier cosa. Hago buena música, toco bien. Lo que hago es bueno.

Charly, vaya uno a saber porqué en ese espacio se transformaba mágicamente en “un apto para todo público”. De hecho “Piano Bar” o “Clics modernos” pasaron a ser cassettes consumidos por quienes no se etiquetaban como rockeros pero estaban ávidos de consumir la modernidad de la mano de García. (Algo similar ocurría con “Virus” la banda pop cuyo líder Federico Moura comparte con Charly día y año de nacimiento). Nada fue casual en ese renacer de los sentidos.

Un público de la edad de Charly que no había militado ni integrado el nicho del rock de los 70, estaba dispuesto en este renacer ochentista a divertirse. Jóvenes aún para ser grandes, grandes para los raros peinados nuevos. Los 80 de la gente común

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Fueron los años en los que Carlos García Moreno lucía pelo corto con brushing, vestuario impecable, aunque se calzara zapatos de distinto color y trasladaba al gran público la belleza del talento de Fito Páez en el piano, la potencia de Guyot, Iturri, Toth, luego convertidos en “Git” (banda cuya batería con sonido a golpe de ollas, solía fastidiar a los amantes de la percusión tradicional), el sonido crudo del Negro García López o las voces cristalinas de Hilda Lizarazú y Fabi Cantilo.

Si bien Charly protagonizó a lo largo de esa década escándalos que ruborizaba a cualquier abuela, en “Badía y cía”, se lo podía observar prudente, gracioso, espontáneo. Apenas el hijo díscolo de cualquier familia que aún no podía divorciarse. Bajarse los pantalones, abrirse la cremallera, eran por esos años situaciones que lo llevaban a las tapas de los diarios y a los noticieros pero en la sección policial. Sin embargo cuando las luces del estudio de Canal 13 se encendían el artista del bigote bicolor conquistaba a un público que minutos antes pensaba que estaba loco por mostrar las nalgas en un concierto en Mendoza.

Familia artística

La devoción maternal con Mercedes Sosa, la protección paterna que Palito Ortega le prodigó, pudieron ser vislumbrados tiempo antes en el respeto hacia Juan Alberto Badía, una especie de hermano mayor  al que le aceptaba invitaciones siempre dispuesto, entregando joyas como la presentación en 1984 de su video “No me dejan salir”, hit de su disco “Clics modernos”, de 1983.

El video fue promocionado desde el comienzo de la transmisión siendo el moño del broche final.

Ludovica Squirru, antes de los horóscopos chinos, Fito Páez en traje rosa, Jean Francoise Casanova (otro habitúe del ciclo junto a su grupo “Caviar”) fueron algunos de los participantes de ese extraño clip en tiempos artesanales, cuya estética estuvo a cargo de la multifacética artista plástica Renata Schussheim. Arte para los televidentes que habían estado horas expectantes ante el estreno.

Pero además el nivel de todos esos recitales, que fueron rescatados por fanáticos y subidos a Youtube, nos hacen terminar de comprender porque nos gustaba tanto Charly a muchos que éramos muy chicos para gustar de Charly en esos años.  Fue una puerta para descubrir música. Shows de calidad con un García en perfectas condiciones.

En uno de esos recitales a Charly se lo oye diciendo “gracias televisión argentina”. Y si, gracias. Fue un escalón que nos salteamos los que no veníamos de hogares con cultura musical. Y un gusto que se dieron muchos de sus pares que ya no estaban para el trote rockero.

El cierre final del ciclo en el año ’88 se llevó a cabo desde el mítico templo de la música, el estadio de Obras. Badía agradece un mensaje de Sergio Denis por toda la ayuda brindada a los músicos y a continuación sorprende a todos diciendo que Charly abre el concierto recién llegado de New York. Charly y Sergio Denis conviviendo en un mismo espacio, Obras. Los 80 de los que casi nunca hablamos. El conductor, además agrega que ante el pedido para un reportaje, el artista le propone en cambio tocar. Todos de parabienes. La fiesta se inicia con un cover en inglés. El público aplaude sentado y feliz. “El Charly para toda la familia” aclara en medio del tema que es Jimmy Hendrix el autor de lo que está interpretando. Entendiendo que a muchos de esos espectadores les suena totalmente desconocido. Evidenciando así sus formas televisivas intactas.

Lo imprevisible de ese Charly era muy difícil para una televisión que si no devora le teme a estos personajes

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En esa despedida final del programa, que contaba ya con  seis temporadas, Charly, a través de unos de sus músicos le obsequió a Badía un ramo de flores que éste, para continuar con la conducción que iba en vivo, se las alcanza a una espectadora, bastante mayor de edad, para que se las custodie. Completando así la foto con la cual podemos aseverar que fueron los años del Charly para toda la familia. Y quizás también para terminar de sellar esa idea sobre que el año 88 fue el fin de fiesta definitivo de esa primavera alfonsinista. Sin Mar del Plata como la perla del Atlántico, con Alberto Olmedo muerto, Carlos Monzón preso luego de asesinar a Alicia Muñiz y sin “Badía y cía” juntando biblia y calefón. Al rock para toda la familia. Llegaba claramente otra etapa.

Un mes después en La Tablada, en el cálido enero del 89, un bautismo de fuego entre apagones y una hiperinflación descontrolada lo confirma. Algo moría, algo estaba naciendo.

Cuando pienso en el fin,

cuando pienso en todo lo que dí.

Cuando sueño el final,

cuando sueño que todo va a acabar.

Gozar es tan necesario, mi amor.

Gozar es tan diferente al dolor.

Say no more

Y así fue que al tiempo Charly, para la televisión, dejó de ser el simpático díscolo de la familia convirtiéndose en el problemático. El Charly apto para todo público fue reemplazado por el Charly unplugged en el verdadero MTV, de las uñas pintadas, el pelo desteñido de rubio con su grunge vernáculo alejó a los padres y mutó en un Charly para los adolescentes X quejosos. O para los amantes de la música. Esos que no se enojan fácilmente por recitales caóticos.

A pesar de ser parte de ese exitazo que fue el retorno de Serú Giran, la televisión, esta vez canal 9, a la hora de elegir una canción de la banda que sonaba en todas las radios optó por “Mundo agradable”.  La voz armoniosa de David Lebon parecía ser más digerible para la audiencia a la hora del rock en estos tiempos de 1 a 1.

Sin embargo, su versión del Himno Nacional servía de cortina para uno de los programas más emblemáticos del canal, “Sin condena”, la ficción creada por Rodolfo Ledo en donde casos reales que habían conmovido al público eran presentados de la forma más bizarra. Gerardo Romano  llegó a interpretar al Che Guevara con un maquillaje que pondría rojo de envidia a Benicio del Toro, otro Ernesto Guevara Lynch para el olvido.

Pero sus apariciones en algún reportaje eran ya parte del consumo de sus fanáticos, lo imprevisible de ese Charly era muy difícil para una televisión que si no devora le teme a estos personajes. Por eso en el 2000 vive una incómoda situación durante un reportaje que le hace Jorge Lanata.

-¿A vos te parece que yo soy artista?, le preguntó Charly al periodista estrella.

– No lo sé, te digo en serio. Yo creo que hiciste grandes cosas y que después te empezaste a copiar a vos, y creo que te das cuenta.

– Y yo pienso que vos sos un pelotudo.

Respuesta letal del músico que regaló un gran momento televisivo. Tiempos de Say no more.

Yendo de la cama al living

Pero también durante esos años se lo pudo ver en el programa de la gran diva de los teléfonos, Susana Giménez  con la comodidad de saber que frente a él estaba una eterna habitante de otro planeta, la que podía preguntar por dinosaurios vivos o halagar, lo más suelta de cuerpo, al más excedido Diego Armando Maradona con  un “¡Qué flaquito!” ante el estupor de este y la rápida y graciosa salida “Flaquito como el gordo Porcel”.

A la conductora le relató todo el detrás del episodio piscina: aquella vez que había saltado de la ventana de su cuarto de hotel desde un noveno piso hacia la piscina. Escena que también debe haber pispeado  el director de “Casi famosos” Cameron Crown.

- Yo creo que hiciste grandes cosas y que después te empezaste a copiar a vos, y creo que te das cuenta. - Y yo pienso que vos sos un pelotudo.

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Con Susana a Charly  puede vérselo lúdico al fin de cuenta la ex actriz y vedette también es una habitante de otro planeta, el propio.

No soy un extraño

Pero cuando ya todos creían que el “Charly para toda la familia” no iba a volver, reapareció. Dotado de amorosidad, un mes antes de que Juan Alberto Badía se despidiera para siempre de este mundo dijo presente en un segmento del programa “Sábado show”  producido por el ahora tótem televisivo Marcelo Tinelli, donde también hacía su reaparición estelar el mítico conductor, enfermo desde hacía un tiempo ya.

“Iluminados en el show”, el nombre del bloque en cuestión, contó como primer invitado nada menos que a Charly García, que presentaba su box set “60 x 60”, la recopilación en cd y dvd de los shows brindados durante su festejo de cumpleaños número 60, del que también participó el locutor junto a otros invitados de lujo. Relajado, cómodo, simpático, Charly en esa entrevista evocó a Luis Alberto Spinetta, los años de la infancia, el tango, la fe y una confesión: en los 90 los recuerdos se le pierden. Como a muchos de nuestros padres que a partir de esa década se entregaron a distintos otoños. Es que los años 80, para muchos de ellos, fueron la primavera que les llegó tarde pero ansiaban rasguñar. Como las piedras.

En el cierre del programa bromeó sobre el fan de Wanda Nara, coqueteó con la idea de ser jurado de “Bailando por un sueño” y se abrazó a Badía, José María Listorti y Denis Dumas. Como en una remake de aquellos ’80 televisivos donde era parte de la familia. ¿Habrá esta vez remake de la remake en este festejo por su cumpleaños 70? Ojalá que sí. Hagamos promesas sobre el bidet.

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