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05 de noviembre 2019

Leandro Mora Alfonsin

YEARS AND TEARS

Tiempo de lectura: 13 minutos

Incertidumbre y zozobra. Eso se lee en el horizonte de la economía mundial. Las proyecciones tanto de la OCDE como del FMI dan cuenta de frenos tanto en el ritmo de crecimiento del producto mundial como del comercio. Los cruces entre potencias, a la velocidad de un tweet, arrojan señales que impactan en mercados bursátiles y proyecciones, dándole a los temidos futuros distópicos que entretienen nuestras pantallas un amague de realidad y un baño de verosimilitud que de a poco va apagando risas e ingenios. A su vez, Latinoamérica está poniendo a prueba los resortes que resisten ajustes que profundizan la erosión de oportunidades en la región más desigual del mundo.

Dando por sentados los problemas que Argentina ya arrastra con una economía que se perfila en 2020 a cerrar tres años consecutivos de caída, su nivel de deuda, la carga de vencimientos y la imposibilidad de acceder al mercado internacional de crédito con un riesgo país superando los 2000 puntos básicos ¿Qué mundo va a encontrarse el próximo gobierno? ¿Cuáles son los principales focos de atención en la siempre desafiante economía globalizada?

El boliche del próximo patovica de la crisis

Luego de la hiperinflación, Menem tuvo el Consenso de Washington que permitió concebir la estabilización y la reforma del Estado; subiendo a la Argentina al escenario del buen alumno del mundo post fin de la historia y haciéndola nadar en el lago del crédito fácil en cuyo reflejo terminamos por enamorarnos y ahogarnos. 

Luego de la crisis del 2001/02, Kirchner contó con términos de intercambio históricos que lubricaron los superávits gemelos y pusieron en marcha una economía que salía del coma. La adrenalina duró lo suficiente para pensar que no era necesario hacer un tratamiento riguroso y dejar la sal. Esa falta de sintonía fina a tiempo desnudó los límites del modelo cuando la crisis financiera internacional cambió el panorama, deteriorando los logros y acumulando inconsistencias macro.

Más allá de sus resultados finales, los gobiernos que tuvieron que asumir el rol de “patovicas” de las últimas dos grandes crisis tuvieron herramientas en el plano internacional que les permitían operar sobre los desafíos locales para poner orden. Entender el mundo que toca en gracia y su dinamismo cambiante es una parte importante de gobernar.

No obstante, el apoyo estuvo. Los resultados que exhibe Cambiemos son una consecuencia de que tuvo cuánto quiso.

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“Argentina volvió al mundo pero el mundo no estaba ahí, era otro mundo”.La frase resume el diagnóstico y praxis de los 4 años macristas en el plano externo. Cambiemos confió en que jugando en la primera de la liga de libre movilidad de capitales iba a ahuyentar los problemas de productividad, competitividad y de saneamiento de las cuentas públicas. Pero no se encontró con el mundo obamista y multilateral de tasas de interés excepcionalmente bajas post crisis 2009 y expansión del comercio. Le cambiaron una Premier League por un torneo de transición con 30 equipos. El cambio de las condiciones internacionales de crédito desnudó la fragilidad de esa estrategia, expuso la economía a una corrida contra el peso de la que aun hoy no podemos determinar un claro fin e inicio una crisis económica cuyos indicadores son noticia a diario. 

No obstante, el apoyo estuvo. Los resultados que exhibe Cambiemos son una consecuencia de que tuvo cuánto quiso. Con la geopolítica de su lado y a pesar de la mala lectura del tablero internacional (que, por ejemplo, llevó a jugar riesgosas cartas como inclinarse abiertamente por el partido demócrata en las elecciones estadounidenses de 2016, algo que cualquier internacionalista señalaría como imprudente) logró un apoyo financiero inédito. Además de colocar deuda por más de USD 120.000 MM cerró el acuerdo más ambicioso de la historia del FMI por USD 57.000 MM; Argentina es hoy la principal colocación del FMI en el mundo, concentrando un 63% de su cartera. Es decir, hubo un apoyo político expreso del Fondo, ajeno al rol técnico y pragmático que explica su razón de ser. Todo ese dinero, en un principio barato y luego bajo el costo de las recetas universales y a prueba de singularidades del Fondo, no terminó por financiar las bases de una economía real sólida y alistándose a cerrar la brecha tecnológica, sino que se escurrió entre los dedos del gasto corriente y la dolarización de carteras en un esquema sin controles ni incentivos a la inversión productiva. Se escurrió como el apoyo de los mercados en la medida que Argentina tartamudeaba sus señales de liquidez y solvencia de corto plazo.

Si bien a la crisis argentina le restan capítulos, en 2020 se abre un momento bisagra para enderezar el barco. Y el próximo gobierno se encontrará con un mundo donde la algarabía con billetera del mundo post bipolaridad de fines de siglo XX y al dinamismo que el comercio mundial le dio a los commodities  que producimos de principios del siglo XXI los reemplazan la incertidumbre, las tensiones comerciales y un sistema financiero global con bases de cristal. 

De acuerdo a las proyecciones del FMI y la OCDE, se está desacelerando el crecimiento de la economía mundial. Y ante cada revisión, las proyecciones se corrigen a la baja. El producto global viene de crecer 3,6% en 2018; pero para 2019 se espera un crecimiento en torno al 2,9%. 

Al observar dinámicas particulares puede apreciarse que la economía China avanza a su ritmo más bajo de los últimos 30 años. Por muy poco Alemania hoy no está en recesión; el área europea pasó de crecer 1,9% el año pasado pasa a estimarse 1% para este año. Por su parte, el vigoroso proceso de crecimiento y disminución del desempleo de Estados Unidos está encontrando su agotamiento; el retroceso de algunos indicadores clave de sectores de peso en la industria norteamericana como el químico adelantan la ralentización de la primera potencia. Cabe destacar que China, la UE y Estados Unidos explican el 60% del PBI mundial. Por lo que las noticias sobre su desaceleración deben seguirse con atención.

¿Qué cambió en el mundo para llegar a este punto? La geopolítica. Las tensiones comerciales, persistentes y en alza, hicieron mella en los flujos de comercio internacional; la OMC, que esperaba un crecimiento del comercio mundial de 2,6% para este año, corrigió su proyección a 1,2%. Desde 2017, trimestre a trimestre, los volúmenes comerciados en el mundo no han dejado de contraerse. A esto se suma la inestabilidad política, los conflictos más allá de lo comercial que involucran a Estados Unidos con Turquía e Irán, el retiro de tropas en Siria; y un panorama financiero y bursátil cuyas fragilidades quedan cada vez más expuestas y en donde países como Argentina se empiezan a lucir como las primeras fichas de un dominó irresuelto. A continuación, profundizaremos sobre cada punto.

la OMC, que esperaba un crecimiento del comercio mundial de 2,6% para este año, corrigió su proyección a 1,2%. Desde 2017, trimestre a trimestre, los volúmenes comerciados en el mundo no han dejado de contraerse.

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No obstante este escenario, los debates entre candidatos presidenciales en Argentina dejaron claro que los optimismos y precauciones sobre lo que puede dar el mundo difieren entre las dos principales fuerzas políticas. Mientras Macri resaltó la visita de 22 jefes de estado durante su mandato, contando entre ellos a las principales potencias; Alberto Fernández machacó que esas visitas dejaron más fotos que inversiones genuinas. 

Lo cierto es que Argentina no ha ofrecido condiciones de rentabilidad que estimulen más inversiones productivas que especulativas. Al mismo tiempo, el superávit comercial que hoy muestra la Argentina no es consecuencia de una virtuosa estrategia inserción internacional de nuestro valor agregado, sino de lo que la crisis le hizo al consumo de bienes importados. Tomando los primeros 8 meses de este año, mientras las exportaciones crecieron un 3,8%; las importaciones retrocedieron un impactante 27,3%. El volumen comercial se va desinflando y nuestra economía sigue siendo una de las más cerradas del mundo. La apertura inteligente, necesaria y desafiante, que enlace las virtudes y potencialidades de nuestro diverso entramado productivo en todas sus ramas (agro, minera, industria y servicios) tiene menos grados de libertad en un mundo con estas restricciones. Lo mismo en cuanto a nuestra capacidad para atraer inversiones.

Pero más allá de los números, que no dejan de ser fotos, es importante entender la película del mundo que enfrentará el próximo gobierno. Y en ese análisis, hay focos productivos, comerciales y financieros que se conjugan y dan cuenta de un contexto hostil para los años que se abren.

Mundo “Compre Nacional”

Como señalamos, el comercio mundial viene reduciendo su ritmo raudamente y pronto podría comenzar a decrecer. Los conflictos comerciales y tecnológicos entre potencias le han quitado dinamismo al flujo de bienes y servicios, haciendo que esto impacte en la actividad económica de dichas regiones, dando por resultado los indicadores que hemos repasado. La retórica proteccionista en boca de los líderes del comercio libre supone un problema al sistema tal cual se lo conoce sin que ello implique una reconfiguración de beneficios; la captura de renta en base a la propiedad intelectual tecnológica y el comercio no migrará hacia los primarizados países emergentes, en tanto y en cuanto las brechas sigan profundizándose. Que la torta de este mundo “compre nacional” se achique no abre lugares a cubrir fácilmente, al tiempo que influye sobre variables que resultan clave.

En primer lugar, como señala Nouriel Roubini, quien además de su notoriedad en sus análisis pre-crisis de 2008/09 y su amplia trayectoria académica y en organismos internacionales fue economista senior para relaciones internacionales en el consejo de asesores de Clinton durante su presidencia, la “guerra fría” del último año en materia comercial, cambiaria y tecnológica empuja a Estados Unidos y Europa a las puertas de una recesión, en la que el menor dinamismo del comercio internacional y de inversiones deriva en caídas del consumo; al tiempo que el riesgo potencial de conflicto militar entre Estados Unidos e Irán podría repercutir sobre el precio del petróleo, sugiriendo esto una potencial estanflación; trazando paralelismos con los episodios de 1973 durante la crisis del petróleo, 1979 tras la revolución Iraní y 1990 con la invasión de Irak a Kuwait y el preludio de la guerra del Golfo. 

La velocidad de contagio de las condiciones internacionales hacia lo doméstico en economías abiertas e integradas empieza a ser un problema en este marco. De igual manera, la resolución que tenga el Brexit, mientras más dura sea, más afectará a una Europa ralentizada, en la que mercados de mucha cercanía con el Reino Unido verán afectado su comercio internacional como Holanda, Bélgica, y, la casi en recesión, Alemania.

Si bien la baja de ritmo de la economía estadounidense augura más recortes de la tasa de interés; el abaratamiento consecuente del dólar no mejora per se las condiciones de financiamiento de países emergentes, ni este marco de tensión asegura que fluyan capitales buscando mejores rendimientos

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Estas tensiones comerciales han desatado conflictos de monedas. Las sanciones y restricciones estadounidenses a productos y empresas chinas derivaron este año en la depreciación del yuan; que empuja a las monedas emergentes a acompañar estos movimientos para no perder competitividad precio en mercados internacionales; dotando de una presión extra, por ejemplo, a nuestro extremadamente volátil peso argentino. Recordemos que en Estados Unidos sigue vigente un conflicto político entre la Casa Blanca y la Reserva Federal; las subas de tasas que tuvieron lugar desde 2017 y que impactaron fuertemente en nuestro país en 2018 (como uno de los disparadores de nuestra corrida de abril) han sido muy criticadas por Donald Trump, quien ha manifestado su descontento por la mansa velocidad de baja posterior; los recortes a la tasa que empezaron a hacerse en la segunda mitad de este año buscan dinamizar el esperado frenazo, pero la FED se mantiene cauta ante un escenario local y global incierto.

Si bien la baja de ritmo de la economía estadounidense augura más recortes de la tasa de interés; el abaratamiento consecuente del dólar no mejora per se las condiciones de financiamiento de países emergentes, ni este marco de tensión asegura que fluyan capitales buscando mejores rendimientos. La inestabilidad política global en materia económica mantiene la necesidad de mitigar el riesgo en las carteras de los inversores. Por ende, más allá de que baje la tasa, difícilmente esto sea un beneficio capitalizable en el mediano plazo por Argentina; cuya economía sí puede ser más voluble a las depreciaciones de otras monedas en el marco de la guerra comercial. A esto debe agregarse el efecto que, en el último año y al calor de las tensiones comerciales, han tenido las cáidas de los precios internacionales de materias primas (commodities), lo que impacta en las economías cuya canasta exportable está más primarizada (sobre esto volveremos más adelante). Esto no solo es de atención para la Argentina, sino para economías como la chilena, dependiente del cobre y en medio de su propia crisis interna. 

El punto clave hacia 2020 es que, lejos de amainarse, persistirán los conflictos comerciales. Como señala el ex Director Ejecutivo del FMI y miembro de staff de la OMC Héctor Torres, Estados Unidos incrementa la presión con varios de sus socios comerciales, obviando las reglas y recomendaciones de la OMC. Más allá del conflicto con China, que tiene el mayor foco de atención; la administración de Trump está negociando un acuerdo comercial preferencial con Japón que desafía una regla básica de los países miembros de la OMC que establece que, si un país miembro otorga concesiones o privilegios a otro, estos beneficios deben extenderse a todos los miembros de la OMC. Como ironiza Torres, Japón en este acuerdo actúa “voluntariamente” ante la presión que ejerce Trump para que las exportaciones agrícolas estadounidenses ingresen en el muy protegido mercado japonés o las represalias se tomaran en forma de tarifas al ingreso de automóviles y productos industriales nipones en la tierra de la libertad y el hogar de los valientes. A Toyota no le gusta eso.

La desaceleración de la actividad mundial y el retroceso del comercio en un mundo más desigual y con familias y empresas más (y peligrosamente) endeudadas se da en el marco de una arquitectura financiera que no se ha reformado demasiado desde la crisis de 2008/09

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En la rosca palaciega de los organismos internacionales, Trump también juega sus cartas. Su disgusto por los obstáculos que presume la OMC puede leerse también las gestiones de Estados Unidos para trabar la designación de reemplazos de jueces que ayudan a los países a dirimir disputas en la OMC. El cuerpo colegiado que funciona con siete miembros, hoy solo cuenta con tres y en diciembre vencen otros dos mandatos, por lo que de no mediar cambios en la voluntad avance, muchas denuncias elevadas por países que se sientan perjudicados pueden quedar cajoneadas o detenidas hasta que se destraben estos dilates institucionales. Para Torres, mantener la transparencia de estos organismos es parte de una micro fundamental para preservar el sistema de comercio multilateral; su reemplazo por alternativas más débiles puede jugar abiertamente a favor de los países con mayor poder de negociación.

No solo Trump busca erosionar el poder de fuego de la OMC y su sistema de reglas y buenas prácticas. En el último mes, el propio Japón fortaleció los controles aduaneros a los productos químicos que Corea del Sur importa para fabricar semiconductores (principal exportación de este país). Las diferencias entre ambos países redundaron en el retroceso de pactos mutuos en materia de inteligencia militar, lo que desgasta la buena convivencia en la región.

La institucionalidad global enfrenta un duro desafío en este giro geopolítico en el que grandes potencias alinean su discurso involuntariamente a las históricas quejas del mundo en vías desarrollo o fuera del radar del multilateralismo como India o Sudáfrica, pero también Cuba o Venezuela. Extrañas coincidencias para un mundo extraño.

Estados Unidos incrementa la presión con varios de sus socios comerciales, obviando las reglas y recomendaciones de la OMC. Más allá del conflicto con China, que tiene el mayor foco de atención

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Por último, no solo el comercio presenta signos de inestabilidad a tener en cuenta en el plano internacional. El sistema financiero global tampoco goza de buena salud. Los nubarrones que el FMI veía en la economía mundial el año pasado hoy ya encapotaron el cielo. La desaceleración de la actividad mundial y el retroceso del comercio en un mundo más desigual y con familias y empresas más (y peligrosamente) endeudadas se da en el marco de una arquitectura financiera que no se ha reformado demasiado desde la crisis de 2008/09. Los vaivenes que puedan mostrar los mercados bursátiles globales, que fueron acunando las burbujas de sobrecapitalización de grandes empresas que recompran compulsivamente sus papeles para incrementar su cotización, ante estos escenarios de incertidumbre y estancamiento, pueden catalizar potenciales nuevos shocks.

Nuestro lugar en el mundo

Si bien el mundo puede quedarnos muy lejos a la luz de nuestros problemas bien criollos, Latinoamérica, como Rosario, siempre estuvo cerca. Y el vecindario que deberá ocupar el nuevo gobierno no está pasando por su momento más calmo. Si HBO quisiera hacer la distópica serie Years & Years-que cuenta la historia de una familia británica que se ve atravesada por los sucesos políticos y económicos de un posible futuro en donde los populismos de derecha endurecen la economía y la convivencia global- para Latinoamérica, le resultaría redundante o de poca utilidad el recurso de lo “distópico”. Nuestra Macondo cambiante marca una agenda al ritmo de los conflictos que cultiva puertas adentro, mientras busca engranar sus notas en el concierto mundial.

La región más desigual del planeta tierra enfrenta múltiples encrucijadas. A los conocidos conflictos en Ecuador y Chile, donde entre resistencias al ajuste del FMI en el primero y la rebelión de una sociedad que reclama los beneficios y equidades correspondientes a niveles de ingreso del desarrollo en el segundo; se marcó un límite a los gobiernos de centro derecha regionales de lo que es tolerable para sociedades que conjugan en su seno grandes masas de pobres con clases medias que se parecen más al ideario del ciudadano global que al actor local del siglo xx. Ningún líder puede hacerse el distraído ante esta evidencia; las urgencias imponen que la gente debe estar adentro del sistema y la tolerancia es baja. A estas novedades, se suman los conflictos políticos en Perú y Bolivia; el aumento de la violencia en Colombia y, por supuesto, los problemas de la Venezuela crítica y destruida de la que nada se puede esperar.

Pero, como siempre, el actor clave a tener en cuenta para aventurar las condiciones regionales que enfrentará nuestro país es Brasil. Nuestro principal socio y competidor no termina de levantar cabeza; las proyecciones de crecimiento para 2019 fueron recortadas (una vez más) pasando de una módica expansión esperada a principios de año del 2,5% a una mucho más discreta de 0,8%. La industria brasileña, a su vez, de la que se esperaba un crecimiento del 3%, se muestra prácticamente estancada, con la mitad de los sectores en caída y culminará el año con una contracción en el orden del 0,3%. Esto afecta directamente a la industria manufacturera argentina, dado que Brasil es el destino del 36% de sus exportaciones. Que la economía del gigante regional no reaccione implica menor demanda de nuestros productos.

Para Nouriel Roubini, la crisis en Argentina puede tener consecuencias globales. La eventualidad de una nueva crisis de deuda en nuestro país daría un incentivo más, en este mundo incierto, a la migración de capitales hacia mercados de menor riesgo, afectando a todos los emergentes.

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Este análisis, atado a lo numérico, no cuenta con el desafío que implica el perfil de Jair Bolsonaro como mandatario de Brasil, su vocación por reducir el MERCOSUR y su expresa falta de interés en cooperar con gobiernos de países que no comulguen con su visión política reaccionaria y populista de derecha. 

En clave de futuro, la relación con Brasil es fundamental para un proyecto de desarrollo viable para la Argentina, dadas las múltiples complementariedades que ambos países tienen a la hora de pensar en un perfil industrial regional. Por ejemplo, juntos, los protagonistas del clásico sudamericano son los principales productores mundiales de proteína animal; que los principales productores de alimentos elaborados con mayor agregación de valor sean los holandeses desnuda la urgente y estructural necesidad de trabajar fuertemente con Brasil en la búsqueda de captar rentas globales, intentando vender mayor valor ante un comercio mundial que se achica. Mientras más tiempo perdamos, más complejo será cerrar esas brechas y más primarizadas serán nuestras exportaciones. El perfil de Bolsonaro y su ideario atentan contra esta necesidad proyectual de una política industrial local, pero inserta en una región.

Volvimos al mundo, prohibido llorar.

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A este panorama regional lo cierra la propia Argentina. Hoy el mundo posa sus ojos en nuestro devenir. Para Nouriel Roubini, la crisis en Argentina puede tener consecuencias globales. La eventualidad de una nueva crisis de deuda en nuestro país daría un incentivo más, en este mundo incierto, a la migración de capitales hacia mercados de menor riesgo, afectando a todos los emergentes. La irresponsabilidad mostrada por el país los últimos años en su proceso de toma de deuda y perfil de vencimientos y la negligencia del FMI (quien en este caso tiene un problema tan grande como el de Argentina) en este proceso pueden ser para muchos analistas la ficha de dominó que desnuda las fragilidades de las finanzas internacionales o bien un ejemplo, nuevamente, de lo que no se debe hacer. Roubini apuesta a que el dejar caer la situación no beneficia a ningún involucrado y el FMI deberá asumir la cuota de responsabilidad que le toca facilitando compromisos y acuerdos, pero, por supuesto, no puede ser descartado que el problema se agrave.

A la crisis argentina le quedan capítulos por delante. Los desafíos que el 2020 impone en materia de obligaciones de deuda y recomposición de ingresos reales y tejido social se ven delimitado por unas condiciones de entorno internacionales que distan de ser favorables. Volvimos al mundo, prohibido llorar.

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Comentarios

  1. Cacho

    el 05/11/2019

    La revista viene bien. Pero esta nota con un análisis ultra Slim hace que caiga el nivel. Vamos muchachos, ustedes pueden hacer análisis serio.

  2. andres

    el 07/11/2019

    Excelente análisis, riguroso en el tratamiento de los datos y las proyecciones para 2020 y al mismo tiempo ameno de leer y comprender.

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