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09 de diciembre 2022

Juan Di Loreto

UNA SEMANA EN EL INFIERNO

Tiempo de lectura: 2 minutos

No sabes si es La Niña, la seca que hay o el cambio climático, pero esta semana el clima en
el Río de la Plata es un infierno. La semana es corta pero la espera es eterna. A medida
que el Mundial de Qatar se diluye el clima político y social gana espacio en nuestras
conversaciones. Volvemos a pensar que no parece haber una salida, apenas riñas de riñas
en sectores acomodados de la sociedad. Porque gobernar lo que se dice gobernar… Allá
lejos, o acá cerca, vemos una rendija de luz en el larguísimo túnel de nuestra realidad:
“Pasen adentro – escribe Gonzále Tuñon – a un ademán se alzará el dorado telón”, el
viernes a las 16 horas juega la Selección, juega lo único que nos puede unir como multitud
enajenada.
Hace 35° grados a la sombra de cualquier edificio y las mesas de afuera de los bares están
vacías. Todos buscan refugio cerca del aire, lejos de la puerta que, cuando se abre, ciega
con el resplandor impiadoso.Conseguir lugar cerca del televisor de los bares y confiterías es
un suplicio. Lo que verdaderamente cambia en esta época es que todos hablan de Mundial.
-El Mundial recién arranca en cuartos – dice uno de voz gruesa.
-Anda… decile a Alemania.
-Te das cuenta, hay que aguantar miércoles y jueves sin partido…
-Dejá joder, con Holanda…
-Países Bajos…
-Bue, lo que sea, se les caga el Boby, es un equipazo el de Van Gaal.
Y así todo. Luego las conversaciones solas volveràn a la guita que nunca alcanza y a putear
al gobierno. Esta semana la calle es insoportable, no se puede estar en ningún lado.
Parecen haber transportado a Buenos Aires al medio del desierto de Qatar. Pero qué es
estar lejos del río sino habitar nuestro propio desierto urbano. El difícil arte de aceptar que
Buenos Aires le da la espalda al Río. Son momentos extraños, al fin del año le antecede el
fin del Mundial; los arbolitos de navidad se mezclan con los colores celestes y blancos. Las
conversaciones van de la condena a Cristina hasta el Lago Escondido, la canasta navideña,
o cómo queremos que Otamendi levante a un holandés como sorete con pala ancha si se
acerca al área.

En la radio hablan más de Brasil como rival que de Holanda. Meten miedo, dicen. Son los
campeones, dicen. “A estos no les ganás así nomás, porque se divierten”, aclaran. No como
nosotros, que somos más rioplatenses, tangueros y nos tomamos todo demasiado en serio.
La ansiedad de la época está exacerbada por la ansiedad de un periodismo que ya no
media con nada, sino que es un doxa extraviada en continuado.
La víspera de la víspera, la espera de la espera y cuando todo llega ya pasó. Pero no queda
otra que prender velas y aferrarse a lo que los jugadores argentinos tienen, a esa potencia, como decía la psicoanalista Carina González: “La potencia es un “poder de”. No se explica por las propiedades ni la clasificación de sus cuerpos, sino por lo que logra”. Y ahí viene el misterio del futuro, cuando esos muchachos asomen en el túnel y se conviertan en esos hombres que se disputan “a gritos la posesión del día y la tierra”, como escribía Marechal, y destruyan por fin, con un grito de gol, este desierto inmutable.

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